De
las fiestas del consumo en las que participo, que supongo que son más
de las que quiero reconocer, una a la que acudo con gusto es al Día
del Libro. Me gusta ir a presentaciones, a lecturas, a mesas
redondas, o simplemente a espiar a otros lectores y a ojear libros, y
siempre compro alguno, para mí y para regalar. Igual que cuando uno
va al supermercado es recomendable hacerlo sin hambre y con una lista
de la compra lo más completa posible, para evitar desvaríos,
también me gusta ir a aprovechar el habitual 10% de descuento de
estas fechas con una lista cerrada de posibles compras.
No
me haré con todos esos libros, claro, porque la economía da para lo
justo. ¿Qué libros ojearé, cuáles pescaré, cuáles acabarán en
mis estanterías y me harán compañía este próximo verano? Eso lo
dejaremos un poco al azar del fin de semana, a ese posible párrafo
que me atrape en el momento justo de la cata literaria. He revisado
el archivo del blog y veo que sigo sin haber leído algunos de los
libros que entonces me planteaba, y más aún, que algunos de ellos
vuelven a mi lista de la compra. También influye, me imagino, de
dónde voy en cuanto a libros entre manos, y a cuáles voy ya en un
plan de lecturas definido. Ando terminando Europa
central,
de William T. Vollmann, y sin acabar de lanzarme del todo a Los
reconocimientos,
de William Gaddis. Releo relatos que ya he leído mil veces y
complemento mis lecturas de ficción con el Curso
de Literatura Rusa
de Nabokov.
El
Día del Libro 2017 empieza con trampa, porque como este fin de
semana no estaré en casa, regalé y me regalé un par de libros con
un mes de antelación, con dedicatoria y firma falseadas. La
historia, hasta la personal, es un cuento, y los cuentos,
falsificación. El primer libro elegido fue Los
reconocimientos,
de William Gaddis, tras dudar entre esta novela y Su
pasatiempo favorito.
Los
reconocimientos
es una novela de la que debo confesar que he leído el prólogo unas
5 veces, y se lo he leído a algunos amigos lectores, y en cuyos
caminos me he adentrado hasta las 150 primeras páginas, una
experiencia que de momento es satisfactoria (muy satisfactoria).
El
otro regalo adelantado fue Tú
no eres como otras madres,
de Angelika Schrobsdorff. Normalmente confío muy poco en el criterio
lector ajeno, y salvo en el caso de 3 – 4 personas de toda
confianza como lectores, es muy raro que vaya a buscar una
recomendación de alguien. Prefiero llegar yo por mi cuenta a los
libros, rastreando autores, novedades a veces, curioseando en las
bibliotecas. Pero dos personas me recomendaron este libro con tal
fuerza y tal pasión que pensé que a veces hay que dejarse influir.
Esas personas me dijeron que nunca habían leído un libro así, tan
potente, tal personal, tan auténtico, tan (en el mejor de los
sentidos, espero) poco literario.
Estoy
saliendo muy satisfecho de Europa
central,
de William T. Vollmann. He visto que Pálido
fuego
ha editado hace poco su última novela (su última novela en España,
el libro es del 2000), La
familia real,
una epopeya apocalíptica en San Francisco, una novela total. Los
libros que he leído de Pálido
fuego
son bonitos, bien cuidados, bien trabajados, y acceder a un texto de
Vollmann, que escasean en España, y en una edición bien trabajada,
es una tentación. Aunque, por otro lado, dos novelones de Vollmann,
teniendo a Gaddis a la espera, y también La
broma infinita,
de Foster Wallace, puedan ser demasiado. Quizá el libro de relatos
Historias
del arcoíris,
también de la misma editorial, sea una solución intermedia.
En
los últimos años me han pillado un poco fuera de juego dos de las
grandes modas culturales (no digo moda como algo peyorativo,
simplemente constatando una popularidad que ha ido creciendo mucho en
ese tiempo). La de las series de televisión y la de las novelas
gráficas. Veo series de televisión, algunas, pero sigo prefiriendo
ir al cine. Y sobre todo no siento estar haciendo un acto cultural
supremo, como observo comentar, si una noche me siento a ver una
serie en Netflix.
La otra es la de las novelas gráficas. Siempre he leído algunos
cómics, y me parece que el cambio de nombre dominante, de cómic a
novela gráfica, esconde un cierto complejo. Como si leer cómics
fuera algo a esconder, y leer novelas gráficas algo mucho más
digno. Leo poco cómic al cabo del año, pero cuando lo leo suele
gustarme. Encuentro historias con las que aprendo, y que me permiten
acercamientos a realidades que no conozco de un modo más ligero que
mediante ensayos o biografías. Glenn Gould es uno de los pianistas
más conocidos del siglo XX, y uno de los más brillantes, y es un
músico al que escucho frecuentemente cuando trabajo frente al
ordenador, sus famosas grabaciones de las Variaciones
Goldberg,
pero no solamente. Este cómic, Una
vida a contratiempo,
intenta ser una biografía no – lineal del fascinante músico.
Quizá sea una buena lectura próximamente.
La
España vacía,
de Sergio del Molino:
Me gusta ver documentales y leer ensayos que me hagan pensar en
realidades que normalmente escapan a mi entorno de intereses
directos. ¿La España rural como tema fascinante? Todo lo que he
leído y oído sobre este libro es buenísimo, y llevo meses detrás
de conseguirlo en la biblioteca, pero siempre está prestado. Leo con
interés artículos de Sergio del Molino, y agradezco sus
intervenciones de este último año en el programa La
cultureta
de Onda
Cero,
cuyos podcasts sigo semanalmente. Me gusta cómo se explica y dónde
posa su mirada y su palabra, sus matices, y creo que su recorrido por
la España que se ha ido vaciando, otra de las Españas derrotadas de
las últimas décadas, puede ser un libro interesante para leer,
revisar y pensar.
Mondadori
acaba de sacar La
parte soñada,
la segunda parte de la trilogía que Rodrigo Fresán nos promete a
sus lectores. Fresán hablaba una vez en un artículo de que el
novelista, cuando se encierra a escribir, debe decir adiós a su
familia por un tiempo, porque va a desaparecer. El lector entregado a
su hipnótica prosa debe decirle algo así a los otros libros. Leí
La
parte inventada
cuando salió en 2014, y espero leer pronto este y leer en el futuro
La
parte recordada,
fin de su trilogía. Rodrigo Fresán ha ido creando desde principios
de los años 90 una obra personal, muy potente, que renuncia a la
trama en nombre de la forma, que vuelve una y otra vez a unos pocos
motivos básicos, como las variaciones musicales. Me planteo hacerme
con esta nueva novela aunque también pienso que quizá, cuando se
publique la tercera parte, Mondadori
decida hacer algún estuche especial, y prefiera acceder a él. Así
que quizá seguiré esperando a que esté libre en las bibliotecas
que frecuento.
Ya
hablaba el año pasado de esta edición en Acantilado de Simenon. Me
interesa Georges Simenon. He leído desde hace muchos años decenas
de sus novelas, de las de Maigret y de las que no están
protagonizadas por el famoso inspector. Simenon siempre es un
narrador eficaz y poco exhibicionista. Discreto, directo, sus
historias suelen funcionar y siempre meten el dedo en alguna llaga
relacionada con la hipocresía. Este libro, Pedigrí,
es el más personal de Simenon. Son unas memorias, por lo que he
leído sobre él, no protagonizadas directamente por él sino por un
niño y luego joven belga que fue niño y joven en tiempos parecidos
al propio autor, lo que ha hecho que siempre se considere que es el
material más autobiográfico que nunca escribió.
Sigo
pensando que merece la pena acercarse a los Cuentos
Completos
de algunos autores y tomar en perspectiva su escritura y su labor,
viendo constantes y evoluciones. En los últimos años he leído los
de J.G., Ballard, Gabriel García Márquez, Flannery O´Connor, I.B.
Singer, Bernard Malamud, Fogwill, Tobias Wolff, E.L. Doctorow, Robert
Louis Stevenson y Edgar Allan Poe, y no sé si me estoy olvidando de
alguno. Tengo algunas colecciones completas empezadas, como las de
Juan Carlos Onetti y Richard Matheson. Este año tengo apuntadas las
colecciones de Shirley Jackson y Cynthia Ozick. Hace años leí El
aliento del cielo,
recopilación de Carson McCullers que me encantó, y no sé si con
motivo de su centenario la habrán reeditado. También tengo en mente
los relatos completos de Vladimir Nabokov, que quizá sean mi primera
adquisición ya que están en bolsillo.
Hablaba
en las últimas semanas, dentro de las novelas de mi vida, del
Cuarteto
de Red Riding
de David Peace. Lo leí hace unos 4 años de la biblioteca, y son
libros con los que cuesta dar, y al ser cuatro obras juntas, quizá
el ahorro del Día del Libro haga que me lo plantee como compra cara
que es.
Tejidos
y novedades,
de Cristina Grande:
Me gustan los cuentos. A veces me gusta leer cuentos que se parezcan
a los que escribo, como si esos autores me dieran la razón, y otras
veces prefiero leer cuentos totalmente distintos, como quien va de
viaje a un país exótico. Mis propios cuentos derivan cada vez más
hacia los cuentos que se van hacia las 20 páginas. Me fascinan, por
incapacidad propia, los autores que en 2 – 3 páginas dibujan
relatos completos. Me repatean los microrelatos que no son más que
ocurrencias, por el contrario. Kafka o Etgar Keret son maestros en el
cuento realmente corto. De Cristina Grande solo he podido leer su
novela Naturaleza
infiel,
que me gustó mucho, y en los pocos relatos de la autora que he
podido leer (en antologías, en alguna revista, en webs) he detectado
esa chispa que algunos tienen y que hace que en 2 páginas quepa una
versión del mundo. Esta edición recopila sus dos primeros libros de
cuentos, Dirección
noche
y La
novia parapente,
que hace años busqué sin resultado por las librerías de Madrid.
Quizá ahora me los traiga a casa.
Puesto
que me gustan los cuentos, como ya he dicho, soy consciente de la
deuda que como autor y lector tengo con Las
mil y una noches,
recopilación oriental de la que han bebido y beben prácticamente
todos los relatos de la historia. Tengo en casa una selección de
cuentos de Las
mil y una noches
de Alianza, y una vieja edición más o menos completa, que heredé
de casa de mi abuelo. Demasiado frágil para que no me duela abrirla
por el riesgo a romperla, y con una traducción demasiado arcaica.
Quizá también sea el momento de ir buscando una edición completa
que ir leyendo, o de buscar una primera edición, bien escrita e
ilustrada, para niños, para el que fui y fue conociendo los cuentos,
y para el pequeño que tengo en casa, para ir llenándole la cabeza
de pájaros.
Seguiremos
leyendo. Comprad con moderación y no olvidéis visitar las
bibliotecas.
Felices
lecturas
Sr.
E
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