miércoles, 11 de diciembre de 2019

Con rabia, de Lorenza Mazzetti


Con rabia, de Lorenza Mazzetti (Periférica)

Qué alegría te dan esos libros que aparecen sin estar esperándolos, pero que sientes casi en cuanto los coges que estaban ahí para ti. Esos libros que se convierten en especiales y a los que llegas sin saber muy bien por qué, a veces por un detalle, en este caso porque alguien en mi biblioteca habitual lo había colocado en un stand especial cerca de la entrada y la portada, con esa foto de una chica mirando con un gesto intermedio entre el asombro y el desprecio, me hizo quedarme.

En cuanto empecé a leerlo me di cuenta de que la foto de la portada no podría estar mejor elegida. La mujer que mira desde la portada del libro está mirando, me imaginé de inmediato, a un hombre que o bien le ha dicho algo inadecuado por la calle o bien está haciendo alguna estupidez. La mirad que ella le lanza (y tuve claro instintivamente que se la lanzaba a un él) dice algo claro y directo, dice:gilipollas. En cuanto empecé a leer el libro vi claro que la narradora era así, tenía claras las ideas. Y desde que entré en su voz me di cuenta, por último, de que se trataba de uno de esos libros de los que quieres hablar a todo el mundo. Uno de esos libros que quieres leer a todas horas para ir avanzando por sus páginas a la vez que te sientes preocupado porque cada vez te quedan menos páginas por delante.

Penny, la narradora, es una adolescente inteligente, llena de frescura, lúcida en medio de la grisura, que hace pensar casi inmediatamente en el Holden Caulfield de Salinger, aunque también en la Cécile de Buenos días, tristeza. Comparte con una cierta perspectiva feminista, que suena preocupantemente contemporánea en muchos aspectos, aunque muestra que el mundo ha evolucionado en otros, y con el otro un desprecio indisimulado por el mundo que los adultos le proponen. Penny, que vive con su hermana Baby, prácticamente la única persona a la que aprecia de verdad (como le pasa a Holden con su hermana Phoebe), va al colegio sin ganas, hace las tareas sin ganas, siente que le esconden mucha información sobre el deseo y el sexo, y piensa continuamente en el absurdo y el vacío de la existencia, casi como una existencialista (de hecho habla de sus lecturas de Kafka y Camus durante las páginas del libro). Y Pennny tiene además una razón de peso (de enorme peso) para sentir que el mundo es un lugar hostil y frío, y la vida a veces una experiencia absurda. A sus tíos, con los que vivían como si fueran sus padres adoptivos ya que eran huérfanas, entraron a buscarlos unos soldados nazis y los mataron.

Esto, para darle mayor dureza a la historia, es lo que le pasó a Lorenza Mazzetti y a su hermana gemela, Paola. Los nazis mataron a tiros a sus tíos, en represalia por la huida de Albert Einstein a Estados Unidos, ya que su tío era primo de Einstein. Por lo que se nos cuenta en la solapa del libro, y como es lógico, este fue un acontecimiento al que Mazzetti volvió repetidamente en su literatura (no tan extensa, además de escritora es pintora, fotógrafa y directora de cine), señaladamente en el libro El cielo se cae.

Con rabia, de 1963, se mantiene fresco y lleno de vida, y su narradora ha envejecido mucho menos que el Holden Caulfield de Salinger (al que no sé si no convendría actualizarle la traducción, porque muchos de los modismos que usa, traducidos por expresiones juveniles de hace 60 años, suenan viejunos). Y la voz de su narradora enamora. Y como no pretendo más que invitar a cuantas más personas mejor a su lectura, os dejo con ella.


¿Qué será eso que llaman adolescencia? Jóvenes vagando por la nada entre frías maquinarias, café y engranajes. Con las mismas máquinas con las que nos machacan, nos llaman adolescentes, mientras ellos, los adultos, han hecho todo lo demás, han hecho la guerra, la han ganado, la han perdido, han creado los mitos, los han destruido, han vuelto a crear otros, deciden, hacen, se apresuran, ponen en marcha los motores, viran, frenan, parten, gritan, creen, comen, se comen, se mueven, se reúnen, se casan, se detienen sólo un momento, ajustan la velocidad, dan discursos, se marchan, frenan. 

Debo vivir intensamente, y cada minuto que pasa me da la sensación de estar perdiendo el tiempo y consumiéndome en un ansia estéril hasta que aparezca mi verdadero hombre.

Para ser sincera, a veces me parece que la humanidad tiene rostros horribles; preferiría salir a la calle con gafas oscuras. Y, además, están sus gestos, sus vestimentas, sus calzados, los lacitos de sus zapatos… Todo eso me deprime profundamente.
Baby dice que soy insoportable y que no me gusta nunca nadie. Pero no es verdad. Para empezar, me gusta mucho Baby.

Luego me he acordado de que el lobo era yo, y de que el tío está muerto, y no sólo él, sino también Annie, Marie, Katchen, Aly, el viejo San Bernardo que a mí me recordaba tanto a un lobo, y entonces he pensado que incluso los peores sueños eran mejores que la realidad.

Los soldados entraron por la puerta abierta. Dios es un vacío donde retumban sus botas militares.

Baby y yo, si continuamos tragándonos todo lo que nos dan, espaguetis y latín, idioteces y mentiras, caeremos irremediablemente en ese letargo también. Por eso Hamlet se preguntaba: ¿Ser o no ser?, que quería decir idiotizarse o no.

Alucino con estos escritores – críticos, que en vez de tener su propia opinión sobre Dante te citan a un fulano que ha escrito un libro sobre otro fulano, el cual a su vez ha escrito un ensayo sobre Dante.

Mis compañeras son todas burguesas. Anillo de compromiso lo primero. Las detesto.
Siempre están frente al espejo, peinándose. Se casarán con uno de esos cretinos que todo el día están hablando de coches y motores y cuando ya tengan un coche querrán un frigorífico y después del frigorífico quién sabe cuántas cosas más.

Estaba hablando con un muchacho hundido en un sillón, que aseguraba no avergonzarse de ser fascista y que nadie, sino el Duce, había arreglado las autopistas y los puentes. Entonces, el tal Roberto dijo que lo único que quería era un coche de carreras y que a él no le importaba un pimiento nada de nada, solo le interesaba divertirse y ganar dinero, y me ha agarrado por un brazo para zarandearme en una danza extraña.

Y no hay esperanza para mí si no voy a un psiquiatra para que me reinserte en la sociedad. ¿En qué sociedad? En la suya, naturalmente, con su calma presuntuosa de ¡indiferente – democrático – burgués – católico – intelectual! Superado el fascismo, se extendió el mito de ser normales, de vivir relajados, de disfrutar, de conseguir un coche … ¡la filosofía de la Coca – Cola!

Paso al ataque, me paro en mitad de la calle, no, no me apartaré del coche que viene, ellos frenan, me atraviesan, hablan, tienen prisa, ellos hacen, hablan, sobre todo hablan, tienen sus opiniones, y lo que es peor: enseñan.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr E

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