lunes, 15 de octubre de 2018

El simple arte de escribir, de Raymond Chandler


El simple arte de escribir, de Raymond Chandler (Emece)

Desconfío, supongo, de los libros que enseñan a escribir tanto, al menos, como de los cursos de escritura. Y supongo, también, que uno es, como todo ser humano, contradictorio e incoherente. Nunca he ido a uno de esos cursos pero sí he leído algunos de esos libros. Los que nacen de profesores de talleres no me han interesado y nunca los he terminado, pero sí han sabido interesarme los de aquellos que son, ellos mismos, buenos escritores. También se aprende, sin más, de los diarios o memorias de esos escritores, pues para cierto nivel de autores la literatura y la vida son lo mismo. Quienes aún me escuchan cuando hablo de libros y de escritura, saben que Mientras escribo, de Stephen King, me parece un muy buen libro, honesto, divertido y útil.

Diría algo parecido de El simple arte de escribir, de Raymond Chandler. El mes pasado releí un par de historias de Marlowe durante mis viajes mañaneros en metro, y en una visita a la biblioteca me traje, de entre sus obras, esta recopilación de sus cartas (más del 90% del material son cartas, a colegas, editores, revistas, lectores, profesores). Es un libro con sus más y sus menos, en el que se detecta un cierto tono de suficiencia del autor (pero Chandler tal vez estuviera en condiciones de permitirse algún grado de suficiencia). Hay pocos consejos como tales, pero sí mucha prensa rosa entre escritores, mucha hipocresía, y reflexiones lúcidas, sobre el oficio solitario, sobre los editores y los lectores, sobre las historias que unos escriben, cuánto se desvían de lo que pretendían escribir, y a quiénes pueden llegar.

Y yo no molesto más, me aparto y os dejo con algunas cosas de Chandler:

No obstante, por fallida que sea su filosofía, el credo realista que domina nuestra literatura no se debe tanto a las malas teorías como al mal arte. Para ser un idealista, uno debe tener una visión y un ideal; para ser un realista, solo un ojo mecánico y laborioso. De todas las formas del arte, el realismo es la más fácil de practicar, porque de todas las formas mentales la mente chata es la más común. La persona menos imaginativa y menos educada del mundo puede describir chatamente una escena chata, como el peor constructor puede producir una casa fea.


Nunca he tenido mucho respeto por la capacidad de agentes, editores, productores teatrales o cinematográficos para saber qué querrá el público. Los antecedentes están contra ellos.



Considero esta frase como una vergüenza para la prosa inglesa. No dice nada y lo dice sonoramente, estereotipadamente y sin sintaxis.


Hasta Hemingway me desilusionó. He estado releyendo mucho de él. Habría dicho que ahí había un tipo que escribía como era, y habría tenido razón, pero no del modo en que quería decirlo. El noventa por ciento es la más condenada autoimitación. En realidad nunca escribió más que una historia. Todo el resto es lo mismo en diferentes lugares, o con diferentes partes. Llega un momento en la vida en que las rimas escritas en las paredes de los baños de las estaciones ya no son obscenas, sino horriblemente aburridas.


Los editores y otros deberían dejar de preocuparse por la pérdida de clientela que pueda causarles la televisión. El tipo que puede soportar un trío de anuncios de desodorantes para mirar a Flashgun Casey y tragarse los elogios a cervezas o a planes usurarios de crédito para poder ver a un par de boxeadores de cuarta frotándose las narices contra las cuerdas no es alguien que vaya a perder tiempo leyendo libros.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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