Asesinato
y ánimas en pena y Un hombre astuto, de Robertson Davies
(Libros del Asteroide)
Empecemos
con una pregunta previa: ¿Quién le debe más a quién: La editorial Libros del Asteroide a las novelas de
Robertson Davies, o nosotros a la editorial por traernos al autor canadiense?
Lo pregunto porque sus libros son una base sólida de su catálogo, de los que
mejor se venden (nunca en modo bestseller,
pero sí como un fiable número de ventas anual), y de las que sin duda han ayudado
a darle una imagen de editorial literaria sólida, con criterio propio y visión.
El quinto en discordia, la primera
entrega de La trilogía de Deptford, fue
el primer éxito de la editorial y les hizo coger visibilidad. Pero a nosotros
nos dio la posibilidad de leer esa magnífica trilogía. Así que probablemente
estamos en tablas.
Hasta
donde yo sé, antes de las ediciones de Libros
del Asteroide, Destino había editado en los años 90 con escasa repercusión
estas dos novelas (las dos que Davies llegó a escribir de su proyectada Trilogía de Toronto) que ahora he
releído (y que había leído en las viejas ediciones en bibliotecas). Es un
misterio por qué hay libros que en algunos momentos no funcionan. Pienso en
estas novelas de Robertson Davies, o en las de William Gaddis que también se
tradujeron en los 80 y 90 y nunca tuvieron demasiado eco. No es que hoy en día
sean temas de conversación en cualquier mesa de café, pero las ediciones de Libros del Asteroide y Sexto Piso sí han tenido su éxito entre
los lectores exigentes.
Yendo
por fin a la Trilogía de Toronto, su
primer volumen: Asesinato y ánimas en
pena, empieza con el espíritu de un hombre que acaba de ser asesinado por
el amante de su mujer de una manera inesperada y casi ridícula. La novela es
una reflexión en tiempo propio sobre la muerte. Qué es estar muerto, cómo es la
muerte, qué se descubre al llegar a ella, y cómo se interacciona con el mundo
que uno ha dejado, desde ese ánimo de espíritu irónico y casi burlón, con los
que se quedan vivos. Estructuralmente es muy hábil, porque empieza hablándonos
desde la muerte, y no solo desde ella, sino desde una muerte ridícula que
Connor Gilmartin, su narrador, parece haberse tomado con mucha filosofía y
sentido del humor. Si algo nunca falta en las obras de Robertson Davies es
filosofía y sentido del humor. Y quizá en esta última trilogía, tal vez por la
avanzada edad del autor (rondando los 80 años, y que moriría sin completarla)
las referencias a la muerte y a lo que pueda haber después son más frecuentes.
Pero parece que todo el mundo en estos libros considera que puede afrontar la
muerte, si no en paz, al menos con cierta perspectiva armónica.
Connor
Gilmartin es el jefe de la sección de cultura de un importante diario de
Toronto, donde también trabaja su esposa, Esme, y el amante de esta que acabó
matándolo, al que llaman burlonamente El
husmeador, pues es crítico de teatro, y le encanta husmear referencias en
cualquiera de las obras que va a ver. Connor Gilmartin se cuela, después de
muerto, con su asesino, en un festival de cine, y ahí vamos entendiendo, poco a
poco, cómo es su nueva percepción del mundo. Las películas van pasando pero él
no las ve como tales, sino que se va metiendo en sus propias películas,
películas de época que van retratando Toronto en los siglos anteriores y a sus
antepasados. Con esa estructura de cuentos que se genera, unas historias son
más brillantes o interesantes que otras, pero el libro avanza ágilmente. Poco a
poco, por escenas, nos irá transmitiendo una idea de la vida y la muerte, la
lucha por la existencia, la importancia de la historia y lo conquistado.
El
padrino de Connor Gilmartin, Jonathan Hullah, es el narrador de la segunda
parte de la Trilogía de Toronto, Un hombre astuto. Un hombre astuto es como lo
llamaban (con ciertas dudas en la traducción, debo decir) dos vecinas que tuvo
en su consulta durante años, una pareja de lesbianas inglesas llegadas a Canadá
a conseguir cierta libertad. Las trilogías de Davies no son (por suerte) sagas
que hay que leer en un cierto orden, son tres novelas que comparten algunas
referencias, personajes, pero que son esencialmente novelas independientes.
Un
hombre astuto me parece un libro más redondo que Asesinato y ánimas en pena, y
en este caso es Esme, la viuda de Gilmartin, la que acude a Hullah para
entrevistarlo para una serie de artículos titulados El Toronto que fue. Hullah
va tirando del hilo de la memoria y acaba escribiendo, a partir de algunas
diarios, sus memorias. En ellas se verá ayudado por cartas y anotaciones sobre
su persona de sus vecinas inglesas. La excusa argumental es recuperar un
momento sucedido en la vecina iglesia de St. Aiden a mediados del siglo XX, la
muerte de un párroco al que muchos calificaron de santo y atribuyeron milagros
casi instantáneos.
Hullah,
un médico bastante particular, cercano al humanismo, interesado por la religión
y la filosofía, analiza ese caso, pero antes hace un repaso por su vida. Desde
su infancia en un lejano pueblo del interior de Ontario hasta su llegada a un
internado en el que conoce a quienes serán sus mejores amigos, y donde en un
guiño a La trilogía de Deptford se adivina la figura como profesor de Dunstan
Ramsay, el narrador de aquella. Uno de aquellos amigos, Charlie, acabaría
siendo sacerdote. Aparte de sacerdote, también alcohólico, y morirá bajo la
vigilancia y cuidados postreros de Hullah, y su persona tuvo algo importante,
fundamental, que ver con la muerte de aquel párroco al que calificaron de
santo.
Los
diarios y memorias de Jonathan Hullah analizan en profundidad una ciudad,
Toronto, un país, Canadá, y prácticamente un siglo, el XX. Con esa graciosa
mezcla de erudición y narración eficiente, característica de Robertson Davies,
iremos avanzando en los años rememorados, hasta llegar al presente de la
narración, desvelando el misterio del párroco de Saint Aiden y dejándonos a la
espera de una nueva novela que ya nunca llegó, y que me atrevo a aventurar que
hubiera estado narrada por Esme, la mujer de Connor Gilmartin y cómplice de su
asesinato al principio de la trilogía, que termina casándose con un importante
hombre al final de Un hombre astuto.
La
prosa de Davies es siempre firme y potente. Mezcla narración cercana con
erudición, y habla desde una óptica que a veces es conservadora, a ratos es
liberal (en un sentido anglosajón del término), en otros es descreída, a ratos
parece abrazar la esperanza de la religión (aunque parece siempre más fascinado
por los ritos que por las esencias, y de hecho el propio Hullah iguala en
algunos aspectos religión y teatro, dos de sus intereses). No podemos leerlos
sin que algunas de sus reflexiones nos chirríen por desfasadas o políticamente
incorrectas, pero no podemos olvidar tampoco lo que estamos leyendo, puro siglo
XX, con todo lo bueno y malo que tuvo, y no debemos olvidar que igual que
Jonathan Hullah nos dice sobre las enfermedades, estas, sus nombres y sus
definiciones, han cambiado con los años y los siglos. Han desaparecido males y
han aparecido otros nuevos. Se han inventado tratamientos. Davies es un autor
siempre notable, siempre brillante, siempre envolvente, al que leer si no se ha
llegado aún a sus novelas. Mi recomendación sería empezar con El quinto en
discordia (primera entrega de La trilogía de Deptford) o con Un hombre astuto,
su último libro. Pero cualquiera de sus obras traducidas en Libros del
Asteroide merecerá la pena.
Seguiremos
leyendo y dejándonos atrapar.
Felices
lecturas
Sr.
E
No hay comentarios:
Publicar un comentario