Estilo rico, estilo
pobre,
de Luis Magrinyà (Debate)
Luis
Magrinyà es escritor, editor, traductor y corrector. Leí hace tiempo Los aéreos, su primer libro de relatos,
y me gustó; me gustaría releerlo. Leí su novela Habitación doble, que no me interesó especialmente. En cualquier
caso, me llevé la impresión, con los dos libros, de que se trataba de un buen
prosista, que son quienes deben dar consejos sobre el uso de la lengua a los
que no lo somos tanto. Magrinyá también fue lexicógrafo en la RAE durante
varios años. Con ese bagaje empezó a publicar en eldiario.es y en El País
artículos sobre malos usos, cuestiones abiertas o abusos, que aparecen a la
hora de expresarnos por escrito (no necesariamente periodistas o escritores,
cualquier que ponga algo por escrito) y también, por qué no, cuando se habla a
un nivel que se pretende que sea correcto (otra cosa es que estemos a un nivel
informal o directamente vulgar, pero esa distinción ya la hace el autor al
principio y nos ahorra andar con excepciones a los lectores).
Estilo rico, estilo pobre
tiene un subtítulo más que aclaratorio: Todas
las dudas: guía para expresarse y escribir mejor. Obviamente, el libro no
resuelve todas las dudas, pero sí es muy útil a la hora de expresarse y escribir
mejor. No resuelve todas las dudas y creo que de hecho su mejor cara es que nos
hace pararnos a pensar en malos usos y modismos innecesarios y algunas veces
incorrectos en los que no hemos reparado. Magrinyà nos hace ver que en el
lenguaje literario aceptamos como naturales expresiones que nunca lo son, aunque
a veces se introduzcan en nombre de la coloquialidad, sencillamente porque
tenemos costumbre de verlas por escrito al leer. También acierta al hacernos
notar la inexistencia o incorrección de expresiones, que de tan leídas, se nos
antojan naturales, pero que tampoco lo son, como mascullar palabras, sacudir la
cabeza o tamborilear con los dedos. Las hemos leído tantas veces que todos
tenemos una idea de lo que quieren decir, pero desde luego no es porque lo
dejen claro.
Estilo rico
hace referencia a las florituras innecesarias con las que se carga con
frecuencia el estilo escrito. En la búsqueda, precisamente, del estilo, y de que
algo suene literario. Se abusa de las perífrasis en vez de tirar de verbos más
limpios, se usan sinónimos rebuscados (o lo que es peor, sinónimos que en
realidad no lo son, uno de los puntos interesantes del libro es darnos cuenta
del mal uso de los sinónimos, pues tomamos con frecuencia por absolutos
sinónimos que no lo son), adjetivos inadecuados, etc. Todo esto se hace en
algunos casos con la noble intención, frecuente en cualquier corrección de
textos, de evitar repeticiones, y en otros sencillamente porque parece que como
diría Stephen King en su libro Mientras
escribo, era demasiado sencillo decir que un personaje estaba cagando
pudiendo decir que realizaba un acto de defecación. Otra de las coincidencias
con Mientras escribo está en el
capítulo dedicado a los verbos dialógicos, los que van acompañando un diálogo y
que deberían ser siempre lo más invisibles a la lectura posible, pues cuando se
ven y nos hacen reparar en ellos, molestan. El estilo pobre es el defecto
contrario, usar un vocabulario poco preciso, utilizar hiperónimos y no
conseguir una definición suficientemente precisa de algo, repetir continuamente
las mismas palabras, caer en vulgarismos y barbarismos, incorporar traducciones
mal hechas del inglés sin ser conscientes ni del origen de esas expresiones
invasoras.
Uno
de los puntos más interesantes es ver cómo la traducción (a veces
exclusivamente la mala traducción o la traducción vaga y sin matices, de
diccionario bilingüe y desconocimiento del uso real del idioma original,
normalmente el inglés; otro tema es que haya expresiones que no sean
verdaderamente posibles de volcar a otro idioma) se va colando en un mal camino
inverso en el uso del español que hacemos, y por qué aparecen expresiones
fantasma, que suelen venir de traducciones inexactas, que a fuerza de repetirse
se contagian, pasan al castellano escrito y al final acaban naturalizándose y
siendo utilizadas por los escritores autóctonos. Magrinyà nos da un buen
surtido de ejemplos de malos usos, algunos de verdaderos maestros de la novela.
Supongo que para que nadie pueda quejarse, también incluye sus textos de
ficción entre los ejemplos.
Da
miedo escribir una breve reseña de este libro (¿o es sobre este libro? esta es
la clase de dudas que nos genera), que todo escritor, pero también todo
escribidor y simplemente quien tenga que entregar con cierta frecuencia un
trabajo por escrito o enviar una carta, debería leer y tener a mano. Da miedo,
decía, porque la voz de Luis Magrinyà (voz que desconozco, pero digamos la voz
de Luis Magrinyà que yo me he imaginado) ya me amenaza con latigazos cada vez
que dudo. Es, ya para siempre, un libro que tener a mano cada vez que nos inclinemos sobre el teclado.
Seguiremos
leyendo, y tratando de escribir correctamente.
Felices
lecturas
Sr.
E
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