jueves, 20 de julio de 2017

Recomendaciones para el verano (II)

Recomendaciones para el verano (II)

Seguimos con la labor interrumpida de dar algunas ideas para aquellos que dicen: me gustaría leer algo en verano, pero no sé qué. Espero que alguno de estos libros os despierte los apetitos lectores.



Clásicos

Historia de dos ciudades, de Charles Dickens (Alba): En esa competición de citas literarias tomadas a toda prisa de Wikiquote que fue la moción de censura presentada por Pablo Iglesias, Albert Rivera se calzó un Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, el célebre comienzo de esta novela. Quizá merece la pena leer el libro completo, en verano, aunque solo sea para recordar tiempos más nobles de la política (aunque nobles quizá no sea el término, en esta historia con tantas traiciones, dobleces, espionajes; dejémoslo en tiempos más inocentes) y para sentirnos nosotros, los lectores sin partido, algo por encima de nuestras señorías, diputados y diputadas.

Diarios de Adán y Eva, de Mark Twain (Valdemar): De Mark Twain había leído hace muchos años Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huckleberry Finn. Pocos autores deben estar tan ampliamente citados (y probablemente tan mal citados, como todos aquellos cuyas citas inundan las columnas periodísticas y las bocas de los tertulianos de radio) como Twain, que ya sabemos que no se llamaba así. Hace cosa de un mes me hice con este librito en la biblioteca y me resultó una lectura fresca, moderna, irónica, ágil, que nos habla de las relaciones de pareja, los problemas de la convivencia, la creación de los mitos. Un librito muy adecuado para las mañanas en la playa.

Los Miserables, de Víctor Hugo (Alba): Llevo algo así como 10 veranos diciendo que este verano leeré Los Miserables. Por el camino he visto varias versiones cinematográficas y sigo sin leer el libro. Este verano vuelve a mirarme desde la estantería, invitándome a abrirlo. Os invito a todos a ir a por él.







Una autora olvidada

Rosa Chacel: Llegué al nombre de Rosa Chacel gracias a Mario Levrero, quien la admira ciegamente en La novela luminosa. He leído de momento dos libros que se mueven entre la memoria y la ficción, recreando su infancia y adolescencia, con voces narrativas ágiles, fluidas, con una prosa muy trabajada y mucha personalidad. Esos libros son Memorias de Leticia Valle y Barrio de Maravillas. Y como el verano también es un buen momento para echar la vista atrás y recordar veranos pasados, recomendados quedan.



Novela negra

La serie del detective Charlie Parker, de John Connolly (Tusquets): Todos los veranos leo una o dos de las novelas de esta serie. John Connolly mete en una coctelera el género negro, bastante imaginería fantástica, con demonios y ángeles en lucha permanente, y el propio Parker entre ambos mundos sin saber demasiado bien dónde encaja, libros satánicos y evangelios apócrifos. Todo ello mezclado con estructuras cuidadas, buenas frases, y servido frío. Los primeros libros nos enseñan a un Charlie Parker destrozado por el asesinato de su mujer y su hija, que se le aparecen como fantasmas. Resentido y violento, empieza a trabajar como detective privado, siempre en casos oscuros. Pasada la fase del duelo, por así decirlo, la figura de su mujer y su hija van perdiendo fuerza. Tiene otra mujer y otra hija, pero la oscuridad sigue a su lado. La oscuridad nunca lo abandona, así como esos casos en los que siempre asoma, junto a un caso de desaparición, o asesinato, un mundo extraño, violento, milenario, que trata de atraerlo.

Novelas de Gillian Flynn (Mondadori): Perdida es una novela que funciona como un instrumento de relojería. Pone la bomba, hace muy rápido la cuenta atrás y estás atrapado, lector. Leí la novela antes de que saliera la película (que también te atrapa) y me gustó mucho, fue una novela perfecta de verano. Estos últimos meses he leído las dos novelas anteriores de Gillian Flynn, Heridas abiertas y Lugares oscuros. Ambas funcionan con mecanismos turnpage de bestseller (y perdón por la acumulación de anglicismos, pero son la terminología al uso) pero son bastante más. Con miradas frías, casi psicopáticas por momentos de lo alejadas que se encuentran emocionalmente (me recuerdan el comienzo de la película de Fincher, con Ben Affleck acariciando el pelo de Rosamund Pike y preguntándose qué hay dentro de su cabeza y por qué no se la revienta).

El cuarteto de Red Riding, de David Peace (Alba): Nunca me cansaré de recomendaros a quienes no lo habéis hecho y decís que os gusta el género negro, que leáis estas cuatro novelas. Magníficas. Distintas a todo.

American Gods, de Neil Gaiman (Roca): Ahora que la novela tiene serie de televisión, que parece la aspiración de gloria más duradera de las obras escritas en la actualidad, puede ser un buen momento para ponerse con su lectura. Esta lucha entre viejos y nuevos dioses, escrita a modo de road movie que cruza América sin ahorrar en muertos y desperfectos, es sin duda un libro que contentará a esos que le piden al verano un libro que sea difícil soltar de las manos.
Nota: Ya sé que no es novela negra estrictamente hablando, pero era por no seguir creando categorías.


Otro libro de difícil clasificación

La novela luminosa, de Mario Levrero (DeBolsillo): También es verano quedarse en casa, en la ciudad, encerrado, con el aire acondicionado a tope, durmiendo hasta tarde, leyendo y viendo cine o tonteando en el ordenador hasta la madrugada, comiendo mal, sin saber exactamente qué día es o dónde vive uno. Pensando sobre todo y nada y anotándolo. Eso también es el verano, y eso y mucho más es La novela luminosa.



A su particular manera, libros de viajes

La España vacía, de Sergio del Molino (Turner): Ya lo dije todo sobre este libro, sigo pensando en él, me sigue gustando cada vez más.






Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer, de David Foster Wallace (DeBolsillo): La gente se acerca al mar en verano. Algunos se van de crucero. Como David Foster Wallace, aunque él lo hizo por encargo de una revista. Pocos libros tan divertidos y desoladores, tan ocurrentes, tan David Foster Wallace en su mejor momento, mirando la realidad con una mirada muy particular, muy inteligente.





Un poco de Física

Richard Feynman es probablemente el físico teórico más importante de la segunda mitad del siglo XX. Y fue también un personaje, en prácticamente cualquier sentido de la palabra. Uno capaz de ser expulsado del ejército americano, luego estar en el Proyecto Manhattan, que se le juzgara por espionaje para los soviéticos, de ganar premios como percusionista en los Carnavales de Río, escribir la electrodinámica cuántica y ganar un Premio Nobel de Física. Feynman fue una inteligencia preclara, un genio sin demasiadas dudas, y sobre todo, durante toda su vida, un tipo con una curiosidad extrema que le hacía preguntarse continuamente qué hacía que algo funcionara como lo hacía. Fue también un profesor y un divulgador empeñado en hacer comprensible lo que iba descubriendo, y en estos dos libros de entrevistas, ¿Está usted de broma, Sr. Feynman? y ¿Qué te importan lo que piensen los demás?, ambos editados en Alianza, podemos seguir perfectamente, y vernos fascinados, por sus procesos mentales, su búsqueda de la verdad y la belleza, y esto nos ocurrirá independientemente del interés y conocimientos concretos de cada uno en la Física, pues la mente de Feynman trasciende con mucho lo particular.

Para ir terminando: Dos de los autores que más me han sorprendido en lo que va de 2017 han sido Kenzaburo Oé y Edna O´Brien. Buscaré más novelas suyas para este verano, y os recomiendo hacerlo a todos.

Ahora sí, para terminar, Americana, de Don DeLillo (Seix Barral): Es la última novela de DeLillo que me queda por leer, su primera novela publicada, interesante paradoja.


Espero que toméis alguna idea para leer estas próximas semanas. Disfrutad de los libros del verano. Disfrutad de la lectura y del descanso siempre que podáis.





Felices lecturas

Hasta pronto. O hasta siempre, lo que acabe siendo.


Sr. E  

jueves, 13 de julio de 2017

La sangre del cordero, de Peter De Vries

La sangre del cordero, de Peter De Vries (Jus Editores)

Incoherente que es uno, la semana pasada anunciaba que le daba vacaciones al blog, y tenía escritas las dos últimas entradas pre – veraniegas, con recomendaciones lectoras para las vacaciones. Esta semana iba a publicar la segunda parte de las recomendaciones y a deciros que buen verano y que ya nos leeremos por ahí, si eso. Y voy y me lío a terminar un libro que me ha sorprendido mucho y muy gratamente. Tanto que he pensado que merecía la pena dedicarle una entrada antes de bajar la persiana por descanso del personal y sus reflexiones lectoras.

¿Qué libro es ese? Pues se llama La sangre del cordero, es original de 1961, su autor es Peter De Vries y lo edita Jus. Para mí, tres novedades. La editorial es una novedad en el mercado español, viene de México y llega a través de Malpaso, que parece estar tomando entidad de grupo grande en poco tiempo (no sé si eso es bueno o malo, solo constato que va asociándose y/o absorbiendo editoriales aquí y en México). El autor era un absoluto desconocido para mí. La novela se anuncia como “la gran obra de Peter De Vries”, y eso me hizo temer que Peter De Vries fuera un autor inmensamente conocido al que yo tristemente desconocía. Buscando en google no parece que al menos en España fuera especialmente conocido (tuve que leer sobre su vida en la wikipedia en inglés, por dar una referencia clara). Bien está que las editoriales nuevas vengan con autores desconocidos, mal o nada traducidos con anterioridad. Siempre que como pasa aquí sean autores valiosos, que también sabemos que hay mucha trampa y mucho cartón en la recuperación de autores olvidados.

¿Quién fue Peter De Vries? Un autor norteamericano, descendiente de inmigrantes holandeses (el apellido De Vries lo deja bastante claro), de prolífica pluma, que escribió más de 20 novelas, obras de teatro, relatos, y fue guionista de revistas, trabajando durante décadas en el New Yorker. A De Vries lo han calificado como el más divertido de los autores que han abordado la religión en sus novelas. No sé si ese calificativo es exagerado. La novela es sin duda muy divertida y es sin duda religiosa en un sentido amplio. Kingsley Amis admiraba esta novela. Christopher Hitchens, un conocido ateo, no sólo ateo sino antiteísta, también. Es decir, nos encontramos ante una novela en la que la idea de Dios es importante, casi central, pero no trata de imponerse al lector. De Vries era creyente, y eso queda claro en la mirada del autor sobre lo narrado, pero abre el diálogo con los que no lo sean.

¿De qué va el libro? En un primer acercamiento, es una bildungsroman, una de esas novelas de formación en las que vemos a un niño hacerse joven y luego adulto y lo acompañamos por la vida. El protagonista es Don Wanderhope, un alter ego de De Vries (así lo parece por condiciones familiares, por época y edad en ella), que empieza como empiezan las novelas de esta clase, algo que ya sabía Holden Caulfield, quien optaba por no utilizarlo como recurso, contándonos algo de sus padres. El principio es conmovedor a la vez que patético, muy divertido en cualquier caso, y marca el tono y la novela.

Mi padre no fue un inmigrante en el sentido habitual del término, pues no emigró de Holanda a propósito, por así decirlo. Salió de Róterdam sin más intención que la de visitar a unos parientes y amigos holandeses que sí habían decidido establecerse en Estados Unidos, pero durante la travesía sufrió unos mareos tan espantosos que no quiso ni plantearse la posibilidad de regresar.

¿Qué nos lleva a pensar? Así de poca cosa somos los seres humanos. Así de tristemente nos condicionan a veces las circunstancias. Hasta extremos que no por ridículos dejan de ser creíbles. Todos lo sabemos. Todos podemos mirar en nuestro interior y nuestro pasado y ver algún condicionante más o menos parecido. Wanderhope crece en un mundo muy marcado por la religión. Su familia es una de esas familias calvinistas que casi confunde el no cometer excesos con ser mezquinos. A Don esa familia y sus creencias le aprietan por todas partes, y la primera parte de la novela se construye a la contra de las creencias heredadas, de la literalidad de la Biblia como fuente (es muy ocurrente la manera en la que el padre de Don empieza a buscar incorcondancias entre las voces de los cuatro evangelistas, siguiendo justamente lo que el luteranismo recomienda, leer y leer la Biblia, y después seguirla, y como él mismo dice: ¿cómo voy a seguir esto, si ni ellos mismos se aclaran?).

¿A qué se parece? Las tensiones entre la sexualidad en construcción y efervescencia de Don y los preceptos religiosos, incluso los casi enfrentamientos que se producen entre él y su familia (o entre sus novias y sus familias) por ser uno de una religión y otra de otro credo, a veces de religiones casi indistinguibles pero que se odian a muerte, van surgiendo como una constante en su camino hacia la adultez. En esto, la novela me ha recordado a las obras de Saul Bellow y hasta de Philip Roth. La novela de Peter De Vries, estando escrita desde una tradición cultural europea y protestante, se acerca en lo literario a la gran narrativa judeoamericana, a Bellow y Roth en el modo en que encajan o explotan los deseos en la vida familiar, y a Bernard Malamud y a Isaac Bashevis Singer, especialmente a este último, cuando las reflexiones sobre la vida, la muerte, la divinidad y la trascendencia, ganan peso.

¿Cómo está construido? La novela podría haber discurrido por los cauces de una cierta ligereza, pero decide no hacerlo. No sé si por una elección de trama del autor, por una apuesta estética, digamos, o porque pretendía en cierto modo reflejar su vida y estaba expiando un duelo. Una de las comparaciones a las que se alude en la contraportada es el libro de Job. Don Wanderhope (no nos hemos parado, pero el apellido, como muchas veces sucede en la narrativa anglosajona, no parece para nada casual) sería ese Job moderno al que no paran de sucederle desgracias que ponen a prueba su fe. Y es verdad que le pasan muchas cosas, y que pierde a muchas personas y que la enfermedad y el sufrimiento son un compañero permanente de sus andanzas. Pero no parece haber una lucha de tesis en su sufrimiento, no es un libro didáctico. Las cosas malas vienen, y Wanderhope las afronta, con entereza, continuando con la vida, caminando hacia delante.

¿Termina bien? Lo más oscuro de la novela es el final, claro, y toda ligereza queda atrás. Wanderhope pasa por la que siempre se ha dicho que es la peor pesadilla de un padre, la enfermedad de una hija, en este caso la lucha contra una leucemia. Sin volverse únicamente oscuro, el libro se hace más grave y esta última parte de la narración (el último cuarto, aproximadamente) es más emotiva y nos dispara a los lectores a donde de verdad duele.

¿Lo recomendamos? Ha sido una sorpresa de libro y quería compartirlo antes de ya sí, la semana que viene, despedirnos para el verano.

Felices lecturas

Sr. E


viernes, 7 de julio de 2017

Recomendaciones para el verano (I)

Recomendaciones para el verano (I)

Este verano el blog va a tomarse vacaciones. Por distintos motivos, pero especialmente para oxigenarlo y para disponer de tiempo para determinar si merece la pena seguir con un empeño que nadie me pide que lleve a cabo y que como tal siempre despierta en uno mismo la sospecha de si no se tratará de una labor absurda.

Algunos de estos libros ya estaban reseñados. Otras recomendaciones son las de siempre. También aprovecharé para recomendar algunos libros que he leído en lo que va de 2017 pero que se han ido quedando fuera del blog.

Algunas recomendaciones van más explicadas, otras menos. Espero que alguien pase por este blog casualmente, se detenga a leer esta entrada, que no tengo claro si no será la última, al menos por un largo tiempo, y se decida a escoger alguno de estos libros para que le haga compañía durante estos dos próximos meses.

¿Qué buscamos leer en verano? Depende de cada cual. Hay quien quiere libros ligeros. Quien quiere libros de género negro o de terror, quien prefiere leer ensayo o repasar las novedades del curso. Otros eligen relatos, novelas filosóficas, completar la obra completa de autores a los que admiran. Muchos optan por dedicar el verano a los clásicos a los que nunca se acercan en invierno.


Cuentos
Cuentos completos de Nikolái Gógol (Nevsky): Si alguien me dijera: Recomiéndame, por favor, un único libro para leer este verano, y me especificara que quiere que ese libro sea largo, denso, complejo, pero también divertido, como el mundo, triste, alegre, poliédrico, como la vida. Si alguien me dijera eso, le recomendaría sin duda este.


Un libro largo de cuentos cortos, de Etgar Keret (Siruela): Si queremos cuentos cortos, que se lean deprisa y se piensen lentamente, debemos leer a Keret. En verano y en invierno. Imagina que tu situación es la de: Solo puedo llevarme un libro a esos días de hotel de playa. Puedes elegir llevarte a Keret. En sus páginas tendrás toda clase de situaciones, sensaciones, subidas y bajadas. Tiene algo mágico el escritor israelí. Es capaz de coger una historia, desplegarla en toda su riqueza, dejarla caer, resucitarla, darle el fin que se merece, y hacerlo en solo 2 o 3 páginas. Este libro reúne todas sus colecciones de cuentos traducidas hasta el momento. Un caramelo que no pierde sabor.

Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, de Diego Sánchez Aguilar (Balduque): Tras ese título tan horrible, que parodia los titulares de las revistas tipo Cosmopolitan, se esconde una colección de relatos que nos habla, o así lo entiendo, de las relaciones de pareja, de trabajo, de las esclavitudes y relaciones de poder que se establecen en todas ellas. Habla de la sociedad del policonsumo, en la que todo se enfoca en términos de compra y triunfo, todo, tristemente todo. El libro no se limita a desarrollar ideas interesantes, que ya sería una muy buena noticia, sino que añade además un dominio de la forma admirable. Es un libro de siete cuentos bastante largos, variados en su escritura, muy rico literariamente. No por nada, dicho libro, el primero de narrativa de Diego Sánchez Aguilar, se llevó el Premio Setenil 2016 al mejor libro de relatos publicado ese año.


Tejidos y novedades, de Cristina Grande (Xordica): Qué pocos autores saben condensar en 2 páginas cuentos completos. Qué gusto da tener amigos que te cuentan una anécdota y lo hacen tan bien que no los interrumpes ni un instante, sino que callas y escuchas. Cristina Grande es una autora capaz de desarrollar todo un relato en 2 páginas o menos. Y a la vez es esa amiga que nos cuenta una anécdota aparentemente trivial pero que queremos saber cómo sigue y de la que alguna lección sacamos siempre, aunque solo sea la convicción de que la vida no nos enseña nada casi nunca. En Tejidos y novedades, la autora recogió sus dos primeros libros de cuentos, prácticamente inencontrables (La novia parapente y Dirección noche) y algunos otros textos. Un librito delicioso del que ir tomando una lectura al día durante el verano, a modo de vitaminas para el cerebro.

Trescientos días de sol, de Ismael Grasa (Xordica): Qué sol hace en verano. Y cómo nos molesta a algunos, que no sabemos ya qué hacer para huir de él. Hablé hace poco de El jardín, de Ismael Grasa, y allí dejaba de pasada una referencia a mi absoluta devoción por este libro.





Me gustan los cuentos, y me gustan los cuentos de terror. No olvidemos que el padre en muchos sentidos del relato moderno es Edgar Allan Poe, y construyó su referencia desde el terror y lo fantástico. Sin dar muchos más motivos, se me ocurre que son buenas lecturas o relecturas para este próximo verano:

Pesadilla a 20.000 pies y otros cuentos insólitos y terroríficos, de Richard Matheson (Valdemar): Matheson es uno de los padres del relato de terror americano contemporáneo. En esta recopilación de la editorial Valdemar Stephen King escribe el prólogo y reconoce su deuda con él. Algunos de sus cuentos están en cualquier antología de relato fantástico y de terror, y quien los lea reconocerá su influencia directa e indirecta en muchas películas y series de televisión.




Fantasmas, de Joe Hill (Suma de Letras): Joe Hill es el hijo de Stephen King. Muchos escritores de terror jóvenes lo son en un sentido figurado, y él también lo es en ese sentido, pero él además lo es literalmente. Tan pesado debió ver el fardo de expectativas que le cargarían si publicaba con su nombre, que eligió un pseudónimo para publicar sus libros. Y este fue el primero. Una colección que recorre los lugares comunes del género fantástico, y le aporta algunos enfoques sutiles, originales, realmente valorables.




Relatos de Stephen King: Si recomiendo los libros del hijo de Stephen King y uno de sus padres literarios, deberíamos cerrar con los libros de relatos del propio King. Aparte de un novelista solvente, que lo es, creo que Stephen King es uno de los mejores escritores de cuentos de su generación. A mi entender, así como la calidad de sus novelas ha bajado bastante desde los años 80 (después de Misery, aproximadamente), nunca ha dejado de ser un cuentista a tener muy en cuenta. ¿Qué colecciones leer? Yo he leído y todas merecen la pena El umbral de la noche (1978), Pesadillas y alucinaciones (1993), Todo es eventual (2003), Después del anochecer (2008). Todos los veranos pasamos una semana en una casa en el campo, sin wifi ni teléfono, y siempre me llevo uno de ellos conmigo.


El señor de las muñecas y otros cuentos de terror, de Joyce Carol Oates (Alba): Fue un descubrimiento casual en la biblioteca. Últimamente he leído varios libros de Joyce Carol Oates, pero tiene tanto escrito, tanto traducido ya y publicado en tantas editoriales que es muy difícil tener algo parecido a un plan de lectura con ella. Este librito es perfecto. Nada falla en él. Todo nos toca, nos tensa, nos perturba.




Un libro de difícil clasificación

Diarios de las estrellas, de Stanislaw Lem (Alianza): ¿Por qué no dedicar el verano a leer relatos que son a la vez cuentos, reflexiones filosóficas, estudios mitológicos y teológicos, aventuras desvariadas, reflejos deformados del mundo y críticas a la autoridad? ¿Por qué no? Y, ¿por qué no empezar con los Diarios de las estrellas?





Novela contemporánea

Pánico al amanecer, de Kenneth Cook (Seix Barral): Llegué a esta novela a través de alguna reseña. Apunté el título hace meses y por fin lo leí hace unas semanas. La cubierta de la edición española (primera traducción, 50 años después, de una novela de amplio éxito en el mundo anglosajón) nos muestra la admiración de J. M. Coetzee y Nick Cave por este clásico de la literatura australiana. Para mí es suficiente con eso. La novela nos presenta a John Grant, un profesor destinado a un pequeño pueblo del interior de Australia, donde da clases en una escuela rural entre silencio, polvo y sol abrasador. Se muere de asco, pero debe cumplir 2 años antes de regresar del exilio. Después del primer curso, tiene 6 semanas de vacaciones por delante. Pero, algo pasará. Tiene que pasar una noche, antes de ir hacia Sidney, en la ciudad de referencia del condado. Allí todo se lía y acaba perdiendo hasta el dinero para el billete de autobús en una timba. Sin dinero y atrapado en esa falsa amabilidad, irá descubriendo un mundo de violencia sorda, ciega, mientras va cayendo poco a poco en la locura.

La caza del carnero salvaje, de Haruki Murakami (Tusquets): La última vez que pasé de 50 páginas en un libro de Murakami fue en 1Q84. Nunca he sido uno de sus fanáticos lectores, pero sí lo he leído con gusto muchas veces. Pero se me había acabado el gusto por sus historias. El verano pasado leí sus dos primeras novelas cortas, recién traducidas, y sin entusiasmarme, me hicieron reencontrar ciertas sensaciones de lectura. La caza del carnero salvaje, que ha sido reeditada hace poco, es una de las primeras novelas de Murakami. Se trata de un libro extraño, pero que me enganchó. Como en muchos libros del autor, la extrañeza acaba siendo forzada y hay puntos en los que no se sabe si calificar lo que se está leyendo de imaginativo o ridículo. Me ha gustado la novela, de todas maneras. Como sus novelas se van traduciendo y editando en un orden no estrictamente cronológico, se pierde a veces la referencia de la evolución de su escritura. Y he encontrado en ella conexiones con las dos primeras novelas cortas del autor (Escucha la canción del viento y Pinball 73) y con otra novela que estaba bastante bien como Baila, baila, baila. No hay que ser un sutil lector para encontrarlas, la verdad, pues aparecen en esta Caza del carnero salvaje personajes de las primeras y paisajes de la segunda. Leídas estas tres obras como trilogía dibujan un interesante Murakami, bastante distinto del que luego ha sido (no pretendo decir que mejor, pero sí otro).

Cómo dejar de escribir, de Esther García Llovet (Anagrama): El verano es una época propicia para que muchos juntaletras aborden la escritura de su primera novela. Quizá lo primero que deberían hacer es echarse a la cara esta novela de Esther García Llovet y ahorrarse en muchos casos el esfuerzo. No es, por desgracia, un libro cuya lectura anule las ganas de escribir. De hecho esta magra novela bolañesca consigue lo contrario.


Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño (Anagrama): Si recomendamos una novela de indudable aire bolañesco, por qué no ir directamente a por una del propio Roberto Bolaño. Entre los escritores parece haberse puesto de moda citar Nocturno de Chile y Estrella distante como las novelas más perfectas de Bolaño (que puede que lo sean, pero en cuanto a novelas no siempre lo más perfecto es lo mejor). Los lectores snobs se decantaron casi desde el principio por la muy oscura 2666 como novela superior del mito. Y parece, entre tanto, que Los detectives salvajes queda como una novela poco reivindicada. Cuando es lo contrario, la novela a reivindicar, a leer, releer, regalar y comentar. Creo que si dentro de 50 años sigue quedando un único Bolaño será el de esta novela. Excesiva, divertida, llena de digresiones, de viajes sin terminar y caminos abiertos que no se cerraron. El propio Bolaño dijo alguna vez que desconfiaba de quienes elegían Bartleby el escribiente, cerrado, pequeño y perfecto, frente a Moby Dick, descompensada y apabullante. Irónicamente parece que está pasando algo así con su propia obra, y el verano puede ser una buena oportunidad para volver a los orígenes del mito. Yo desde luego la releeré en ratos de fresco en los bancos de los parques.

Los cinco y yo, de Antonio Orejudo (Tusquets): ¿Es Antonio Orejudo el mejor escritor de su generación? No lo sé, pero digamos que sí. Por no perder el tiempo en discusiones bobas, digamos que está entre los mejores escritores de su generación, junto con Rafael Reig, Marta Sanz, Rafael Balanzá, Belén Gopegui o Javier Cercas. La pregunta que Los cinco y yo nos lanza a los lectores, a los de la novela y en general de novela española, es: ¿y qué? ¿A quién le importa qué has escrito, Antonio Orejudo? Y es verdad, no le importa a nadie. Ha dejado de importarle a nadie quiénes son los mejores novelistas de este país. Para el gran público la nueva narrativa española se cerró con Javier Marías, Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina etc. Ellos agotan ediciones, tienen premios, escriben en El País. Los demás se tienen que joder. Con la excepción de Cercas, que sí ha saltado a esa oficialidad. La novela de Orejudo parte de un mito que otorga únicamente a su generación, las novelas de Los cinco, de Enid Blyton, y a partir de ahí construye una autoficción en la que se ve que esos niños del baby boom y la tan cacareada EGB se quedaron en medio de un sandwich bien triste. Los que eran 5 – 10 mayores que ellos se situaron bien en la Transición y se quedaron con todos los cargos políticos y el prestigio cultural de los siguientes 40 años. Los que son 10 años más jóvenes empezaron a hacer ruido hace unos años y a escupir hacia atrás, salpicándolos también a ellos. Les quedan Los cinco y los partidos de fútbol en los descampados del extrarradio de las ciudades como consuelo. Magro consuelo, me temo.

La semana que viene más.

Ahora a leer

Sr. E