Mi mes con
Kureishi: Soñar y contar, Mi oído en su corazón, Intimidad,
Siempre es medianoche
Había leído alguna
vez libros de Hanif Kureishi. Que yo recuerde, El buda de los
suburbios y Amor en tiempos tristes. Los recordaba
agradables pero sin más. Hace unos tres meses, buscando otros
libros, me encontré en la biblioteca con Soñar y contar, a su modo
ensayos de Kureishi sobre la figura y el oficio del narrador. El
primero de ellos hablaba de su padre, Shanoo Kureishi, como un
escritor serio, que cada mañana, antes de salir para su trabajo de
oficinista, se ponía dos horas ante su escritorio y trabajaba en
alguna de sus novelas, mezcla de memoria colectiva y personal, de
Pakistán a los suburbios londinenses, de los principios del siglo XX
a los años 60 en el Reino Unido. Hanif Kureishi sabe que nunca
consiguió que le publicaran uno de esos libros, pero ve ahora, desde
su adultez, algo fascinante en su entrega. Hay textos interesantes
sobre escribir, sobre hacerlo por encargo a veces, sobre vivir de
ello, sobre la vida que pasa mientras uno escribe, pero ninguno con
la fuerza y capacidad de perturbación del primero, un niño que mira
a su padre escribir y fracasar haciéndolo y decide, en algún
momento, ser escritor.
Esa, la figura del
padre, Shanoo Kureishi, escritor dedicado y nunca exitoso, es el
centro de Mi oído en su corazón. Podríamos recurrir a tópicos
como que tener hijos nos hace entender mejor a nuestros padres, o que
hasta que no llegamos a determinados momentos de nuestra propia vida
no comprendemos y valoramos realmente lo que de niños se nos
escapaba, o incluso lo que de niños nos molestaba. Pero no nos
limitemos a los tópicos. Hanif Kureishi es uno de esos autores de
aquella exitosa generación británica que empezó a publicar en los
años 80 (aquellos Ian McEwan, Julian Barnes, Graham Swift, Salman
Rushdie, Martin Amis, Kazuo Ishiguro). Esa generación parece haberse
desdibujado un poco, pero dominó en gran medida la narrativa
occidental durante dos décadas. Uno de ellos (quizá inesperado) ya
tiene el Premio Nobel. Kureishi empezó escribiendo teatro y cine, y
tuvo éxito casi desde el principio. Lo contrario que su entregado
padre. No lo dice en este libro, sino en Intimidad, pero creo que es
aplicable a lo que proyecta sobre su padre y sobre él: El arte es
fácil para aquellos que lo saben crear e imposible para los que no.
Y supongo que es así y ya. Hanif Kureishi sabe dónde está, del
lado de la facilidad, y sabe dónde estaba su padre, entre los
incapacitados. Mi oído en su corazón es un libro sobre la lectura
de un padre, en concreto sobre la lectura de uno de sus manuscritos,
que el propio agente de Kureishi había conservado y le da para que
lo lea. Tiene mucho de reconsideración de la relación entre ambos,
nunca del todo estrecha, y para siempre modificada tras el éxito del
hijo, y de la difícil convivencia de dos escritores en la misma
casa. Sobre todo, me temo, cuando a uno de ellos siempre se le ha
negado la gloria. El libro me recuerda Experiencia, de Martin Amis,
pero es su negativo, allí Martin Amis se veía desde pequeño al
lado de un escritor de éxito como Kingsley Amis, con (y contra) el
que mediría desde entonces sus escritos. Aquí cada nuevo libro de
Hanif Kureishi parece poner un clavo más en el ataúd literario de
su padre. Y la lectura de los libros paternos le resulta agradable,
pero les falta algo, eso que separa a quienes saben hacer arte de
quienes no. Y su lectura sirve para reflexiones sobre su propia vida,
la vida de quienes son hijos de emigrantes, desarraigo, barrios
suburbiales, las vocaciones, las relaciones de pareja y en general,
la vida.
Mirando a las
relaciones de pareja y a la vida, al inicio y al fin de los ciclos de
la vida, Kureishi escribe Intimidad, que es una novela que adquiere
la forma de una memoria, las memorias de un hombre que ha decidido
que su matrimonio se ha acabado. Dejará, a la mañana del siguiente
día, a su mujer, a sus dos hijos, lo conocido del hogar, lo que ha
sido su vida en la última década. Hablará con amigos que lo
animarán a dar el paso, con amigos que le recomendarán que se
quede, que no renuncie a lo que ya ha construido. Pero Jay, que así
se llama el protagonismo, quiere revivir, recomenzar, poner un pie
fuera del escalón y volver a sentir el vértigo. ¿Una crisis de la
mediana edad? En toda regla, pero mucho más. Jay es un escritor de
moderado éxito, con rutinas, lecturas, guerras íntimas con su
mujer, una buena relación con sus hijos, la sombra de las relaciones
con sus padres, amigos, amantes, viajes, proyectos. Pero quiere otra
cosa. Algunos de sus pensamientos llevan a reflexiones bastante
interesantes sobre la creación literaria, el arte y las rutinas.
Te pasa a veces que
entras en la obra de un autor y te apetece bañarte en ella. Y eso me
ha pasado con Kureishi. El último libro de los suyos que había en
la biblioteca y que leí en estas semanas ha sido la colección de
relatos Siempre es medianoche. Se trata de un conjunto de 10 cuentos,
que se mueven nuevamente por las relaciones humanas, especialmente
las de pareja. Hay mucha melancolía en estos cuentos, ex –
amantes, ex – maridos que se encuentran con sus ex – mujeres para
recoger y entregar a sus hijos, hombres que van a pasar unos días
con su amante y acaban espiando las vacaciones de esta con su marido,
padres divorciados en el festival de fin de curso de sus hijos. No
son cuentos especialmente originales, ni son cuentos de primerísima,
pero se les nota el oficio narrativo, están bien escritos y
moldeados. Destacaría cuatro, que se salen un poco de la línea
general: Chupando piedras, que se acerca a la experiencia
creativa a través de la historia de una mujer que asiste a talleres
literarios y cree que podrá llegar a ser una escritora alguna vez.
Un día se encuentra con la que es su autora favorita. Por fin un
encuentro es un relato en el que un marido y el amante de su
mujer se reúnen en un bar para hablar de ella. Es un cuento sutil
que muestra cómo los demás nos dibujan, y cómo los perfiles de
cada uno son distintos según con quién y en qué circunstancias se
relacione. Siempre es medianoche, el relato que da título a
la colección, vuelve a hablar del pasado, las relaciones que se
acaban y una cierta dosis de veneno. Ian, un hombre maduro, vive
ahora en París (antes vivía en Londres) y tiene una mujer mucho más
joven. Esperan un hijo. Su ex – mujer, enterada del embarazo,
intenta suicidarse. Y el relato más alejado del global de la
colección es sin duda el último, El pene, protagonizado por un
actor porno al que un día su principal valor interpretativo, al que
da el mote de verga larga, se le escapa, ya que su pene ha decidido
que quiere dedicarse al cine convencional. Es un relato en el que se
nota de modo claro la filiación con La nariz, de Nikolái Gógol, al
que actualiza, en cierto modo.
Después de esta
época de lectura más o menos continuada de Hanif Kureishi creo que
lo definiría como un narrador ágil, que sabe moverse por la
emotividad y la nostalgia sin perder nunca el sentido del humor y la
ironía. Si alguien quisiera empezar a leerlo quizá le recomendaría
hacerlo con Intimidad, aunque creo que las páginas más valiosas de
las que yo he leído en estos libros están en las historias en las
que mezcla realidad y ficción alrededor de la figura de su padre,
tanto en Soñar y contar como en Mi oído en su corazón.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
No hay comentarios:
Publicar un comentario