domingo, 9 de septiembre de 2018

Cronometrados vs. Historia alternativa del siglo XX


Dos ensayos para aprender y divertirse: Cronometrados, de Simon Garfield (Taurus) e Historia alternativa del siglo XX, de John Higgs (Taurus)

Cuando yo estudiaba la carrera de Físicas, había dos grandes escuelas de libros, especialmente a partir de tercero de carrera (con asignaturas cada vez más específicas, y en las que ya era muy raro encontrar libros escritos por profesores españoles y más o menos adaptados a las asignaturas tal y como se concretaban en la Complutense). Los libros de universidades americanas y sus profesores, y los libros que venían de la (extinta) escuela soviética. Los segundos eran secos, duros, pero muy completos y con todas las demostraciones y relojería matemática que sostenía y justificaba los temas. Los americanos, por contra, tenían márgenes más amplios, más ejemplos prácticos y fotografías, su lectura era menos tediosa, pero a veces resultaban menos rigurosos y se saltaban demostraciones y pasos de cálculo (que el estudiante debía entonces deducir por su cuenta). Hay un tipo de ensayo, habitualmente anglosajón, que es como esos libros. Son divertidos, están llenos de anécdotas concretas, se siguen como narraciones bien construidas, cohesionadas, dan ganas de llevarlos en el metro, en el bus, a la playa, a la piscina, leer un poco más antes de dormir, y se aprende con ellos (al menos se tiene esa sensación de estar aprendiendo).

He leído recientemente dos de estos libros, uno detrás del que llevaba un par de años (Cronometrados) y otro que apareció a mi paso en la biblioteca y también decidí coger (Historia alternativa del siglo XX). Crometrados, cuyo título completo es Cronometrados: Cómo la humanidad se obsesionó con el tiempo, es un libro que recorre, desde un punto de vista histórico – filosófico, el proceso por el que el tiempo, su medida (incluyendo sus instrumentos de medida), sus consideraciones, consecuencias, relaciones con todos los aspectos de la vida, fueron ganando importancia, realmente, visto como se ve en el libro, en un periodo corto y muy reciente, en poco más de siglo y medio. Una de las cosas que vemos en el libro es que fue necesaria la aparición de sistemas nacionales de ferrocarriles en Reino Unido y Francia para que se comprendiera que hacía falta que la hora fuera única y la misma (imaginemos que la hora oficial fuese distinta en la ciudad de partida y de llegada de un viaje, eso pasaba, ya que la hora oficial en cada ciudad dependía del reloj de la iglesia primero y luego del ayuntamiento).

El libro está escrito al modo de una recopilación de artículos y pequeños estudios, lo que hace que algunos sean más redondos que otros, además de que a cada lector le interesen más unos aspectos u otros. Garfield se mueve con soltura por los aspectos científicos del tiempo, y enriquece sus capítulos con anécdotas que a veces son muy divertidas. Lo más divertido, como siempre en estas cuestiones, son los conspiradores que se oponen a lo inevitable, por ejemplo aquellos que se oponen a los cambios de año y (todavía hoy en día) intentan que no llegue el año siguiente, y cada 1 de enero intentan boicotearlo. El tiempo es una clave en los biorritmos y en la música, por ejemplo, y tienen sus respectivos capítulos. También son muy valiosas las reflexiones que Garfield hace sobre el aprovechamiento del tiempo, algo que en principio es un bien pero que si se mira desde otras ópticas nos puede hacernos preguntarnos: ¿aprovechar mejor el tiempo, para qué? Porque en general, quienes nos sugieren que aprovechemos mejor el tiempo lo hacen para que podamos dedicar aún más tiempo al trabajo y a la productividad. Garfield ha leído y nos resume decenas de libros sobre aprovechamiento del tiempo (que por definición son incoherentes), que aparte de consejos que pueden ser útiles (las famosas listas, priorizar las tareas …) sugieren por ejemplo reducir las amistades. Vemos el extremo del Soylent, una comida en polvo, que se prepara en un vaso de agua y se toma en un minuto y que en teoría (y puede que incluso sea cierto, aunque como bien dice Garfield no se sabe nada de sus efectos a largo plazo) contiene todos los nutrientes necesarios. Quienes lo idearon (y quienes idearon otras marcas alternativas) defienden que se ahorran unas dos horas diarias en cocinar, comer y limpiar después. ¿Nos imaginamos un mundo en el que la gente quede con sus amigos para tomarse un vaso de esos preparados? Es otra pregunta que nos lanza el autor.

Historia alternativa del siglo XX no es, como pueda sugerir su título (como a mí me sugirió, menos mal que fui a echarle un ojo y vi que era otra cosa), un libro de historia que trate de explicarnos el siglo XX como alguna clase de conspiración de poderes oscuros que intentan que no conozcamos la verdad (sea lo que sea la verdad, en términos absolutos). Lo que hace Higgs, y lo que a mi parecer lo convierte en un libro muy valioso, es coger el siglo XX, tal y como lo conocemos, y analizarlo de otra manera. No cambia en su análisis qué es el siglo XX sino cómo ver el siglo XX, lo que finalmente conlleva, claro, que se modifique la visión de qué fue. Higgs pone el foco en algunos temas e ideas que considera claves del siglo XX, bien porque nacieron con él (ideas como la relatividad, la cuántica, el arte contemporáneo, la posmodernidad, el caos, algunas corrientes filosóficas) o bien porque se modificaron sustancialmente (el dinero, el ocio, el sexo). Hablando de posmodernidad, el libro es esencialmente posmoderno, pues va tocando distintas pistas, momentos y lugares, formando así, poco a poco en nuestras mentes, un tapiz completo, donde el significado se va completando, esos temas se van relacionando y completando unos a otros.

Los dos libros comienzan (o prácticamente comienzan) con una misma anécdota, el atentado que se produjo el 15 de febrero de 1894 (ya se sabe que el siglo XX es un estado de ánimo, y no tiene por qué empezar exactamente en una fecha correcta) contra el observatorio de Greenwich, a donde el anarquista francés (y como bien dice Higgs no confundamos lo que significaba ser anarquista en el siglo XIX con lo que pueda significar hoy) Martial Bourdin acudió con una bomba que le explotó antes de llegar, causándole la muerte. Es un atentado que nunca se entendió del todo (¿contra el tiempo? ¿contra la uniformidad, al modo de un atentado que prefigurara los movimientos anti – globalización de finales del siglo XX?) y que inspiró la novela El agente secreto, de Joseph Conrad, que me dieron muchas ganas de leer a partir de estos libros. No es la única coincidencia entre ambos textos, ya que el tiempo, su concepción y el valor que le damos (o que no le damos) ha cambiado mucho durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Son dos libros que entretienen, acompañan, nos enganchan y nos enseñan algo. ¿Qué más le pedimos a una buena lectura veraniega?

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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