Cuentos
completos, de Nikolái Gógol (Nevsky Ediciones)
Antecedentes
lectores: Me interesé por leer los Cuentos de Gógol a partir
de mis lecturas invernales de los Cursos de Literatura Europea y
Rusa de Vladimir Nabokov. Nabokov llegaba a afirmar, en alguno de
esos textos, que los únicos textos inatacables, verdaderamente
perfectos, de la literatura universal, eran La metamorfosis de
Kafka y El capote de Gógol. Las opiniones de Nabokov eran
opiniones, y ya sabemos lo que decía Harry el sucio de ellas. Las
opiniones de Nabokov sobre literatura rusa pecan de tajantes, pero
muestran un criterio personal que no se deja influir por los
criterios dominantes (considera, por ejemplo, que la obra de
Dostoievski no es para tanto). En cualquier caso, me entró la
curiosidad por leer el relato El capote. La editorial también
tira de Nabokov en la contraportada, donde afirma que: Cuando
Gógol se dejó llevar y se asomó al borde de su abismo personal,
fue el más grande artista salido de Rusia hasta ahora.
De
Gógol leí hace un par de años su novela más importante, con la
que prácticamente aparece en cualquier manual de Literatura
Universal: Almas muertas. La recuerdo como una lectura
interesante, satisfactoria, pero debo reconocer que no me impresionó
ni marcó especialmente. Me gustan más algunas novelas de
Dostoievski (que Nabokov me perdone), y en cuanto a clásicos y
rusos, leí según mi registro en las mismas fechas El rojo y el
negro de Stendahl y El maestro y Margarita de Bulgákov y
ambos me gustaron más. Algo que sí llamó mi atención es que
Almas muertas, de 1842, está bastante más cerca en lo
narrativo, en la concepción del mundo y su forma, de El maestro y
Margarita (de los años 30 del siglo XX) que de El rojo y el
negro (de los años 30 del siglo XIX). Otra cosa llamativa es que
muchos novelistas de 2017 parecen todavía imitadores del modelo de
El rojo y el negro, pero ese es otro tema.
Por
terminar con los precedentes, es famosa la afirmación de
Dostoievski: Todos hemos salido de debajo del capote de Gógol.
Y, el año pasado, en La noche de los libros, asistí a una
conferencia de una profesora de literaturas eslavas que daba un
carácter central en la literatura rusa a Gógol y Pushkin, por
encima quizá de esa separación entre Tolstoi o Dostoievski en la
que caemos en España, como si fuéramos el libro de George Steiner.
La
edición de los Cuentos completos de Gógol de Nevsky pasa de
las 800 páginas, y recoge libros originales de cuentos de Gógol y
relatos que aparecieron en su momento dentro de publicaciones
periódicas. Entre los más famosos está el propio Avenida
Nevski, del que la editorial toma su nombre, aunque sea cambiando
la grafía entre el título y el nombre de la editorial (pero ya se
sabe que la escritura en caracteres latinos de los nombres rusos pasa
por distintos modos). La avenida Nevski es la arteria principal de
San Petersburgo, por lo tanto una de las calles más famosas de
Rusia, y en el siglo XIX de Gógol era una calle en la que bullía la
vida, se intercambiaba el oxígeno, la mercancía, la conversación.
La aportación más original de Gógol en este caso es que la propia
avenida es un personaje, habla, siente, sufre, y eso, visto hoy, en
un relato contemporáneo, podría recibir aún el calificativo de
moderno o incluso posmoderno.
Los
relatos de la colección van evolucionando con el autor, y lo
acompañan desde sus orígenes de burgués rural en Ucrania hasta la
gran ciudad, con sus aires, libertades e ideas, en este caso San
Petersburgo. Los primeros cuentos, siendo estos aproximadamente un
60% de la edición, me han sonado a cuentos rusos, a historias como
las que luego compondrían, unas décadas después, Chéjov o Isaak
Bábel. Hay costumbrismo, campesinos, retratos de terratenientes que
enlazan con Almas muertas, también la misma mirada irónica
de esa novela, quizá la búsqueda de la descripción de eso que se
ha llamado, durante siglos, el alma rusa. Una noche de mayo o La
ahogada, Una terrible venganza, Terratenientes del
viejo mundo o Tarás Bulba son esa clase de relatos. La
mirada compasiva a la vez que irónica y crítica son la marca de
escritura de Gógol en estos relatos.
A
partir de La avenida Nevski (página 498 de la colección), la
escritura de Gógol da un paso adelante, quizá hacia le abismo del
que hablaba Nabokov, o eso me parece, y nos enseña algunas de las
herramientas, técnicas y miradas de los siguientes 100 años. Además
del propio relato Avenida Nevski, encontramos La nariz, El
retrato, El capote, La calesa, Diario de un loco y Roma.
Hay ahí cuatro cuentos que son dignos de cualquier antología
universal del relato corto. Avenida Nevski, La nariz, El retrato y
El capote. La historia de La nariz es más o
menos conocida (yo conocía la versión infantil de Gianni Rodari):
un barbero se encuentra con una nariz que cree haber cortado esa
mañana, al afeitar a un militar. El militar se despierta sin nariz y
la vergüenza se superpone al asombro en su nueva existencia sin
nariz. Tanto La nariz como El capote, que son
probablemente los dos relatos más conocidos y reconocibles,
anticipan a Kafka. El propio Kafka habla en sus diarios de la
influencia de Gógol en su obra. La nariz dialoga con La
metamorfosis, y El capote es una de esas desventuras de
funcionarios a las que hoy en día se sigue llamando kafkianas. Un
funcionario gris de nivel medio necesita un capote nuevo para
presentarse en público y seguir en su trabajo. Su trabajo es su
medio de vida y para él necesita el nuevo abrigo, y necesita el
trabajo y su dinero para comprarse el nuevo abrigo. Es una situación
parecida a la del personaje de Plácido con su motocarro y las
letras del mismo en la película de Berlanga. ¿Es un cuento tan
perfecto como anunciaba Nabokov? Es un cuento bastante perfecto, si
se me permite la incongruencia en el uso de un adjetivo absoluto por
definición. Pero creo que no lo calificaría como el mejor de su
autor, opinión que reservaría para Avenida Nevski o incluso
para El retrato.
El
retrato es un relato que hoy en día calificaríamos de
metanarrativo. Un pintor, que podemos entender que comparte sus dudas
y aspiraciones con el autor literario, pinta o trata de pintar y se
pregunta dónde estará esperándolo el reconocimiento, y cómo será.
Cuando este llega, le agobia, ya que como suele suceder, le alcanza
por una obra que considera menor. Las opiniones vacías, los lugares
comunes, las esclavitudes de la fama y las dudas del arte, se van
entrelazando perfectamente en una historia que ha coincidido en mis
lecturas con Los reconocimientos, de William Gaddis, una
novela de 1.400 páginas que a modo de caleidoscopio repite esos
mismos temas.
A poco
que uno haya leído, reconoce en estos cuentos de Gógol antecedentes
claros de Dostoievski, Chéjov, Kafka o el propio Gaddis. Me da la
sensación de que no tiene el reconocimiento en la genealogía de la
literatura universal de la que sí disfrutan Chéjov o Dostoievski.
Estamos hartos de oír adjetivos como chejoviano y dostoyevskiano
pero no oímos que tal historia es gogoliana, cuando probablemente
fuera lo justo reconocer esa deuda. La edición de Nevski está muy
cuidada, es ideal para una lectura cómoda, los cuentos parecen bien
traducidos (nada más lejos de mí que saber ruso, pero la escritura
es fluida en todo momento), aunque en ocasiones ha faltado una buena
labor de revisión, ya que se han colado erratas e inconcordancias
que no deberían estar en una edición de esta presencia. Es un libro
a leer, a tener a mano y repasar con frecuencia. Otro clásico a
tener en cuenta por todos aquellos que aún no lo hayan hecho.
Seguiremos
leyendo y comentando.
Felices
lecturas
Sr. E
Excelente reseña. Tenía pensado comprarme ese libro y ahora ya tengo más luces acerca de él. Lo cierto es que a pesar de las erratas que dices, no puede encontrarse muchas versiones de cuentos completos de Gogol. Soy un amante de la literatura rusa y me encantaría poder intercambiar ideas de la misma. Mi correo es ronaldurbinabautista@gmail.com Saludos.
ResponderEliminarBienvenido Ronald,
ResponderEliminarespero que pronto tengamos otros clásicos de la literatura rusa que comentar. Yo la verdad es que voy y vengo a ella, pero cuando me detengo en libros como estos entiendo muchas cosas.