Trilogía de
la guerra, de Agustín Fernández Mallo (Seix Barral) y una
mirada un poco más allá del libro concreto sobre su autor y su
obra.
He
dejado transcurrir un tiempo prudencial (algo más de un año) para
leer la novela con la que Fernández Mallo ganó el Premio Biblioteca
Breve. Como cuando lo ganó Ricardo Menéndez Salmón, la sensación
que tuve cuando se anunció el premio a Fernández Mallo fue que se
arreglaban cuestiones internas de la editorial (un reconocimiento a
Menéndez Salmón, que lleva editando en Seix Barral con éxito desde
hace más de una década, un fichaje en el caso de Fernández Mallo)
más que se buscara un libro original o novedoso que ofrecer a los
lectores. Este año ha ganado la poeta Elvira Sastre y las
sensaciones son otras, distintas y peores, y creo que no soy el
único.
No voy
a ser el tonto puro que grite de indignación por cómo se mueven y
dan los premios literarios grandes y en editoriales grandes en
España. Ya sabemos, a cierta edad, quiénes son los Reyes. El caso
es que los Reyes le trajeron el Biblioteca Breve a Fernández Mallo,
que llevaba bastante tiempo sin publicar material nuevo, y me lo
apunté pero no sentí ninguna prisa por ir a buscarlo, hasta que me
lo encontré sin buscarlo en la biblioteca en una de mis últimas
visitas.
¿Me
interesa la obra de Fernández Mallo? Sí, sin duda, me interesa. Me
interesa más de lo que me gusta, completo la respuesta. Yo empezaba
a escribir en aquel ya lejano 2006 en el que Fernández Mallo publicó
el primer volumen de su Trilogía Nocilla en una pequeña
editorial y bastantes focos cayeron sobre él. Creo que no se le
había prestado tanta atención a un autor claramente literario al
menos desde mediados de los 90, cuando Mañas y Loriga eran
personajes bastante populares. Leí los libros de la Trilogía
Nocilla (hay muchos autores que como Fernández Mallo piensan la
narrativa en trilogías, aunque dejo dicho que no sé si esta
Trilogía de la guerra no intentaba beneficiarse de la fama
pasada repitiendo el esquema en el título, pues es justificable el
título de trilogía hasta un cierto punto, hay guerras que se
repiten en lo sustancial, como todas las guerras, y aquí los apuntes
se centran en tres, pero sería casi más justificable no haberlo
usado) y me resultaron interesantes. Sonaban frescos pero todas
aquellas maravillas que se les encontraron fueron probablemente
excesivas. No me parecía que Fernández Mallo estuviera inventando
nada, y de hecho algunos de sus paisajes me recordaban precisamente a
Ray Loriga.
Lo que
vino después, las teorías y los movimientos suelen exceder la
voluntad de alguien que al final ha escrito un libro y lo ha dejado
al alcance del público, no creo que Fernández Mallo tenga demasiada
culpa de todos los autores a los que se quiso montar en su mismo
carro y aprovechar aquella moda. Llegó la editorial más grande, se
completó la trilogía, tuvo aquel problema con María Kodama por el
homenaje a Borges en el libro El hacedor (remake) y cuando leí
Limbo pensé que quizá era su libro más equilibrado.
Porque
los libros de Fernández Mallo pecan de no tener una estructura
clara, lo cual no tiene por qué ser malo, pero en sus libros (en mis
lecturas de sus libros) acaba llevando a que los textos acaben
amontonándose, siendo más autónomos que partes de algo, y tampoco
como partes acaban de tener la entidad suficiente. Cuando había
leído los libros Nocilla los había empezado con gusto, y se
me había ido quitando el entusiasmo con las páginas. O algo así.
En la
Trilogía de la Guerra me encuentro con un Fernández Mallo
más maduro (va por los cincuenta años, y eso debe pesar), más
autoconsciente y que empieza contando una historia diseñada muy al
modo de Enrique Vila – Matas. La autoficción de Fernández –
Mallo me interesa poco pero va colando reflexiones interesantes sobre
la verdad y sus reflejos, la vida, las redes sociales y el espacio
viscoso entre la una y las otras. La historia se desvía por algunos
meandros, algunos buenos, los menos casi brillantes, otros esperables
y aburridos, y cuando el libro se parece más a un ensayo me parece
más interesante. Las ideas son buenas, son originales en muchos
casos, pero no están contadas con demasiado atractivo. Igual que mi
primer contacto con Nocilla me recordó a mis primeros encuentros con
Ray Loriga, este libro me ha hecho pensar en el Loriga de Rendición,
otra novela ambiciosa, de guerra en muchos sentidos y también
fallida en otros muchos. Y aquí voy a una cuestión interesante (a
mi entender). Me parece que este libro tiene algo así como la
esencia de lo que un libro de Fernández Mallo tiene o se espera que
tenga. La iconografía, el mundo pop, las referencias científicas,
incluso una tesis muy aguda. Pero está demasiado limado, tal vez
para que fuera un libro premiable y tal vez con la esperanza de que
ese libro premiado pudiera tener más público.
No sé
si a ese nivel el libro ha funcionado, aunque he visto que ha
aparecido recientemente la edición en bolsillo, y se ha reseñado
muy positivamente. Pero lo he encontrado demasiado plano en su
escritura, no he dado con el vuelo poético (con esas imágenes
potentes, originales, con el uso del lenguaje creativo) que sí había
en Nocilla. Quizá es una mejor novela que sus libros anteriores pero
es un libro peor. No obstante creo que merece la pena leerlo, y
aunque no he leído aún su ensayo Teoría general de la basura,
creo que algunas de las ideas que se tocan aquí deben ser parecidas
a las que aparecen en aquel, y son de lo mejor de este libro. Así
que intentaré leer aquel y mientras tanto recomiendo leer este,
aunque sea para decepcionarse. Porque será, como en mi caso, una
decepción trabajada, un diálogo con un autor que al menos tiene
algo interesante que decir y un modo propio de decirlo, lo cual ya es
mucho visto como está el panorama de la narrativa literaria en
España a estas alturas del siglo XXI.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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