Desorden
moral, de Margaret Atwood (Bruguera)
Margaret
Atwood es una de esas escritoras a las que se les podría aplicar lo
de Eterna candidata al Premio Nobel. Me imagino que no lo
ganará, que esos académicos que tienen en cuenta miles de factores
al margen de la escritura de un autor, tuvieron que elegir entre ella
y Alice Munro, y al ganarlo Munro en 2013, la suerte de Atwood quedó
echada. Ambas son mujeres canadienses de una edad parecida, y aunque
en sus temas y tramas creo que no se parecen demasiado (Munro es
puramente chejoviana y solo retrata lo más cercano, es una de esas
autoras que puede parecer que escriben siempre el mismo cuento,
aunque como toda verdad obvia es mucho más compleja; y Munro es como
una pintora que parece haber dibujado un simple paisaje pero cuántas
capas superpuestas tiene ese simple paisaje, qué complejidades
técnicas encierran sus relatos; si lees sobre las tramas de Atwood,
tira más de imaginación y se aleja más de su propia realidad). Leí
bastante en una época de mi vida a Alice Munro y apenas había leído
hasta ahora a Margaret Atwood. Leí los cuentos de Érase una vez,
originales aunque un tanto repetitivos, y empecé el verano pasado a
leer El cuento de la criada, en pleno éxito de la serie de
televisión. El primer capítulo de la serie me aburrió
soberanamente, y la dejé, y creo que influyó en mi lectura, que se
me hizo pesada, predecible, y acabé por dejar la novela, aunque
quiero volver a intentarlo en el futuro.
Con
ese escaso bagaje lector de la obra de Atwood (más el cuento
infantil Arriba del árbol) cogí de la biblioteca Desorden
moral. Es, para empezar, un libro que es una novela y una
colección de relatos a la vez. Supongo que una de las maneras más
sencillas de estructurar una novela (no por esa sencillez menos
válida y si se hace bien, como es el caso, sirve para alcanzar cotas
de brillantez tanto como cualquier otra más sofisticada). Vamos
siguiendo, a modo de postales, o de fotografías que uno se encuentra
al cabo de los años apiladas en una vieja caja, tal vez en un
desván, la evolución (o no tanto, porque tampoco toda trama debe
dibujar una evolución, la construcción de un arco narrativo está
muy bien pero a veces puede olvidarse en nombre de otras cualidades
de un libro) de una mujer, Nell, desde que es una chica canadiense,
hasta que llega a ser una mujer casi anciana.
Son
once relatos en el que Atwood huye del recurso quizá más sencillo,
que sería ir enlanzando anécdotas de tramas de un relato al
siguiente. Mantiene a la protagonista y nos va presentando momentos
aislados en distintas épocas, y así vamos conociendo a su alrededor
los personajes que completan su vida, su hermana, sus padres,
profesores.
La
escritura de estos relatos (o capítulos) es limpia, casi
transparente en muchos momentos, alcanzando esa cima que es que el
autor prácticamente desaparezca y el estilo sea la perfección del
mismo, su aparente desaparición. La descripción es ágil, sin
recreos, pero suficientemente expresiva y llena de matices (y ahí
encuentro un parecido más que razonable con Alice Munro, en esa
manera de recrear vivencias sencillas con un lenguaje sencillo y una
sintaxis que tiende a la sencillez, aunque no a la telegrafía, y a
la vez que vamos leyendo esas capas de escritura sencilla sobre
existencias sencillas vamos dibujando nosotros, lectores, montañas
de realidades que se cuelan por ella como plantas entre las grietas).
Veo, leyendo sobre Atwood, que quizá no es este el libro más
representativo ni de sus inquietudes formales ni temáticas, aunque
quizá sí sea uno de los más cercanos a lo memorialístico o
autobiográfico. Los relatos avanzan como toda narración bien
engranada, y generan una sensación de placidez y recreo en quien los
lee, aunque no sean necesariamente plácidos ni recreativos. Atwood,
en estos textos, parte de la idea de no describir el comportamiento
de un personaje, sino mostrarlo tal y como se comporta, y que se
describa por sus acciones más que por las palabras de una voz
externa.
Se
acaba de leer Desorden moral y se piensa una vez más en cuántos
escritores y escritoras quedan por ir descubriendo, y se investiga un
poco más en la bibliografía de Margaret Atwood tratando de elegir
bien la próxima lectura que se haga de esta autora canadiense.
Porque quedan las ganas de recomendar firmemente Desorden moral
y de seguir leyendo a su autora.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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