Lo que no está, de Jesús Barrio (ReLee)
Doy
unos pocos datos: Es el primer libro de Jesús Barrio. Tiene 12 relatos. Fin de
los datos. Ahora paso a las batallitas: Por diversos motivos, leí este libro a
principios de marzo, luego pensé que quería dedicar el mes de abril a hacer un
cierto balance de mi vida como lector de novela y llené el blog de listas,
después terminé abril analizando un par de novelones, y el caso es que ahora
que he vuelto al relato, he tenido que releer el libro para refrescar algunas
notas de lectura que tomé entonces. Empiezo diciendo que lo releído me ha
gustado más que la primera lectura, lo cual, según mi manera de entender la
literatura y la lectura, es quizá lo mejor que se puede decir de un libro, de
este o de cualquiera. No se agota a primera vista, sino que mejora, matiza.
Empiezo
hablando de prejuicios: de los míos, que soy el lector. La lectura es un estado
de ánimo, habrá dicho alguna vez alguien. Por poner un ejemplo que todos
entendamos, no cualquier lector, por habitual que sea, vale para leer La broma infinita, de David Foster
Wallace, y ni aún el más fervoroso lector de Foster Wallace puede leerlo
seguido ni en cualquier momento de lectura. Quiero decir que mis dos
acercamientos a Lo que no está se
encuentran separados por dos meses, los días de lectura habrán sido distintos,
etc. Hablaba de prejuicios, empiezo por los negativos: No confío demasiado en
los talleres literarios ni en lo que puedan enseñar. Jesús Barrio viene del
taller, concretamente de los de Eloy Tizón e Isabel Cañelles. Está recién
salido del taller, y casi me lo puedo imaginar con un mono azul, y la editorial
que ha apostado por él también. Por explicarlo brevemente, Relee es un proyecto
puesto en marcha hace poco más de un año por los propios Tizón y Cañelles para
darle una primera oportunidad editorial a los alumnos de sus talleres. Ellos,
claro, lo explicarán mejor y con más detalle https://relee.es/
También
hay prejuicios que nos sitúan a favor de un libro antes de leerlo. También los
tenía. Básicamente dos: Eloy Tizón y Ricardo Menéndez Salmón. Eloy Tizón ha
sido elegido, quizá sin que él mismo lo pretenda, como pope del relato corto en
España. Me daba confianza respecto a este libro que lo hubiera seleccionado Eloy Tizón entre los manuscritos que pasen por
sus manos, que serán muchos. Todos los que escribimos relato en España y
tenemos menos de cuarenta años hemos pasado por Velocidad de los jardines como hemos pasado por los Nueve cuentos de J. D. Salinger. O eso
me parece. O eso debería suceder. Quien no haya pasado por ellos, debería
volver atrás y hacerlo ya. Yo tuve un momento de profundo amor a ambos libros,
luego un descortés desapego, después relecturas más maduras que me hicieron
darme cuenta del peso específico de los dos libros, de sus valores y de lo
peligrosos que son como modelos de escritura, cada uno en su mundo que a ratos
son casi opuestos. Tizón es un escritor brillante y que incita a escribir como
él cuando se le está leyendo, y me imagino que más aún si es el profesor de
uno, pero lo que él hace no funciona en general. A él le funciona, y basta ver Velocidad de los jardines o Técnicas de iluminación, o Parpadeos, que nunca se cita pero a mí
me parece un libro muy bueno, quizá mejor que Técnicas de iluminación. Pero Tizón es un autor raro. En la eterna
separación entre Chejov y Poe, en el combate Carver contra Borges, ¿dónde está?
Yo lo pongo en el bando de Borges y Cortázar, pero desde luego tiene su propio
hueco, se ha cavado con personalidad su trinchera. Esa escritura, esa prosa
poética que se construye como una pintura al óleo y que a veces parece no estar
narrando (que de hecho muchas veces está de espaldas a lo que es propiamente
dicha una narración) no funciona como método general de escritura. Me complace
ver que Lo que no está no se cae por
los caminos de imitar esa brillantez desbocada. Lo que decía, que me lío: Si viene
con el sello de Eloy Tizón, esperaba algo bueno. Segundo prejuicio positivo:
Ricardo Menéndez Salmón firma el prólogo. Aunque El sistema, su última novela, no me convenció, Menéndez Salmón es
uno de los escritores españoles que más me interesa, y además de un gran
novelista es un muy buen cuentista (siempre cito Gritar entre mis libros de relato preferidos). Relee creo que hace una cosa muy bien, que es buscar prologuistas
para los libros de sus nuevos valores. Es algo que está en desuso pero que creo
que da confianza al lector. Si les gusta a Eloy Tizón y a Ricardo Menéndez
Salmón, al menos debo echarle un ojo, eso pensé.
¿Por
qué desconfío de los talleres? A veces leo y edito relato de autores que me los
hacen llegar y en ocasiones detecto al autor de taller por su corrección y su
neutralidad. Lo peor que se puede ser en escritura es correcto y neutro, sin
más. A veces me da la sensación de que en los talleres les dijeran: “no
arriesgues y así no fallarás”. Y escribir es arriesgar. ¿Me he encontrado con
eso en Lo que no está? Por fortuna
no. Aunque la escritura es comedida y solo se recrea con cierta frecuencia en
las metáforas (algunas más afortunadas que otras), no da la sensación de que el
autor haya estado siguiendo únicamente pautas. Aunque pautas hay. El libro va
mostrándonos narradores en primera y en tercera persona, cambios de voces,
digresiones, pura narración, omnisciencia, deficiencia, diálogos, como si no
quisiera dejar algo sin usar. Tan frágil
como el hielo es un relato que trata de mostrar todos los trucos que el
autor sabe hacer y creo que una historia que es probablemente la más ambiciosa
del conjunto acaba no resultando redonda. Me parece como si una vez conocidas
todas las herramientas del taller, quisiera emplearlas, no dejar nada por hacer.
Es una decisión respetable, pero en general me atraen más los autores que
apuestan a fondo por su voz, con sus excesos, abusos, desequilibrios, pero, a
falta de una mejor palabra, autenticidad.
Uno
de los puntos fuertes del libro es que nunca entra en un realismo manido que
pueda derivar en costumbrismo. Todo se mantiene siempre en un equilibrio
inestable entre la realidad sin más: historias de gente que se siente sola,
esencialmente, eso es este libro pero es que eso es la literatura, gente sola
que reflexiona sobre lo que ha perdido, pero todo tiene un cierto toque en la
mirada que se eleva por encima de esa mera imitación de la vida. Un escritor es
al menos al 50% mirada, creo que sobre todo los cuentistas, y Jesús Barrio sabe
mirar. Mira tanto que uno de los mejores relatos de la colección, El pestañeo de la estatua, nace de una
fotografía que el protagonista mira.
¿Lo que no está es un buen título? A mí
personalmente me gusta que las colecciones tengan el título de uno de sus
relatos, y creo que lo propio es que ese relato en cierto modo condense el
espíritu del libro. En este caso creo que es así. Lo que no está es un relato muy conseguido, triste, más que triste
desazonador, porque nos propone mirar la vida que hemos vivido y encontrarla
vacía. Y nos hace preguntarnos si a veces no sería mejor no tener pasado. Si
hay un tema que define el libro es la pérdida. No pensemos en duelo, sino en
esa saudade ridícula de la que habla Pessoa en El libro del desasosiego, en ese echar de menos lo que nunca hemos
tenido. Eso es Lo que no está. Me
imagino, y aquí especulo gratuitamente, que el autor también jugaba en el
título con la propia metarreferencia al mundo del relato, a esa parte que no
está explícitamente en el relato pero que es la otra historia, la clave que
marcaba Piglia, el iceberg de Hemingway. Jesús Barrio juega bien a contar una
historia en primer plano y dibujar la otra en la sombra. Este es un buen primer
libro, sólido y que funciona como un conjunto, en el que se notan quizá
demasiado las influencias, pero es lo normal. Ahora debe ir construyendo su
personalidad literaria, que aquí se intuye pero no acaba de mostrarse madura. Estaremos
pendientes de sus siguientes vuelos en solitario.
Felices
lecturas
Sr.
E
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