Sobre la autoficción (aunque esto iba a ir sobre Experiencia, de Martin Amis)
Hablamos mucho, hablamos demasiado, de autoficción. Y no sé si todos pensamos en la misma clase de libros cuando hablamos de autoficción.
Entiendo
que, como su nombre indica, la autoficción no debería renunciar a esa condición
primera de ficción, y que desde ella, o hacia ella, construiría relatos del yo.
Una autoficción, en ese sentido, serían muchas de las novelas de Philip Roth. O
lo serían una mayoría de los relatos de Bolaño. O la última novela de Sally
Rooney (Dónde estás, mundo bello), por ir a autoras más recientes, y por comentar otro libro que también
he leído recientemente.
Autoficción
sería también, si a eso vamos, El resplandor, de Stephen King, pues no es más
que la novela que un autor en un momento de crisis empieza a imaginar. ¿De qué
sería capaz por terminar este libro que me saque de aquí? Mucha ficción parte
de la experiencia o los miedos o las preguntas que el autor se hace. Se va
tirando del hilo de preguntas como ¿qué pasaría si…? y se acaba llegando a
donde la literatura nos lleve. No vamos a decir que toda ficción es una forma
de autoficción, pero tampoco me quedaría yo lejos de una postura que defendiera
que las obras de Kafka o Solenoide,
de Mircea Cartarescu, son formas de autoficción.
Decía,
y no quiero desviarme más, que me da la sensación de que hace ya demasiado
tiempo que llamamos autoficción a otra clase de libros. A aquellos que
pretenden contarnos algo que les sucedió a sus autores tal y como estos
recuerdan que les pasó. Donde hay memoria hay literatura, y la mirada del autor
puede hacer que en esas páginas los rastreadores de hechos reales encuentren
incoherencias o datos poco claros, o que los personajes secundarios del libro,
esos que conviven con el autor o autora, digan que algo de lo relatado no fue
así para nada.
La hora violeta, de Sergio del Molino (hace ya mucho que hablamos de ese libro aquí,
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2017/12/la-hora-violeta-de-sergio-del-molino.html)
es literatura, no tengo duda, y gran literatura, si alguien quiere mi
opinión, pero no es (por desgracia para quienes lo vivieron) autoficción. Diría
lo mismo de aquella saga del agotamiento del yo de Karl Ove Knausgard, aunque
solo leí un libro. A ese le faltaban incluso hechuras de gran literatura, pero
esa solo fue mi opinión, ya sabemos que mucha gente lo vio como una obra maestra.
A
donde quería llegar, pero ya no sé si llegaré, es que decimos autoficción
cuando en ocasiones queremos decir no – ficción, o memoria, y no sé por qué
sigue pareciendo necesaria la aparición de la palabra ficción, como si eso
legitimara aún, aunque realmente hace dos décadas que la legitimidad parece
haber cambiado de libros y que ahora lo importante es asegurar que algo fue
así, es real, está lleno de vida, con sus heridas y sus crisis, con sus euforias
y risas.
Quizá
el problema sea sentirnos obligados a etiquetarlo todo. O que las editoriales
se sientan obligadas a venderlo todo con su denominación de origen bien clara,
para que nadie se confunda ni ofenda.
Quizá
deberíamos leer más y etiquetar menos, y juzgar si un libro funciona o no, nos
arrastra y nos emociona, es capaz de trascender, independientemente de qué
nombre se le pueda poner.
Porque
además todo esto venía porque releí hace un par de meses Experiencia, de Martin
Amis, y después me fui a por Desde dentro, que es (muy relativamente) una especie
de continuación de aquel, y son libros que no sabría cómo definir, que el mundo
editorial no sabe muy bien cómo definir y qué más da, si lo que hay que hacer
es zambullirse en ellos, calarse hasta los huesos con sus frases. Pero esto ya
quedará para la siguiente entrada del blog, porque como me temía, me excedí en
la introducción.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr.
E
Estoy totalmente de acuerdo contigo. se ha puesto de moda eso de la autoficción y cuando se lee una novela así etiquetada una se ve tratando de descubrir qué partes de la misma son reales y cuáles, ficticias. Yo ya hace tiempo que decidí pasar del tema. Leo una novela y la disfruto si es buena y la critico o incluso la abandono si no me gusta, pero no me preocupa lo que haya de cierto en ella o de incierto. Creo que ese asunto tan sólo sirve para satisfacer el morbo del lector y el talante cotilla que casi todos llevamos dentro.
ResponderEliminarAún no he leído La hora violeta y eso que lleva entre mis pendientes desde hace mucho tiempo. Gracias por el recuerdo.
Bienvenida, Rosa.
ResponderEliminarAl final, como dices, hay novelas que funcionan y nos convencen y otras que no.
La hora violeta es un libro estupendo. Entiendo que haya lectores a quienes eche por la dureza de su tema, pero si entras es un libro que se queda en ti.