jueves, 31 de enero de 2019

Sur y Oeste, de Joan Didion

Sur y Oeste, de Joan Didion (Mondadori)

Buenos lectores me han recomendado muchas veces leer a Joan Didion. Lo he intentado reiteradamente con El año del pensamiento mágico y Noches azules. Pero sin ningún éxito. Hasta este libro creo que lo más cerca que había estado de que me gustara un texto de Didion era el epígrafe con el que se inicia la película Ladybird (Quien quiera que hable sobre el hedonismo en California jamás ha pasado una Navidad en Sacramento). Me gustó mucho Ladybird (Greta Gerwig, 2018) y aunque Sur y Oeste me ha gustado, y es la primera vez que he conectado con Didion, queda bastante por debajo de la película en mi lista de afectos.

Sur y Oeste es un libro completo (Sur) y unas notas para un reportaje que nunca llegó a hacerse (Oeste). Me gustan esos libros que son libros fallidos, libros que alguien quería escribir, que quizá le habían encargado que escribiera, en los que estuvo trabajando y que acabaron por no cerrarse. Me gusta poder meterme en ellos muchos años después, normalmente por la autora se ha consagrado, sus libros ya se venden bien, tiene prestigio acumulado, y sus editores, a falta de nuevo material, me imagino que la llaman pidiéndole algo. Y es el momento, con comillas, de tomarse la venganza del sistema. Algo así me parece que es lo que va pasando hasta que nos encontramos con Sur y Oeste en España.

De vez en cuando se veía una coraza de armadillo tirada por la carretera.

Sur, la primera parte, el libro completo del que hablaba, nos cuenta un viaje que Didion y su marido decidieron hacer por el Sur (en el amplio concepto) de los Estados Unidos. Uno piensa en el Sur y le vienen a la mente todos los tópicos que pueden verse en las películas. Uno espera una sociedad decadente, llena de prejuicios, privilegios para unos pocos, calor y humedad, algún crimen horrible escondido debajo de la alfombra. Didion viaja con prejuicios parecidos, y los va más o menos confirmando; algunas realidades son peores de lo esperado. Hay un muro de incomprensión de fuera hacia adentro y viceversa que es difícil de traspasar. Pasan por Jackson, Mississippi, y piensan en visitar a la escritora Eudora Welty. Richard Ford también es de Jackson, Mississippi, y en Entre ellos cuenta que una vez, en una tienda, su madre le señaló a Welty y le dijo que era una importante escritora y eso, de niño, le fascinó, pensar en importantes escritoras en su ciudad. Van pasando por ciudades, tomando café en restaurantes, siendo invitados a cenar por personalidades locales, conociendo a la gente joven de la zona, enterándose de algunas cosas y no enterándose para nada de otras. Se van haciendo una imagen y un cuaderno de notas mientras pasa el verano. Cada pocos kilómetros piensan, probablemente, en volver a casa. No es que yo lo interprete así, lo dice ella, huye de los aeropuertos que podrían llevarla de vuelta a casa.

Nunca conseguimos ir – dijo la primera mujer –. Nunca he estado en ningún sitio al que quisiera ir.

Nombraba en el párrafo interior Entre ellos, de Richard Ford, y lo veo relacionado con Sur y Oeste. He leído los dos libros con cierto gusto pero me han dejado poco poso. Veo que hay más escritor que el libro que han escrito. Son, tal vez, aproximaciones superficiales a temas que requerirían más profundidad, algo más de hueso y sangre. El viaje por el Sur nos va deslumbrando con su luz decadente, comparte con nosotros la mirada, nos deja algunas imágenes muy bellas (en este libro Didion resulta muy plástica y visual), nos contagia la extrañeza, pero el contagio no ha sido efectivo al 100% en mi caso. Mientras lo leía me planteaba cuánto había de clasismo en estas notas y cuánto de lo que se escribe aquí no sería condenado a la hoguera contemporánea si se cambiaran algunos términos o tal vez, simplemente, si un periodista – novelista español, madrileño o castellano, escribiera una temporada viajando por Andalucía y volviera confirmando tópicos.

No ponemos rock porque a nuestra gente no le gusta. No ponemos esos grupos underground vuestros como Jefferson Airplane.

La realidad, en un libro de crónicas, debería empapar parcialmente la conciencia de quien está escribiendo. Otra película que me gustó bastante de 2018 fue The Florida project. Allí tenemos una narración casi impersonal, que deja la voz en los personajes y sus hechos, y no los juzga. En algunas situaciones y relaciones el libro me ha hecho pensar en la película, pero el acercamiento es muy distinto. Didion juzga en este libro constantemente, desde la superioridad, con (perdón) un cierto tufillo de pija viajando entre pobres, jugando además con la ventaja de que a estos puede sentirlos abiertamente como inferiores, algo que no podría hacer con otros grupos de pobres.

Antes de mi viaje al Sur, hacía un tiempo considerable que nadie pensaba que tuviera diecisiete años, pero durante aquel mes tuve que demostrar varias veces que tenía más de dieciocho. La única explicación que se me ocurrió era que las mujeres adultas se arreglaban el pelo.

Sin acabar de encajarme, me ha parecido un libro bien escrito, con momentos de muy buena prosa, ligero, y que me hace seguir queriendo leer Los que buscan el sueño dorado, otro libro de crónicas del que ya me han hablado muy bien anteriormente. La segunda parte, Oeste, son notas de trabajo. A Joan Didion le pidieron que siguiera el juicio contra Patty Hearst (sobre el caso no se dan detalles, pero es fácil dar con millones de páginas de información en internet) y ella lo hace, por así decirlo, viendo qué refleja Patty Hearst, su juicio, la situación, la ciudad y el tribunal, de ella misma. Es una estrategia que funciona entre la autoficción y la crónica, pero que en general no me entusiasma. Emmanuele Carrère lo hace con frecuencia en sus novelas de no – ficción, apareciendo con frecuencia en mitad de lo que está contando para contarnos cómo se siente él en ese momento. Creo que hay momentos absolutamente personales que pueden resultar universales leídos, pero creo también que no hay que abusar, porque no todos los momentos personales, por inspiradores que resulten a quien los vive, son realmente universales. Si yo quisiera leer un reportaje sobre un juicio querría que quien lo escribe se apartara y me dejara ver el juicio (aprovecho ahora para recomendar un libro perturbador que sí sigue un juicio con una frialdad que resulta angustiosa, La casa de los lamentos, de Helen Garner, que leí a finales del año pasado), pero aquí solo son notas de trabajo, y en algunos aspectos (la mirada de la Didion adulta sobre la Didion niña – adolescente que se crió en California) me gusta. Y acaba cerrando el círculo con aquella cita inicial que abre la película Ladybird.

Yo creía en los tejidos de algodón oscuro. Creía en los sombreros pequeños y en los guantes blancos. Creía que los viajeros transcontinentales no se ponían zapatos blancos para ir a Nueva York.

Seguiremos leyendo.

Felices lecturas

Sr. E




jueves, 24 de enero de 2019

Fragmento de Lecturas de mí mismo, de Philip Roth


Una cosita de Philip Roth, 1959, incluida en Lecturas de mí mismo (Mondadori)

Me encuentro con este texto, que Philip Roth escribió en 1959, a cuenta de la publicación de su libro de relatos Goodbye, Columbus y el posterior escándalo (moderado y reducido al ámbito judío, reducido realmente a ciertos rabinos y ciertas personas influyentes) que se produjo al respecto. Lo encuentro en Lecturas de mí mismo (Mondadori), que creo que ha sido incluido junto a otros ensayos en el volumen Por qué escribir (también de Mondadori).

Repito, 1959. Invito a buscar los paralelismos con 2019 y la digestión de la ficción que hacemos actualmente. Decía Philip Roth:

Pero el señor Kaufmann, como novelista, probablemente no tenía ninguna intención de escribir un estudio sociológico ni, ya que eso parece más bien el tipo de lectura que el rabino realmente anhela, una muestra agradable y positiva. Tampoco Madame Bovary es reconocible como estudio sociológico, pues gira en torno a una francesa provinciana y soñadora, y ninguna otra representante de las demás clases de francesas provincianas. Sin embargo, esto no disminuye su brillantez como novela, como una exploración de la misma Madame Bovary. Las obras literarias no toman como temas personajes y acontecimientos que han impresionado al escritor por la frecuencia de su aparición. Por ejemplo, ¿cuántos judíos, tal como los conocemos, han estado a punto de hundir un cuchillo en su hijo solo porque creían que Dios les había exigido que lo hicieran? El significado del relato de Abraham e Isaac no tiene nada que ver con que sea un hecho familiar, reconocible, que sucede a diario. La prueba de cualquier obra literaria no estriba en lo amplia que sea su gama de representación, por más que la amplitud pueda ser característica de una clase de narrativa, sino en la profundidad con que el escritor revela lo que ha decidido representar.
Confundir un <<retrato equilibrado>> con una novela tiene como consecuencia final caer en el absurdo. <<Querido Fiodor Dostoievski: todos los estudiantes de nuestra facultad y la mayoría de los profesores creemos que ha sido usted injusto con nosotros. ¿Considera a Raskolnikov un retrato equilibrado de los estudiantes tal como los conocemos? ¿De los estudiantes rusos? ¿De los estudiantes pobres? ¿Qué me dice de los que nunca hemos asesinado a nadie, que hacemos cada noche nuestros deberes escolares?>>. <<Querido señor Mark Twain: ninguno de los esclavos de nuestra plantación se ha fugado jamás. Pero, ¿qué pensará nuestro amo cuando lea lo del Negro Jim?>>. <<Querido Vladimir Nabokov: las chicas de nuestra clase … >>. Y así sucesivamente. Lo que hace la ficción y lo que al rabino le gustaría que hiciera son dos cosas totalmente distintas. Los intereses de la ficción no son los de un estadístico ni los de una empresa de relaciones públicas. El novelista se pregunta: <<¿Qué piensa la gente?>>, el hombre de relaciones públicas pregunta: <<¿Qué pensará la gente?>>. Creo que esto es realmente lo que molesta al rabino cuando pide un <<retrato equilibrado de los judíos>>: qué pensará la gente.

Por ahí seguimos.

Y seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

viernes, 18 de enero de 2019

El adulto, de Gillian Flynn


El adulto, de Gillian Flynn (Reservoir Books)

De Gillian Flynn he leído hasta el momento todas sus novelas publicadas en España (Perdida, Lugares oscuros y Heridas abiertas). De momento puedo decir de ella que sus libros son adictivos, negros y mordaces. Me tiene ganado y hasta que me decepciones seguiré pendiente de sus novedades. El adulto es un cuento largo (o una novela muy corta) que escribió por encargo pero que funciona perfectamente (lo cual nunca tiene por qué ser contradictorio; Coppola hizo El padrino por encargo; hay un tema aquí abierto e interminable, pero al fin y al cabo un trabajo creativo libre surge en la mente del autor como una especie de autoencargo, si el encargo viene de fuera, dependerá de lo capaz que sea de llevarlo a su terreno). Nunca conocemos el nombre de la narradora, que nos va contando primero su vida, y cómo ha llegado a ella (haciendo un rápido repaso a su vida, dando una lección de sarcasmo y condensación literaria). La chica, que ha pasado una infancia y una adolescencia difíciles, con una madre difícil y cuando menos peculiar que la ha tenido siempre en un estrato marginal, ha acabado en un local que ofrece un peculiar doble servicio. En la parte delantera leen el futuro, en la trasera masturban a hombres solitarios, y no es casual el doble símbolo de la mano elegido para la portada.

Durante tres años, hice las mejores pajas en el área de los tres estados. La clave está en no pensar demasiado. Si empiezas a preocuparte por cuestiones técnicas, si te paras a analizar el ritmo y la presión, pierdes la naturaleza esencial del acto. Tienes que prepararte mentalmente de antemano y luego dejar de pensar, confiar en tu cuerpo y dejar que se haga cargo. Lo dejé porque cuando has hecho 23.546 pajas en un periodo de poco más de tres años, el síndrome del túnel carpiano pasa a ser un problema muy real.

Al principio de la novela vemos cómo ella está pasando de un negocio al otro. Le da casi pena dejar a algunos clientes amables y simpáticos, le alegra alejarse de otros. No cree en lo paranormal, no tiene poderes y lo sabe, pero cree que en el fondo quienes acuden a esos servicios solo quieren alguien que les escuche y oriente, y sirve para eso. Poco después, en el primer giro de la novela, una clienta empieza a contarle que se han mudado hace poco a una casa enorme y antigua, y que siente que la casa tiene algo enfermizo en su interior, algo que está perturbado a su hijastro, al que tiene miedo. Nuestra protagonista ve ahí una oportunidad de hacer negocio, en plazos irá limpiando el aura de aquella casa. Y empiezan las sesiones.

Otros buscan regodearse en tu desgracia. Solo aflojan la mosca si a cambio les das algo que les haga sentirse bien consigo mismos, y cuanto más triste sea tu historia, mejor se sentirán por haberte ayudado y más dinero sacarás. No les culpo. Si vas al teatro, quieres que te entretengan.

El tema de la casa encantada es un clásico de la literatura. El de los triángulos amorosos y los celos, las venganzas frías y calientes, otro. La novela comienza contando la historia de una chica decidida a prosperar y que se dedica, de forma simultánea, a las pajas y a la lectura de auras. Las dos historias se mezclan pronto (la mujer que la ha contratado es la esposa de uno de los pocos clientes a los que ha mantenido a su lado). El hijastro (de ella, hijo de él), parece realmente preocupante. Parece que en la casa pase algo, y eso nos remite a las historias de Shirley Jackson, a la que se nombra, porque una de las cosas que hace mientras se supone que está limpiando el espíritu de la casa es meterse en la biblioteca y leer, pronto reconoce que alguno de esos libros se los había prestado el marido (pues mientras duraba el servicio hablaban de lecturas, y él le dejaba libros). La mirada de la narradora, con la que empatizamos pronto, es ágil, irónica, inteligente. Sabe leer los secretos y miserias de la gente y se gana al lector.

El gato más afortunado del mundo: tiene una habitación propia solo para cagar.

Un par de giros muy bien dados nos van confundiendo, la van confundiendo a ella (los lectores vamos conociendo la historia a la vez que quien nos la cuenta, no hay reflexión sobre el pasado, tampoco disponemos de un segundo de adelanto) y nos aceleran el pulso. ¿Quién es realmente peligroso? ¿El hijo o la madre? Ella está en cualquier caso en medio y en peligro. Nosotros, que hemos leído la novelita en media tarde, no sabemos dónde va a desembocar la historia.

En tal caso, uno de los dos está mintiendo. Supongo que tendrás que decidir cuál de las dos versiones prefieres creer. ¿Quieres creer que Susan está completamente pirada o que el pirado soy yo? ¿Cuál de las dos teorías te haría sentir más cómoda?

Sin pasarme dando pistas ni anunciando finales, nos dejará con ganas de más. La historia queda abierta y con ganas de más. No sé cuándo tendremos a nuestra disposición el próximo libro de Gillian Flynn, pero en un mundo, el de la novela negra contemporánea, que tiende a la planicie (o serán mis manías de lector, que se acentúan con la edad y las páginas leídas), se agradece este sentido del humor negro, la mala leche y la buena narración de sus libros.

El chaval resultaba simpático. Era posiblemente un sociópata, pero muy simpático. Me daba buen rollo.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E



sábado, 12 de enero de 2019

Tiempos oscuros, de John Connolly


Tiempos oscuros, de John Connolly (Tusquets)

No es esta la primera (ni la segunda ni la tercera) reseña de la serie del detective Charlie Parker que escribo en el blog. Sus libros son, de todas las novedades que se van editando, en el ámbito más o menos negro de la novela más o menos negra, los que sigo con mayor atención. John Connolly quizá es eso que llaman los críticos de la tele un pecado culpable, pero la verdad es que no me hace sentir para nada culpable, me hace disfrutar, me absorbe, me entretiene, y normalmente me deja con ganas de que salga el siguiente.

Esto ha pasado con Tiempos oscuros, aunque confieso que llevaba 3 o 4 libros de la serie en los que me parecía que Connolly había tirado de oficio, había cumplido, pero no mucho más. Aquí el listón ha vuelto a subir, y ha abierto tantas puertas que me imagino que no tardaremos en tener otra. Parker, para quien no lo haya leído, es un detective justiciero, porque como aquí se repite, la justicia y la ley no siempre son lo mismo. Imparte su propia ley, persigue hasta la tumba a quienes decide, hace la vista gorda con otros que para la policía habitual son criminales, se relaciona incluso en algo parecido a la amistad con algunos de ellos. Parker, para quien no lo haya leído nunca, fue policía. Pero la desgracia se cruzó en su vida y la cambió, desató la oscuridad a su alrededor y parece que los realmente malvados, los miserables y los pirados orbitan a su alrededor, retándolo y temiéndolo (más les vale temer a Parker). A lo largo de muchas de estas historias nos hemos cuestionado si Parker es alguna clase de ángel oscuro que no comprende del todo su poder ni la naturaleza del mismo.

Lo que hace atractivo a Parker como personaje es que se mueve entre la sombra y la luz, como un mensaje teológico poco sutil, persigue y caza a los malos, y entre tanto siembra el dolor entre aquellos a quienes quiere y defiende. Tiempos oscuros enfrenta otra vez a Parker con demonios y deidades cercanas al paganismo, como en este caso un Rey muerto, al que sirven todos los miembros de una comunidad del Sur de los Estados Unidos, aislada y dedicada a dictar su propia ley desde hace décadas. Una ley que un día cruza su frontera y se tropieza con Parker, sus amigos Louis y Angel y la cuando menos curiosa que los tres tienen de entender el trabajo de un detective. Desde hace algunos libros además Parker y sus acompañantes no es que sean agentes del FBI pero casi, y al margen de que personalmente no creo en la existencia de las fuerzas sobrenaturales (paganas o más o menos organizadas) ni de los agentes del bien y el mal, si estos caminaran por los Estados Unidos, nada me extrañaría menos que enterarme de que el FBI los tiene bajo su ala, entre vigilados y protegidos, pues si algo hemos aprendido de esta organización es que siempre le pone una vela a Dios y otra al Diablo, nunca mejor dicho.

Las novelas de Parker, aunque las solemos clasificar (empezando por sus editores) en novelas negras, tienen cada vez más rasgos de libros de terror. La trama detectivesca es la que pone en marcha la situación, la que nos conduce al campo de batalla en el que los más viejos poderes, los herederos de los ángeles buenos y de los ángeles oscuros, se enfrentarán. Parker, como intermediario, como posible agente doble, llega y los despierta. Después, cuando corresponde, los ajusticia. La escritura de Connolly, siempre expresiva, siempre alejada del laconismo, tiende a la expresividad del buen escritor de terror.

Pero las etiquetas solo son eso, etiquetas. La trama de Tiempos oscuros se pone en marcha cuando un tal Jerome Burnel, que acaba de salir de la cárcel tras ser detenido por posesión de pornografía infantil, acude a buscar su ayuda. Parker y sus amigos deciden aceptar el caso, porque creen la historia de que todo había sido una conspiración para inculparlo, pero antes de que puedan empezar la investigación que les ha encargado, es el propio Burnel quien desaparece, así que empiezan su búsqueda. Esa búsqueda, la trama detectivesca al estilo Chandler (y digo Chandler porque la escritura en modo detective de Connolly aspira a ser la de Chandler, y porque esa tendencia de Parker a aceptar casos desesperados y que en ningún caso le darán gloria ni dinero es propia de Philip Marlowe) nos lleva pronto a que Parker empiece a rondar por un lugar llamado El Tajo (que me parece un nombre poco afortunado, por mucho que se justifique en la traducción española diciendo que se debe a que la región produce un gran corte o tajo en la comarca), una comunidad cerrada, que prácticamente no obedece a las leyes y a la policía civil del lugar, sobre la que hay sospechas de todo tipo, y desde hace siglos, y con la que es mejor tener cuidado.

No es el primer enfrentamiento de Parker con comunidades paganas y misteriosas, e incluso recurre a la ayuda y consejo de un viejo conocido de estos temas y batallas. Los del Tajo no saben con quién han topado, pero lo descubrirán pronto. El Rey Muerto al que siguen, esos huesos que los guían en búsqueda de más sangre, no serán suficientes. Otra batalla más entre el Bien y el Mal, en esa larga saga que Connolly va construyendo, entre tramas atractivas y difíciles de abandonar. Parker sale con una nueva cicatriz, otra más que sumar como una medalla a su oscuro historial. Y nos quedamos a la espera de nuevas novelas, con nuevos personajes, y con los desarrollos de nuevas líneas, como la que lleva un par de libros asomando y que se basa en la sensibilidad hacia lo paranormal de la hija de Parker, una de esas relaciones tormentosas en la que su ex – mujer y ella acabaron alejándose de su lado, para protegerse.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E