Con rabia,
de Lorenza Mazzetti (Periférica)
Qué
alegría te dan esos libros que aparecen sin estar esperándolos,
pero que sientes casi en cuanto los coges que estaban ahí para ti.
Esos libros que se convierten en especiales y a los que llegas sin
saber muy bien por qué, a veces por un detalle, en este caso porque
alguien en mi biblioteca habitual lo había colocado en un stand
especial cerca de la entrada y la portada, con esa foto de una chica
mirando con un gesto intermedio entre el asombro y el desprecio, me
hizo quedarme.
En
cuanto empecé a leerlo me di cuenta de que la foto de la portada no
podría estar mejor elegida. La mujer que mira desde la portada del
libro está mirando, me imaginé de inmediato, a un hombre que o bien
le ha dicho algo inadecuado por la calle o bien está haciendo alguna
estupidez. La mirad que ella le lanza (y tuve claro instintivamente
que se la lanzaba a un él) dice algo claro y directo,
dice:gilipollas. En cuanto empecé a leer el libro vi claro que la
narradora era así, tenía claras las ideas. Y desde que entré en su
voz me di cuenta, por último, de que se trataba de uno de esos
libros de los que quieres hablar a todo el mundo. Uno de esos libros
que quieres leer a todas horas para ir avanzando por sus páginas a
la vez que te sientes preocupado porque cada vez te quedan menos
páginas por delante.
Penny,
la narradora, es una adolescente inteligente, llena de frescura,
lúcida en medio de la grisura, que hace pensar casi inmediatamente
en el Holden Caulfield de Salinger, aunque también en la Cécile de
Buenos días, tristeza. Comparte con una cierta perspectiva
feminista, que suena preocupantemente contemporánea en muchos
aspectos, aunque muestra que el mundo ha evolucionado en otros, y con
el otro un desprecio indisimulado por el mundo que los adultos le
proponen. Penny, que vive con su hermana Baby, prácticamente la
única persona a la que aprecia de verdad (como le pasa a Holden con
su hermana Phoebe), va al colegio sin ganas, hace las tareas sin
ganas, siente que le esconden mucha información sobre el deseo y el
sexo, y piensa continuamente en el absurdo y el vacío de la
existencia, casi como una existencialista (de hecho habla de sus
lecturas de Kafka y Camus durante las páginas del libro). Y Pennny
tiene además una razón de peso (de enorme peso) para sentir que el
mundo es un lugar hostil y frío, y la vida a veces una experiencia
absurda. A sus tíos, con los que vivían como si fueran sus padres
adoptivos ya que eran huérfanas, entraron a buscarlos unos soldados
nazis y los mataron.
Esto,
para darle mayor dureza a la historia, es lo que le pasó a Lorenza
Mazzetti y a su hermana gemela, Paola. Los nazis mataron a tiros a
sus tíos, en represalia por la huida de Albert Einstein a Estados
Unidos, ya que su tío era primo de Einstein. Por lo que se nos
cuenta en la solapa del libro, y como es lógico, este fue un
acontecimiento al que Mazzetti volvió repetidamente en su literatura
(no tan extensa, además de escritora es pintora, fotógrafa y
directora de cine), señaladamente en el libro El cielo se cae.
Con
rabia, de 1963, se mantiene fresco y lleno de vida, y su
narradora ha envejecido mucho menos que el Holden Caulfield de
Salinger (al que no sé si no convendría actualizarle la traducción,
porque muchos de los modismos que usa, traducidos por expresiones
juveniles de hace 60 años, suenan viejunos). Y la voz de su
narradora enamora. Y como no pretendo más que invitar a cuantas más
personas mejor a su lectura, os dejo con ella.
Debo vivir intensamente, y cada minuto que pasa me da la sensación de estar perdiendo el tiempo y consumiéndome en un ansia estéril hasta que aparezca mi verdadero hombre.
Para
ser sincera, a veces me parece que la humanidad tiene rostros
horribles; preferiría salir a la calle con gafas oscuras. Y, además,
están sus gestos, sus vestimentas, sus calzados, los lacitos de sus
zapatos… Todo eso me deprime profundamente.
Baby
dice que soy insoportable y que no me gusta nunca nadie. Pero no es
verdad. Para empezar, me gusta mucho Baby.
Luego
me he acordado de que el lobo era yo, y de que el tío está muerto,
y no sólo él, sino también Annie, Marie, Katchen, Aly, el viejo
San Bernardo que a mí me recordaba tanto a un lobo, y entonces he
pensado que incluso los peores sueños eran mejores que la realidad.
Los
soldados entraron por la puerta abierta. Dios es un vacío donde
retumban sus botas militares.
Baby
y yo, si continuamos tragándonos todo lo que nos dan, espaguetis y
latín, idioteces y mentiras, caeremos irremediablemente en ese
letargo también. Por eso Hamlet se preguntaba: ¿Ser o no ser?, que
quería decir idiotizarse o no.
Alucino
con estos escritores – críticos, que en vez de tener su propia
opinión sobre Dante te citan a un fulano que ha escrito un libro
sobre otro fulano, el cual a su vez ha escrito un ensayo sobre Dante.
Mis
compañeras son todas burguesas. Anillo de compromiso lo primero. Las
detesto.
Siempre
están frente al espejo, peinándose. Se casarán con uno de esos
cretinos que todo el día están hablando de coches y motores y
cuando ya tengan un coche querrán un frigorífico y después del
frigorífico quién sabe cuántas cosas más.
Estaba
hablando con un muchacho hundido en un sillón, que aseguraba no
avergonzarse de ser fascista y que nadie, sino el Duce, había
arreglado las autopistas y los puentes. Entonces, el tal Roberto dijo
que lo único que quería era un coche de carreras y que a él no le
importaba un pimiento nada de nada, solo le interesaba divertirse y
ganar dinero, y me ha agarrado por un brazo para zarandearme en una
danza extraña.
Y
no hay esperanza para mí si no voy a un psiquiatra para que me
reinserte en la sociedad. ¿En qué sociedad? En la suya,
naturalmente, con su calma presuntuosa de ¡indiferente –
democrático – burgués – católico – intelectual! Superado el
fascismo, se extendió el mito de ser normales, de vivir relajados,
de disfrutar, de conseguir un coche … ¡la filosofía de la Coca –
Cola!
Paso al ataque, me paro en mitad de la calle, no, no me apartaré del coche que viene, ellos frenan, me atraviesan, hablan, tienen prisa, ellos hacen, hablan, sobre todo hablan, tienen sus opiniones, y lo que es peor: enseñan.
Paso al ataque, me paro en mitad de la calle, no, no me apartaré del coche que viene, ellos frenan, me atraviesan, hablan, tienen prisa, ellos hacen, hablan, sobre todo hablan, tienen sus opiniones, y lo que es peor: enseñan.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr E
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