jueves, 28 de febrero de 2019

Trilogía de la guerra, de Agustín Fernández Mallo


Trilogía de la guerra, de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral) y una mirada un poco más allá del libro concreto sobre su autor y su obra.

He dejado transcurrir un tiempo prudencial (algo más de un año) para leer la novela con la que Fernández Mallo ganó el Premio Biblioteca Breve. Como cuando lo ganó Ricardo Menéndez Salmón, la sensación que tuve cuando se anunció el premio a Fernández Mallo fue que se arreglaban cuestiones internas de la editorial (un reconocimiento a Menéndez Salmón, que lleva editando en Seix Barral con éxito desde hace más de una década, un fichaje en el caso de Fernández Mallo) más que se buscara un libro original o novedoso que ofrecer a los lectores. Este año ha ganado la poeta Elvira Sastre y las sensaciones son otras, distintas y peores, y creo que no soy el único.

No voy a ser el tonto puro que grite de indignación por cómo se mueven y dan los premios literarios grandes y en editoriales grandes en España. Ya sabemos, a cierta edad, quiénes son los Reyes. El caso es que los Reyes le trajeron el Biblioteca Breve a Fernández Mallo, que llevaba bastante tiempo sin publicar material nuevo, y me lo apunté pero no sentí ninguna prisa por ir a buscarlo, hasta que me lo encontré sin buscarlo en la biblioteca en una de mis últimas visitas.

¿Me interesa la obra de Fernández Mallo? Sí, sin duda, me interesa. Me interesa más de lo que me gusta, completo la respuesta. Yo empezaba a escribir en aquel ya lejano 2006 en el que Fernández Mallo publicó el primer volumen de su Trilogía Nocilla en una pequeña editorial y bastantes focos cayeron sobre él. Creo que no se le había prestado tanta atención a un autor claramente literario al menos desde mediados de los 90, cuando Mañas y Loriga eran personajes bastante populares. Leí los libros de la Trilogía Nocilla (hay muchos autores que como Fernández Mallo piensan la narrativa en trilogías, aunque dejo dicho que no sé si esta Trilogía de la guerra no intentaba beneficiarse de la fama pasada repitiendo el esquema en el título, pues es justificable el título de trilogía hasta un cierto punto, hay guerras que se repiten en lo sustancial, como todas las guerras, y aquí los apuntes se centran en tres, pero sería casi más justificable no haberlo usado) y me resultaron interesantes. Sonaban frescos pero todas aquellas maravillas que se les encontraron fueron probablemente excesivas. No me parecía que Fernández Mallo estuviera inventando nada, y de hecho algunos de sus paisajes me recordaban precisamente a Ray Loriga.

Lo que vino después, las teorías y los movimientos suelen exceder la voluntad de alguien que al final ha escrito un libro y lo ha dejado al alcance del público, no creo que Fernández Mallo tenga demasiada culpa de todos los autores a los que se quiso montar en su mismo carro y aprovechar aquella moda. Llegó la editorial más grande, se completó la trilogía, tuvo aquel problema con María Kodama por el homenaje a Borges en el libro El hacedor (remake) y cuando leí Limbo pensé que quizá era su libro más equilibrado.

Porque los libros de Fernández Mallo pecan de no tener una estructura clara, lo cual no tiene por qué ser malo, pero en sus libros (en mis lecturas de sus libros) acaba llevando a que los textos acaben amontonándose, siendo más autónomos que partes de algo, y tampoco como partes acaban de tener la entidad suficiente. Cuando había leído los libros Nocilla los había empezado con gusto, y se me había ido quitando el entusiasmo con las páginas. O algo así.

En la Trilogía de la Guerra me encuentro con un Fernández Mallo más maduro (va por los cincuenta años, y eso debe pesar), más autoconsciente y que empieza contando una historia diseñada muy al modo de Enrique Vila – Matas. La autoficción de Fernández – Mallo me interesa poco pero va colando reflexiones interesantes sobre la verdad y sus reflejos, la vida, las redes sociales y el espacio viscoso entre la una y las otras. La historia se desvía por algunos meandros, algunos buenos, los menos casi brillantes, otros esperables y aburridos, y cuando el libro se parece más a un ensayo me parece más interesante. Las ideas son buenas, son originales en muchos casos, pero no están contadas con demasiado atractivo. Igual que mi primer contacto con Nocilla me recordó a mis primeros encuentros con Ray Loriga, este libro me ha hecho pensar en el Loriga de Rendición, otra novela ambiciosa, de guerra en muchos sentidos y también fallida en otros muchos. Y aquí voy a una cuestión interesante (a mi entender). Me parece que este libro tiene algo así como la esencia de lo que un libro de Fernández Mallo tiene o se espera que tenga. La iconografía, el mundo pop, las referencias científicas, incluso una tesis muy aguda. Pero está demasiado limado, tal vez para que fuera un libro premiable y tal vez con la esperanza de que ese libro premiado pudiera tener más público.

No sé si a ese nivel el libro ha funcionado, aunque he visto que ha aparecido recientemente la edición en bolsillo, y se ha reseñado muy positivamente. Pero lo he encontrado demasiado plano en su escritura, no he dado con el vuelo poético (con esas imágenes potentes, originales, con el uso del lenguaje creativo) que sí había en Nocilla. Quizá es una mejor novela que sus libros anteriores pero es un libro peor. No obstante creo que merece la pena leerlo, y aunque no he leído aún su ensayo Teoría general de la basura, creo que algunas de las ideas que se tocan aquí deben ser parecidas a las que aparecen en aquel, y son de lo mejor de este libro. Así que intentaré leer aquel y mientras tanto recomiendo leer este, aunque sea para decepcionarse. Porque será, como en mi caso, una decepción trabajada, un diálogo con un autor que al menos tiene algo interesante que decir y un modo propio de decirlo, lo cual ya es mucho visto como está el panorama de la narrativa literaria en España a estas alturas del siglo XXI.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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