Mis cuentos pendientes de 2016: Una lista de 10 lecturas con bonus
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En 2016 he anotado 97 libros leídos en mi
registro. Esos son libros leídos completos y apuntados, pero sé que hay algunos
más que no he apuntado, porque hay semanas que lo voy dejando pasar y cuando
las semanas se convierten en meses la memoria ya ha hecho una cierta labor de
erosión y no llega a todo. Generalmente esos libros no habrán sido obras
maestras, pues los he eliminado de mi memoria en escasos días, así que tampoco
lloraremos por su pérdida.
97 libros completos y apuntes de comienzo de
lectura de otras dos decenas. Libros que empezaron bien y se cayeron. Libros
que no me interesaron al principio pero a los que decidí dar otras cincuenta
páginas de oportunidad y acabaron igualmente en divorcio. Nunca he sido de esos
que dicen: “termino cualquier libro que empiezo”. Me parece una frase absurda.
Con todo lo que hay para leer, ¿por qué elegir algo que no nos esté llenando, o
al menos entreteniendo? Algunos de esos primeros escarceos nos dejan en el
contestador de la mente el mensaje de que se trata de libros a los que habrá
que acercarse en un momento más óptimo por los motivos que sea. Pero otros ya
nos han dejado suficientemente claro que 80 páginas fueron demasiadas. No
daremos nombres. Yo también leo libros malos y hasta muy malos. No los termino
pero leo demasiado de ellos como para saber que son malos. Pero igual que a mis
amigos no les recomiendo los libros horribles con los que me cruzo, sino los
que me interesan, trato de comentar solo los que me han gustado. Es divertido
tirar por tierra el trabajo de otros, pero salvo que considere que está hecho
con la intención de tomarnos el pelo a los lectores, prefiero no hacerlo.
Me centraré en esos 97 libros. El objetivo de
toda lista ridícula de lecturas del año es dejar un top ten. Pasar de 97 a 10. Me sobran 87 libros que en general me
habrán gustado. La memoria funciona y dicta sus propias preferencias. Hay
libros sobre los que en su momento no anoté ninguna maravilla pero que han
seguido activados en mi cabeza y supongo que ahora están por delante de otros
que me hicieron pasar un rato de lectura a primera vista apasionante pero que
ahora, con la perspectiva de los meses, se ha quedado bastante aplanado.
Supongo que por cuestiones de la edad y la
vida, empiezo a plantearme a qué autores a los que aún no he leído acercarme, o
si centrarme mejor en completar las obras que me faltan de los que sí sé que
siempre me dicen algo. No sé si ir por fin a por ese clásico postergado. O
releer algunas obras. Veo que me lanzo con menos ganas sobre las novedades. A
eso también ha ayudado que las bibliotecas son cada vez menos receptoras de
novedades. En cualquier caso, cuando una novela sale, salvo que sea de un autor
del que sé que seguro voy a querer leerla, dejo pasar 2 o 3 o 6 meses después
de las alabanzas iniciales antes de buscarla. La experiencia ayuda a filtrar
las operaciones de lanzamiento de los libros interesantes, y la verdad es que los
propagandistas también lo ponen fácil.
Hay, en cualquier caso, 30 autores anotados a
los que he leído por primera vez. Algunos me han interesado lo suficiente como
para plantearme leer sus siguientes libros (Marta Caparrós, Lara Moreno), otros
me han entusiasmado y formarán parte de mi dieta habitual en los próximos años
(Cartarescu, Rita Indiana), otros han sido convenientemente olvidados.
He leído más ensayo o más libros misceláneos y
he leído menos narrativa. He leído los Cuentos completos de algunos autores y
creo que esa será una costumbre que iré tratando de mantener. Zambullirme en
los Cuentos completos de 2 o 3 autores al año. Ya he explicado alguna vez que me
parece que esa clase de lectura te da una visión panorámica de una vida en el
escritorio, te permite apuntar temas y motivos que se repiten, trazar caminos
en la evolución de la escritura y los temas de alguien, ver cómo mejoró o
lamentar cómo perdió fuerza de manera evidente.
97 libros. He tenido pequeños desengaños, como
la nueva novela de DeLillo, Cero K,
que empezó gustándome mucho y me acabó pareciendo un libro bien escrito, quizá
una buena novela, pero desde luego un libro muy alejado del mejor DeLillo,
quizá el peor de los suyos que he leído junto con Cosmópolis. Me gustó bastante más, este mismo año, Fascinación, y tampoco me pareció una
maravilla.
Los autores de quienes más libros he leído este
año han sido Emmanuele Carrère y Georges Perec, de quienes he leído cuatro
obras. He leído tres libros de David Foster Wallace, de Don DeLillo, de Roberto
Bolaño, de Richard Ford, de George Simenon y de Isaac Bashevis Singer. He
descubierto a Elena Ferrante y a Rita Indiana y a otros autores que quizá no me
han impactado tanto pero a los que he apuntado en mi infinita lista mental de:
volveré a ellos. He leído primeras novelas de autores a los que conozco y ya he
leído, como Haruki Murakami, Roberto Bolaño, y siempre es interesante conocer
los primeros pasos de algunos escritores. He leído obras menores de Levrero y
me han parecido muy buenas. De los cuentos completos, o cuasi completos, he
disfrutado con los de Stevenson y Poe, de Malamud, Doctorow y Bashevis Singer. Ya
están por casa, esperando su turno, los de Juan Carlos Onetti y Brian W.
Aldiss. Quiero releer los relatos de Foster Wallace y de Raymond Carver, de
quien llevo años huyendo pero a quien este año un libro de Richard Ford, Flores entre las grietas, me despertó
las ganas de volver a leer. Además de este libro de Ford he leído bastantes
obras de autores que reflexionan sobre la labor creadora propia, o sobre la
labor creadora en general, o sobre el llamado mundillo literario y sus secretos
y miserias. He vuelto a leer algunas novelas de James Ellroy. Es la primera vez
desde que caí en las redes de la prosa de DeLillo que no lo elijo entre mis
mejores lecturas del año.
De colecciones de relatos concretas, no
recopilaciones ni antologías, destaco: Mala
letra, de Sara Mesa, Tuberías, de
Etgar Keret, Nocturnos de Kazuo
Ishiguro y Material sensible de Neil
Gaiman. Compré pero aún no he leído Estrómboli,
de Jon Bilbao, ni he terminado con los del libro Nostalgia, de Cartarescu, que me impresiona a la vez que me agota
cada vez que lo afronto. Se me han quedado fuera del momento de las reseñas, y
no sé muy bien por qué, libros que me han dicho bastante, como precisamente Mala
letra, de Sara Mesa o Nocturnos, de Kazuo Ishiguro, Ayer, de
camino, de Peter Handke o Ahora sabréis lo que es correr, de Dave
Eggers. O los Diarios de John Cheever, que he ido leyendo y releyendo a
tirones durante los dos últimos meses del año y han sido una de mis grandes
experiencias. He leído tan pocos clásicos como suelo, aunque uno de los libros
que más me ha gustado en todo el año ha sido de Dostoievski, uno de los pocos
autores fundamentales del XIX a los que realmente he prestado atención en mis
aventuras como lector. He pasado bastante por encima de la narrativa española
este 2016, y pese a ello uno de los libros que más me ha impresionado ha sido Todos
los miedos. Leyendo menos novela de género y menos narrativa clásica que
otros años, he llegado a novelas que me han dejado muy satisfecho como lector y
que seguiré recomendando.
Elegir 10 libros cuando se recuerdan de
distinta manera y con distinta intensidad por haberlos leídos en momentos muy
distintos del año me enfrenta a ciertos dilemas: ¿Por qué esos libros? ¿Elijo
los 10 que más me han gustado? ¿Los 10 que me parece que reúnen más méritos
literarios de un modo más o menos objetivo? ¿Los 10 que más vueltas me han
hecho darle a la cabeza? Al final ha sido una mezcla de las tres cuestiones,
siendo probablemente la prioritaria la capacidad que los libros hayan tenido
para obsesionarme durante su lectura y las veces que hayan vuelto a mi memoria
y a mi conversación en las semanas y meses siguientes a leerlos. Elegir 10
libros para un año es tan arbitrario y ridículo como la mayoría de filias y
fobias que podamos haber desarrollado. Tratar de ordenarlos es el mayor de los
fracasos, porque al día siguiente de publicar este post pensaré que el orden
real de mis preferencias es otro. Sabiéndolo, y advirtiéndolo, mis 10 libros
del año son:
1. Memorias
de la casa muerta, de Fiodor M. Dostoievski (Alba Editorial): Esta obra retrata, utilizando un narrador interpuesto, los años que
Dostoievski pasó en las cárceles siberianas, exiliado. El exilio sirve para que
los castigados se muestren tal y como son, con lo mejor y con lo peor que el
ser humano tiene. Dostoievski consigue que el lector entre en la mente y los
sufrimientos de sus personajes con detalles de vida que dibujan perfectamente
la desesperanza de saberse olvidado y los caminos por los que tratar de
combatirlo.
2. Diarios,
de John Cheever (Emecé): Los Diarios de John Cheever surgen de 29 cuadernos desordenados, sin
fechar, sin un objetivo mucho más allá que escribir la vida. En ese sentido, en
el de escribir la vida, con sus deseos incumplidos, con sus frustraciones, con
sus miedos y sus secretos, los Diarios
de John Cheever son otra de sus novelas, quizá superior a las aventuras y
desventuras de la familia Wapshot y al nivel de sus mejores relatos, de esos
que son considerados obras maestras del género. La vida que Cheever va
retratando está detrás de una mirada literaria, y nos lleva a ver un mundo
desolador pero bello.
3. Sombras
sobre el Hudson, de Isaac Bashevis Singer (Zeta Bolsillo): Esta fue una de las primeras novelas que leí en 2016, y creo que será
uno de esos libros que me acompañarán durante años. Sombras sobre el Hudson es una novela del siglo XIX escrita en la
década de los 50. Narrativa tradicional rusa mezclada con la tradición oral
judía para dar como resultado una novela absorbente, larga, compleja, llena de
subtramas, llena de vida.
4. Conversaciones
con David Foster Wallace, de Stephen J. Burns (Editor) (Pálido Fuego): Releí algunos relatos de Foster Wallace este año y me acerqué por
primera vez a Hablemos de langostas.
También vi la película que hicieron hace un par de años, The end of the tour, centrada en la figura de Foster Wallace como
insegura estrella del rock, como escritor superado por su popularidad y el
éxito de La broma infinita. Conversaciones con David Foster Wallace
ha hecho de nexo entre toda esa información, y me ha ayudado a ver dónde está
el verdadero Foster Wallace, si lo había, cuáles eran los temas que lo
preocupaban sinceramente o en qué aspectos se veía limitado. Un libro muy
interesante para sus seguidores, y en general muy recomendable para quien
quiera saber cómo crea un escritor de primera fila y cómo funciona una cabeza
compleja llena de interconexiones entre lo popular y lo filosófico.
5. Cuentos
reunidos, de Bernard Malamud (Austral): Los Cuentos reunidos de Bernard Malamud
podrían ser un buen objetivo de lectura para esa gente que casi no lee y que
lamenta su falta de tiempo, quizá porque no reconoce su falta de ganas. Dedicar
un año a leer una de sus historias a la semana merecería la pena. El mundo está
aquí. Al menos una de sus infinitas versiones. Los Cuentos reunidos de Bernard Malamud son 54 piezas, desde las muy
breves a las que prácticamente son nouvelles,
donde se repiten las desventuras de los perdedores de la clase obrera, los
sueños incumplidos de los que no quieren ver la realidad, la fantasía que ayuda
a superar los días.
6. Todos
los miedos, de Miguel Ángel González (Siruela): Todos los miedos es una novela dura,
porque nos asoma al abismo de lo que de verdad nos da miedo. ¿Tenemos más miedos
de los que podemos permitirnos? ¿Tememos por encima de nuestras posibilidades? Si
fuéramos a lo esencial, tenemos miedo, por encima de todo, a la idea de la
muerte y a que le hagan daño a nuestros seres queridos. Todos los miedos se compone de dos novelas cortas en apariencia
independientes que se suman y complementan. La primera de ellas, ¿Quién teme al lobo feroz?, nos lleva a
la violencia arbitraria contra una familia que no podrá recuperarse nunca. La
segunda, Lo que sé del olvido, nos
mete en la cabeza de un hombre desahuciado. El estilo está hecho de breves
pinceladas que nos van envolviendo entre el malestar y la crudeza sin perder la
intención estética.
7. Crónicas
del desamor, de Elena Ferrante (Lumen): Ferrante
es una de las escritoras de moda de los últimos años. En 2016 la polémica ha
vuelto al revelarse su supuesta identidad, pues ya sabíamos que Elena Ferrante
era un pseudónimo. Con desconfianza por si era un producto de moda llegué a
este volumen con sus primeras tres novelas, y encontré a una narradora potente,
que no tiene miedo a diseccionar a sus personajes, sus miedos, sus vergüenzas,
y a exponerlo todo con una fría belleza que perturba. Entusiasmado con este
volumen me lancé de inmediato a empezar la famosa tetralogía de Las dos amigas, aunque debo reconocer
que la aparqué después del primer volumen, quizá porque algunas cosas me
sonaban a usadas en las Crónicas del
desamor o quizá porque no hay que empacharse.
8. El
Reino, de Emmanuele Carrère (Anagrama): Como
comentaba, Carrère es el autor del que más libros he leído este año. Hasta
ahora había leído El adversario, que
me gustó pero tampoco me volvió loco de entusiasmos en un primer encuentro, y Limónov, que sí me enganchó y obsesionó.
Elijo El Reino pero podía haber
elegido Yo estoy vivo y vosotros estáis
muertos, su biografía de Philip K. Dick, un libro que también me absorbió
mucho. Me encantó la segunda lectura que hice de El adversario, pero esta lista se confecciona sobre primeras
lecturas, y cuando afronté De vidas
ajenas me di cuenta que los narradores de Carrère, observadores a la vez
que protagonistas y manipuladores, empezaban a cansarme. El Reino es un libro que no me dio lo que esperaba, una lección
sobre los trucos narrativos de los Evangelios, y a cambio me metió en un mundo,
el de la vida de San Pablo, que no me interesa demasiado. El Reino es un libro aburrido por momentos que sin embargo no podía
dejar de leer, y es un libro que ha vuelto muchas veces a mi memoria desde que
lo leí en junio. Por eso lo elijo. Y por esa capacidad de escribir sobre temas
que a priori sólo pueden tener interés para él, como la vida de un marginal
poeta ruso llamado Limónov o sus
experiencias con la fe, del descreimiento al cristianismo más humilde y vuelta
al descreimiento, seguiré leyendo a Carrère.
9.
Tuberías, de Etgar Keret (Siruela): Escribí sobre
este libro hace poco. Y subo la apuesta: Keret es el mejor escritor de relatos
del mundo, sin ninguna discusión posible. Etgar Keret retrata la realidad tan
particular de su país y su pueblo sin dejar de conseguir eso tan difícil que es
reflejar al conjunto de la humanidad. Una humanidad a la que describe, claro,
sin concesiones, ridiculizándola con piedad.
10. Diario
de un canalla y Burdeos 1972, de Mario Levrero (Mondadori): Encontrar a Levrero es una sensación agridulce. Llegué a La novela luminosa, que sin duda me
cambió como lector, y lo hice sabiendo que no habría nuevas obras de Levrero.
Tampoco parece, y casi se diría que por suerte, que vayan a estar llegando
inéditos por decenas, como en el caso de Bolaño. La editorial que lleva sus
libros en España, Mondadori, sí está
sacando algunos libros que no habían llegado a España, o casi no habían
llegado, y por suerte ha recuperado algunos de sus libros en ediciones de
bolsillo, que se habían agotado. Diario
de un canalla y Burdeos 1972 nos
lleva a los años 70 y a los años 80 y nos muestra a un Mario Levrero que como
siempre dudaba de su capacidad como autor y sobre todo de su constancia para
llevar a cabo cualquier trabajo intelectual. A Levrero le agobia la vida y aquí
tenemos los borradores, ya brillantes, de lo que aparecería 20 – 30 años
después en El discurso vacío y La novela luminosa. Mario Levrero es un
autor único, capaz de ver poesía en cualquier mínima esquina gris, y de hacerlo
sin que parezca que pretenda encontrar poesía, que se vuelve único cuanto más
se aleja de intentar producir ficción. Porque ve la extrañeza del mundo sin
buscarla. Espero que Mondadori sí se
anime de una vez a publicar la colección de cuentos de Levrero que cuentan que
lleva años preparada, prologada por Ignacio Echevarría, y no se sabe por qué,
parada.
Para rematar, un pequeño extra. El suplemento Babelia nos enseñó las votaciones de sus
críticos y después de los 10 mejores libros del año, nos enseñó sus libros
entre el 11 y el 20. Aquí sólo voto yo, y los libros que también he barajado
para incluir entre los mejores pero que finalmente no he incluido, sin más
orden que el cronológico de su lectura, han sido:
Del 11
al 20
Las
memorias de Maigret, de George Simenon (Clásicos del
siglo XX El País)
Nocturnos, de Kazuo Ishiguro (Anagrama)
El
pentateuco de Isaac, de Ángel Wagenstein (Libros del
Asteroide)
Cuentos
completos, de E. L. Doctorow (Malpaso)
Breve
historia de siete asesinatos, de Marlon James
(Malpaso)
Un amigo
de Kafka y otros relatos, de I. B. Singer (Cátedra)
Fariña, de Nacho Carretero (Libros del K.O.)
Papi y Nombres y animales, de Rita
Indiana (Periférica)
Hablemos
de langostas, de David Foster Wallace (Mondadori)
Carthage, de Joyce Carol Oates (DeBolsillo)
Hasta 2017, cuando seguiremos comentando
libros.
Felices lecturas
Sr. E
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