Carthage, de Joyce Carol Oates (DeBolsillo)
Las
hermanas Mayfield eran dos: Juliet, la guapa, y Cressida, la lista. Así podría
empezar un cuento de hadas cualquiera. Uno de esos cuentos que llamamos de
hadas pero que esconden en su interior oscuras realidades. Cuentos de hadas
negras. Cuentos peligrosos. Carthage,
el título de esta novela de Joyce Carol Oates, es el nombre de una pequeña
ciudad al norte el estado de Nueva York. Un sitio entre bosques en el que la
familia Mayfield es una de las principales familias de esa ciudad. Zeno, el
padre, ha sido alcalde, es un hombre importante. Vive con Arlette, su religiosa
mujer, y sus dos hijas, Juliet, la guapa, que estudió fuera pero volvió a la
ciudad para ser maestra en una escuela infantil, y Cressida, la lista, una
chica introvertida, con cuerpo de chico y afición por el dibujo, que ha
estudiado su primer curso en una universidad en la que tampoco ha encontrado su
lugar. La mayor, Juliet, está prometida con el cabo del ejército americano
Brett Kincaid. Pero el cabo Brett Kincaid vuelve destrozado física y
psíquicamente de su estancia en Irak, y después de meses de intentar
reconstruir la relación, Juliet decide romper el compromiso. Unas semanas
después, ven a su hermana, la del nombre extraño, la lista, Cressida, en un bar
con el cabo Kincaid y algunos de sus amigotes. Esa misma noche Cressida no
vuelve a casa y el cabo Kincaid es encontrado desorientado, magullado, con
manchas de sangre en su coche. No recuerda qué ha pasado exactamente. Zeno
Mayfield y su familia lo tienen claro desde el principio. Algunos agentes de la
policía también. Aparece un suéter de Cressida en la reserva. El mismo que
llevaba aquella noche. Por mucho que su madre y su abogado se resisten a ello,
y por mucho que la ciudad, Carthage, que es uno de esos organismos vivos que
miran y cuchichean, diga que era un héroe de guerra, Brett Kincaid al final se
rinde y confiesa que sí, que él mató a Cressida Mayfield, aunque no recuerda
por qué, y que la dejó en algún sitio que no recuerda cerca de donde han
aparecido los restos de su ropa. Fin del primer acto. 200 páginas de tensión,
de preguntarnos qué pasó exactamente, de querer saber qué nos están ocultando.
Y la respuesta.
Esa
respuesta no es para nada la respuesta final. Por no estropearle la novela a
quien quiera leerla, sólo diré que la novela no ha acabado así, y que sus tres
partes funcionan como tres actos que se complementan y contradicen. Unas 200
páginas cada uno. Cuando termina el primero ya hemos contenido la respiración
muchas veces. Y nos quedan las confusas explicaciones de unos y otros. Nos
queda saber cómo se reconstruye la vida después de una muerte así en la
familia. Nos falta incluso saber cómo reconstruye una mujer joven su vida
cuando es ella la que ha muerto. Tenemos que ver si hay arrepentimiento en
quien ha hecho algo así, aunque no lo recuerde con claridad. Tenemos que ver si
su familia puede perdonar. Tenemos que quedarnos impresionados viendo cómo el
ser humano es capaz de olvidar o fingir que olvida.
Es,
que recuerde, el cuarto libro de Joyce Carol Oates que leo, tres novelas y una
colección de relatos. En los últimos años he oído su nombre en las quinielas de
última hora de los Nobel. Me parecería una exageración pensando en que no lo
tienen Philip Roth o Don DeLillo. Carol Oates me parece una narradora muy
eficaz, con oficio, con dominio técnico, que estructura muy bien sus novelas.
En muchas de esas virtudes no está muy lejos de Stephen King u otros narradores
comerciales que hacen de su profesionalidad un valor. En cuanto a estilo, ideas
y ambición está por encima, pero creo que lejos de una verdadera primera línea.
Aunque es verdad que el enorme volumen de su producción hace mucho más
meritorio ese nivel de calidad.
Lo
mejor de Carthage, y de las novelas
de Joyce Carol Oates que he leído hasta ahora, es su buen manejo de la
estructura. Todo en la novela es atractivo para el lector, todo te incita a
querer sabiendo, la información se va distribuyendo de manera eficaz y sin caer
en trampas. La novela tiene una estructura en tres actos: Primer acto:
Desaparece Cressida y nos imaginamos qué pasó. Segundo acto: Nos enteramos de
qué pasó realmente con Cressida. Tercer acto: Fin de la historia.
¿Posibilidades de redención, de perdón?
La
historia es oscura y su fraseo es oscuro. A veces parece una serpiente que nos
susurra posibilidades al oído. El lenguaje es el necesario en cada punto, la
voz que narra es elástica y se mueve de dentro de la cabeza de los personajes a
un objetivismo descriptivo sin chirriar en ningún momento. Los personajes que
aparecen dando contexto, especialmente en la segunda parte del libro, esos
intelectuales izquierdistas y esos secretos de los que nadie habla, son por sí
mismo interesantes, y enriquecen el resultado final.
Quizá
no hay nada que destacar como lo peor de Carthage. La novela no es más
ambiciosa y no cruza la frontera entre una muy buena novela y un libro que
aspire a más porque la autora no lo pretende. Es una de esas novelas que se
disfrutan mucho mientras se leen y que quizá se desdibujan con demasiada
rapidez una vez terminada, seguramente porque es un artefacto bien dibujado
pero los personajes no alcanzan a dejarnos nada memorable. La única pega que le
pongo es el final, el perdón mutuo que no alcanzo a creerme. La insistencia de
la madre de Cressida por seguir en su fe y ver al cabo Brett Kincaid en la
cárcel y perdonarlo porque lo sigue considerando parte de su familia. ¿Es ese
el perdón cristiano? ¿Es una postura hipócrita decir como dice ella, que ahora
que no está, Cressida, donde quiera que esté (ella está pensando en el otro
mundo al decirlo) habrá entendido por fin que la querían? La familia Mayfield
representa muy bien las distintas opciones ante la tragedia. La hermana mayor,
Juliet, huye de Carthage, porque no lo soporta. Su ex – prometido ha matado, o
eso parece, a su hermana pequeña, y no puede convivir con esa idea en el
paisaje habitual, donde todo sucedió. Arlette, la madre, reza por todos, y
parece que lo hace por todos por igual. Zeno, el padre, no se rinde, resiste y
piensa que Cressida volverá. Los psicólogos tendrían mucho que decir sobre la
imposibilidad de cerrar el duelo cuando no hay un cadáver que enterrar.
Carthage, como personaje colectivo, sigue juzgándolos, y por eso el título más
adecuado de la novela ese ese, ni Cressida
ni Los Mayfield. La vida sigue o la
vida se termina pero los pueblos siguen murmurando.
Ha
sido una muy buena novela para cerrar el año. Es uno de esos libros
recomendables para vacaciones y chimenea.
Antes
de fin de año trataré de convertir mis lecturas de 2016 en una lista de 10
libros.
Felices
lecturas
Sr.
E
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