Cuentos
para la cuarentena (V): Últimos libros, despedida y cierre.
Cuentos
completos, de Flannery O´Connor: Leí los Cuentos
completos de Flannery O´Connor hace no menos de quince años. No
he vuelto a releerlos, apenas algún texto suelto en alguna
antología. Y como me pasa con los relatos de Carson McCullers (El
aliento del cielo), aunque a esta la he releído más, mantengo
cierta sensación de haber cerrado el libro no hace tanto. No
recuerdo las tramas concretas de los relatos, pero guardo bastante
vívido en el recuerdo el retrato piadoso de los parias, las
desventuras de la enfermedad y el señalamiento, la claridad estética
de sus historias bastante oscuras, el habla marcada de los poblados
del Sur americano, la violencia latente de esa sociedad. Y ya que
tengo el viejo libro de bolsillo que leí entonces en casa, quizá
sea una buena idea volver a ellos.
Muerte
a crédito, de Louis – Ferdinand Céline: Siempre me ha
intrigado Céline. Gran esteta, nazi, son las dos cuestiones que uno
identifica con él. A veces en el orden contrario, un nazi que era un
escritor extraordinariamente dotado. Hace unos meses compré la
edición de bolsillo de Muerte a crédito, prologada por Constatinto
Bértolo, y he aprovechado para descubrirla. Céline fue médico y
tenía complejas relaciones con sus orígenes familiares, y esos dos
mundos aparecen volcados aquí, en las peripecias de médico de
consultas, un tal Ferdinand que puede tomarse por alter ego del
autor, y que cuenta aquí su infancia y su adolescencia, aunque sin
dejar de echar viajes y miradas a la adultez. Realmente leer el libro
ha sido una experiencia. En general una experiencia positiva. La
prosa es brutal, te lleva, te hace bailar, te marea, insulta, escupe,
falta a todo, pero en general con sentido, casi nunca pierde las
riendas. Hay cuestiones estilísticas que se me hacen difíciles (la
manía de dejar las frases en puntos suspensivos, entiendo que con la
intención de que se lea como se escucha una conversación que te
arrolla, que se para y vuelve, que no cesa), y temas donde asoma lo
peor del escritor. Pero porque asoma lo peor del ser humano. Y
conocer lo peor del ser humano, como conocer lo mejor, no dejar de
ser uno de los motivos por los que (muchos) leemos. Céline era
probablemente un mal bicho, y aquí hay una voz narrativa nihilista,
en la que he encontrado, pese a ello, cierto asomo de esperanza. Un
poco un vamos a morir todos, y somos odiosos, pero mientras tanto,
bailemos.
Después
de leer a Céline me dio por coger de la estantería Ampliación
del campo de batalla, de Houellebecq, que me sigue pareciendo su
mejor libro (tal vez el que más se le acerca en mi canon es El mapa
y el territorio, pero es otra clase de libro). Es un librito fino,
cortante, lleno de una prosa precisa y afilada, dolorosa. Ciento
cincuenta páginas de derrota y soledad. Houellebecq es muy lúcido
retratando los males del mundo en el cuerpo de un hombre cualquiera
(creo que es lo más duro de Houellebecq, cómo retrata al
cualquiera, al don nadie, el médico de Céline es un egomaníaco, se
cree algo, hincha el pecho al andar, el personaje de Houellebecq se
encoge de hombros y agacha la cabeza, aligera el paso nervioso y mira
al suelo) derrotado una y otra vez por la maquinaria, ese sistema que
todo lo mide en términos competitivos y que no le da un respiro.
Comparando con la sensación que decía haber sacado del libro de
Céline, la idea que saco de este libro de Houellebecq cada vez que
me acerco es que no hay ninguna esperanza. No tiene sentido la
celebración. Vamos a morir todos, y somos odiosos, y mientras
tanto, ya que no servimos ni para celebrar, no nos merecemos ni
follar ni bailar, bebamos y dejémonos caer.
Espía
y traidor y Un espía entre amigos,
de Ben Macintyre: No me encantan las historias de espías, aunque
algunas (sobre todo películas) sí me han gustado mucho. Y no me
interesan, desde luego, el tipo de libro que anuncian
encuadernaciones y portadas como las que estos tienen. Podrían
parecer, en una fila de libros, novelas de Frederick Forsyth, ni
siquiera de John Le Carré. Pero me han sorprendido bastante por
encima de esas expectativas (por eso fui a por el segundo). He leído
los dos, y valen la pena. El verano pasado, durante un viaje a
Londres, me compré el de Espía y traidor, y leyéndolo en
inglés he tardado más de medio año en terminarlo. Cuenta la
historia de un doble agente, un soviético (Gordievsky),
aparentemente modélico, que fue reclutado por los británicos y
ayudó a conocer desde dentro el sistema del KGB. La portada dice
algo así como que fue el hombre que acabó con la Guerra fría, y no
sería para tanto, pero el libro está muy bien. La psicología de
los espías es muy compleja (aquí se explica muy bien en quiénes se
fijan los reclutadores), la psicología de quienes deciden llevar una
doble vida también, y con la historia terminada, sabiendo desde el
principio lo que nos vamos a encontrar y no teniendo que
sorprendernos con giros de guión, Macintyre se dedica a profundizar
en la mente de Gordievsky y en general del espía, como arquetipo. Y
esas personas con vidas personales vacías, o dispuestas a vaciarlas
a la menor orden, que buscan el reconocimiento (cualquiera) de sus
superiores, y lo buscan como sea, podrían encajar perfectamente en
uno de esos fríos retratos que Carrére hace de sus personajes de no
– ficción, esos a los que en ocasiones convierte en fascinantes
personajes y otras en peleles que él, como autor, maneja a su antojo
(valga Limónov, valga J. C. Romand). La finura de Macintyre es la
que separa estas novelas de meras novelas de espías, y acerca su
escritura más al modelo de la narrativa de no – ficción más
potente. Un espía entre amigos narra una historia más conocida,
quizá la más conocida dentro de las historias de agentes dobles, la
de Kim Philby, el más famoso de los llamados Cinco de Cambridge, un
agente británico de alto nivel, que trabajaba para los soviéticos,
y cuya sombra recorre El topo, de Le Carré (con estupenda
película de hace unos años).

Y
encontré este Maniobras de evasión, que tenía
apuntado para leer desde hace meses y no encontraba en ninguna
biblioteca. De Pedro Mairal había leído La uruguaya sin
entender el éxito que logró. Aquí me he encontrado con una serie
de artículos, entre el ensayo corto y el texto periodístico o de
revista de entretenimiento. El tono es ligero, el narrador es
divertido, Mairal logra no resultar nunca demasiado literario (lo que
sería la muerte del tipo de texto que presenta), y nos va contando
cómo se fue convirtiendo en escritor, con altibajos, aceptando
cualquier cosa que le ofrecieran, trabajando como profesor de
redacción para equipos de abogados, leyendo libros para concursos
literarios, escribiendo guiones que casi nunca lograba colocar,
dejándolo al final todo por la escritura creativa y convirtiéndose,
antes que en novelista de cierto éxito, en una especie de
especialista argentino en textos de tono erótico. Lo acompañamos
como escritor atareado, como adicto a las redes, como padre
divorciado, adulto que nunca ha abandonado la adolescencia, lector
torpe, lector muy lúcido, extraviado contemporáneo, especialista en
el cuerpo femenino. Algunos textos son excelentes, como El sobrino
de Bioy, Tocar a Gimena, El extranjero, El
anatomista, La entrega o Quiero escribir pero me sale
espuma. También hay textos de difícil concepción hoy, al menos
en España (si pensamos en que aparecieran, como aparece este, en una
edición de una editorial respetada, como Libros del Asteroide, y no
viniera del otro lado del océano, y de otro tiempo, son textos de
hace 10 o 15 años, según cuáles), que más que instructivos (un
género, el instructivo, que parodian) resultan divertidos, propios
de un tierno gañán, y tienen nombres como El culo de una
arquitecta o Ensayo sobre las tetas. Otros textos no
tienen ni demasiada personalidad ni demasiado encanto, pero en
general el libro resulta una lectura amena y muy agradable.
Para
terminar, me atrevo a recomendar (creo que es la primera vez que en
el blog abro la ventanita musical) también el disco Apocalypse,
de Bill Callahan, que reconocerán quienes hayan visto esa serie
documental llamada Wild wild country, y en cuya compañía he
ido dando forma a esta entrada.
Entrada
esta, que creo que ya sí es, aún no superado el estado de alarma y
la obligación de mantenernos confinados, pero sí superado lo que
buenamente tenía que recomendar, la última entrada de este blog,
que esta vez sí queda despedido como debe hacerse. Con un Hasta
siempre. Espero que alguna de las lecturas que he propuesto en
las últimas semanas haya ayudado a hacérselas más llevaderas a alguien.
Seguiremos
leyendo.
Felices
lecturas
Sr. E
Ha sido un placer entrar de tanto en tanto y leer sus recomendaciones.
ResponderEliminarSaludos y hasta siempre.
Nos quedarán los cuentos.
ResponderEliminarEspero que hayas sacado alguna lectura útil de aquí.
Hasta siempre
Totalmente de acuerdo con tus apreciaciones de los libros de Céline y Houellebecq, autores a los que tengo en la cúspide mi olimpo literario personal. A mí sin embargo me cuesta decidirme por alguno de sus libros y todos los tengo entre mis favoritos por una u otra razón.
ResponderEliminarDe Céline solo he leído de momento este.
ResponderEliminarHouellebecq me parece que ha ido a menos con los libros. ¿No te parece? Veo que ha ido repitiendo temas, motivos y tonos, pero perdiendo fuerza (o capacidad de sorpresa, por esas mismas repeticiones)
Siempre, siempre es un placer leerte. Apuntadas la recomendaciones (comparto dos cosas totalmente, el respeto y admiración por Eduardo Halfon, y cierta incomprensión por la enorme repercusión de La Uruguaya). Tengo por casa la que creo que es la misma edición de Muerte a crédito, va siendo hora de leerlo. Se echará de menos leerte por aquí.
ResponderEliminarSiempre es un placer tenerte pro aquí, Juan Miguel.
ResponderEliminarA Halfon hay que leerlo, desde luego. Es un Bolaño sin la desmesura de aquel, ¿no te parece? Yo, en este caso, me quedo con la desmesura, pero Halfon es realmente bueno.
¿Estás leyendo algo últimamente que te parezca valioso?
Por cierto, como es esperable con un buen autor de culto, "Canciones de cuna y rabia" ha sido muy difícil de encontrar en papel, ni en amazon ni nada. Si sabes de alguna librería de Madrid donde comprarlo cuando se pueda volver a salir a por libros, apúntamela.
Un abrazo cuentista