Los diarios de Patricia (Highsmith)
Esta es, lo aviso y lo reconozco, una entrada tramposa. Porque hace referencia desde su título a un libro que no he leído. Y aún más, a uno que no tengo pensado leer, o al menos no ahora, al menos no en las próximas semanas ni meses. Quizá dentro de algún año, cuando pase el hype (y perdonad el anglicismo, y si podéis, también la idiotez).Me refiero, claro, a los Diarios y cuadernos de Patricia
Highsmith, que Anagrama ha publicado
hace poco, aunque haya hecho una broma con aquel viejo programa de la
televisión al que iba gente, friki y no tan friki, a contar sus cuitas o a
buscar solución a sus problemas. 1400 páginas, he leído, seleccionadas de las
más de 8000 de cuadernos en los que Patricia Highsmith fue tomando anotaciones
y que se encontraron después de su muerte.
Parece, si uno se asoma a las
redes sociales y a las revistas y suplementos de libros, que todo el mundo (ese
reducido todo el mundo que lee) está leyéndolo o en fase de compra y
prelectura. No me veo, ya lo siento. Y me gustan los diarios, y las memorias, y
esos géneros ensayísticos que entran y salen de ellos (pero no esa pesada
autoficción con mucho auto, casi con autotune, y con muy poquita ficción, no
como los diarios de los buenos diaristas, llenos de ficción, porque están
llenos de literatura).
El caso es que esa repetición del
nombre de Patricia Highsmith me hizo querer volver a leerla. La había leído
hace bastante hace años. Recuerdo sensaciones, esa crueldad de algunos de sus
personajes, esas tramas alambicadas, que a veces se mueven cerca de lo
rocambolesco pero que acaban resultando verosímiles, que ya sabemos desde hace
al menos veinticinco siglos que es más importante que ser reales.
Me quedaba la sensación de que en
sus novelas el mal no era sofisticado, aunque Ripley pudiera leerse así a
veces, sino era sobre todo un mal banal, propio del hastío de vidas aburridas y
monótonas, esa herida que el zapato va haciendo hasta que el pie acaba
sangrando, hasta que se gangrena, hasta que hay que cortarlo. Y muchos de sus
personajes acaban cortando por lo sano, tomándose la justicia por su mano,
gritando que están hartas y que hasta aquí. Y cruzada esa frontera, cualquier
cosa puede pasar.
Es fácil encontrar los libros de
Patricia Highsmith, decenas de ellos, en las bibliotecas públicas, lo que nos
dice que lleva décadas siendo popular y publicada con regularidad. También veo
ahora muchas de sus novelas y colecciones de relatos en bolsillo, quizá a
rebufo de la popularidad de sus diarios. ¿Cómo se ha definido siempre la prosa
de Highsmith? Retorcida y misógina. A veces misántropa.
Con todo, es difícil soltar uno
de sus libros cuando empiezas con él.
Y decidí acabar agosto, en unos
días de playa, con dos novelas que no había leído antes. El cuchillo fue la primera, y cayó entre una tarde bajo la
sombrilla y una noche de lectura que se alargó. Vemos un crimen, un tipo que ha
buscado tener una coartada, a la policía que no es capaz de resolver el
misterio que para nosotros, lectores, no lo es. Y vemos también a un hombre
apocado, harto de su mujer, que lee esa clase de noticias por afición y que
cree saber lo que ha pasado, quién ha sido, y decide que sería capaz de imitar
al asesino de la noticia y que nadie lo pille tampoco a él. ¿Por qué no
probarlo?, parece decirse. Y se anima a hacerlo, pero no llega a llevar a cabo
su plan. Lo cual no elimina la posibilidad de que algo ocurra accidentalmente y
la policía, la que no ha sido capaz de resolver el crimen original, crea saber
que él sí lo ha imitado y se ponga a investigar.
Muy interesante en su juego de
espejos y en el trato del peso de la culpa, en el asesino real que teme que lo
pillen por culpa del imitador que no llegó a imitarlo.
Pasé después a El diario de Edith, la crónica -valga
la referencia ya tan tópica a la novela de García Márquez- de una muerte anunciada. Edith se muda con
toda su familia fuera de la ciudad, a una pequeña localidad en el campo. Allí,
ella y su marido, que son periodistas, quieren poner en marcha un semanario de
ideas progresistas, y criar a su hijo con más atención. Pronto vendrán las
cargas familiares impuestas, que Edith acepta en la forma de un tío de su marido
enfermo, no tardará mucho en seguirle la huida del marido con su joven y
atractiva secretaria, con la que se va de vuelta a la ciudad, y los fracasos
sucesivos de su hijo en todo lo que emprende y deja de emprender. Edith va
cargando con cada vez más contando con cada vez menos, y su único consuelo
parece ser escribir la vida soñada en su diario. Esa disociación acaba tomando
la peor de las formas. Un libro realmente agobiante para quien lo lee.
También podría ser agobiante, si
no fuera porque es divertido en su juego cruel, el siguiente que leí, Mar de fondo, una novela que ya había
leído. Una novela realmente retorcida, con un matrimonio en descomposición, en
el que la mujer va de un amante a otro a la vista de todos, en una comunidad
cerrada llena de habladurías. El marido lo lleva y lo sobrelleva, hasta que un
día amenaza a uno de los amigos de su mujer y cuando se presenta la ocasión, y
sin testigos, lo mata. No por venganza, sino más bien por hastío. Su mujer
sabe, o sospecha, que ha sido él. Y lo acusa. Y empieza, junto a un vecino
metomentodo, a decirlo por toda la ciudad. Pronto, sin embargo, vendrá un nuevo
amante, nuevas tensiones, y una nueva muerte misteriosa. Y ya todo irá en un crescendo sostenido hasta el final de la
novela.
Creo que voy a seguir leyendo
algunas novelas más de Patricia Highsmith en los próximos meses. Y creo que
sacaré más de ahí que de leer sus diarios. Creo, además, que en sus novelas y
en sus narraciones se ve bastante bien quién y cómo era ella (con las lógicas
distancias entre realidad y ficción, que nunca debemos olvidar y a veces
olvidamos).
He leído, para cerrar este último
mes de lecturas de la autora, un libro llamado Suspense, subtitulado Cómo
escribir novelas de misterio, una vieja edición que encontré rebuscando en
la Cuesta de Moyano. Ni tengo pensado pasarme al thriller ni creo demasiado en los libros (ni en los cursos) que
prometen enseñarte a escribir. Este no hace tal promesa, lo cual se agradece. Y
puesto a que alguien dijera que puede enseñar a escribir, creo que siempre
sería más fiable alguien que escribe con solvencia demostrada que cualquier
profesor dudoso. En Suspense, más que
herramientas, uno encuentra como lector a una autora interesante explicando,
dentro de lo que quiere y puede, sus procesos creativos. Algunos trucos,
algunas dificultades recurrentes, algunas soluciones a estas, algunos ejemplos
prácticos de cómo resolvió ciertos problemas, algunos comentarios sobre sus
propias obras.
Seguiremos leyendo. No solo a
Highsmith.
Felices lecturas
Sr. E
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