domingo, 2 de septiembre de 2018

Vuelta al cole, vuelta al blog


VOLVEMOS AL COLE, REGRESAMOS AL BLOG

Se ha pasado el verano (tan rápido como siempre, tan improductivo como casi siempre). He leído bastante durante estos dos meses, y ahora, antes de lanzarme a la vuelta al cole, quiero ordenar un poco esas lecturas. Porque la memoria se desvanece y a veces antes de creer que sea posible has olvidado qué pensaste realmente de ese libro que durante su lectura creíste que seguro que recordarías siempre. He leído bastante ensayo (en general con buenos resultados), cuentos, he releído clásicos, retomado algunas novelas de la última temporada (ahí me he encontrado de todo), y como cada verano he tirado de novela negra y género de terror, aunque este año casi nada de género ha acabado de satisfacerme. Ha habido libros buenos, malos y regulares, libros malos que me han satisfecho durante su lectura, libros buenos que al día después de terminarlos empezaron a parecerme regulares, y viceversa.

Por resumir un poquito:

Ensayos:
Ensayos que me han gustado mucho, porque me han parecido francamente originales, me han ayudado a aprender cosas que desconocía mientras los leía con avidez, porque son muy ágiles y están bien escritos, con ritmo y mano de narrativa de primera, libros en resumen que recomiendo firmemente: Cronometrados: Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo, de Simon Garfield e Historia alternativa del siglo XX, de John Higgs.

Un ensayo que leí en una tarde (es cierto que son unas 150 páginas a un espaciado y tamaño de letra generoso), me absorbió, fascinó, del que señalé varios pasajes pero que no sé si recomendaría para cualquiera: Del boxeo, de Joyce Carol Oates.

Un libro entre las memorias y el ensayo, que me ha entretenido bastante en ratos junto a la piscina y con el que me he reído y emocionado: Sin embargo, también es un libro que no deja de ser en gran medida una cámara oculta en las cocinas y cotilleos de chefs, como un buen programa televisivo de Alberto Chicote, por lo que supongo que lo recomiendo especialmente para quienes puedan disfrutar de un buen programa de Chicote o acudiendo a Netflix de los que hacía el recientemente desaparecido Anthony Bourdain, autor del libro Confesiones de un chef.

Narrativa más o menos clásica:
Un clásico que no había leído y vaya, menudo libro: Solaris, de Stanislaw Lem. Me habían gustado mucho los libros de Lem que había leído hasta ahora. Pero nunca había conseguido entrar, cuando lo había intentado, en las páginas de la que es probablemente su novela más conocida. Este verano ha sido el momento, y es una novela de primerísima. Nivel caviar.
Relacionado con Solaris, también he leído un ensayo (una pequeña colección de ensayos, más bien), de Andrei Tarkovski, quien dirigió la película. Se llama Atrapad la vida: Lecciones de cine para escultores del tiempo, y aunque no ensaña nada (concreto) sobre cine, sí enseña mucho sobre los juegos artísticos con el tiempo y el modo de ver el mundo para crear arte con él.

Un clásico que no había leído y que me ha gustado pero tampoco colocaría en un altar: El agente secreto, de Joseph Conrad. El incidente en el que se inspira esta novela (la explosión de una bomba en el observatorio de Greenwich, algo relacionado con una organización anarquista pero que nunca se aclaró demasiado bien) apareció en mis lecturas de Cronometrados e Historia alternativa del siglo XX, y en ambos se citaba la novela. Así que decidí leerla. Y ciertamente me gustó. No había leído nada de Conrad (quizá algún relato de marineros, creo), y me ha parecido un narrador clásico, solvente, eficiente, de los que dice en cada momento lo que pretende, organiza perfectamente la estructura. Pero que quizá me ha dejado algo frío con su escritura. La novela, en cualquier caso, entre la historia reciente (para Conrad era casi actualidad), el misterio y la filosofía política, es interesante, y la situaría, de mi bagaje lector, en algún punto más o menos intermedio entre Dostoievski y Graham Greene, y si quizá Greene se parece demasiado a Dostoievski por la sensación que siempre transmite sobre la culpa del ser humano, podemos cambiarlo por Le Carré.

Relecturas que me ha encantado hacer: Ruido de fondo, de Don DeLillo, Cementerio de animales, de Stephen King, Crímenes triviales, de Rafael Balanzá, La Isla del Tesoro de R.L. Stevenson y Me casé con un comunista, de Philip Roth. Aprovecho por cierto la escasa visibilidad de este blog para pedir a los editores de Rafael Balanzá (pasados, presentes y futuros) que se planteen la posibilidad de reeditar Crímenes triviales, este estupendo libro de cuentos, que fue un título minoritario en 2007 cuando salió, es muy difícil de encontrar pero encantará a cualquier lector de relato que no lo haya leído aún, y que contiene en gran medida las claves que ha ido desarrollando luego en sus novelas.

Narrativa contemporánea:
Un libro que no conocía, me regalaron y me ha sorprendido muy gratamente: Estabulario, de Sergi Puertas. Un buen amigo, gran lector y estupendo escritor, me regaló este libro hace unos meses. No había encontrado su momento y llegó una de estas semanas de verano. El primer cuento tuvo esa cualidad de dejarme K.O. de la que hablaba Cortázar. Los demás cuentos son muy interesantes. Irregulares (lo normal y esperable en un libro de cuentos), pero muy personales (lo cual siempre es un valor a defender en tiempos de talleres literarios y uniformidad). Supongo que la tentación de hablar del fantasma de Ballard es muy fuerte, pero creo que más que Ballard hay que referirse a ese futuro – presente paralelo tecnificado y frío que representa la serie de Black mirror. Algo así son estos cuentos.

No tenía interés en este libro, lo cogí sin mucha esperanza en la biblioteca y me enamoró: El dolor de los demás, de Miguel Ángel Hernández. La historia es un poco más complicada, porque en mayo acudí a la presentación del libro en La Central, estaba sinceramente interesado en el libro, aquella presentación me aburrió soberanamente (lo siento), me salí a los 20 minutos, perdí interés en el libro, y por suerte la literatura sigue siendo mucho más potente que las impresiones personales y los circos. El libro (quizá porque habla de una zona vecina a la mía, de una realidad que no ha sido la mía pero sí la de mis abuelos, la vida en la huerta, quizá porque cualquier pequeña comunidad está llena de secretos, miradas y malentendidos) me apasionó, aunque no es (pese a lo que dice la editorial) El adversario, de Carrère, aunque recurre en exceso a la herramienta de decir: “no sé si debería estar escribiendo este libro”, aunque renuncia al final a esclarecer nada sobre el crimen que está investigando. Aunque podría ponerle muchas pegas, la lectura fue una de esas en las que te enfrascas y no quieres salir, de la que hablas con quien está contigo, un libro que recomiendas en el momento y que recomiendo ahora, un mes después, uno de los mejores que voy a leer, seguro, en 2018.

Dos compras veraniegas: Elegí mal algunos libros para algunos viajes y me vi obligado a acudir a librerías con la urgencia de no tener qué seguir leyendo (saludos a los amigos de Códex en Orihuela y a la gente de Cervantes, en Oviedo). Un mal nombre, la segunda novela de la saga Dos amigas de Elena Ferrante volvió a meterme en su mundo, al que accedí hace un par de años y al que no había vuelto, y supongo que sus libros (densos, pegajosos, bien escritos y adictivos) son lo que entiendo que debe tener una lectura veraniega. El otro libro que compré fue Guerrilleros, de V.S. Naipaul. Es un libro que relacioné con El corazón de las tinieblas, de Conrad, aunque como he dicho no lo he leído, así que realmente lo relacioné con la película de Coppola y con lo que sé de la novela, más bien. Naipaul es un escritor fascinante, me han gustado mucho algunos de sus libros de viajes, pero siempre que he leído su narrativa me ha parecido un narrador torpe, que se traba (entiéndase que dentro de un nivel altísimo de escritor, quiero decir que narra mucho peor de lo que reflexiona y ata ideas; es un observador muy original y un narrador un poco más ramplón). Guerrilleros, quizá porque es pura fibra, corta y toda ideas, no se ha atascado. La leí de seguido, fascinado por todo ese ruido de falsos revolucionarios (que me hizo pensar en los iluminados de DeLillo), por las realidades reales (valga la floja definición) e ideológicas de África, por las tensiones entre ambas.

Lecturas fallidas: Por distintos motivos (no excluyo que mi momento lector no haya sido el adecuado con ellos, nunca lo excluyo como motivo) no conseguí entrar del todo (y con algunos aguanté hasta bastante más allá de las 100 páginas) en El traje del muerto, de Joe Hill, La gran novela americana, de Philip Roth, Intrusión, de Tana French y Réplica, de Miguel Serrano Larraz.

No me ha parecido para tanto: Vuelvo a decir que seguramente sea mi culpa como lector, pero desde luego no me ha parecido que las novelas de Pedro Mairal que ha publicado Libros del Asteroide sean las maravillas de las que había oído hablar. La uruguaya me dejó bastante frío, y Una noche con Sabrina Love me pareció que tenía más alma, me tuvo más interesado, pero tampoco me pareció una joya.

Lecturas que cruzarán del verano al curso conmigo: Una novela rusa, de Emmanuel Carrère. A finales de junio acudí a una charla de Carrère en la Casa de América de Madrid. Habló en general de su obra, de la ficción vs. la no – ficción, y de sus libros. Tanto él como la presentadora (Mercedes Monmany) parecieron coincidir en que se podía decir que su mejor libro era Una novela rusa. Recordaba haberlo leído (al menos parcialmente, al menos haberlo durante algunas páginas en algún affaire en la biblioteca), y no recordaba haber encontrado ahí nada parecido al diamante. Pero las primeras lecturas son peligrosas, y nunca se sabe. De Carrère hay libros que me encantan y otros que prácticamente detesto, lo que hace, supongo, que sea uno de esos pocos autores a los que siento la tentación de leer, por ver en qué bando caerán sus libros. Lo he empezado. Me mantengo neutral, de momento. En el corazón del corazón del país, de William Gass. De William Gass yo solo sabía que era el prologuista de la edición de Los reconocimientos de William Gaddis que tengo en casa, y que en dicho prólogo cuenta que los habían confundido varias veces (por la similitud de los nombres y su adscripción a una cierta corriente del posmodernismo americano). El título es magnífico, y eso no se puede discutir. Es una pequeña edición (de una para mí desconocida hasta ahora editorial, La navaja suiza, a la que prestaré atención en el futuro). El libro contiene un cuento bastante largo – prácticamente una novela corta (aunque si nos ceñimos a las condiciones del cuento clásico, es lo que es, un cuento, aunque tenga casi 100 páginas y no sea clásico, aunque tampoco para nada posmoderno) y cuatro relatos más fáciles de identificar. He leído, de momento, ese primer cuento tan largo, El chico de los Pedersen, que Richard Ford incluyó en aquella antología del cuento norteamericano de más de 1.000 páginas que he traído alguna vez de la biblioteca y de la que he leído cuentos desperdigados (y que acaso vuelva a traer y a leer, visto el nivel de uno de los cuentos que no había leído). El chico de los Pedersen es simplemente, y a la vez de un modo complejo, en muchos aspectos, magnífico. Magnífico a un nivel que permitiría que alguien se convirtiera en un buen cuentista simplemente leyéndolo con profundidad, desarmándolo y aprendiendo a armar un artefacto parecido. Magnífico al nivel de que si los demás cuentos se acercan siquiera un poco, diré que el libro es imprescindible. Por su tono y sordidez me ha recordado las páginas más famosas de Faulkner, pero por su aliento (no sé describirlo mejor, pero alguien me entenderá), lo he encontrado en la línea de los mejores cuentos de Saul Bellow.

Cuentos completos de: Isaac Bashevis Singer. Los estoy leyendo tranquilamente (habré leído unos 14, tiene 47 la colección). Es un cuentista de primer nivel, imaginativo, embaucador, realista, todo a la vez, dominador del lenguaje, mago de la estructura. Un libro para tener en casa y releer con frecuencia. Creo que me durará, cuento a cuento, al menos hasta final de año.


Por fin he terminado de leer: GB84, de David Peace. He tardado meses en concluirlo, y no porque no me haya gustado, que me ha ido encantando en todo momento, sino por su densidad, en dos aspectos, el formal – literario, y el del substrato ideológico. Las huelgas mineras que David Peace cuenta, aquellos duros enfrentamientos anti – Thatcher, las trapacerías que llegó a cometer el Estado británico contra algunos de sus ciudadanos con tal de no darles la razón (una idea que he encontrado en el documental Wild wild country, no soy un fanático de las series y creo que el 95% del catálogo de Netflix es perfectamente prescindible, pero este documental me ha ocupado mucho, porque lo he visto lentamente, poco a poco, tratando de encajarlo, al revés de como parece que deben verse las series, y en él también he encontrado esas trampas que el Estado estaba dispuesto a cometer sin sonrojarse). GB84 no es el Red Riding Quartet de David Peace (que es un monumento), pero es una novela – testimonio de primerísima, un reto, un réquiem por la clase obrera que desaparecía, que desapareció, que ya no existe. Relacionándolo con esta idea, y siendo el prologuista Daniel Bernabé (reconozco que no leí el prólogo antes de la novela y no lo he leído todavía), llego a dos libros sobre los que he oído muchos comentarios (y leído artículos) este verano, que de momento dejo en lecturas pendientes, porque son temas que me resultan interesantes pero sobre los que prefiero no leer con todo el ruido ambiental encima (aunque por la naturaleza de los libros no sé si alguna vez se podrán leer sin ruido), La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé y Arden las redes, de Juan Soto Ivars.

Han quedado pendientes, cuando los consideré libros a leer en algún momento de este verano; serán, supongo, lecturas de otoño: Los Buddenbrook, de Thomas Mann, Trilogía de los sonámbulos, de Hermann Broch e Historia argentina, de Rodrigo Fresán.

De muchos de estos libros he ido tomando notas de lecturas, y bastantes de ellas se convertirán (me imagino) en reseñas en las próximas semanas.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

3 comentarios:

  1. Hola, SR. E. Me apunto las recomendaciones y aprovecho para recomendarte.

    Si no has leído nada de Conrad y te interesa mucho el mundo del cine, creo que "El corazón de las tinieblas" puede ser una novela valiosa. Trata sobre los abusos por parte de los europeos durante la colonización del Congo y sirvió, salvando las infinitas distancias, como inspiración para la película bélica de Coppola "Apocalypse now". Tramas y problemáticas muy parecidas con un salto geográfico y temporal a tener en cuenta. En la carrera me lo mostraban como el típico ejemplo de adaptación estructural intermedia.

    Y otra cosa. De los libros que comentas también leí este verano "Una noche con Sabrina Love" y me ha dejado la misma sensación que a ti, incentivada sobre todo por el paso del tiempo y la llegada irremediable de ficciones mejores construidas. Tengo pendiente leer "La uruguaya" antes de finalizar el año, pero creo que después de lo que comentas y de lo que se comentó hace no mucho en Un Libro al día, lo voy a postergar indefinidamente.

    Un saludo y ánimo con el curso.

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    1. Hola, Lucas,

      bienvenido. Gracias por tu interesante participación. Antes o después leeré más a Conrad, claro, y parece el siguiente paso lógico, es quizá su libro más conocido.

      Me tranquiliza ver que no soy el único al que este libro de Mairal se le quedó un poco en menos de lo que me habían querido contar. ¿También has leído La uruguaya? No tiene nada que ver, pero de libros cortos y que Libros del Asteroide ha decidido publicar, aprovecho para recomendarte a Eduardo Halfon, ese sí me ha parecido, cuando lo he leído, un escritor de primera.
      http://cuentospendientessre.blogspot.com/2017/09/el-boxeador-polaco-y-clases-de-chapin.html

      Saludos cuentistas

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    2. De Halfon he leído "Duelo" y, aunque me gustó mucho, se me hizo corta y la edición algo cara. Sé que hay una recopilación por ahí con dos o tres de sus novelas en un 3x1, pero aún no le he echado el ojo.

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