Mis cuentos
pendientes de 2019
Cerramos
el año. Otro año. Otro año más de libros, lecturas y comentarios
sobre esas lecturas. No sé cómo me he organizado, pero tengo
registradas 126 lecturas de libros este año. Cuando la sensación
subjetiva es que tengo menos tiempo que nunca para leer, esa cifra me
ha descolocado para comenzar a hacer este balance. Quizá he leído
libros más cortos (aunque no lo creo), quizá es que he registrado
más relecturas, y siempre avanzas más rápido por los terrenos conocidos. Quizá he sido más generoso apuntando en mis lecturas lecturas que han sido parciales, esos ratos, esas ciento cincuenta páginas de una novela con la que sientes que ya sabes lo que necesitas saber antes de descartar el libro.
Como
en los últimos años, he ido leyendo más ensayo, y trato de leer de
vez en cuando algo de novela gráfica, porque aunque no acuden a mi
mente como un formato prioritario, luego siempre las disfruto. He
leído, además de puro ensayo, bastantes obras de narrativa de no –
ficción y he desarrollado una afición hasta ahora desconocida a
leer Diarios de manera casi compulsiva en el segundo semestre
del año, encontrando en algunas de sus páginas una forma más
auténtica y depurada de comunicación y creación literaria.
Sin
darme cuenta al haber ido haciéndolos, identifico algunos ciclos de
lectura con ejes temáticos o estilísticos al repensar ahora en las
lecturas, y aparte de los que vaya a listar en esta entrada, me
encuentro con bastantes lecturas de algunos autores de los que no
había tomado conciencia de estar haciendo ese recorrido. Cuatro
novelas del británico Graham Greene en primavera, cuatro de la
japonesa Yoko Ogawa a finales del verano, por ejemplo.
Hacía
años, probablemente muchos, que no pasaban 12 meses y no leía
ningún libro de Stephen King, Emmanuel Carrère, Don DeLillo o
Haruki Murakami. Ha pasado este 2019. He mantenido, entre mis
habituales, lecturas y relecturas de Etgar Keret, Roberto Bolaño,
Kafka y Mario Levrero.
A
finales de 2018 no quise lanzarme a la tarea de hacer una lista de 10
libros con un orden en concreto, como si fuera este pequeño blog uno
de esos anticuados suplementos culturales. Pero este año me apetece
más esa lista de recomendaciones que hacer recomendaciones parciales
y temáticas, que al final son igual de arbitrarias que las otras.
Son 10
libros, con algunas trampas (como agrupar lecturas) y después unas
cuantas recomendaciones más, a modo de extra.
Empezamos
1.
Oficio + La maleta + Los nuestros, de
Serguéi Dovlátov (Fulgencio Pimentel)
2019 ha sido el año de Dovlátov para mí. Sospechaba que seguiría
leyendo al ruso desde mis primeras aproximaciones, y de hecho ya
nombré Retiro y La extranjera en 2018 como lecturas
destacadas. Pensaba que iba a gustarme más, pero no pensaba, hasta
que caí en las páginas de Oficio, que iba a alcanzar ese
nivel de éxtasis e identificación que creo que no sentía desde que
me caí, como Obélix en la marmita de poción mágica, en La
novela luminosa de Levrero en 2013. Dovlátov ha ensanchado un
poco más mi canon de imprescindibles, porque ahí he situado la ya
nombrada Oficio y La maleta. En tiempos en los que se
cuestiona a la autoficción y hay algunos críticos que la consideran
poco menos que una opción para vagos que no tienen ganas de pensar
en otras tramas, estos dos libros nos recuerdan que la diferencia
entre una gran obra y una menor no está en el género y la forma, y
que la gran literatura, casi toda, bebe en gran medida de la
experiencia personal del autor, que la transforma en tramas más o
menos cercanas o reconocibles, pero nunca ajenas a lo que conoce y ha
vivido.
2.
Cuentos, de John Cheever (Mondadori)
En un mundo triste y en gran medida en derrumbe, con trabajos
precarios, relaciones que se rompen continuamente, calles agresivas,
muchos gritos y discursos que promueven el odio desde la política y
muchos medios de comunicación, los cuentos de John Cheever nunca
pasarán de moda. Mientras exista la soledad, mientras la conozcamos,
mientras mantengamos la mínima empatía para detectar los problemas
y las dificultades por las que están pasando otras personas, los
cuentos de Cheever serán a la vez diagnóstico y medicina. Los
pequeños dramas, los secretos, la melancolía, serán siempre su
territorio. Esa mirada acuosa es ideal para mecernos en una lectura
en un buen sillón, junto al calor del hogar, mientras ahí fuera
hace mucho frío y el viento y la lluvia rugen y nos recuerdan que
todo es tan endeble que no deberíamos darlo nunca por seguro.
3.
Como una moto: la vida galopante de John Belushi, de
Bob Woodward (Papel de liar) + La noche de la pistola, de
David Carr (Libros del KO)
Agrupo estos dos libros porque los dos hablan, en el fondo, de un
mismo impulso. El de meterse la vida en vena o por la nariz, el de
evadirse de la realidad con la ayuda de las drogas y llegar a perder
cualquier referencia más allá de quién te ha pasado la última
dosis y a quién le vas a pedir la siguiente. Los dos libros me han
parecido perturbadores porque no son libros moralistas ni tratan de
convencernos de nada. También porque ambos usan las drogas en las
que cayeron sus protagonistas como símbolos de muchas más cosas.
Porque cualquiera puede verse reflejado en sus excesos, en sus
adicciones, aunque no sean las mismas que las suyas. Porque quizá
todos estamos más cerca de lo que queremos reconocer de caer por
ciertas pendientes en la búsqueda de un poco más de felicidad. La
trayectoria de Belushi apuntaba a tragedia y nadie hizo un esfuerzo
real por evitar lo que podía pasar. Y pasó. El libro de Carr es
además de impactante, muy interesante por su forma, pues el autor se
lanza a aplicar su experiencia como autor de reportajes a investigar
su propio pasado en los años 80. Su caída en las drogas, los
trabajos que iba perdiendo, la familia a la que destrozaba, las hijas
a las que irresponsablemente trajeron al mundo dos adictos al crack.
Y vemos la salida de todo aquel mundo gracias a la disciplina y el
sueño de la escritura. Y aprendemos cómo es posible contar dos
historias como esas sin caer en la moralina.
4.
Siempre hemos vivido en el castillo, de Shirley Jackson
(Minúscula)
Esta novela corta, situada entre el terror psicológico y el
costumbrismo, es una absoluta maravilla. Me impactó su historia, y
me dejó francamente impresionado su perfección, su estructura
imposible de mejorar, su lenguaje siempre bien medido, su voz
narradora tan poco fiable como encantadora e irresistible. Creo que
es uno de esos libros que puedes leer una y otra vez sin dejar de
verte sorprendido, por más que sepas dónde están los giros y
cuáles son las sorpresas que la trama te va a ir deparando. Hablaba
en la reseña que hice del libro que era un ejemplo perfecto para
trabajar en las escuelas de escritura creativa. Creo que recomendaría
cambiar algunos meses de talleres de escritura por una lectura atenta
y en profundidad de este libro.
5.
Cuentos completos, de Mario Levrero (Mondadori)

6.
Illska. La maldad, de Eirikur Örn Norddahl (Hoja de
Lata)
Esta novela, que la editorial (en otro gran acierto de esta pequeña
editorial gijonesa) presenta como la gran novela sobre el auge de la
ultraderecha en Europa, me pareció mucho más que esa supuesta
novela política. Es una novela política, quizá también, pero es
una novela que trata sobre todo de la era de desarraigo y
precariedad, también emocional, en la que nos ha tocado vivir. En
ese mundo de relaciones frágiles y escasos valores duraderos, la
ultraderecha, como movimiento que apela al pasado y a unas
comunidades fuertes que ya no existen (ni volverán a hacerlo, y que
quizá nunca lo hicieron), tiene su oportunidad. En Islandia, un
pequeño país, muestra quizá poco válida pero perturbadora de cómo
las comunidades se pueden ver afectadas por la amenaza externa,
seguimos una historia de amor y odio entre tres personajes que
vendrían a ocupar el lugar del nazi con labia, la estudiosa de los
movimientos ultras que es descendiente de supervivientes del
Holocausto y un pringado normal, no tan normal pero sí muy pringado,
que irán avanzando por la oscura noche de los tiempos.
7.
Salón de los pasos perdidos, Diarios de Andrés
Trapiello (Pre - Textos)
Hace algunos años que llevo oyendo (leyendo) a alguna gente hablar
muy bien de estos diarios de Andrés Trapiello, que van apareciendo
bajo el título colectivo de Salón de los pasos perdidos. No
pensaba que fuera a encontrar ningún interés en estos escritos, y
pensaba que no empatizaría demasiado con la persona de Andrés
Trapiello, a quien conocía como personaje (más o menos) público y
con el que pensaba que no tendría demasiado en común. He confirmado
que no tengo mucho que ver con él en cuanto a las características
que lo sitúan como personaje público, aunque sí me he reconocido
en muchas de sus interioridades. Pese a todas las reticencias, al
terminar el año y mirar atrás, veo que he pasado muchas noches
(sobre todo han sido libros que he leído por las noches, antes
de dormir) de estos últimos meses leyendo páginas y más páginas
de los diarios de Trapiello. He leído, concretamente,
Locuras
sin fundamento (editado
en 1992, que narra el año de 1988), El
tejado de vidrio (editado
en 1994, que narra el año de 1989), Las
nubes por dentro (1995,
1990), Los
caballeros del punto fijo (1996,
1991), Las
cosas más extrañas (1997,
1992), y La
cosa en sí
(2006, 2000). Hay páginas brillantes que se van alternando con
momentos bastante inanes, y cierta cantidad de comentarios y
ambientes un tanto rancios. Con todo, la finura del observador, la
ironía para describir algunos males (que se reconocen desde una
distancia de ya casi treinta años y se ven hoy en día aumentados y
agravados), la verdadera vocación literaria, los sinsabores del
escritor de fondo, y la prosa y la sintaxis, tan bien ajustadas,
hacen que sean libros que valen mucho la pena. Al menos un poco, al
menos durante un rato. Los juegos metaliterarios y las reflexiones
del Trapiello diarista sobre las correcciones que el Trapiello
escritor hará son muy valiosas. Aunque en el último que leí, del
año 2000, ya se le ve demasiado pendiente de la reacción que
despertarán sus comentarios cuando finalmente sean editados (todos
han sido editados por Pre – Textos en una apuesta constante y
valiente, por el tipo de libro del que se trata).
8.
El giro de Italia, de Dino Buzzatti (Gallo Nero)
No hace falta que te guste el ciclismo para disfrutar de este libro.
Deben interesarte, eso sí, la ambición, el drama, la tragedia, las
reacciones humanas ante la victoria y ante la derrota, las
trapacerías, indignarse por el servilismo de quienes acuden a
aplaudir al ganador y por cómo le retiran, casi los mismos, el
saludo a quienes empiezan a decaer. El Giro que Buzzati narró para
Il Corriere della sera fue el del gran duelo Coppi –
Bartali, que contó con la épica de un enfrentamiento entre héroes
atenienses y troyanos. Lleno de simbolismos, en una Italia de
posguerra, ciclotímica, que fingía haber olvidado su pasado
fascista y buscaba nuevos talentos jóvenes con los que impresionar
al mundo, el Giro no defraudó y cumplió con las expectativas,
coronando a un nuevo rey. No hace falta que el ciclismo te interese,
igual que no hace falta haber subido jamás a una montaña para
disfrutar de Los indómitos de la montaña (también de
Buzzati, también en Gallo Nero). La excelente prosa y el ritmo
aventurero del que dota a sus historias, y la emoción que sabe
darles, son universales, y quien las lea sabrá apreciarlo.
9.
Con rabia, de Lorenza Mazzetti (Periférica)

10.
El salto de papá, de Martín Sivak (Seix Barral)

Bonus:
Érase una vez en Francia, de Fabien Nury (Norma)
Esta serie de novelas gráficas,
seis historias en tres volúmenes, es la
historia de Joseph Joanovici, y daría (y en algún momento dará)
para un peliculón (o gran serie). Está basada en hechos reales. La
historia nos lleva a la Francia ocupada, pero antes nos pasea por las
penurias de la Europa de entreguerras, nos lleva a conocer a un
chatarrero rumano que poco a poco va armando un gran emporio, a
relacionarse con unos y otros, buenos y malos, y a convertirse en una
especie de doble agente entre los franceses y los nazis, un
colaboracionista que también salvó a muchos judíos. La historia
nos enfrenta después con las conciencias limpias de quienes nunca
quisieron reconocer ninguna mancha en la Guerra. Y llevándonos de
unos secretos a otros nos lleva a conocer a una importante colección
de personajes con doble moral.
El guión es estupendo, y los dibujos, expresivos y llenos de vida,
parecen el storyboard de un clásico contemporáneo del cine negro.
Más
libros: Del 11 al 20, sin mayor explicación (aunque muchos han
salido reseñados)
11.
Los peligros de fumar en la cama, de Mariana Enríquez
(Anagrama)
12. Paciente X: El caso clínico de Ryunosuke Akutagawa,
de David Peace (Armaenia Editorial)
13. Stop – time, de Frank Conroy (Libros
del Asteroide)
14. La vista desde la última fila, de Neil
Gaiman (Malpaso)
15. J. D. Salinger: una vida oculta, de
Kenneth Slawenski (Galaxia Gutenberg)
16. El escritor y el mundo, de V. S. Naipaul
(Debate)
17. El pozo: Novelas breves 1 y Tan
triste como ella: Novelas breves 2, de Juan Carlos Onetti
(DeBolsillo)
18. El desapego es una forma de querernos, de
Selva Almada (Mondadori)
19. Las mañanas del café Rostand, de Ismail
Kadaré (Alianza)
20. El caso Maurizius, de Jakob Wassermann
(Acantilado)
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E