domingo, 29 de diciembre de 2019

Mis cuentos pendientes de 2019


Mis cuentos pendientes de 2019

Cerramos el año. Otro año. Otro año más de libros, lecturas y comentarios sobre esas lecturas. No sé cómo me he organizado, pero tengo registradas 126 lecturas de libros este año. Cuando la sensación subjetiva es que tengo menos tiempo que nunca para leer, esa cifra me ha descolocado para comenzar a hacer este balance. Quizá he leído libros más cortos (aunque no lo creo), quizá es que he registrado más relecturas, y siempre avanzas más rápido por los terrenos conocidos. Quizá he sido más generoso apuntando en mis lecturas lecturas que han sido parciales, esos ratos, esas ciento cincuenta páginas de una novela con la que sientes que ya sabes lo que necesitas saber antes de descartar el libro. 

Como en los últimos años, he ido leyendo más ensayo, y trato de leer de vez en cuando algo de novela gráfica, porque aunque no acuden a mi mente como un formato prioritario, luego siempre las disfruto. He leído, además de puro ensayo, bastantes obras de narrativa de no – ficción y he desarrollado una afición hasta ahora desconocida a leer Diarios de manera casi compulsiva en el segundo semestre del año, encontrando en algunas de sus páginas una forma más auténtica y depurada de comunicación y creación literaria.

Sin darme cuenta al haber ido haciéndolos, identifico algunos ciclos de lectura con ejes temáticos o estilísticos al repensar ahora en las lecturas, y aparte de los que vaya a listar en esta entrada, me encuentro con bastantes lecturas de algunos autores de los que no había tomado conciencia de estar haciendo ese recorrido. Cuatro novelas del británico Graham Greene en primavera, cuatro de la japonesa Yoko Ogawa a finales del verano, por ejemplo.

Hacía años, probablemente muchos, que no pasaban 12 meses y no leía ningún libro de Stephen King, Emmanuel Carrère, Don DeLillo o Haruki Murakami. Ha pasado este 2019. He mantenido, entre mis habituales, lecturas y relecturas de Etgar Keret, Roberto Bolaño, Kafka y Mario Levrero.
A finales de 2018 no quise lanzarme a la tarea de hacer una lista de 10 libros con un orden en concreto, como si fuera este pequeño blog uno de esos anticuados suplementos culturales. Pero este año me apetece más esa lista de recomendaciones que hacer recomendaciones parciales y temáticas, que al final son igual de arbitrarias que las otras.

Son 10 libros, con algunas trampas (como agrupar lecturas) y después unas cuantas recomendaciones más, a modo de extra.
Empezamos

1. Oficio + La maleta + Los nuestros, de Serguéi Dovlátov (Fulgencio Pimentel)
2019 ha sido el año de Dovlátov para mí. Sospechaba que seguiría leyendo al ruso desde mis primeras aproximaciones, y de hecho ya nombré Retiro y La extranjera en 2018 como lecturas destacadas. Pensaba que iba a gustarme más, pero no pensaba, hasta que caí en las páginas de Oficio, que iba a alcanzar ese nivel de éxtasis e identificación que creo que no sentía desde que me caí, como Obélix en la marmita de poción mágica, en La novela luminosa de Levrero en 2013. Dovlátov ha ensanchado un poco más mi canon de imprescindibles, porque ahí he situado la ya nombrada Oficio y La maleta. En tiempos en los que se cuestiona a la autoficción y hay algunos críticos que la consideran poco menos que una opción para vagos que no tienen ganas de pensar en otras tramas, estos dos libros nos recuerdan que la diferencia entre una gran obra y una menor no está en el género y la forma, y que la gran literatura, casi toda, bebe en gran medida de la experiencia personal del autor, que la transforma en tramas más o menos cercanas o reconocibles, pero nunca ajenas a lo que conoce y ha vivido.

2. Cuentos, de John Cheever (Mondadori)
En un mundo triste y en gran medida en derrumbe, con trabajos precarios, relaciones que se rompen continuamente, calles agresivas, muchos gritos y discursos que promueven el odio desde la política y muchos medios de comunicación, los cuentos de John Cheever nunca pasarán de moda. Mientras exista la soledad, mientras la conozcamos, mientras mantengamos la mínima empatía para detectar los problemas y las dificultades por las que están pasando otras personas, los cuentos de Cheever serán a la vez diagnóstico y medicina. Los pequeños dramas, los secretos, la melancolía, serán siempre su territorio. Esa mirada acuosa es ideal para mecernos en una lectura en un buen sillón, junto al calor del hogar, mientras ahí fuera hace mucho frío y el viento y la lluvia rugen y nos recuerdan que todo es tan endeble que no deberíamos darlo nunca por seguro.

3. Como una moto: la vida galopante de John Belushi, de Bob Woodward (Papel de liar) + La noche de la pistola, de David Carr (Libros del KO)
Agrupo estos dos libros porque los dos hablan, en el fondo, de un mismo impulso. El de meterse la vida en vena o por la nariz, el de evadirse de la realidad con la ayuda de las drogas y llegar a perder cualquier referencia más allá de quién te ha pasado la última dosis y a quién le vas a pedir la siguiente. Los dos libros me han parecido perturbadores porque no son libros moralistas ni tratan de convencernos de nada. También porque ambos usan las drogas en las que cayeron sus protagonistas como símbolos de muchas más cosas. Porque cualquiera puede verse reflejado en sus excesos, en sus adicciones, aunque no sean las mismas que las suyas. Porque quizá todos estamos más cerca de lo que queremos reconocer de caer por ciertas pendientes en la búsqueda de un poco más de felicidad. La trayectoria de Belushi apuntaba a tragedia y nadie hizo un esfuerzo real por evitar lo que podía pasar. Y pasó. El libro de Carr es además de impactante, muy interesante por su forma, pues el autor se lanza a aplicar su experiencia como autor de reportajes a investigar su propio pasado en los años 80. Su caída en las drogas, los trabajos que iba perdiendo, la familia a la que destrozaba, las hijas a las que irresponsablemente trajeron al mundo dos adictos al crack. Y vemos la salida de todo aquel mundo gracias a la disciplina y el sueño de la escritura. Y aprendemos cómo es posible contar dos historias como esas sin caer en la moralina.

4. Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson (Minúscula)
Esta novela corta, situada entre el terror psicológico y el costumbrismo, es una absoluta maravilla. Me impactó su historia, y me dejó francamente impresionado su perfección, su estructura imposible de mejorar, su lenguaje siempre bien medido, su voz narradora tan poco fiable como encantadora e irresistible. Creo que es uno de esos libros que puedes leer una y otra vez sin dejar de verte sorprendido, por más que sepas dónde están los giros y cuáles son las sorpresas que la trama te va a ir deparando. Hablaba en la reseña que hice del libro que era un ejemplo perfecto para trabajar en las escuelas de escritura creativa. Creo que recomendaría cambiar algunos meses de talleres de escritura por una lectura atenta y en profundidad de este libro.

5. Cuentos completos, de Mario Levrero (Mondadori)
La colección completa de todos los cuentos de Levrero llegó después de muchos años de esperarlos. Los cuentos de Levrero nos permiten asomarnos a la parte más imaginativa y surrealista de su producción, en general imaginativa y surrealista. Quienes ya conocemos y amamos a Levrero encontramos aquí más motivos para hacerlo. Quienes no lo conozcan pueden encontrar aquí un acceso divertido y fácil a su obra. La libertad absoluta, la búsqueda de lo lúdico, la reescritura de géneros literarios más trillados. La búsqueda de la verdad literaria, esa que está a veces en lo más disparatado, y hacerlo siempre sin renunciar nunca al estilo, aunque muchas veces sea un estilo contrario al ortodoxo, pero un estilo propio, lleno de marcas personales, que se relaciona con la literatura de kioskos, con el psicoanálisis, con lo detectivesco, con el absurdo de la existencia y las obligaciones que la sociedad nos impone. Leer a Levrero es un acto de rebeldía. Igual que escribir fue siempre uno de supervivencia para él.

6. Illska. La maldad, de Eirikur Örn Norddahl (Hoja de Lata)
Esta novela, que la editorial (en otro gran acierto de esta pequeña editorial gijonesa) presenta como la gran novela sobre el auge de la ultraderecha en Europa, me pareció mucho más que esa supuesta novela política. Es una novela política, quizá también, pero es una novela que trata sobre todo de la era de desarraigo y precariedad, también emocional, en la que nos ha tocado vivir. En ese mundo de relaciones frágiles y escasos valores duraderos, la ultraderecha, como movimiento que apela al pasado y a unas comunidades fuertes que ya no existen (ni volverán a hacerlo, y que quizá nunca lo hicieron), tiene su oportunidad. En Islandia, un pequeño país, muestra quizá poco válida pero perturbadora de cómo las comunidades se pueden ver afectadas por la amenaza externa, seguimos una historia de amor y odio entre tres personajes que vendrían a ocupar el lugar del nazi con labia, la estudiosa de los movimientos ultras que es descendiente de supervivientes del Holocausto y un pringado normal, no tan normal pero sí muy pringado, que irán avanzando por la oscura noche de los tiempos.

7. Salón de los pasos perdidos, Diarios de Andrés Trapiello (Pre - Textos)
Hace algunos años que llevo oyendo (leyendo) a alguna gente hablar muy bien de estos diarios de Andrés Trapiello, que van apareciendo bajo el título colectivo de Salón de los pasos perdidos. No pensaba que fuera a encontrar ningún interés en estos escritos, y pensaba que no empatizaría demasiado con la persona de Andrés Trapiello, a quien conocía como personaje (más o menos) público y con el que pensaba que no tendría demasiado en común. He confirmado que no tengo mucho que ver con él en cuanto a las características que lo sitúan como personaje público, aunque sí me he reconocido en muchas de sus interioridades. Pese a todas las reticencias, al terminar el año y mirar atrás, veo que he pasado muchas noches (sobre todo han sido libros que he leído por las noches, antes de dormir) de estos últimos meses leyendo páginas y más páginas de los diarios de Trapiello. He leído, concretamente, Locuras sin fundamento (editado en 1992, que narra el año de 1988), El tejado de vidrio (editado en 1994, que narra el año de 1989), Las nubes por dentro (1995, 1990), Los caballeros del punto fijo (1996, 1991), Las cosas más extrañas (1997, 1992), y La cosa en sí (2006, 2000). Hay páginas brillantes que se van alternando con momentos bastante inanes, y cierta cantidad de comentarios y ambientes un tanto rancios. Con todo, la finura del observador, la ironía para describir algunos males (que se reconocen desde una distancia de ya casi treinta años y se ven hoy en día aumentados y agravados), la verdadera vocación literaria, los sinsabores del escritor de fondo, y la prosa y la sintaxis, tan bien ajustadas, hacen que sean libros que valen mucho la pena. Al menos un poco, al menos durante un rato. Los juegos metaliterarios y las reflexiones del Trapiello diarista sobre las correcciones que el Trapiello escritor hará son muy valiosas. Aunque en el último que leí, del año 2000, ya se le ve demasiado pendiente de la reacción que despertarán sus comentarios cuando finalmente sean editados (todos han sido editados por Pre – Textos en una apuesta constante y valiente, por el tipo de libro del que se trata).

8. El giro de Italia, de Dino Buzzatti (Gallo Nero)
No hace falta que te guste el ciclismo para disfrutar de este libro. Deben interesarte, eso sí, la ambición, el drama, la tragedia, las reacciones humanas ante la victoria y ante la derrota, las trapacerías, indignarse por el servilismo de quienes acuden a aplaudir al ganador y por cómo le retiran, casi los mismos, el saludo a quienes empiezan a decaer. El Giro que Buzzati narró para Il Corriere della sera fue el del gran duelo Coppi – Bartali, que contó con la épica de un enfrentamiento entre héroes atenienses y troyanos. Lleno de simbolismos, en una Italia de posguerra, ciclotímica, que fingía haber olvidado su pasado fascista y buscaba nuevos talentos jóvenes con los que impresionar al mundo, el Giro no defraudó y cumplió con las expectativas, coronando a un nuevo rey. No hace falta que el ciclismo te interese, igual que no hace falta haber subido jamás a una montaña para disfrutar de Los indómitos de la montaña (también de Buzzati, también en Gallo Nero). La excelente prosa y el ritmo aventurero del que dota a sus historias, y la emoción que sabe darles, son universales, y quien las lea sabrá apreciarlo.

9. Con rabia, de Lorenza Mazzetti (Periférica)
Si Merricat es una narradora de cuyo encanto es imposible escapar durante todo el libro de Siempre hemos vivido en el castillo, la Penny de Con rabia, con su descaro, su frescura, su espontaneidad y su sentido crítico, no se queda atrás. Con rabia es sin embargo lo contrario a una novela corta perfectamente medida, pues despliega una voz de primeras notas, como recién escritas, siempre cercanas a la conversación y al diario. Aunque ese tipo de voz, como las muy medidas y ajustadas, son muy difíciles de escribir. Este retrato adolescente de una vida aburrida en una ciudad señorial y burguesa, como es Florencia, encantará a cualquier adulto que no se haya olvidado de esos años determinantes que nos enseñan a movernos por la vida.

10. El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral)
Martín Sivak abre las puertas del armario de la memoria familiar. Su papá, Jorge Sivak, banquero y comunista (extraña combinación, sí, pero cierta y duradera en su vida), se suicidó cuando Martín tenía quince años, saltando de palito desde las oficinas de su empresa, que había entrado en bancarrota. El libro comienza ahí, con ese salto, y más que comprenderlo, y menos justificarlo, trata de perdonarlo. Martín Sivak trata de descubrir algo en el pasado de su padre y la familia, en el secuestro y asesinato de su hermano, del que nunca se recuperó, en los problemas económicos del país, en las malas decisiones, en los viajes, en las reuniones familiares y en las creencias a las que nunca renunció. No descubre nada, no se siente capaz de explicar nada, pero mientras va reconstruyendo una Argentina que va pasando por los años 80 de una dificultad a otra, va cerrando las heridas de una vida marcada por el suicidio de su padre. La prosa es sencilla, directa, casi cruda, y perturba esta historia de silencios, problemas, ideales rotos y una gran tragedia.

Bonus: Érase una vez en Francia, de Fabien Nury (Norma)
Esta serie de novelas gráficas, seis historias en tres volúmenes, es la historia de Joseph Joanovici, y daría (y en algún momento dará) para un peliculón (o gran serie). Está basada en hechos reales. La historia nos lleva a la Francia ocupada, pero antes nos pasea por las penurias de la Europa de entreguerras, nos lleva a conocer a un chatarrero rumano que poco a poco va armando un gran emporio, a relacionarse con unos y otros, buenos y malos, y a convertirse en una especie de doble agente entre los franceses y los nazis, un colaboracionista que también salvó a muchos judíos. La historia nos enfrenta después con las conciencias limpias de quienes nunca quisieron reconocer ninguna mancha en la Guerra. Y llevándonos de unos secretos a otros nos lleva a conocer a una importante colección de personajes con doble moral. El guión es estupendo, y los dibujos, expresivos y llenos de vida, parecen el storyboard de un clásico contemporáneo del cine negro.

Más libros: Del 11 al 20, sin mayor explicación (aunque muchos han salido reseñados)
11. Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez (Anagrama)
12. Paciente X: El caso clínico de Ryunosuke Akutagawa, de David Peace (Armaenia Editorial)
13. Stop – time, de Frank Conroy (Libros del Asteroide)
14. La vista desde la última fila, de Neil Gaiman (Malpaso)

15. J. D. Salinger: una vida oculta, de Kenneth Slawenski (Galaxia Gutenberg)

16. El escritor y el mundo, de V. S. Naipaul (Debate)
17. El pozo: Novelas breves 1 y Tan triste como ella: Novelas breves 2, de Juan Carlos Onetti (DeBolsillo)

18. El desapego es una forma de querernos, de Selva Almada (Mondadori)

19. Las mañanas del café Rostand, de Ismail Kadaré (Alianza)

20. El caso Maurizius, de Jakob Wassermann (Acantilado)

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

1 comentario:

  1. As claimed by Stanford Medical, It is really the ONLY reason women in this country get to live 10 years longer and weigh an average of 42 lbs less than we do.

    (And realistically, it is not related to genetics or some hard exercise and absolutely EVERYTHING related to "how" they are eating.)

    P.S, I said "HOW", not "what"...

    CLICK this link to uncover if this short quiz can help you decipher your true weight loss possibility

    ResponderEliminar