viernes, 20 de julio de 2018

Desorden moral, de Margaret Atwood


Desorden moral, de Margaret Atwood (Bruguera)

Margaret Atwood es una de esas escritoras a las que se les podría aplicar lo de Eterna candidata al Premio Nobel. Me imagino que no lo ganará, que esos académicos que tienen en cuenta miles de factores al margen de la escritura de un autor, tuvieron que elegir entre ella y Alice Munro, y al ganarlo Munro en 2013, la suerte de Atwood quedó echada. Ambas son mujeres canadienses de una edad parecida, y aunque en sus temas y tramas creo que no se parecen demasiado (Munro es puramente chejoviana y solo retrata lo más cercano, es una de esas autoras que puede parecer que escriben siempre el mismo cuento, aunque como toda verdad obvia es mucho más compleja; y Munro es como una pintora que parece haber dibujado un simple paisaje pero cuántas capas superpuestas tiene ese simple paisaje, qué complejidades técnicas encierran sus relatos; si lees sobre las tramas de Atwood, tira más de imaginación y se aleja más de su propia realidad). Leí bastante en una época de mi vida a Alice Munro y apenas había leído hasta ahora a Margaret Atwood. Leí los cuentos de Érase una vez, originales aunque un tanto repetitivos, y empecé el verano pasado a leer El cuento de la criada, en pleno éxito de la serie de televisión. El primer capítulo de la serie me aburrió soberanamente, y la dejé, y creo que influyó en mi lectura, que se me hizo pesada, predecible, y acabé por dejar la novela, aunque quiero volver a intentarlo en el futuro.

Con ese escaso bagaje lector de la obra de Atwood (más el cuento infantil Arriba del árbol) cogí de la biblioteca Desorden moral. Es, para empezar, un libro que es una novela y una colección de relatos a la vez. Supongo que una de las maneras más sencillas de estructurar una novela (no por esa sencillez menos válida y si se hace bien, como es el caso, sirve para alcanzar cotas de brillantez tanto como cualquier otra más sofisticada). Vamos siguiendo, a modo de postales, o de fotografías que uno se encuentra al cabo de los años apiladas en una vieja caja, tal vez en un desván, la evolución (o no tanto, porque tampoco toda trama debe dibujar una evolución, la construcción de un arco narrativo está muy bien pero a veces puede olvidarse en nombre de otras cualidades de un libro) de una mujer, Nell, desde que es una chica canadiense, hasta que llega a ser una mujer casi anciana.

Son once relatos en el que Atwood huye del recurso quizá más sencillo, que sería ir enlanzando anécdotas de tramas de un relato al siguiente. Mantiene a la protagonista y nos va presentando momentos aislados en distintas épocas, y así vamos conociendo a su alrededor los personajes que completan su vida, su hermana, sus padres, profesores.

La escritura de estos relatos (o capítulos) es limpia, casi transparente en muchos momentos, alcanzando esa cima que es que el autor prácticamente desaparezca y el estilo sea la perfección del mismo, su aparente desaparición. La descripción es ágil, sin recreos, pero suficientemente expresiva y llena de matices (y ahí encuentro un parecido más que razonable con Alice Munro, en esa manera de recrear vivencias sencillas con un lenguaje sencillo y una sintaxis que tiende a la sencillez, aunque no a la telegrafía, y a la vez que vamos leyendo esas capas de escritura sencilla sobre existencias sencillas vamos dibujando nosotros, lectores, montañas de realidades que se cuelan por ella como plantas entre las grietas). Veo, leyendo sobre Atwood, que quizá no es este el libro más representativo ni de sus inquietudes formales ni temáticas, aunque quizá sí sea uno de los más cercanos a lo memorialístico o autobiográfico. Los relatos avanzan como toda narración bien engranada, y generan una sensación de placidez y recreo en quien los lee, aunque no sean necesariamente plácidos ni recreativos. Atwood, en estos textos, parte de la idea de no describir el comportamiento de un personaje, sino mostrarlo tal y como se comporta, y que se describa por sus acciones más que por las palabras de una voz externa.

Se acaba de leer Desorden moral y se piensa una vez más en cuántos escritores y escritoras quedan por ir descubriendo, y se investiga un poco más en la bibliografía de Margaret Atwood tratando de elegir bien la próxima lectura que se haga de esta autora canadiense. Porque quedan las ganas de recomendar firmemente Desorden moral y de seguir leyendo a su autora.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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