miércoles, 3 de mayo de 2017

Trilogía inacabada de Toronto, de Robertson Davies

Asesinato y ánimas en pena y Un hombre astuto, de Robertson Davies (Libros del Asteroide)

Empecemos con una pregunta previa: ¿Quién le debe más a quién: La editorial Libros del Asteroide a las novelas de Robertson Davies, o nosotros a la editorial por traernos al autor canadiense? Lo pregunto porque sus libros son una base sólida de su catálogo, de los que mejor se venden (nunca en modo bestseller, pero sí como un fiable número de ventas anual), y de las que sin duda han ayudado a darle una imagen de editorial literaria sólida, con criterio propio y visión. El quinto en discordia, la primera entrega de La trilogía de Deptford, fue el primer éxito de la editorial y les hizo coger visibilidad. Pero a nosotros nos dio la posibilidad de leer esa magnífica trilogía. Así que probablemente estamos en tablas.

Hasta donde yo sé, antes de las ediciones de Libros del Asteroide, Destino había editado en los años 90 con escasa repercusión estas dos novelas (las dos que Davies llegó a escribir de su proyectada Trilogía de Toronto) que ahora he releído (y que había leído en las viejas ediciones en bibliotecas). Es un misterio por qué hay libros que en algunos momentos no funcionan. Pienso en estas novelas de Robertson Davies, o en las de William Gaddis que también se tradujeron en los 80 y 90 y nunca tuvieron demasiado eco. No es que hoy en día sean temas de conversación en cualquier mesa de café, pero las ediciones de Libros del Asteroide y Sexto Piso sí han tenido su éxito entre los lectores exigentes.

Yendo por fin a la Trilogía de Toronto, su primer volumen: Asesinato y ánimas en pena, empieza con el espíritu de un hombre que acaba de ser asesinado por el amante de su mujer de una manera inesperada y casi ridícula. La novela es una reflexión en tiempo propio sobre la muerte. Qué es estar muerto, cómo es la muerte, qué se descubre al llegar a ella, y cómo se interacciona con el mundo que uno ha dejado, desde ese ánimo de espíritu irónico y casi burlón, con los que se quedan vivos. Estructuralmente es muy hábil, porque empieza hablándonos desde la muerte, y no solo desde ella, sino desde una muerte ridícula que Connor Gilmartin, su narrador, parece haberse tomado con mucha filosofía y sentido del humor. Si algo nunca falta en las obras de Robertson Davies es filosofía y sentido del humor. Y quizá en esta última trilogía, tal vez por la avanzada edad del autor (rondando los 80 años, y que moriría sin completarla) las referencias a la muerte y a lo que pueda haber después son más frecuentes. Pero parece que todo el mundo en estos libros considera que puede afrontar la muerte, si no en paz, al menos con cierta perspectiva armónica.  

Connor Gilmartin es el jefe de la sección de cultura de un importante diario de Toronto, donde también trabaja su esposa, Esme, y el amante de esta que acabó matándolo, al que llaman burlonamente El husmeador, pues es crítico de teatro, y le encanta husmear referencias en cualquiera de las obras que va a ver. Connor Gilmartin se cuela, después de muerto, con su asesino, en un festival de cine, y ahí vamos entendiendo, poco a poco, cómo es su nueva percepción del mundo. Las películas van pasando pero él no las ve como tales, sino que se va metiendo en sus propias películas, películas de época que van retratando Toronto en los siglos anteriores y a sus antepasados. Con esa estructura de cuentos que se genera, unas historias son más brillantes o interesantes que otras, pero el libro avanza ágilmente. Poco a poco, por escenas, nos irá transmitiendo una idea de la vida y la muerte, la lucha por la existencia, la importancia de la historia y lo conquistado.

El padrino de Connor Gilmartin, Jonathan Hullah, es el narrador de la segunda parte de la Trilogía de Toronto, Un hombre astuto. Un hombre astuto es como lo llamaban (con ciertas dudas en la traducción, debo decir) dos vecinas que tuvo en su consulta durante años, una pareja de lesbianas inglesas llegadas a Canadá a conseguir cierta libertad. Las trilogías de Davies no son (por suerte) sagas que hay que leer en un cierto orden, son tres novelas que comparten algunas referencias, personajes, pero que son esencialmente novelas independientes.


Un hombre astuto me parece un libro más redondo que Asesinato y ánimas en pena, y en este caso es Esme, la viuda de Gilmartin, la que acude a Hullah para entrevistarlo para una serie de artículos titulados El Toronto que fue. Hullah va tirando del hilo de la memoria y acaba escribiendo, a partir de algunas diarios, sus memorias. En ellas se verá ayudado por cartas y anotaciones sobre su persona de sus vecinas inglesas. La excusa argumental es recuperar un momento sucedido en la vecina iglesia de St. Aiden a mediados del siglo XX, la muerte de un párroco al que muchos calificaron de santo y atribuyeron milagros casi instantáneos.

Hullah, un médico bastante particular, cercano al humanismo, interesado por la religión y la filosofía, analiza ese caso, pero antes hace un repaso por su vida. Desde su infancia en un lejano pueblo del interior de Ontario hasta su llegada a un internado en el que conoce a quienes serán sus mejores amigos, y donde en un guiño a La trilogía de Deptford se adivina la figura como profesor de Dunstan Ramsay, el narrador de aquella. Uno de aquellos amigos, Charlie, acabaría siendo sacerdote. Aparte de sacerdote, también alcohólico, y morirá bajo la vigilancia y cuidados postreros de Hullah, y su persona tuvo algo importante, fundamental, que ver con la muerte de aquel párroco al que calificaron de santo.

Los diarios y memorias de Jonathan Hullah analizan en profundidad una ciudad, Toronto, un país, Canadá, y prácticamente un siglo, el XX. Con esa graciosa mezcla de erudición y narración eficiente, característica de Robertson Davies, iremos avanzando en los años rememorados, hasta llegar al presente de la narración, desvelando el misterio del párroco de Saint Aiden y dejándonos a la espera de una nueva novela que ya nunca llegó, y que me atrevo a aventurar que hubiera estado narrada por Esme, la mujer de Connor Gilmartin y cómplice de su asesinato al principio de la trilogía, que termina casándose con un importante hombre al final de Un hombre astuto.

La prosa de Davies es siempre firme y potente. Mezcla narración cercana con erudición, y habla desde una óptica que a veces es conservadora, a ratos es liberal (en un sentido anglosajón del término), en otros es descreída, a ratos parece abrazar la esperanza de la religión (aunque parece siempre más fascinado por los ritos que por las esencias, y de hecho el propio Hullah iguala en algunos aspectos religión y teatro, dos de sus intereses). No podemos leerlos sin que algunas de sus reflexiones nos chirríen por desfasadas o políticamente incorrectas, pero no podemos olvidar tampoco lo que estamos leyendo, puro siglo XX, con todo lo bueno y malo que tuvo, y no debemos olvidar que igual que Jonathan Hullah nos dice sobre las enfermedades, estas, sus nombres y sus definiciones, han cambiado con los años y los siglos. Han desaparecido males y han aparecido otros nuevos. Se han inventado tratamientos. Davies es un autor siempre notable, siempre brillante, siempre envolvente, al que leer si no se ha llegado aún a sus novelas. Mi recomendación sería empezar con El quinto en discordia (primera entrega de La trilogía de Deptford) o con Un hombre astuto, su último libro. Pero cualquiera de sus obras traducidas en Libros del Asteroide merecerá la pena.

Seguiremos leyendo y dejándonos atrapar.

Felices lecturas


Sr. E

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