Recomendaciones para el Día del Libro
Esta
era una entrada clásica del blog.
Aquí
tenéis muestras (y muchas ideas)
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2019/04/algunas-ideas-para-el-dia-del-libro-2019.html
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2018/04/algunas-ideas-para-el-dia-del-libro.html
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2017/04/algunos-libros-para-el-dia-del-libro.html
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2016/04/libros-para-el-dia-del-libro.html
El
caso es que este año, será por la pospandemia o será por la edad, será el
cinismo o que quiero ahorrar, me he sentado ante el teclado y me he dado cuenta
de que estamos, como siempre, atropellados por las novedades. Y eso no es lo
peor. Lo peor es que estamos atropellados por libros que nos dicen que son
obras maestras que permanecerán y libros que marcarán una época y sobre los que
discutiremos dentro de tres décadas. Y no es así, por supuesto.
¿Cuántos
libros de los que se publiquen este año despertarán el interés de los lectores
dentro de veinte años? ¿Los doce o quince que cada mes nos dicen que marcarán
las tendencias y el rumbo de la narrativa moderna?
Y
no me estoy refiriendo, claro, a los libros que escriben supermodelos, actores,
futbolistas o políticos en retirada, que esos van por su propio carril. Me
refiero a los que nos venden como literatura duradera, casi de la que hay que
escribir con mayúsculas. Da un poco de reparo consultar las listas de grandes
libros que vendrán este año que tantos periódicos y suplementos sacan a
principios de año.
Da
mucho más reparo consultar las listas de los grandes libros que se han
publicado este año que todos esos mismos sacan a finales de año.
¿Quién
va a leer Patria dentro de diez años? ¿O Feria? ¿O Panza de burro? ¿O…? Solo
doy algunos títulos para situar la cuestión. Y no son malos libros ninguno de
esos (Patria no lo he leído, así que no puedo saberlo). Es solo que son
productos bastante pasajeros, que vienen de temporada y con la temporada se
acaban. Como las naranjas, que ya pasaron. Como las mandarinas y las fresas,
que están terminando su ciclo. Como las cerezas, que aún no asoman en la
frutería.
El
año pasado fui a tres librerías a por el último libro de cuentos de Etgar
Keret. Creo que nadie que lo haya leído se escandalizará demasiado si digo que
Keret es el mejor cuentista vivo. Y creo que incluso si alguien se escandaliza
podrá darme la razón en que Keret es un best
seller (en su escala, a su manera) escribiendo relatos. Y eso ya
justificaría que sus libros tuvieran una distribución amplia y cuidadosa. Creo
que debe ser un caso único en el mundo actual (quizá solo comparable a las
ventas de Sergi Pàmies en catalán), el de alguien que vende bien con relatos de
aire kafkiano. El libro llevaba menos de seis meses en el mercado español, y ya
no estaba en ninguna parte. No solo eso, sino que en una de esas librerías que
llaman a sus dependientes asesores, la chica que me atendía me pidió que le
repitiera varias veces el nombre del autor por el que preguntaba antes de
escribirlo en el ordenador y decirme que no estaba ese libro, que les quedaba
una copia de su antología (Un libro largo de cuentos cortos).
Es
una anécdota, sí. De acuerdo con que no se puede ir sacando conclusiones
generales de situaciones particulares. Pero me desanimó de una manera quizá
exagerada, pero duradera.
Así
que no he mirado novedades este año. Me he ido a la Cuesta de Moyano con veinte
euros (porque irte ahí sin un presupuesto cerrado puede ser una sangría) y la
he recorrido dos veces de arriba abajo, he ido anotando libros que veía
interesantes y al final he comprado un buen puñado de libros que no podría
encontrar en otro sitio, que no están en las bibliotecas que frecuento, o que
simplemente no conocía y me han llamado la atención.
He
venido muy satisfecho con mi cosecha (al final he excedido un poco el presupuesto
y han sido veintidós los euros invertidos). Y quizá me lo marque como nueva
rutina para estas fechas de fiesta y desenfreno.
Por
supuesto, si alguien quiere leer novedades, creo que no fallará si busca los
últimos libros de Rodrigo Fresán (Melvill,
y no, no me falta una e al final, es el inicio del juego) o Martin Amis (Desde dentro). Pero es que esos dos
autores ya son casi clásicos. Desde luego hacen una literatura que va camino
del museo de los escritores ambiciosos y antiguos. Y si nos fijamos, tampoco es
que se les haya hecho demasiado caso. No recuerdo haberlos visto entre los
libros que nos cambiarán la vida en 2022. Quizá solo por eso ya sean apuestas
fiables.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr.
E
No hay comentarios:
Publicar un comentario