VOLVEMOS AL
COLE, REGRESAMOS AL BLOG
Se ha
pasado el verano (tan rápido como siempre, tan improductivo como
casi siempre). He leído bastante durante estos dos meses, y ahora,
antes de lanzarme a la vuelta al cole, quiero ordenar un poco esas
lecturas. Porque la memoria se desvanece y a veces antes de creer que
sea posible has olvidado qué pensaste realmente de ese libro que
durante su lectura creíste que seguro que recordarías siempre. He
leído bastante ensayo (en general con buenos resultados), cuentos,
he releído clásicos, retomado algunas novelas de la última
temporada (ahí me he encontrado de todo), y como cada verano he
tirado de novela negra y género de terror, aunque este año casi
nada de género ha acabado de satisfacerme. Ha habido libros buenos,
malos y regulares, libros malos que me han satisfecho durante su
lectura, libros buenos que al día después de terminarlos empezaron
a parecerme regulares, y viceversa.
Por
resumir un poquito:
Ensayos:
Ensayos que me han gustado mucho, porque me han parecido
francamente originales, me han ayudado a aprender cosas que
desconocía mientras los leía con avidez, porque son muy ágiles y
están bien escritos, con ritmo y mano de narrativa de primera,
libros en resumen que recomiendo firmemente: Cronometrados:
Cómo el mundo se obsesionó con el tiempo, de Simon Garfield
e Historia alternativa del siglo XX, de John Higgs.
Un ensayo que leí en una tarde (es cierto que son unas 150
páginas a un espaciado y tamaño de letra generoso), me absorbió,
fascinó, del que señalé varios pasajes pero que no sé si
recomendaría para cualquiera: Del boxeo, de Joyce
Carol Oates.
Un libro entre las memorias y el ensayo, que me ha entretenido
bastante en ratos junto a la piscina y con el que me he reído y
emocionado: Sin embargo, también es un libro que no deja de ser
en gran medida una cámara oculta en las cocinas y cotilleos de
chefs, como un buen programa televisivo de Alberto Chicote, por lo
que supongo que lo recomiendo especialmente para quienes puedan
disfrutar de un buen programa de Chicote o acudiendo a Netflix de los
que hacía el recientemente desaparecido Anthony Bourdain, autor del
libro Confesiones de un chef.
Narrativa
más o menos clásica:
Un
clásico que no había leído y vaya, menudo libro:
Solaris, de
Stanislaw Lem. Me habían gustado mucho los libros de Lem que
había leído hasta ahora. Pero nunca había conseguido entrar,
cuando lo había intentado, en las páginas de la que es
probablemente su novela más conocida. Este verano ha sido el
momento, y es una novela de primerísima. Nivel caviar.
Relacionado
con Solaris, también he leído un ensayo (una pequeña
colección de ensayos, más bien), de Andrei Tarkovski, quien dirigió
la película. Se llama Atrapad la vida: Lecciones de cine para
escultores del tiempo, y aunque no ensaña nada (concreto)
sobre cine, sí enseña mucho sobre los juegos artísticos con el
tiempo y el modo de ver el mundo para crear arte con él.
Un
clásico que no había leído y que me ha gustado pero tampoco
colocaría en un altar: El agente secreto, de
Joseph Conrad. El incidente en el que se inspira esta novela (la
explosión de una bomba en el observatorio de Greenwich, algo
relacionado con una organización anarquista pero que nunca se aclaró
demasiado bien) apareció en mis lecturas de Cronometrados e
Historia alternativa del siglo XX, y en ambos se citaba la
novela. Así que decidí leerla. Y ciertamente me gustó. No había
leído nada de Conrad (quizá algún relato de marineros, creo), y me
ha parecido un narrador clásico, solvente, eficiente, de los que
dice en cada momento lo que pretende, organiza perfectamente la
estructura. Pero que quizá me ha dejado algo frío con su escritura.
La novela, en cualquier caso, entre la historia reciente (para Conrad
era casi actualidad), el misterio y la filosofía política, es
interesante, y la situaría, de mi bagaje lector, en algún punto más
o menos intermedio entre Dostoievski y Graham Greene, y si quizá
Greene se parece demasiado a Dostoievski por la sensación que
siempre transmite sobre la culpa del ser humano, podemos cambiarlo
por Le Carré.
Relecturas
que me ha encantado hacer: Ruido de fondo, de Don
DeLillo, Cementerio de animales, de Stephen King,
Crímenes triviales,
de Rafael Balanzá, La Isla del Tesoro de R.L.
Stevenson y Me casé con un comunista, de Philip Roth.
Aprovecho por cierto la escasa visibilidad de este blog para pedir a
los editores de Rafael Balanzá (pasados, presentes y futuros) que se
planteen la posibilidad de reeditar Crímenes triviales, este
estupendo libro de cuentos, que fue un título minoritario en 2007
cuando salió, es muy difícil de encontrar pero encantará a
cualquier lector de relato que no lo haya leído aún, y que contiene
en gran medida las claves que ha ido desarrollando luego en sus
novelas.
Narrativa
contemporánea:
Un
libro que no conocía, me regalaron y me ha sorprendido muy
gratamente: Estabulario, de Sergi Puertas. Un buen
amigo, gran lector y estupendo escritor, me regaló este libro hace
unos meses. No había encontrado su momento y llegó una de estas
semanas de verano. El primer cuento tuvo esa cualidad de dejarme K.O.
de la que hablaba Cortázar. Los demás cuentos son muy interesantes.
Irregulares (lo normal y esperable en un libro de cuentos), pero muy
personales (lo cual siempre es un valor a defender en tiempos de
talleres literarios y uniformidad). Supongo que la tentación de
hablar del fantasma de Ballard es muy fuerte, pero creo que más que
Ballard hay que referirse a ese futuro – presente paralelo
tecnificado y frío que representa la serie de Black mirror.
Algo así son estos cuentos.
No
tenía interés en este libro, lo cogí sin mucha esperanza en la
biblioteca y me enamoró: El dolor de los demás,
de Miguel Ángel Hernández. La historia es un poco más complicada,
porque en mayo acudí a la presentación del libro en La Central,
estaba sinceramente interesado en el libro, aquella presentación me
aburrió soberanamente (lo siento), me salí a los 20 minutos, perdí
interés en el libro, y por suerte la literatura sigue siendo mucho
más potente que las impresiones personales y los circos. El libro
(quizá porque habla de una zona vecina a la mía, de una realidad
que no ha sido la mía pero sí la de mis abuelos, la vida en la
huerta, quizá porque cualquier pequeña comunidad está llena de
secretos, miradas y malentendidos) me apasionó, aunque no es (pese a
lo que dice la editorial) El adversario, de Carrère, aunque
recurre en exceso a la herramienta de decir: “no sé si debería
estar escribiendo este libro”, aunque renuncia al final a
esclarecer nada sobre el crimen que está investigando. Aunque podría
ponerle muchas pegas, la lectura fue una de esas en las que te
enfrascas y no quieres salir, de la que hablas con quien está
contigo, un libro que recomiendas en el momento y que recomiendo
ahora, un mes después, uno de los mejores que voy a leer, seguro, en
2018.
Dos
compras veraniegas: Elegí mal algunos libros para algunos
viajes y me vi obligado a acudir a librerías con la urgencia de no
tener qué seguir leyendo (saludos a los amigos de Códex en Orihuela
y a la gente de Cervantes, en Oviedo). Un mal nombre,
la segunda novela de la saga Dos amigas de Elena
Ferrante volvió a meterme en su mundo, al que accedí hace un par de
años y al que no había vuelto, y supongo que sus libros (densos,
pegajosos, bien escritos y adictivos) son lo que entiendo que debe
tener una lectura veraniega. El otro libro que compré fue
Guerrilleros, de V.S. Naipaul. Es un libro que
relacioné con El corazón de
las tinieblas, de Conrad, aunque como he dicho no lo he
leído, así que realmente lo relacioné con la película de Coppola
y con lo que sé de la novela, más bien. Naipaul es un escritor
fascinante, me han gustado mucho algunos de sus libros de viajes,
pero siempre que he leído su narrativa me ha parecido un narrador
torpe, que se traba (entiéndase que dentro de un nivel altísimo de
escritor, quiero decir que narra mucho peor de lo que reflexiona y
ata ideas; es un observador muy original y un narrador un poco más
ramplón). Guerrilleros, quizá porque es pura fibra, corta y
toda ideas, no se ha atascado. La leí de seguido, fascinado por todo
ese ruido de falsos revolucionarios (que me hizo pensar en los
iluminados de DeLillo), por las realidades reales (valga la floja
definición) e ideológicas de África, por las tensiones entre
ambas.
Lecturas
fallidas: Por distintos motivos (no excluyo que mi momento lector
no haya sido el adecuado con ellos, nunca lo excluyo como motivo) no
conseguí entrar del todo (y con algunos aguanté hasta bastante más
allá de las 100 páginas) en El traje del muerto, de
Joe Hill, La gran novela americana, de Philip Roth,
Intrusión, de Tana French y Réplica, de
Miguel Serrano Larraz.
No
me ha parecido para tanto: Vuelvo a decir que seguramente sea mi
culpa como lector, pero desde luego no me ha parecido que las novelas
de Pedro Mairal que ha publicado Libros del Asteroide
sean las maravillas de las que había oído hablar. La uruguaya
me dejó bastante frío, y Una noche con Sabrina Love
me pareció que tenía más alma, me tuvo más interesado, pero
tampoco me pareció una joya.
Lecturas
que cruzarán del verano al curso conmigo: Una novela rusa,
de Emmanuel Carrère. A finales de junio acudí a una charla de
Carrère en la Casa de América de Madrid. Habló en general de su
obra, de la ficción vs. la no – ficción, y de sus libros. Tanto
él como la presentadora (Mercedes Monmany) parecieron coincidir en
que se podía decir que su mejor libro era Una
novela rusa. Recordaba haberlo leído (al menos
parcialmente, al menos haberlo durante algunas páginas en algún
affaire en la biblioteca), y no recordaba haber encontrado ahí nada
parecido al diamante. Pero las primeras lecturas son peligrosas, y
nunca se sabe. De Carrère hay libros que me encantan y otros que
prácticamente detesto, lo que hace, supongo, que sea uno de esos
pocos autores a los que siento la tentación de leer, por ver en qué
bando caerán sus libros. Lo he empezado. Me mantengo neutral, de
momento. En el corazón del corazón del país, de
William Gass. De William Gass yo solo sabía que era el prologuista
de la edición de Los reconocimientos de William Gaddis que
tengo en casa, y que en dicho prólogo cuenta que los habían
confundido varias veces (por la similitud de los nombres y su
adscripción a una cierta corriente del posmodernismo americano). El
título es magnífico, y eso no se puede discutir. Es una pequeña
edición (de una para mí desconocida hasta ahora editorial, La
navaja suiza, a la que prestaré atención en el futuro). El
libro contiene un cuento bastante largo – prácticamente una novela
corta (aunque si nos ceñimos a las condiciones del cuento clásico,
es lo que es, un cuento, aunque tenga casi 100 páginas y no sea
clásico, aunque tampoco para nada posmoderno) y cuatro relatos más
fáciles de identificar. He leído, de momento, ese primer cuento tan
largo, El chico de los Pedersen, que Richard Ford incluyó en
aquella antología del cuento norteamericano de más de 1.000 páginas
que he traído alguna vez de la biblioteca y de la que he leído
cuentos desperdigados (y que acaso vuelva a traer y a leer, visto el
nivel de uno de los cuentos que no había leído). El chico de
los Pedersen es simplemente, y a la vez de un modo complejo,
en muchos aspectos, magnífico. Magnífico a un nivel que permitiría
que alguien se convirtiera en un buen cuentista simplemente leyéndolo
con profundidad, desarmándolo y aprendiendo a armar un artefacto
parecido. Magnífico al nivel de que si los demás cuentos se acercan
siquiera un poco, diré que el libro es imprescindible. Por su tono y
sordidez me ha recordado las páginas más famosas de Faulkner, pero
por su aliento (no sé describirlo mejor, pero alguien me entenderá),
lo he encontrado en la línea de los mejores cuentos de Saul Bellow.
Cuentos
completos de: Isaac Bashevis Singer. Los estoy leyendo
tranquilamente (habré leído unos 14, tiene 47 la colección). Es un
cuentista de primer nivel, imaginativo, embaucador, realista, todo a
la vez, dominador del lenguaje, mago de la estructura. Un libro para
tener en casa y releer con frecuencia. Creo que me durará, cuento a
cuento, al menos hasta final de año.
Por
fin he terminado de leer: GB84, de David Peace. He
tardado meses en concluirlo, y no porque no me haya gustado, que me
ha ido encantando en todo momento, sino por su densidad, en dos
aspectos, el formal – literario, y el del substrato ideológico.
Las huelgas mineras que David Peace cuenta, aquellos duros
enfrentamientos anti – Thatcher, las trapacerías que llegó a
cometer el Estado británico contra algunos de sus ciudadanos con tal
de no darles la razón (una idea que he encontrado en el documental
Wild wild country, no soy un fanático de las series y
creo que el 95% del catálogo de Netflix es perfectamente
prescindible, pero este documental me ha ocupado mucho, porque lo he
visto lentamente, poco a poco, tratando de encajarlo, al revés de
como parece que deben verse las series, y en él también he
encontrado esas trampas que el Estado estaba dispuesto a cometer sin
sonrojarse). GB84 no es el Red Riding Quartet de David
Peace (que es un monumento), pero es una novela – testimonio de
primerísima, un reto, un réquiem por la clase obrera que
desaparecía, que desapareció, que ya no existe. Relacionándolo con
esta idea, y siendo el prologuista Daniel Bernabé (reconozco que no
leí el prólogo antes de la novela y no lo he leído todavía),
llego a dos libros sobre los que he oído muchos comentarios (y leído
artículos) este verano, que de momento dejo en lecturas pendientes,
porque son temas que me resultan interesantes pero sobre los que
prefiero no leer con todo el ruido ambiental encima (aunque por la
naturaleza de los libros no sé si alguna vez se podrán leer sin
ruido), La trampa de la diversidad, de Daniel Bernabé
y Arden las redes, de Juan Soto Ivars.
Han
quedado pendientes, cuando los consideré libros a leer en algún
momento de este verano; serán, supongo, lecturas de otoño: Los
Buddenbrook, de Thomas Mann, Trilogía de los
sonámbulos, de Hermann Broch e Historia argentina,
de Rodrigo Fresán.
De
muchos de estos libros he ido tomando notas de lecturas, y bastantes
de ellas se convertirán (me imagino) en reseñas en las próximas
semanas.
Seguiremos
leyendo
Felices lecturas
Sr. E
Hola, SR. E. Me apunto las recomendaciones y aprovecho para recomendarte.
ResponderEliminarSi no has leído nada de Conrad y te interesa mucho el mundo del cine, creo que "El corazón de las tinieblas" puede ser una novela valiosa. Trata sobre los abusos por parte de los europeos durante la colonización del Congo y sirvió, salvando las infinitas distancias, como inspiración para la película bélica de Coppola "Apocalypse now". Tramas y problemáticas muy parecidas con un salto geográfico y temporal a tener en cuenta. En la carrera me lo mostraban como el típico ejemplo de adaptación estructural intermedia.
Y otra cosa. De los libros que comentas también leí este verano "Una noche con Sabrina Love" y me ha dejado la misma sensación que a ti, incentivada sobre todo por el paso del tiempo y la llegada irremediable de ficciones mejores construidas. Tengo pendiente leer "La uruguaya" antes de finalizar el año, pero creo que después de lo que comentas y de lo que se comentó hace no mucho en Un Libro al día, lo voy a postergar indefinidamente.
Un saludo y ánimo con el curso.
Hola, Lucas,
Eliminarbienvenido. Gracias por tu interesante participación. Antes o después leeré más a Conrad, claro, y parece el siguiente paso lógico, es quizá su libro más conocido.
Me tranquiliza ver que no soy el único al que este libro de Mairal se le quedó un poco en menos de lo que me habían querido contar. ¿También has leído La uruguaya? No tiene nada que ver, pero de libros cortos y que Libros del Asteroide ha decidido publicar, aprovecho para recomendarte a Eduardo Halfon, ese sí me ha parecido, cuando lo he leído, un escritor de primera.
http://cuentospendientessre.blogspot.com/2017/09/el-boxeador-polaco-y-clases-de-chapin.html
Saludos cuentistas
De Halfon he leído "Duelo" y, aunque me gustó mucho, se me hizo corta y la edición algo cara. Sé que hay una recopilación por ahí con dos o tres de sus novelas en un 3x1, pero aún no le he echado el ojo.
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