Desde dentro, de Martin Amis
Leí
Experiencia, de Martin Amis, hace
cosa de quince años (me parece que todos los libros que me han marcado, para
bien y para mal, como lector y escribidor, los leí hace quince años, aunque
esos quince años no son una referencia fiable, son solo una barrera mental, un
tótem) y me convenció, junto con La
información, de que Amis era realmente un escritor de primera, único en lo
suyo (fuera lo que fuera) y que era la clase de escritor que nunca ganaría un
Nobel (alguien de aquella generación tantas veces llamada Granta lo ganaría,
porque esto es como cuando un equipo de fútbol gana todos los torneos a la vez,
algún jugador se llevará el Balón de oro, hay que decidir cuál; el elegido aquí
fue Ishiguro, hay mucho que comentar al respecto) y que acabaría mal
(literariamente).
No
sé por qué tenía yo ya aquellas dos sensaciones, pero se han ido cumpliendo.
Cada vez se le hace menos caso y, no nos engañemos, cada vez ha ido haciendo
libros más insustanciales, menos importantes, menos ambiciosos y menos
conseguidos. Leí que incluso tuvo problemas para que Anagrama (su editorial de siempre en España) publicara alguna de
sus últimas novelas. Amis, siempre lo digo, podría no volver a escribir nada
bueno, que aun así tendría un póker para enseñar al final de la jugada y
quedarse en un lugar muy alto entre los escritores de su generación. No hay
tantos (hay muy pocos) autores vivos que puedan competir con una jugada
compuesta por Dinero, Campos de Londres, La información y Experiencia.
Pasaron
esos quince años (sean más reales o más simbólicos) y vi que había prestado (y
perdido, no siempre es así, pero aquí sí) La
información, y ahora es un libro bastante difícil de encontrar y que no
tenía Experiencia (nunca lo había
tenido, lo leí en la biblioteca y había releído pasajes de esa misma copia de
la biblioteca; hay libros en los catálogos que deberían venir a nuestro
nombre). Conseguí Experiencia a un
precio de locura (no recuerdo exactamente si fueron 2 o 3 euros) en un
mercadillo de libros y me puse a releerlo. Y como decíamos en la anterior
entrada, qué más da si es autoficción, memoria, no – ficción o un ajuste de
cuentas con el olvido y un padre novelista. Es un librazo y como tal hay que
tratarlo, dejarlo que nos vapulee y manipule, disfrutarlo y decirle hasta la
próxima, aunque nunca se va del todo.
Mientras
lo releía, crecía en mí esa sensación que tenemos con algunos libros, ese miedo
a que se nos acabe lo bueno. Y vi que era el momento de aprovechar y hacerme
con Desde dentro, antes de que
desapareciera, y leerlo.
En
Desde dentro volvemos al terreno conocido de la memoria y la reflexión,
de la experiencia, otra vez. Aunque en esta ocasión los temas centrales son
otros. No hay tanta figura del padre (aunque sí la hay, pero son los padres
únicamente literarios, los elegidos, esos Bellow y Nabokov con los que siempre
le gusta relacionarse) ni tanto accidente como en aquel otro libro.
Desde dentro
tiene una estructura peculiar, en la que se nos invita a entrar como si se nos
fuera a explicar, desde el interior, cómo se construye una obra literaria. ¿De
ficción o de no – ficción? Otra vez quedará esa pregunta sin responder. Tampoco
va a salir uno de esta lectura habiendo aprendido nada que pueda aplicar a su
escritura. Pero habrá entrado en el taller de palabras de Martin Amis. Y hay
(lo reconocerá cualquiera, aunque sus libros no le entusiasmen, ni los pasados
ni los futuros) pocos autores que le saquen tanto brillo a las palabras como
él. Un buen amigo, que leyó La
información (y no fue quien se quedó con mi ejemplar) me dijo que era
difícil encontrar esa calidad de prosa en demasiados autores. Estoy de acuerdo.
Por
su taller pasan sus obsesiones, sus amigos (aparece especialmente Christopher
Hitchens, el amigo raro, el amigo perdido, el autor de otra maravilla de la
ficción como son sus memorias, Hitch – 22),
sus maestros, sus lecturas.
Sus
amores y desamores. El sexo como fuerza motriz de la vida. El miedo a la muerte
(literal y literaria). El deseo. Las peleas. Los hijos y la relación cambiante
con esos seres que van creciendo y llegan a la edad de cuestionarnos.
Estamos
ante un libro que es la vida, que es una vida pero tiende puentes hacia la de
casi cualquiera de sus lectores. Un libro que también es como una casa enorme y
acogedora, llena de recovecos donde tumbarse a reflexionar, de ventanas desde
las que mirar hacia fuera. También una casa que a veces nos quiere echar fuera,
que nos duele.
Un
libro que vale mucho la pena abrir, para caerse en su interior. Y que
recomiendo que, quien pueda, lea en tándem con Experiencia, para doblar la apuesta y ver que la vida cambia tanto
en veinte años como apenas cambia en veinte años. ¿Contradictorio? Claro. Pero
también muy real.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr.
E
Repasando mi lista de libros leídos veo que tengo varios de Martin Amis (Campos de Londres, Perro callejero, Tren nocturno, Dinero, y El libro de Rachel) y uno de Kingsley Amis, su padre, (La suerte de Jim). Y así como Ian McEwan, Julian Barnes o Kazuo Ishiguro me han dejado ideas y recuerdos con sus novelas (sobre todo Ian McEwan), Amis no me ha dejado excesiva memoria. No sé bien por qué.
ResponderEliminarBuscaré estos libros que dices.
Un beso.