viernes, 30 de diciembre de 2016

Mis cuentos pendientes de 2016

Mis cuentos pendientes de 2016: Una lista de 10 lecturas con bonus track


En 2016 he anotado 97 libros leídos en mi registro. Esos son libros leídos completos y apuntados, pero sé que hay algunos más que no he apuntado, porque hay semanas que lo voy dejando pasar y cuando las semanas se convierten en meses la memoria ya ha hecho una cierta labor de erosión y no llega a todo. Generalmente esos libros no habrán sido obras maestras, pues los he eliminado de mi memoria en escasos días, así que tampoco lloraremos por su pérdida.

97 libros completos y apuntes de comienzo de lectura de otras dos decenas. Libros que empezaron bien y se cayeron. Libros que no me interesaron al principio pero a los que decidí dar otras cincuenta páginas de oportunidad y acabaron igualmente en divorcio. Nunca he sido de esos que dicen: “termino cualquier libro que empiezo”. Me parece una frase absurda. Con todo lo que hay para leer, ¿por qué elegir algo que no nos esté llenando, o al menos entreteniendo? Algunos de esos primeros escarceos nos dejan en el contestador de la mente el mensaje de que se trata de libros a los que habrá que acercarse en un momento más óptimo por los motivos que sea. Pero otros ya nos han dejado suficientemente claro que 80 páginas fueron demasiadas. No daremos nombres. Yo también leo libros malos y hasta muy malos. No los termino pero leo demasiado de ellos como para saber que son malos. Pero igual que a mis amigos no les recomiendo los libros horribles con los que me cruzo, sino los que me interesan, trato de comentar solo los que me han gustado. Es divertido tirar por tierra el trabajo de otros, pero salvo que considere que está hecho con la intención de tomarnos el pelo a los lectores, prefiero no hacerlo.

Me centraré en esos 97 libros. El objetivo de toda lista ridícula de lecturas del año es dejar un top ten. Pasar de 97 a 10. Me sobran 87 libros que en general me habrán gustado. La memoria funciona y dicta sus propias preferencias. Hay libros sobre los que en su momento no anoté ninguna maravilla pero que han seguido activados en mi cabeza y supongo que ahora están por delante de otros que me hicieron pasar un rato de lectura a primera vista apasionante pero que ahora, con la perspectiva de los meses, se ha quedado bastante aplanado.

Supongo que por cuestiones de la edad y la vida, empiezo a plantearme a qué autores a los que aún no he leído acercarme, o si centrarme mejor en completar las obras que me faltan de los que sí sé que siempre me dicen algo. No sé si ir por fin a por ese clásico postergado. O releer algunas obras. Veo que me lanzo con menos ganas sobre las novedades. A eso también ha ayudado que las bibliotecas son cada vez menos receptoras de novedades. En cualquier caso, cuando una novela sale, salvo que sea de un autor del que sé que seguro voy a querer leerla, dejo pasar 2 o 3 o 6 meses después de las alabanzas iniciales antes de buscarla. La experiencia ayuda a filtrar las operaciones de lanzamiento de los libros interesantes, y la verdad es que los propagandistas también lo ponen fácil.

Hay, en cualquier caso, 30 autores anotados a los que he leído por primera vez. Algunos me han interesado lo suficiente como para plantearme leer sus siguientes libros (Marta Caparrós, Lara Moreno), otros me han entusiasmado y formarán parte de mi dieta habitual en los próximos años (Cartarescu, Rita Indiana), otros han sido convenientemente olvidados.

He leído más ensayo o más libros misceláneos y he leído menos narrativa. He leído los Cuentos completos de algunos autores y creo que esa será una costumbre que iré tratando de mantener. Zambullirme en los Cuentos completos de 2 o 3 autores al año. Ya he explicado alguna vez que me parece que esa clase de lectura te da una visión panorámica de una vida en el escritorio, te permite apuntar temas y motivos que se repiten, trazar caminos en la evolución de la escritura y los temas de alguien, ver cómo mejoró o lamentar cómo perdió fuerza de manera evidente.

97 libros. He tenido pequeños desengaños, como la nueva novela de DeLillo, Cero K, que empezó gustándome mucho y me acabó pareciendo un libro bien escrito, quizá una buena novela, pero desde luego un libro muy alejado del mejor DeLillo, quizá el peor de los suyos que he leído junto con Cosmópolis. Me gustó bastante más, este mismo año, Fascinación, y tampoco me pareció una maravilla.

Los autores de quienes más libros he leído este año han sido Emmanuele Carrère y Georges Perec, de quienes he leído cuatro obras. He leído tres libros de David Foster Wallace, de Don DeLillo, de Roberto Bolaño, de Richard Ford, de George Simenon y de Isaac Bashevis Singer. He descubierto a Elena Ferrante y a Rita Indiana y a otros autores que quizá no me han impactado tanto pero a los que he apuntado en mi infinita lista mental de: volveré a ellos. He leído primeras novelas de autores a los que conozco y ya he leído, como Haruki Murakami, Roberto Bolaño, y siempre es interesante conocer los primeros pasos de algunos escritores. He leído obras menores de Levrero y me han parecido muy buenas. De los cuentos completos, o cuasi completos, he disfrutado con los de Stevenson y Poe, de Malamud, Doctorow y Bashevis Singer. Ya están por casa, esperando su turno, los de Juan Carlos Onetti y Brian W. Aldiss. Quiero releer los relatos de Foster Wallace y de Raymond Carver, de quien llevo años huyendo pero a quien este año un libro de Richard Ford, Flores entre las grietas, me despertó las ganas de volver a leer. Además de este libro de Ford he leído bastantes obras de autores que reflexionan sobre la labor creadora propia, o sobre la labor creadora en general, o sobre el llamado mundillo literario y sus secretos y miserias. He vuelto a leer algunas novelas de James Ellroy. Es la primera vez desde que caí en las redes de la prosa de DeLillo que no lo elijo entre mis mejores lecturas del año.

De colecciones de relatos concretas, no recopilaciones ni antologías, destaco: Mala letra, de Sara Mesa, Tuberías, de Etgar Keret, Nocturnos de Kazuo Ishiguro y Material sensible de Neil Gaiman. Compré pero aún no he leído Estrómboli, de Jon Bilbao, ni he terminado con los del libro Nostalgia, de Cartarescu, que me impresiona a la vez que me agota cada vez que lo afronto. Se me han quedado fuera del momento de las reseñas, y no sé muy bien por qué, libros que me han dicho bastante, como precisamente Mala letra, de Sara Mesa o Nocturnos, de Kazuo Ishiguro, Ayer, de camino, de Peter Handke o Ahora sabréis lo que es correr, de Dave Eggers. O los Diarios de John Cheever, que he ido leyendo y releyendo a tirones durante los dos últimos meses del año y han sido una de mis grandes experiencias. He leído tan pocos clásicos como suelo, aunque uno de los libros que más me ha gustado en todo el año ha sido de Dostoievski, uno de los pocos autores fundamentales del XIX a los que realmente he prestado atención en mis aventuras como lector. He pasado bastante por encima de la narrativa española este 2016, y pese a ello uno de los libros que más me ha impresionado ha sido Todos los miedos. Leyendo menos novela de género y menos narrativa clásica que otros años, he llegado a novelas que me han dejado muy satisfecho como lector y que seguiré recomendando.

Elegir 10 libros cuando se recuerdan de distinta manera y con distinta intensidad por haberlos leídos en momentos muy distintos del año me enfrenta a ciertos dilemas: ¿Por qué esos libros? ¿Elijo los 10 que más me han gustado? ¿Los 10 que me parece que reúnen más méritos literarios de un modo más o menos objetivo? ¿Los 10 que más vueltas me han hecho darle a la cabeza? Al final ha sido una mezcla de las tres cuestiones, siendo probablemente la prioritaria la capacidad que los libros hayan tenido para obsesionarme durante su lectura y las veces que hayan vuelto a mi memoria y a mi conversación en las semanas y meses siguientes a leerlos. Elegir 10 libros para un año es tan arbitrario y ridículo como la mayoría de filias y fobias que podamos haber desarrollado. Tratar de ordenarlos es el mayor de los fracasos, porque al día siguiente de publicar este post pensaré que el orden real de mis preferencias es otro. Sabiéndolo, y advirtiéndolo, mis 10 libros del año son:

1. Memorias de la casa muerta, de Fiodor M. Dostoievski (Alba Editorial): Esta obra retrata, utilizando un narrador interpuesto, los años que Dostoievski pasó en las cárceles siberianas, exiliado. El exilio sirve para que los castigados se muestren tal y como son, con lo mejor y con lo peor que el ser humano tiene. Dostoievski consigue que el lector entre en la mente y los sufrimientos de sus personajes con detalles de vida que dibujan perfectamente la desesperanza de saberse olvidado y los caminos por los que tratar de combatirlo.



2. Diarios, de John Cheever (Emecé): Los Diarios de John Cheever surgen de 29 cuadernos desordenados, sin fechar, sin un objetivo mucho más allá que escribir la vida. En ese sentido, en el de escribir la vida, con sus deseos incumplidos, con sus frustraciones, con sus miedos y sus secretos, los Diarios de John Cheever son otra de sus novelas, quizá superior a las aventuras y desventuras de la familia Wapshot y al nivel de sus mejores relatos, de esos que son considerados obras maestras del género. La vida que Cheever va retratando está detrás de una mirada literaria, y nos lleva a ver un mundo desolador pero bello.



 3. Sombras sobre el Hudson, de Isaac Bashevis Singer (Zeta Bolsillo): Esta fue una de las primeras novelas que leí en 2016, y creo que será uno de esos libros que me acompañarán durante años. Sombras sobre el Hudson es una novela del siglo XIX escrita en la década de los 50. Narrativa tradicional rusa mezclada con la tradición oral judía para dar como resultado una novela absorbente, larga, compleja, llena de subtramas, llena de vida.




4. Conversaciones con David Foster Wallace, de Stephen J. Burns (Editor) (Pálido Fuego): Releí algunos relatos de Foster Wallace este año y me acerqué por primera vez a Hablemos de langostas. También vi la película que hicieron hace un par de años, The end of the tour, centrada en la figura de Foster Wallace como insegura estrella del rock, como escritor superado por su popularidad y el éxito de La broma infinita. Conversaciones con David Foster Wallace ha hecho de nexo entre toda esa información, y me ha ayudado a ver dónde está el verdadero Foster Wallace, si lo había, cuáles eran los temas que lo preocupaban sinceramente o en qué aspectos se veía limitado. Un libro muy interesante para sus seguidores, y en general muy recomendable para quien quiera saber cómo crea un escritor de primera fila y cómo funciona una cabeza compleja llena de interconexiones entre lo popular y lo filosófico.


5. Cuentos reunidos, de Bernard Malamud (Austral): Los Cuentos reunidos de Bernard Malamud podrían ser un buen objetivo de lectura para esa gente que casi no lee y que lamenta su falta de tiempo, quizá porque no reconoce su falta de ganas. Dedicar un año a leer una de sus historias a la semana merecería la pena. El mundo está aquí. Al menos una de sus infinitas versiones. Los Cuentos reunidos de Bernard Malamud son 54 piezas, desde las muy breves a las que prácticamente son nouvelles, donde se repiten las desventuras de los perdedores de la clase obrera, los sueños incumplidos de los que no quieren ver la realidad, la fantasía que ayuda a superar los días.


6. Todos los miedos, de Miguel Ángel González (Siruela): Todos los miedos es una novela dura, porque nos asoma al abismo de lo que de verdad nos da miedo. ¿Tenemos más miedos de los que podemos permitirnos? ¿Tememos por encima de nuestras posibilidades? Si fuéramos a lo esencial, tenemos miedo, por encima de todo, a la idea de la muerte y a que le hagan daño a nuestros seres queridos. Todos los miedos se compone de dos novelas cortas en apariencia independientes que se suman y complementan. La primera de ellas, ¿Quién teme al lobo feroz?, nos lleva a la violencia arbitraria contra una familia que no podrá recuperarse nunca. La segunda, Lo que sé del olvido, nos mete en la cabeza de un hombre desahuciado. El estilo está hecho de breves pinceladas que nos van envolviendo entre el malestar y la crudeza sin perder la intención estética.


7. Crónicas del desamor, de Elena Ferrante (Lumen): Ferrante es una de las escritoras de moda de los últimos años. En 2016 la polémica ha vuelto al revelarse su supuesta identidad, pues ya sabíamos que Elena Ferrante era un pseudónimo. Con desconfianza por si era un producto de moda llegué a este volumen con sus primeras tres novelas, y encontré a una narradora potente, que no tiene miedo a diseccionar a sus personajes, sus miedos, sus vergüenzas, y a exponerlo todo con una fría belleza que perturba. Entusiasmado con este volumen me lancé de inmediato a empezar la famosa tetralogía de Las dos amigas, aunque debo reconocer que la aparqué después del primer volumen, quizá porque algunas cosas me sonaban a usadas en las Crónicas del desamor o quizá porque no hay que empacharse.


 8. El Reino, de Emmanuele Carrère (Anagrama): Como comentaba, Carrère es el autor del que más libros he leído este año. Hasta ahora había leído El adversario, que me gustó pero tampoco me volvió loco de entusiasmos en un primer encuentro, y Limónov, que sí me enganchó y obsesionó. Elijo El Reino pero podía haber elegido Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, su biografía de Philip K. Dick, un libro que también me absorbió mucho. Me encantó la segunda lectura que hice de El adversario, pero esta lista se confecciona sobre primeras lecturas, y cuando afronté De vidas ajenas me di cuenta que los narradores de Carrère, observadores a la vez que protagonistas y manipuladores, empezaban a cansarme. El Reino es un libro que no me dio lo que esperaba, una lección sobre los trucos narrativos de los Evangelios, y a cambio me metió en un mundo, el de la vida de San Pablo, que no me interesa demasiado. El Reino es un libro aburrido por momentos que sin embargo no podía dejar de leer, y es un libro que ha vuelto muchas veces a mi memoria desde que lo leí en junio. Por eso lo elijo. Y por esa capacidad de escribir sobre temas que a priori sólo pueden tener interés para él, como la vida de un marginal poeta ruso llamado Limónov o sus experiencias con la fe, del descreimiento al cristianismo más humilde y vuelta al descreimiento, seguiré leyendo a Carrère.


9. Tuberías, de Etgar Keret (Siruela): Escribí sobre este libro hace poco. Y subo la apuesta: Keret es el mejor escritor de relatos del mundo, sin ninguna discusión posible. Etgar Keret retrata la realidad tan particular de su país y su pueblo sin dejar de conseguir eso tan difícil que es reflejar al conjunto de la humanidad. Una humanidad a la que describe, claro, sin concesiones, ridiculizándola con piedad.






10. Diario de un canalla y Burdeos 1972, de Mario Levrero (Mondadori): Encontrar a Levrero es una sensación agridulce. Llegué a La novela luminosa, que sin duda me cambió como lector, y lo hice sabiendo que no habría nuevas obras de Levrero. Tampoco parece, y casi se diría que por suerte, que vayan a estar llegando inéditos por decenas, como en el caso de Bolaño. La editorial que lleva sus libros en España, Mondadori, sí está sacando algunos libros que no habían llegado a España, o casi no habían llegado, y por suerte ha recuperado algunos de sus libros en ediciones de bolsillo, que se habían agotado. Diario de un canalla y Burdeos 1972 nos lleva a los años 70 y a los años 80 y nos muestra a un Mario Levrero que como siempre dudaba de su capacidad como autor y sobre todo de su constancia para llevar a cabo cualquier trabajo intelectual. A Levrero le agobia la vida y aquí tenemos los borradores, ya brillantes, de lo que aparecería 20 – 30 años después en El discurso vacío y La novela luminosa. Mario Levrero es un autor único, capaz de ver poesía en cualquier mínima esquina gris, y de hacerlo sin que parezca que pretenda encontrar poesía, que se vuelve único cuanto más se aleja de intentar producir ficción. Porque ve la extrañeza del mundo sin buscarla. Espero que Mondadori sí se anime de una vez a publicar la colección de cuentos de Levrero que cuentan que lleva años preparada, prologada por Ignacio Echevarría, y no se sabe por qué, parada.

Para rematar, un pequeño extra. El suplemento Babelia nos enseñó las votaciones de sus críticos y después de los 10 mejores libros del año, nos enseñó sus libros entre el 11 y el 20. Aquí sólo voto yo, y los libros que también he barajado para incluir entre los mejores pero que finalmente no he incluido, sin más orden que el cronológico de su lectura, han sido:
Del 11 al 20
Las memorias de Maigret, de George Simenon (Clásicos del siglo XX El País)
Nocturnos, de Kazuo Ishiguro (Anagrama)
El pentateuco de Isaac, de Ángel Wagenstein (Libros del Asteroide)
Cuentos completos, de E. L. Doctorow (Malpaso)
Breve historia de siete asesinatos, de Marlon James (Malpaso)
Un amigo de Kafka y otros relatos, de I. B. Singer (Cátedra)
Fariña, de Nacho Carretero (Libros del K.O.)
Papi y Nombres y animales, de Rita Indiana (Periférica)
Hablemos de langostas, de David Foster Wallace (Mondadori)
Carthage, de Joyce Carol Oates (DeBolsillo)

Hasta 2017, cuando seguiremos comentando libros.

Felices lecturas

Sr. E




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