No
había escrito en el blog en todo lo que llevamos de 2020. La verdad
es que no he encontrado el momento. Algunos lectores (increíble,
pero así ha sido) me han escrito a la dirección de correo asociada
al blog para preguntar si pasaba algo.
No
pasaba nada en particular, pasaba la vida. Al final tienes demasiados
compromisos, con el trabajo, la familia, tus ganas de escribir y la
búsqueda de tiempo, y la propia lectura, además de otros intereses
y aficiones.
El
blog ha estado en marcha de forma regular durante casi cinco años, y
me alegra pensar que habrá ayudado a contagiar mi entusiasmo por
algún libro (por tantos libros, pues casi siempre se ha escrito aquí
para celebrar, y hasta los comentarios más críticos han sido
siempre debidamente contextualizados y ofrecidos bajo la milenaria
tradición del palo y la zanahoria, y con mucha más zanahoria que
palo; mis verdaderas fobias me las guardo) a un cierto número de
lectores.
Leer
para explicar un libro a otros es enriquecedor, porque te ayuda a
profundizar, te obliga a ello, y seguramente no sea hoy mejor
explicador y reseñador de libros que en 2015, pero sí soy mejor
lector.
Por
esas dos cuestiones, me alegro de lo que en el blog queda.
Por
las cuestiones prácticas, era el momento de dejar de hacerlo. No
deja de ser una forma de condicionar tu selección de lecturas, y lo
que es enriquecedor como lector también te esclaviza, pues lees
ciertos libros (los que reseñarás) pendiente de con qué detalle
llamar la atención o cómo contarlo.
Ni
entramos en el número de lectores del blog. Algunos fieles, otros
anónimos, pero nunca demasiados. No se justifica mi trabajo leyendo
con cuidado un cierto número de libros al mes, y las horas
escribiendo las reseñas (que siempre he intentado que se leyeran
bien, lo que exige un tiempo de escritura y corrección, y que he
alejado de la versión exprés de la reseña, de igual manera que
siempre, consciente de mis manías y limitaciones como lector, he
tratado de huir del me gusta / no me gusta, explicando qué me gusta
y qué no me gusta en base a razones de escritura, un reseñismo
tranquilo, digamos, con filias personales, claro, pero con razones
detrás, para que otros lectores puedan sumarse a esas filias, o
discutírmelas, quizá en línea con el modelo de blogs que sigo con
atención y de los que siempre aprendo, como el de David Pérez Vega,
http://desdelaciudadsincines.blogspot.com/
) si ese tiempo me puede venir mejor en otros menesteres.
Y
ahí queda la explicación de por qué este silencio.
Y
un sentimiento de melancolía por el abandono del blog y
complicaciones personales me habían llevado a no tener ni el tiempo
ni el ánimo para escribir esta despedida.
Había
pensado cerrar el blog con una recopilación de recopilaciones, de
los libros que ya había elegido como destacados en estos años. Y
como estos días, con el encierro, he recibido mensajes de muchos
amigos y conocidos pidiéndome recomendaciones de lecturas (igual que
yo les he pedido a otros amigos series que puedan hacernos más
llevadera la situación), he pensado (sí, como otro miembro de la
cultura que decide poner su granito de arena) que tal vez no
estaba de más hacer esa selección (la selección de selecciones) de
lecturas que a alguien le puedan servir. A mí mismo me han entrado
ganas de relecturas.
Dejo
aquí 10 lecturas con una breve explicación de por qué pueden ser
buenas lecturas en estos tiempos extraños. No hay un orden
jerárquico, los he ido seleccionando en orden cronológico de
lectura.
1.
Cuentos completos,
de J. G. Ballard, RBA (creo que ahora la edición la tiene Alianza):
Me
pasé 2015 leyendo este libro, cuento a cuento desde que me lo
compré en el Día del Libro de aquel año. Si este momento tan
extraño, que creo que ninguno preveíamos (y no digo hace dos
semanas, quiero decir que no creo que ninguno de nosotros pensáramos
hace un año que viviríamos una situación así) merece un
adjetivo, es ballardiano. Todas las contradicciones y miedos del
mundo globalizado, competitivo y capitalista, sus monstruos y sus
guerras posmodernas. El pánico. Todo eso está en estos 95 cuentos.
2.
Diarios de las estrellas,
de Stanislaw Lem, Alianza Editorial: Copio
lo que ya dije en 2015: Diarios
de las estrellas relata
los distintos viajes de Ijon Tichy en el tiempo y el espacio. Lem se
sitúa en la gran tradición de la sátira desde la fantasía.
Llevando a Tichy a otros mundos, aprovecha para criticar todo lo
criticable de ese ser humano que habita y destroza la Tierra. Los
textos del libro son relatos, se ajustan razonablemente a los
parámetros de la ciencia ficción, pero sobre todo son reflexiones
culturales y filosóficas de altísimo nivel. Lem disecciona el alma
humana con un fino bisturí, y completa un libro divertidísimo,
brillante, imposible de olvidar, adictivo.
Tal
vez no es una mala idea viajar a la vez que se reflexiona sobre la
vida, la muerte, la trascendencia, y el sentido (si lo tiene) de todo
ello.
3.
La piel,
de Curzio Malaparte, Edición de Círculo de Lectores (está en
Galaxia Gutenberg): La
piel
habla del fin de la 2ª Guerra Mundial y la reconstrucción (física,
económica, moral) de un país, Italia, y lo hace desde la
idiosincrasia de una ciudad tan particular como Nápoles, milenaria,
indomable, siempre derrotada pero siempre buscando maneras de
resucitar. Malaparte fue un personaje dudoso (como poco): soldado
raso en la primera,
ideólogo del primer fascismo italiano, creador de revistas, eso que
hoy en día se llama agitador cultural (un término bastante más
descafeinado, por suerte en muchos aspectos), oficial en la segunda
guerra mundial, encarcelado, su camino ideológico lo llevó hacia
el maoísmo. Pero es sobre todo un escritor con dos obras que hablan
del horror y lo humano, Kaputt,
y este. Es un libro de una densidad increíble, en el que cada línea
transmite una gran cantidad de información y matices. Uno de esos a
los que uno se traslada a vivir mientras lo está leyendo.
4.
Fabulosas narraciones por historias,
de Antonio Orejudo, Tusquets: Es
un libro muy divertido, que siempre es algo difícil de conseguir que
un libro sea. Me gustó
mucho esta novela escrita en 1.996 por su falta de ubicación dentro
del canon de los principales caminos de la literatura española. Leí
este libro y pensé eso que no deberíamos pensar pero que no puedo
evitar pensar muchas veces cuando alguna obra me está gustando así:
no parece española. Orejudo es un autor ambicioso, un lector potente
que ha decidido revolver cánones y convenciones, dispuesto a
provocar con su primera novela (que fue esta), siendo un desconocido.
Todos los lectores de esta novela con los que me he encontrado
coinciden en que es un libro que no deja indiferente. Y en general
gusta bastante. Fabulosas
narraciones por historias nos
acerca a aquello que se llama la edad de plata de la cultura
española. En un paisaje por el que transitan como personajes Lorca,
Buñuel, Juan Ramón Jiménez y tantos otros, sigue las aventuras de
tres aspirantes a literatos en la famosa Residencia de Estudiantes.
Es un libro divertido, ácido, crítico con lo que era, es y será,
me temo, el mundillo literario. La literatura desemboca en el
terrorismo menos veces de las que cabría esperar, viendo libros como
éste. Le aplaudo a esta obra por ser atrevida, faltona, por meterse
con santones de la literatura española a los que los novelistas
actuales siguen citando en sus oraciones cada vez que presentan una
nueva novela. Echo de menos esa mala leche en mucha de la literatura
contemporánea española. Echo de menos que los profesores de
instituto dejen de citar todos ellos las mismas novelas del siglo XIX
como las cimas insuperables de la literatura española. El ritmo es
muy ágil, el lenguaje está muy pulido, la estructura encaja
perfectamente, y durante toda su lectura no nos abandonará la
sonrisa.
5.
Todos los miedos,
de Miguel Ángel González (Siruela): Todos
tenemos miedo en estos días, ¿no? Por nosotros, pero creo que más
por los que nos rodean y aquellos a quienes queremos. Este libro
habla de ese miedo a que todo se joda. Que algunos tenemos, de
manera inevitable, casi siempre, no solo cuando nos toca estar
rodeados por el terror (lo cual no sé si es una ventaja para una
situación así, o al contrario, la desventaja que nos faltaba).
Miguel Ángel es mi amigo y eso hace (en mi manera de entender las
cosas) que quede feo que recomiende este libro. Pero cuando leí
este libro no era tan amigo, y cuando escribí la reseña tampoco,
así que supongo que algo que puedo llamar honestidad intelectual me
permite recomendarlo. Recupero un poco del texto que en 2016
presentaba el libro a los lectores del blog. ¿Tenemos
más miedos de los que podemos permitirnos? ¿Tememos por encima de
nuestras posibilidades? Si fuéramos a lo esencial, tenemos miedo,
por encima de todo, a la idea de la muerte y a que le hagan daño a
nuestros seres queridos. Todos
los miedos se
compone de dos novelas cortas en apariencia independientes que se
suman y complementan. La primera de ellas, ¿Quién
teme al lobo feroz?,
nos lleva a la violencia arbitraria contra una familia que no podrá
recuperarse nunca. La segunda, Lo
que sé del olvido,
nos mete en la cabeza de un hombre desahuciado. El estilo está
hecho de breves pinceladas que nos van envolviendo entre el malestar
y la crudeza sin perder la intención estética.
Yo
ya la he releído en estos primeros días de cuarentena, aunque no
es para agarrarla cualquier noche.
6.
Sombras sobre el Hudson,
de Isaac Bashevis Singer (Zeta Bolsillo, ahora está en DeBolsillo):
Sombras
sobre el Hudson es
una novela del siglo XIX escrita en la década de los 50. Narrativa
tradicional rusa mezclada con la tradición oral judía para dar como
resultado una novela absorbente, larga, compleja, llena de subtramas,
llena de vida. Si has pensado que en estos días te apetecería coger
uno de esos novelones clásicos que es difícil soltar, Drácula,
El
Conde de Montecristo,
Los
miserables,
algo así, esta puede ser muy buena opción.
Tampoco
serían nunca una mala opción los Cuentos
(Lumen) del mismo autor.
7.
Los pobres, de William T. Vollmann (Debate):
Es este un libro poderoso y que también he recordado intensamente en
estos días. Siempre hay alguien que está peor de lo que podamos
estar nosotros, y siempre hay alguien que queda más lejos de ninguna
protección y tenemos que tener previsto que muchos dramas que ya
existían antes del virus no mejoran por eso, solamente han perdido
(aún más) el interés de los medios. Y no perdamos de vista que
cuando se salga de esta (porque se saldrá, por supuesto), mucha
gente lo hará en peores condiciones materiales de las que entró.
Una
idea recurrente en Los
pobres es
el momento en que Vollmann mira hacia dentro y dice que al lado de
todos esos pobres a los que está conociendo él es, qué duda cabe,
un rico. Y el lector, casi seguro, también. Hay otros mucho más
ricos, claro, y ni los muy ricos ni los simplemente más ricos que
los pobres hacen demasiado. Vollmann no es un ensayista
al uso, aquí no hay una tesis, aunque subyace, está centrado en
narrar, su mirada y su prosa marcan el ritmo. No
lo hace nunca pensando que está contando la realidad completa,
compleja e inabarcable. Lo hace reduciendo su mirada a casos
concretos. Les pregunta a los pobres por qué creen que son pobres,
qué les hizo ser pobres, qué diferencia a los pobres de los ricos y
qué solución hay al tema de la pobreza. Se detiene mucho en la
autopercepción que tienen de su pobreza o no, que es un asunto
fundamental. Los pobres con los que habla son en muchos casos
fatalistas. Las cosas, para ellos, son así, y no tienen perspectivas
de cambiar.
Esperemos
que se equivoquen.
8.
Solenoide, de Mircea Cartarescu (Impedimenta):
¿Por qué no protegernos con un libro ensoñador, con fantasía
fantásticamente escrita? Para Cartarescu, y en este libro más aún,
lo
principal es el peso del mundo y el lugar y la labor del creador.
Cómo tratar de hacer algo creativo con ese mundo esencialmente
hostil, gris, feo en contra. Desde la relativamente segura
perdurabilidad (con todo lo relativa y segura que esta pueda ser) de
la obra escrita de Mircea Cartarescu, este transmite al lector un
mensaje esencial: el creador lo es si está suficientemente
convencido de lo necesario (y esto puede ser algo únicamente
personal) de su obra. Quedan fuera por lo tanto las novelas asépticas
escritas con el único fin de entretener. Cartarescu aquí juega a
suplantar su posibilidad y escribir desde el negativo de lo que
realmente ha sido su única novela. Es por lo tanto una novela que
debería valer para juzgar la valía (o no valía) de Mircea
Cartarescu, escritor. Tenemos
aquí, casi mil páginas de una prosa potente y poética (dos puntos
que son muy difíciles de equilibrar) y que trata de meter el mundo
entero entre sus líneas. Tenemos insectos, colegialas, profesores
arrepentidos, frustraciones, luchas de poder, el cambio político en
Rumanía al fondo, el absurdo de la creación artística, sueños,
más insectos, alucinaciones, una casa en forma de barco y un
misterioso inventor, la noche, los madrugones, el cielo sucio de
Bucarest, el paso del tiempo y el peso de la muerte amenazando.
Tenemos una historia de amor que se va afianzando. Tenemos muchas
preguntas que empiezan con Por qué y muy pocas respuestas. Tenemos
el enfrentamiento de alguien ante el espejo de lo que podía haber
pasado. Todo eso (y más).
9.
Némesis, de Philip Roth (DeBolsillo):
Siempre es un buen momento para leer a Philip Roth. Siempre se
disfruta y aprende leyéndolo. Incluso cuando no sea su mejor novela
(y esta no lo es). Pero es la última que escribió, la que leí
cuando murió, porque era la última que me quedaba por leer de su
obra, y es una novela que habla de la expansión de la polio por el
mundo suburbial de la ciudad de Newark, en la que Roth se crió,
cuando él era un preadolescente, en el verano de 1944. Podremos
reconocer, en esta novela, la ansiedad, el temor a ser el próximo
contagiado, los rumores, el sentimiento de culpabilidad de quien cree
haber expandido el brote, el señalamiento social. Y podremos ver
cómo se sale de algo así. Seguro que alguien que ahora tiene esos
10 o 12 años estará sintiendo tantas cosas tan rápido que no es
capaz de comprenderlas. Aquel Roth asustado acabó tardando seis
décadas en cribar los sentimientos de la epidemia de polio y
escribiéndolo en la que fue su última novela.
10.
Cuentos, de John Cheever (Mondadori): Podría
ponerme un poco cursi y decir que ningún sentimiento humano es ajeno
a John Cheever. Lo dejo dicho. También, copiando lo que escribí
hace unos meses sobre esta colección (de sus falsos completos), diré
que: En
un mundo triste y en gran medida en derrumbe, con trabajos precarios,
relaciones que se rompen continuamente, calles agresivas, muchos
gritos y discursos que promueven el odio desde la política y muchos
medios de comunicación, los cuentos de John Cheever nunca pasarán
de moda. Mientras exista la soledad, mientras la conozcamos, mientras
mantengamos la mínima empatía para detectar los problemas y las
dificultades por las que están pasando otras personas, los cuentos
de Cheever serán a la vez diagnóstico y medicina. Los pequeños
dramas, los secretos, la melancolía, serán siempre su territorio.
Esa mirada acuosa es ideal para mecernos en una lectura en un buen
sillón, junto al calor del hogar, mientras ahí fuera hace mucho
frío y el viento y la lluvia rugen y nos recuerdan que todo es tan
endeble que no deberíamos darlo nunca por seguro.
Por
si alguien quiere pasar por encima de mi criterio de selección (o
simplemente completarlo), pongo aquí las selecciones completas de
cada año en que el blog ha estado en marcha:
Tal
vez la semana que viene haya alguna selección de libros para
encierros. No lo sé aún. Veremos.
Seguiremos
leyendo, eso sí.
Felices
lecturas
Sr.
E
Me alegra mucho poder volver a leerte y muchas gracias por las recomendaciones. Se ven lecturas poderosas.
ResponderEliminarEspero que alguna sea una buena compañía en las próximas semanas. O cuando decidas ponerte con ella.
EliminarGracias por la visita.
Espero que no cierres, porque me han gustado tus recomendaciones. Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Rocío, bienvenida por estos lares.
ResponderEliminarLa decisión de despedir el blog no tiene ya mucha vuelta atrás, pero gracias por las palabras. Hay mucho escrito, pasa, visita y sírvete. Espero que saques alguna nueva idea de lectura.
Y pronto me pasaré por tu blog a hacerle una visitar.
Saludos cuentistas.