El Giro de
Italia, de Dino Buzzati (Gallo Nero)
Hay
libros que te esperan para sorprenderte. Este es uno. Coincidiendo
con la celebración del Giro de Italia, y coincidiendo sobre todo con
la llegada de esta obra a la biblioteca en la que me lo encontré,
decidí leer las crónicas sobre el Giro que Dino Buzzati dedicó a
la carrera de hace exactamente 70 años. Buzzati es uno de esos
poetas (en un sentido amplio, épico) que están por encima de la
obra concreta, un escritor que pone alma en todo lo que he leído
hasta el momento de él, aunque nunca como en su obra maestra, una de
mis novelas preferidas, El desierto de los tártaros.
Me
gusta el ciclismo, al menos moderadamente, y hace unos años ya que
el Giro de Italia es probablemente la mejor carrera por etapas de
toda la temporada, aunque el Tour siga siendo la más conocida y la
Vuelta la nuestra. Quiero decir con ello que no llego a un ensayo
sobre un tema que desconozca totalmente, o que no me interese. Aunque
creo que daría igual, porque me gusta el ciclismo, conozco más o
menos a los ciclistas más importantes de los 90 de Induráin, de la
época de dominio y dopaje de Armstrong y el US Postal, y los restos
que vinieron después, pero no conozco, claro, la historia del
ciclismo, no más allá de escasos nombres como Merckx, Anquetil,
Hinault. Como los nombres de Coppi y Bartali, los dos corredores que
cruzan como líderes heroicos por todo el libro de Buzzati.
Bartali
era el campeón que venía bajando su rendimiento y Coppi estaba en
un ascenso imparable. Buzzati dibuja un enfrentamiento que también
simboliza hasta cierto punto el cruce de la Italia que venía de la
Guerra Mundial con la ascendencia de la nueva política.
Buzzati
se presenta modestamente como alguien a quien le han encargado que
escribas las crónicas (porque el libro es la recopilación de sus
crónicas diarias durante todo el Giro para Il Corriere della
Sera) y que no ha visto, o apenas, ciclismo antes de ese primer
día. Pero da igual, porque sus libros están llenos de héroes, de
derrota, de espera y de sinsentidos, y el ciclismo es algo así. Así
que encaja perfectamente el encargo con el autor al que se lo
encargaron. Y mejor os dejo simplemente algunos de los momentos que
van acompañando la larga espera del enemigo en el desierto, el
asalto y victoria final de Coppi, un camino en el que se ve que hay
cosas que cambian poco en setenta años, como las clases sociales, el
papel de los gregarios y los líderes, la extraña justicia de la
carretera, el cansancio, hasta el dopaje, y la poesía de los que se
quedan en el arcén viendo pasar al único ganador.
Podría
ser que incluso esas fantasías le estuvieran prohibidas y que aún
en sueños no deje de ser un pobre gregario; podría ser que
simplemente duerma con el abandono de un animal, cansado por el largo
camino recorrido y aún más por el que le queda por recorrer. Porque
sabe que no tiene esperanza. Así pues, mejor que se limite a dormir,
a dormir nada más; y que no sueñe nada.
Son
varias las cosas, tampoco muchas, que quien escribe ha visto correr,
de un modo u otro, sobre la superficie del mar o de la tierra, pero
nunca a los grandes ciclistas compitiendo bajo el sol, con el número
colgado a la espalda, el tubular sobre los hombros y la cara rebozada
de polvo. He visto correr, por ejemplo, a los niños que llegan tarde
al colegio, los rayos de la tormenta en el cielo y a la gente en
dirección a los refugios antiaéreos cuando aullaban las sirenas.
¿Y
las bolsas de avituallamiento? El director deportivo de cada casa las
ha dejado listas con celo paterno adecuando el tipo y la cantidad de
los alimentos al gusto y al físico de cada corredor: para ese,
filete; para el otro, pollo hervido; para todos, azúcar en terrones,
pan con mantequilla y mermelada, galletas de arroz y fruta cocida. A
punto está también el instrumental del masajista: tiritas,
ungüentos, linimentos, purgas de emergencia, reconstituyentes
milagrosos. Y por último las “bombas”, potentes brebajes capaces
de hacer brincar a un muerto como si fuera un saltimbanqui.
En
cambio, en el caso de Coppi y Bartali, y sobre todo en el del
segundo, el mito resiste también entre los más íntimos. No es que
los consideren genios, pero no dejan de demostrarles cierta
reverencia.
¿Cuántas
horas habrán pasado desde que han llegado los primeros? ¿Cuántos
días? ¿O meses? Es ya noche cerrada y, por detrás de la multitud,
se ven brillar las luces de los cafés. Y a cada momento una nueva
avalancha de gente, una colada de lava negra que acude a su
encuentro, hostil y tumultuosa. ¿Dónde está el estadio?, pregunta.
¿Qué estadio?, le responden. El del Giro de Italia. Ah, el Giro de
Italia … ¡qué tiempos aquellos!, y sacuden la cabeza
compadeciéndose. Ni horas, ni días, ni meses: años enteros han
pasado desde la llegada de los primeros. Y él está solo. Y hace
frío. Y su novia ha salido a pasear con otro, o a lo mejor se ha
casado ya. ¿Dónde está el estadio?, suplica. ¿El estadio?, le
responden. ¿Giro de Italia? ¿Y eso qué significa?
Pero
los sabios niegan con la cabeza. Eso es absurdo, dicen. O Coppi o
Bartali, en los Dolomitas no hay alternativa.
Mañana,
pues, con ocasión del tramo más difícil del Giro, se celebra la
vista de apelación por el caso Bartali. En estos días, tras su
derrota en los Dolomitas, la pasión por el campeonísimo ha
recibido, por extraño que pueda parecer, un impulso enorme.
Pero
¿para qué sirven los llamados estudios clásicos si los fragmentos
que de ellos nos quedan no entran a formar parte de nuestra efímera
vida? Por supuesto, Fausto Coppi no posee la fría crueldad de
Aquiles; es más, de los dos campeones es sin duda el más amable y
cordial. No obstante, Bartali lleva en sí, como Héctor, el drama
del hombre vencido por los dioses. Contra la propia Atenea tuvo que
combatir el héroe troyano, cuya derrota era inevitable. Bartali hoy
a un poder sobrehumano contra el que por fuerza debía perder: el
poder maléfico de los años.
Por
completar la mitomanía, y por reivindicar la casualidad como modo de
vida, me sucedió que después de esta lectura, y en mi primera
visita a la Feria del Libro de Madrid 2019, pasé por la caseta de la
editorial Gallo Nero con la intención de hacerme con el libro
para mi biblioteca particular, y más allá de que pudieran
engañarme, si hago caso a sus palabras, me hice con el último
ejemplar que quedaba a la venta en España de El Giro de Italia,
al menos hasta que hagan (si la hacen) una segunda edición.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr. E
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