Material sensible, de Neil
Gaiman (Salamandra)
Neil Gaiman da la sensación, toda la sensación,
de ser un tipo que se lo pasa genial escribiendo. Gaiman es uno de esos tipos
que ha hecho cierto lo de hacer de tu pasión tu trabajo para así disfrutar,
porque te dará la sensación de que nunca estás trabajando. Creo que Ray
Bradbury, que es un autor al que se
refiere varias veces en el prólogo de Material
sensible, era también de esos.
¿Qué es Material
sensible? Una colección de relatos, la última por el momento, de Neil
Gaiman. No soy alguien que haya leído todo lo que ha escrito Neil Gaiman, pero
sí soy alguien que ha disfrutado mucho de Los
hijos de Anansi y Buenos presagios
(escrita a medias con Terry Pratchett) y que admira la profundidad de American Gods. Había leído otra
colección de Gaiman, Objetos frágiles,
que combinaba relatos que me apasionaron y algunos de los cuales se han quedado
en mi selección mental y continuamente mutante de relatos que envidias y amas,
y otros que no eran más que fórmulas resueltas con más o menos gracia. En Material sensible pasa lo mismo. Hay
relatos francamente buenos mezclados con otros que funcionan sin más. Pero
tampoco despreciemos lo que funciona sin más. El mismo Gaiman habla en el
prólogo de la obra de que va a traicionar uno de los principios en los que más
firmemente cree respecto a las colecciones de relatos, que es que no deben ser
recopilaciones sin más, sin ton ni son, sino libros más o menos ordenados y más
o menos homogéneos. Gaiman ya nos avisa de que su libro no va a ser así y se
disculpa por ello. El prólogo es uno de esos prólogos que ya merecen la pena
como obra. En unas treinta páginas encontramos algunos estados de ánimo de
Gaiman como creador, de Gaiman como vendedor de su mercancía literaria, de
Gaiman como lector de otros autores y finalmente de Gaiman como relector,
revisor y editor de sus propios relatos.
¿Por qué Material
sensible? Gaiman habla de que son relatos que van a tocar la sensibilidad
de los lectores, y lo advierte, como esas películas y discos que advierten
sobre su contenido. Gaiman, por cierto, dice que excluyendo las advertencias
para que los niños no se acerquen a ciertos contenidos, deberían eliminarse los
avisos. Es verdad que eso invalidaría los prólogos como medio de llegar a una
colección de relatos, y hay colecciones en las que el prólogo enriquece mucho
el libro, como es el caso. Los relatos de Gaiman siempre son emotivos. En eso
se parece a Bradbury o a Stephen King. Por muy fantásticas que puedan ser sus
tramas y sus personajes, en realidad siempre está contando la historia de un
puñado de personajes que lo están pasando bien, empiezan a pasarlo mal y tienen
que salir de esa fase. Hay relatos en los que Gaiman se ahorra la primera fase
y los personajes lo pasan directamente mal desde el principio. Como él mismo
reconoce en el prólogo, en todos los relatos de la colección la historia
termina mal para al menos uno de los personajes. No esperábamos menos de la
vida.
Me declaro fan de Gaiman como me declaro fan de
Stephen King o fan de John Connolly. No creo que ninguno de los tres vaya a
cambiar la historia de la literatura, pero como tampoco ninguno de los tres lo
pretende, juzgarlos en esos términos es injusto. Teniendo en cuenta los libros
que muchas veces nos venden como entretenimiento, o peor aún, como grandes
obras literarias, no creo que estemos en condiciones de criticar a un Gaiman o
a un King así como así. Son, antes de nada, trabajadores serios e incansables.
Gente que sigue ilusionándose con cada nuevo libro que comienza. Gaiman
pretende escribir historias que emocionen a millones de personas. Y creo que
llega a un público enorme al que a ratos fascina, a ratos da miedo y a ratos
hace pensar. Neil Gaiman crea siempre un mundo propio en cada relato que
afronta. Es un narrador muy eficaz. Tiene muy buena mano para llevarnos a un
pasaje de la infancia, consigue generar recuerdos muy vívidos. Y tiene esa
capacidad no tantos escritores tienen de romper muy pronto el pacto con la
realidad introduciéndonos en un mundo ajeno que asumimos de inmediato como el
terreno de juego.
Gaiman también sabe jugar muy bien con los
elementos del mundo literario, y bien porque algunos de los relatos que
aparecen en la colección se los han encargado o bien por su naturaleza de fan,
saca muy buen partido a reinterpretar algunos mitos ya muy vistos (Diamantes y perlas: un cuento de hadas, La
joven durmiente y el huso, El oficio de bruja), o darle nuevas vidas a
personajes ajenos. En Objetos frágiles
tenía un relato en el que releía a Sherlock Holmes, y Material sensible tiene su propia ración de Holmes (El caso de la muerte y la miel).
Aprovecha cada oportunidad para rendir homenajes a escritores que le gustan (Un calendario de cuentos, El hombre que
olvidó a Ray Bradbury, Un laberinto lunar). Incluso reescribe parte de su
propia obra, recuperando el personaje de Sombra, protagonista de su novela American Gods, sin duda una gran novela,
que aparece en Black dog, el relato
más largo de la colección, y que parece un pasaje descartado del montaje final
de la novela. Neil Gaiman también se mete en el mundo del pop y recrea ideas de
su mujer, la artista Amanda Palmer, canciones de David Bowie (El retorno del delgado duque blanco) o
de la serie británica Doctor Who (Las
nada en punto). Acepta encargos de viajes (Jerusalén) o lee extrañas historias sobre monjes irlandeses del
siglo VI y las recrea (En Rehlig Odhráin).
Toda esa clase de cuentos están muy bien
escritos, son eficaces, entretenidos, pero aún hay más. Hay un Neil Gaiman que recrea
las angustias y las satisfacciones de la creación y que mira a la cara los
lugares comunes de la vida adulta y los desafía, que ve que el arte y la vida
se retan y cruzan con frecuencia. Ese es el Neil Gaiman que me parece que
alcanza, con esa manera de mirar a la vida más real, cotas más altas de magia.
Es el minoritario, hay que avisarlo. Pero produce algunos cuentos que sé que
seguiré recordando dentro de años, como Terminaciones
femeninas, Naranja, Mi última casera, Cómo montar una silla (que anuncia
efectivamente en el título de dónde viene y a dónde va la historia) y
especialmente Lo que pasa con Cassandra,
en el que nos habla de una novia que nunca tuvo pero que intentó que todos
creyeran que tenía cuando era adolescente, llamada Cassandra, que parece
materializarse cuando ya es un hombre adulto y a la que sus amigos y familiares
no paran de encontrarse.
Un libro muy recomendable. Uno de esos libros
para pasar unos días fuera de casa en vacaciones o para pequeños viajes en
cercanías o en metro. Una buena compañía que divierte y que comprendiendo que
como toda colección tiene altibajos, no baja del notable en ningún momento.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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