martes, 17 de diciembre de 2019

Cuentos, de John Cheever


Cuentos, de John Cheever (Mondadori)

Me regalaron este libro a principios de año y ha sido, desde entonces, una lectura más o menos continua. Ya había leído muchas veces los cuentos de Cheever, aunque visto ahora, con mi nueva perspectiva, había leído muchas veces algunos cuentos de Cheever, los incluidos en la antología La geometría del amor, de Emecé, prologada por Rodrigo Fresán (quien también prologa este volumen, en su condición de máximo experto y exégeta de la obra de Cheever).

Allí están muchos de los cuentos más reconocidos de John Cheever, y a ellos he ido acudiendo con regularidad desde hace al menos una década. Es uno de los libros más manoseados que tengo, y este ha venido en cierto modo a sustituirlo. La lectura, cuento a cuento, de este libro, ha hecho de 2019 un nuevo año Cheever para mí. Y me ha permitido tomar un nuevo ángulo de lectura y sentir que mi relación con él cambiaba, se hacía más profunda, se estrechaba. Si John Cheever ya era uno de mis escritores de relatos preferidos, ahora lo es más (mucho más). Nunca había entendido del todo la experiencia que Richard Ford relata en el prólogo a mis Cuentos escogidos de Chéjov, la de quien había leído unos cuentos y años después descubre en una relectura distintos planos de profundidad. Me ha pasado algo así. Debo decir que la (re)lectura detallada en el último trimestre de sus diarios, y parte de sus cartas (también editadas por Mondadori) me ha permitido ir viviendo casi en tiempo real, como si fuera además de uno de sus lectores uno de sus editores o confidentes, la lectura de estos cuentos, que están tan vivos que pese a los decorados tan propios de los años cincuenta y sesenta, parecen novedades.

Cuando pensamos en los relatos de Cheever pensamos en melancolía, epifanías, tristeza familiar, secretos y silencio. Y todo eso está en los relatos de Cheever, pero creo que si nos limitamos a leerlo desde ese marco mental nos estaremos perdiendo mucho, igual que si compramos sin cuestionarla una etiqueta como la de el Chéjov de los suburbios. Creo que Cheever es un escritor bastante mejor que Chéjov, y que no se enfade nadie, porque creo sobre todo que son dos escritores que hacen una labor diferente. Chéjov es el retrato realista, sin más (ni menos). Pero me parece muy dudosa la idea de realidad en las historias de Cheever. La realidad de Cheever siempre está deformada, es siempre una realidad muy poco objetiva. Sus relatos son y no son realistas. Suceden en entornos realistas, los conflictos que se ponen en marcha son casi siempre realistas (un enfado en una fiesta, la pérdida de un trabajo, una infidelidad, una deuda que hay que pagar, la muerte de un familiar), pero la resolución emocional y literaria que toma el cuento, que toma Cheever, casi nunca es canónica ni previsible. Sus famosas epifanías son verdaderas caídas del caballo, verdaderos momentos en los que parece que un personaje pierde el contacto con la realidad y sus modos más aburridos y decide tomar soluciones poco prácticas, que muchas veces pasan por no tomar ninguna.

Cheever es maestro en dibujar todo un contexto (social, geográfico, emocional) en dos párrafos. A veces se apresura y condensa demasiado esa información, pero su prosa siempre es luminosa y precisa. Cheever admiraba a Scott Fiztgerald y sus relatos tienen esa perfección estructural de El gran Gatsby. Creo que no hay un relato más cheeveriano, más magníficamente cheeveriano y en general mejor que El nadador, que probablemente hasta quienes no hayan leído conocerán. Ned Merrill, un hombre abandonado por su familia, alcoholizado y que lo ha perdido todo, decide emprender, desde la resaca de la mañana del domingo, el retorno a casa nadando de piscina en piscina a través de su condado. El dibujo social de esas casas con piscina que llegan a formar un mar ya daría para una tesis, y ese hombre decrépito que va haciendo el ridículo de casa en casa, ignorando bajo el agua las habladurías de todos, sintiéndose un titán en plena forma hasta que no tiene más remedio que enfrentarse a la cruda realidad, que termina por derrotarle, ese nadador es uno de los grandes personajes del siglo XX, y convenientemente leído, de lo que llevamos de XXI.

Los relatos de Cheever son una experiencia literaria y humana profundamente emocionante, y no creo que tenga sentido hacer una pequeña sinopsis de más de sesenta relatos, ni de los más destacados. Solo aprovecharé la cercanía de las vacaciones navideñas para hacer un regalo a quienes lean este blog. Les propondría que se regalaran, durante los días libres que tengan, una pequeña selección de relatos básicos de Cheever, relatos que les permitan acercarse a la esencia del alma humana, al derrumbe de tantas ideas humanistas y a la individualidad competitiva que nos devora a todos.

Les propondría, a esos lectores, que se regalaran la lectura de cinco cuentos, todos clásicos en el canon de Cheever, todos de ese puñado de obras que sí le hacían sentirse orgulloso (cuando en general siempre fue un hombre inseguro, lleno de complejos, un escritor que en sus diarios se muestra envidioso de Saul Bellow, de J. D. Salinger, de Norman Mailer, un hombre que incluso cuando recibe alabanzas desconfía, y que siempre quiso escribir una gran novela, y solo la logró a través de sus cuentos, por más que con El escándalo de los Wapshot consiguiera premios y pensara que iba a confirmarse como novelista). Pongo en esa lista de regalos navideños, sin ningún orden en particular: El nadador, El ladrón de Shady Hill, Simplemente dime quién fue, La muerte de Justina y Tiempo de divorcio.

Y quien los lea sentirá que Papá Noel ha acertado.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

3 comentarios:

  1. Hola.

    Escribo simplemente para agradecerte esta entrada, porque fue la que me impulsó a hacerme con esta antología que estoy disfrutando ahora con inmenso placer.

    Saludos.

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    Respuestas
    1. Bienvenido.

      Cheever es una isla a la que vale la pena llegar y quedarse durante un tiempo.

      Disfruta de sus historias.

      Me alegro de haber ayudado a eso.

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  2. Estoy por hacerme con el primer libro de Cheever, que espero sea un viaje solo de ida. Saludos!

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