Llego a la semana del Libro terminando mi relectura de “Pastoral americana”, de Philip Roth y “Las aventuras del valeroso soldado Schwejk”, de Jaroslav Hasek.
Tengo lecturas pendientes (siempre las tenemos, por eso entre otros motivos este blog se llama así), y libros que quiero releer, y dos bibliotecas con sus estanterías llenas de libros para prestarme, pero aún así, año tras año, caigo en las trampas comerciales relacionadas con los libros, y acabo regalándome alguna cosa en estos días señalados por sus ventas y sus actos. Hace años que renuncié a entrar a firmas atestadas y a conferencias que huelen a material reciclado de otros años (también porque desconfío profundamente de todos estos actos organizados desde el poder, porque creo que el número de intermediarios entre los libros y los lectores debe ser el mínimo, y sobre todo porque no creo que nadie vaya a lanzarse a leer porque se lo recomienden los consejeros y concejales de cultura correspondientes), pero no soy capaz de privarme de la compra de algún libro sobre el que estampo mi firma y el día y el año en que ha sido comprado. En los últimos años cayeron en días parecidos libros tan importantes para mí como La trilogía involuntaria de Levrero, los Cuentos escogidos de Fogwill y Tobias Wolff o los Cuentos completos de J. G. Ballard. Como este año el día del libro me cogerá fuera, de camino a recoger un premio que los amigos de la Universidad Popular Helénides de Salamina de Cáceres me han concedido por mi relato “Olvidando Dublín”, he adelantado la carta a los Reyes de los Libros, y voy a darme un paseo temprano por librerías que aún estarán a medio gas. Aparte de algunos regalos para otras personas, tengo en mente (otra cosa será luego lo que la cartera y la mala conciencia permitan) valorar la compra de:
Pedigrí,
de George Simenon:
Me interesa Simenon. He leído desde hace muchos años decenas de sus
novelas, de las de Maigret y de las que no están protagonizadas por
el famoso inspector. Simenon siempre es un narrador eficaz y poco
exhibicionista. Discreto, directo, sus historias suelen funcionar y
siempre meten el dedo en alguna llaga relacionada con la hipocresía.
Este libro, Pedigrí, es el más personal de Simenon. Son unas
memorias, por lo que he leído sobre él, no protagonizadas
directamente por él sino por un niño y luego joven belga que fue
niño y joven en tiempos parecidos al propio autor, lo que ha hecho
que siempre se considere que es el material más autobiográfico que
nunca escribió.
El
origen de la tristeza, de Pablo Ramos:
He leído por encima en la biblioteca los dos primeros tomos de la
trilogía de Pablo Ramos que ha editado Malpaso. Y quiero empezar a
leerla con más calma, porque me parecen libros con poso, con un buen
narrador detrás. Son historias de un barrio de Buenos Aires,
narradas en este primer volumen desde la perspectiva de un niño que
va dejando de serlo con el transcurrir de las páginas. Son tres
historias que se suceden y que van dibujando la vida. Uno de los
escritores argentinos a los que Fogwill recomendaba en sus últimos
años era a Pablo Ramos, a quien consideraba un narrador de raza,
apartado de manierismos. Y Fogwill era bastante más dado a las
fobias que a las filias, lo que me lleva a no perder de vista su
opinión.
El
adversario,
de Emmanuel Carrère:
Disfruté mucho de Limónov
hace un par de años, y sé que leí El
adversario
en algún momento hace seis, siete años, pero también sé que en
aquel momento no significó demasiado para mí. El año pasado por
estas fechas me compré De
vidas ajenas,
a la que por su temática dura y amarga aún no me he acercado. En
los últimos meses varios lectores capaces me han recomendado
encarecidamente El
adversario,
así que he decidido comprarme la edición en bolsillo para que me
acompañe en las próximas semanas en mis viajes en metro. También
me planteo buscar El
reino,
su último libro, no diremos novela porque parece que Carrère ha
dicho que renuncia definitivamente a dicho género y piensa
profundizar en esa mezcla de memoria, ensayo y géneros de no –
ficción que domina.
Breve
historia de siete asesinatos,
de Marlon James:
De las novedades de lo que va de 2.016 creo que este
es
el libro que más me llama la atención. Es la novela que ganó el
Premio Booker en 2.015, y narra, a partir del tiroteo contra Bob
Marley en 1.976, las últimas décadas de la vida social y política
en Jamaica. Lo cual incluye, por supuesto, rasta faris, drogas,
mafias locales, políticos corruptos, bandas enfrentadas, la
influencia de las potencias extranjeras, y la CIA. Las reseñas que
he leído hablan del magisterio del Bolaño de Los
detectives salvajes,
pero la verdad es que a lo que más me recuerda una historia de
novela negra con connotaciones políticas y agencias de inteligencia
extranjeras metiendo mano ha sido a El
poder del perro,
una novela muy reivindicable de Don Winslow, en la que comentaba hace
poco con un amigo que había aprendido por ejemplo el origen del
término república bananera.
Cuentos
reunidos,
de Paul Bowles:
He hablado hace poco de los cuentos de Bowles como muy influyentes en
mi determinación de lanzarme a escribir y de explorar el mundo del
relato. El libro que originalmente tuve de Bowles lo perdí en alguna
mudanza, o me lo olvidaría alguna vez en algún autobús o tren de
cercanías. Desde hace años me da la sensación de que Bowles está
casi desaparecido de las librerías. Y nadie lo recomienda, nadie lo
lee, no ha influido a nadie, y yo recuerdo que sus relatos, brumosos,
completaron junto con la lectura inicial de Carver y Bolaño mi
primera conexión con el mundo del relato. Por sorpresa, me he
encontrado con esta nueva edición de Alfaguara, que intentaré
llevarme a casa.
Canadá,
de Richard Ford:
Leí Canadá
hace un par de años, cuando salió, tomándola prestada de la
biblioteca. Ahora que ha salido en bolsillo creo que es el momento de
hacerme con ella para mi colección y releerla en los próximos
meses. Canadá
fue lo mejor que leí aquel año, y por una vez coincidió con la
opinión de Babelia y otros suplementos culturales con los que es
raro coincidir. No he encontrado en las novelas de Frank Bascombe la
magnificencia que otros ven, pero Canadá
me hipnotizó. Pertenece a esa clase de novelas que se la juegan
dinamitando la trama desde la primera línea. En la primera página
el narrador ya te ha resumido todo lo que va a suceder, y a
partir de entonces va a contártelo, y ahí es donde entra la
potencia del escritor para lograr mantenerte en vilo al otro lado de
la página. Es una apuesta muy arriesgada que pocos escritores pueden
mantener sin perderla.
Por
supuesto, también voy a salir con los ojos bien abiertos a la
búsqueda de sorpresas inesperadas, nuevas ediciones en bolsillo,
clásicos reeditados, etc. Comentaremos nuevas lecturas próximamente.
Comprad
con moderación y leed sin mesura.
Y
haced de todos los días un buen día del libro.
Sr.
E.
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