miércoles, 21 de diciembre de 2016

Los viernes en Enrico´s, de Don Carpenter

Los viernes en Enrico´s, de Don Carpenter (Sexto Piso)


Uno lee el título de la novela y podría pensar que la acción de la misma transcurre, esencialmente, en un lugar llamado Enrico´s, un sitio con un nombre que lo sitúa entre lo elegante y lo decadente, donde se bebe, se bebe mucho, y en el que se juntan ciertos escritores a hablar de ellos mismos, de lo que escriben, de lo que les publican, de lo que quieren escribir, de lo que son incapaces de rematar, de lo que no les publican. Y la verdad es que la descripción se parece bastante a lo que se encuentra en la novela salvo porque Enrico´s es un lugar en el que una de las protagonistas va a comer y beber de vez en cuando, normalmente los viernes, sin que se nos den demasiados detalles, y esto sólo ocurre al final de la novela.

Todos eran muy cosmopolitas. Jaime había llevado una vida muy protegida. Recordó horrorizada que su padre había perdido su empleo. Ya no era clase media. La habían arrojado a la calle, pero Charlie estaba allí para protegerla. pg. 37

Los viernes en Enrico´s es una novela brillante, y que eso quede dicho ya. Es una novela que merece la pena leer, y eso que parte de unas condiciones iniciales difíciles. Se trata de la novela en la que su autor, Don Carpenter, estaba trabajando a mediados de los noventa, cuando, con su salud muy minada, decidió suicidarse. La novela más o menos estaba, aunque es cierto que los dos últimos capítulos son más cortos y sobre todo menos profundos, que los cuatro anteriores, lo que lleva a pensar que estaban menos trabajados y menos revisados que los demás.

¿Era Don Carpenter un autor conocido? No demasiado, por lo que parece. En España apareció su novela Dura la lluvia que cae, un duro retrato carcelario, hace unos cuatro años, y ahora ésta. Dura la lluvia que cae parece ser un clásico de la literatura que retrata la delincuencia juvenil y la entrada y caída por el sistema judicial, que raramente busca reeducar y que normalmente es una puerta de entrada a lo peor que ese sistema tiene para ofrecer. Apunto la novela para leerla próximamente porque esta me ha parecido magnífica.

Y sin embargo, en lugar de ser un esquiador feliz, siempre estaba deprimido. Era una cualidad suya, ser infeliz sin ninguna razón. Tal vez por eso se consideraba escritor. pg. 73

Los viernes en Enrico´s tiene una peculiaridad, que ya se advierte en la portada, que es que ha sido terminada por Jonathan Lethem. Es rara la situación en la que un autor termina la obra de otro. Al final del libro, en un posfacio, Lethem habla de su descubrimiento de Carpenter a principios de los 90 y de cómo fue a buscar que lo reeditaran y entre él y George Pelecanos lograron que alguien se interesara y Dura la lluvia que cae llegara hasta una colección de clásicos y a Lethem lo invitaran a ordenar y terminar el material de Los viernes en Enrico´s. Lethem explica que esencialmente la novela estaba, y que él se limitó a uniformar ciertos aspectos sintácticos, a afinar alguna música, a quitar redundancias. En definitiva, la corrigió como si hubiera sido un libro propio ya terminado.

¿Quién fue Don Carpenter? Un narrador norteamericano que estuvo en la guerra de Corea, que estudió un máster en creación literaria y que publicó su primera novela, esa Dura la lluvia que cae, a mediados de los sesenta. Tuvo un éxito moderado y nunca llegó a superar ese moderado éxito, por lo que se ganó la vida en Hollywood, escribiendo y revisando guiones. Se movió entre escritores que tenían más éxito que él y siempre retrató a gente que lucha por salir adelante con su talento, llenos de inseguridades y dudas. El ambiente de Los viernes en Enrico´s está lleno de escritores que no sabemos si tienen realmente talento, no lo saben ni ellos, y en la novela también hay veteranos de la guerra, novelistas que no acaban de asentarse, guionistas, gente que entierra la cantidad de talento que tenga en alcohol, pequeños ladrones, personas que pasan por la cárcel.

No se puede enseñar escritura creativa – dijo llanamente –, y tampoco aprenderla. Supongo que tienes que nacer con ello. Lo que podemos hacer aquí, en esta clase, es escribir mucho, leer las cosas de los demás y tratar de ayudarnos. pg. 105

Los viernes en Enrico´s sigue la peripecia de dos personajes principales, Charlie Monel y Jaime Froward, quienes se conocen en uno de esos cursos de escritura creativa universitaria, se gustan y muy pronto se casan. Charlie es bastante mayor, pues es un veterano de la guerra de Corea que ha podido estudiar después de dejar el ejército. Los dos quieren ser escritores y pronto se centran en ello. Era una época en la que parecía que aún se podía ser escritor, como profesión quiero decir. Tienen una hija. Jaime consigue terminar una primera novela que llama la atención, Charlie no logra sacar adelante su gran proyecto, su Obra, su Novela, y se gana la vida, entre otras cosas, dando clases de escritura creativa. Siempre me ha llamado la atención cómo puede enseñar escritura creativa alguien que no es capaz de terminar su propia primera novela, pero bueno, ese es otro tema. Todo el mundo está esperando esa novela de Charlie Monel, pero él piensa que la que verdaderamente tiene talento es su mujer. Beben, beben mucho, pasan tiempo en los bares, allí conocen a muchos escritores, y hablan de escribir y de la vida literaria. Parece que la vida literaria sea bastante más importante que la escritura sin más. Pero parece que en realidad es así. Las referencias de Carpenter se acercan hasta la generación beat, aunque él, como autor, es más joven, y da la sensación de que Charlie Monel va un cuarto de hora tarde, y da la sensación de que a Don Carpenter le pasó algo parecido.

El sueño de Charlie, si lo examinaba con atención, era ser el rey del mundo. No bastaba con escribir y que lo publicaran. Si no, ¿por qué andaba jodiendo con Hollywood? Hollywood no tenía nada que ver con escribir bien. Al contrario, estaba aprendiendo a escribir peor. A convencer, a persuadir, a engañar la gente para que lo creyera.  pg. 340

La prosa de Don Carpenter me ha hecho pensar en esa buena prosa con sustancia que algunos autores americanos consiguen. En esa manera de escribir elegante, bien pensada, técnicamente muy sólida pero a la vez accesible, que Saul Bellow o John Cheever conseguían. Quizá ese era un problema de Don Carpenter, querer ser un beatnik y escribir en realidad con ese realismo lírico y algo derrotyado de autores que eran 15 o 20 años mayores que él. El mundo de Carpenter no es el descreído mundo de Roth ni el paranoide mundo de DeLillo y Pynchon, que son realmente sus coetáneos. Y no pasa nada, porque Richard Ford es un autor más joven que todos ellos y sus libros también recuerdan a Cheever, a Bellow, a Yates. Ahora que lo pienso, una novela cuyo tono está muy cercano a Los viernes en Enrico´s es Revolutionary Road, de Richard Yates. La diferencia, creo, está en que Ford pretende escribir como Cheever y como Yates y Carpenter, probablemente, no. 

Los viernes en Enrico´s es esencialmente una novela de amor, y como tal también de desencanto y desamor. De amor y desamor entre un hombre y una mujer y de amor y desencanto entre un autor y su obra. Aquí nos podemos acercar con cercanía a varios escritores que creen estar escribiendo una obra maestra y que cuando la terminan, o cuando la tienen casi terminada, dicen: no era esto exactamente lo que quería. La ciclotimia anímica que acompaña la creación afecta inevitablemente a la persona que crea y esos ritmos de subida y bajada se filtran en cualquiera de sus relaciones humanas, también la amistad y las de pareja, y las minan. Es una novela para leer despacio, paladeando su fraseo, sólido y que nos recuerda la música de jazz que sonaba de fondo en aquellos bares de la Costa Oeste, entre copas, mientras los escritores se decidían entre insistir en una vocación perdedora, la de la novela, o rendirse a Hollywood y hacerse guionistas y autores invisibles dentro de su gran maquinaria.

Se descubrió perdiendo la pista de por qué había elegido escribir sobre esa época y esa gente. No para mostrar lo maravilloso que había sido todo, sino para mostrar cómo habría visto lo maravilloso alguien que no formase parte de ello. Alguien que no hubiera estado invitado a las celebraciones ni a las fiestas, sino sólo a encuentros a hacer mamadas en coches o en las escaleras traseras del auditorio de Portland. pg. 372

Seguiremos buscando nuevas novelas en las que perdernos y más novelistas con oficio.

Felices lecturas


Sr. E

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