jueves, 13 de julio de 2017

La sangre del cordero, de Peter De Vries

La sangre del cordero, de Peter De Vries (Jus Editores)

Incoherente que es uno, la semana pasada anunciaba que le daba vacaciones al blog, y tenía escritas las dos últimas entradas pre – veraniegas, con recomendaciones lectoras para las vacaciones. Esta semana iba a publicar la segunda parte de las recomendaciones y a deciros que buen verano y que ya nos leeremos por ahí, si eso. Y voy y me lío a terminar un libro que me ha sorprendido mucho y muy gratamente. Tanto que he pensado que merecía la pena dedicarle una entrada antes de bajar la persiana por descanso del personal y sus reflexiones lectoras.

¿Qué libro es ese? Pues se llama La sangre del cordero, es original de 1961, su autor es Peter De Vries y lo edita Jus. Para mí, tres novedades. La editorial es una novedad en el mercado español, viene de México y llega a través de Malpaso, que parece estar tomando entidad de grupo grande en poco tiempo (no sé si eso es bueno o malo, solo constato que va asociándose y/o absorbiendo editoriales aquí y en México). El autor era un absoluto desconocido para mí. La novela se anuncia como “la gran obra de Peter De Vries”, y eso me hizo temer que Peter De Vries fuera un autor inmensamente conocido al que yo tristemente desconocía. Buscando en google no parece que al menos en España fuera especialmente conocido (tuve que leer sobre su vida en la wikipedia en inglés, por dar una referencia clara). Bien está que las editoriales nuevas vengan con autores desconocidos, mal o nada traducidos con anterioridad. Siempre que como pasa aquí sean autores valiosos, que también sabemos que hay mucha trampa y mucho cartón en la recuperación de autores olvidados.

¿Quién fue Peter De Vries? Un autor norteamericano, descendiente de inmigrantes holandeses (el apellido De Vries lo deja bastante claro), de prolífica pluma, que escribió más de 20 novelas, obras de teatro, relatos, y fue guionista de revistas, trabajando durante décadas en el New Yorker. A De Vries lo han calificado como el más divertido de los autores que han abordado la religión en sus novelas. No sé si ese calificativo es exagerado. La novela es sin duda muy divertida y es sin duda religiosa en un sentido amplio. Kingsley Amis admiraba esta novela. Christopher Hitchens, un conocido ateo, no sólo ateo sino antiteísta, también. Es decir, nos encontramos ante una novela en la que la idea de Dios es importante, casi central, pero no trata de imponerse al lector. De Vries era creyente, y eso queda claro en la mirada del autor sobre lo narrado, pero abre el diálogo con los que no lo sean.

¿De qué va el libro? En un primer acercamiento, es una bildungsroman, una de esas novelas de formación en las que vemos a un niño hacerse joven y luego adulto y lo acompañamos por la vida. El protagonista es Don Wanderhope, un alter ego de De Vries (así lo parece por condiciones familiares, por época y edad en ella), que empieza como empiezan las novelas de esta clase, algo que ya sabía Holden Caulfield, quien optaba por no utilizarlo como recurso, contándonos algo de sus padres. El principio es conmovedor a la vez que patético, muy divertido en cualquier caso, y marca el tono y la novela.

Mi padre no fue un inmigrante en el sentido habitual del término, pues no emigró de Holanda a propósito, por así decirlo. Salió de Róterdam sin más intención que la de visitar a unos parientes y amigos holandeses que sí habían decidido establecerse en Estados Unidos, pero durante la travesía sufrió unos mareos tan espantosos que no quiso ni plantearse la posibilidad de regresar.

¿Qué nos lleva a pensar? Así de poca cosa somos los seres humanos. Así de tristemente nos condicionan a veces las circunstancias. Hasta extremos que no por ridículos dejan de ser creíbles. Todos lo sabemos. Todos podemos mirar en nuestro interior y nuestro pasado y ver algún condicionante más o menos parecido. Wanderhope crece en un mundo muy marcado por la religión. Su familia es una de esas familias calvinistas que casi confunde el no cometer excesos con ser mezquinos. A Don esa familia y sus creencias le aprietan por todas partes, y la primera parte de la novela se construye a la contra de las creencias heredadas, de la literalidad de la Biblia como fuente (es muy ocurrente la manera en la que el padre de Don empieza a buscar incorcondancias entre las voces de los cuatro evangelistas, siguiendo justamente lo que el luteranismo recomienda, leer y leer la Biblia, y después seguirla, y como él mismo dice: ¿cómo voy a seguir esto, si ni ellos mismos se aclaran?).

¿A qué se parece? Las tensiones entre la sexualidad en construcción y efervescencia de Don y los preceptos religiosos, incluso los casi enfrentamientos que se producen entre él y su familia (o entre sus novias y sus familias) por ser uno de una religión y otra de otro credo, a veces de religiones casi indistinguibles pero que se odian a muerte, van surgiendo como una constante en su camino hacia la adultez. En esto, la novela me ha recordado a las obras de Saul Bellow y hasta de Philip Roth. La novela de Peter De Vries, estando escrita desde una tradición cultural europea y protestante, se acerca en lo literario a la gran narrativa judeoamericana, a Bellow y Roth en el modo en que encajan o explotan los deseos en la vida familiar, y a Bernard Malamud y a Isaac Bashevis Singer, especialmente a este último, cuando las reflexiones sobre la vida, la muerte, la divinidad y la trascendencia, ganan peso.

¿Cómo está construido? La novela podría haber discurrido por los cauces de una cierta ligereza, pero decide no hacerlo. No sé si por una elección de trama del autor, por una apuesta estética, digamos, o porque pretendía en cierto modo reflejar su vida y estaba expiando un duelo. Una de las comparaciones a las que se alude en la contraportada es el libro de Job. Don Wanderhope (no nos hemos parado, pero el apellido, como muchas veces sucede en la narrativa anglosajona, no parece para nada casual) sería ese Job moderno al que no paran de sucederle desgracias que ponen a prueba su fe. Y es verdad que le pasan muchas cosas, y que pierde a muchas personas y que la enfermedad y el sufrimiento son un compañero permanente de sus andanzas. Pero no parece haber una lucha de tesis en su sufrimiento, no es un libro didáctico. Las cosas malas vienen, y Wanderhope las afronta, con entereza, continuando con la vida, caminando hacia delante.

¿Termina bien? Lo más oscuro de la novela es el final, claro, y toda ligereza queda atrás. Wanderhope pasa por la que siempre se ha dicho que es la peor pesadilla de un padre, la enfermedad de una hija, en este caso la lucha contra una leucemia. Sin volverse únicamente oscuro, el libro se hace más grave y esta última parte de la narración (el último cuarto, aproximadamente) es más emotiva y nos dispara a los lectores a donde de verdad duele.

¿Lo recomendamos? Ha sido una sorpresa de libro y quería compartirlo antes de ya sí, la semana que viene, despedirnos para el verano.

Felices lecturas

Sr. E


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