No,
mamá, no, de Verity Bargate (Alba)
Esta
novela, primera de la autora, fue publicada en 1978. No había sido
traducida hasta 2017, y creo que lo ha sido porque era el momento, en
ese ambiente de debate social sobre los roles de la mujer, con ese
debate tan encendido a veces sobre la maternidad, sus trampas y
desengaños. Como digo, es un debate que se enciende cada pocas
semanas y al que están acompañando muchos libros, pero intentaré
dejarlo ahí lejos, al fondo de la reseña, como mero ruido ambiente.
Alba va acompañando su bien conocido y ponderado catálogo de
clásicos con narrativa contemporánea que encuentra en ellos su
lugar natural. Aquí bajo el nombre de Rara avis para la colección.
Verity
Bargate murió joven, a los 41 años, solo 3 después de publicar
esta primera novela, y con solo otras dos obras de narrativa. Fue
también directora y autora teatral, y esta fue de hecho su
dedicación principal. Vamos al libro: No, mamá, no, es una
novela corta, de poco más de 150 páginas, que se devora entre el
asombro y el sobrecogimiento. Algunos adjetivos que están
desgastados de tanto uso pero que encajarían perfectamente a la hora
de describirla son: cruda, dolorosa, necesaria, auténtica.
Jodie,
la protagonista, empieza a contarnos su historia en el hospital,
después de dar a luz a su segundo hijo. Empieza el libro con uno de
esos comienzos que quedan: “Lo que más me impresionó cuando me
dieron a mi segundo hijo y lo cogí en brazos fue la total ausencia
de sentimientos. Ni amor. Ni cólera. Nada”. No se trata, sin
embargo, de un libro que juegue al efectismo con frases redondas para
enmarcar, aunque tiene frases redondas y algunas deberían quedar
enmarcadas. Con ese inicio parece que será la crónica de una
depresión post – parto, y lo será, pero será algo muhco más
profundo y complejo. Peor que detestar algo es no sentir nada. No hay
nada menos humano que la ausencia total de empatía. De hecho, se
llama psicopatía, y es lo que Jodie empieza a describirnos. Quiere
que le quiten de encima al niño y la dejen leyendo, fumando, lejos.
Acude a hablar con los médicos antes de salir del hospital y ya les
advierte de que vive en un piso alto y no quiere para nada a ese niño
feo y podría pasar lo peor. Pero más allá de sonrisas y
comentarios condescendientes y una pastilla, la mandan de vuelta a
casa con su hijo mayor, de 2 años, y su marido, a los que tampoco
quiere. La relación matrimonial está rota. Y ese segundo intento de
revivirla con un hijo no es más que otro fracaso.
¿Cuántas
parejas han intentado resucitar algo que no funcionaba con un hijo?
¿Cuántas mujeres han buscado completarse mediante la maternidad?
Esas son dos preguntas que quedan en el aire y que duelen en este
libro. La madre de Jodie no la quiso, o no demasiado, o sencillamente
estuvo totalmente ausente en su infancia, y ella quería hijas a las
que querer de verdad. Pero no las tiene, tiene dos hijos, y un marido
egoísta que sale, la mira con pena, cree que se ha vuelto loca y lo
mejor que tiene para ofrecerle es la consulta de un psiquiatra amigo
suyo. Jodie va y se siente mal, con sus secretos previamente
revelados por su marido, casi casi violada. Y la violación es un
tema que va más allá del sexo en este libro, aunque también va de
sexo, del sexo marital impuesto, de los deberes conyugales, de una
escena tremenda en la que ella se queda dormida mientras es
penetrada.
Cansancio,
hastío, falta de ilusión. Las miradas de los demás. Los juicios
externos. El único refugio en algunos paseos, charlas puntuales con
desconocidos amables, libros, especialmente uno, El fin del
romance, de Graham Greene, por el que pasa una y otra vez con
deleite. Y pasa el tiempo.
Aparece
una pequeña esperanza. Una vieja amiga de la universidad, su mejor
amiga, quizá la mujer a la que más unida ha estado nunca. La llama,
da con ella después de una década, sienten que puede funcionar, que
seguirán siendo tan íntimas. Organizan una visita a su ciudad en la
costa. No era lo previsto inicialmente pero irá con los niños.
Aunque antes de llegar los convertirá en niñas, poniéndoles las
ropitas de niña que siempre tiene a su lado, y fingirá una vida que
no tiene. Las dos encontrarán alivio en su amiga, hablando del
pasado, aunque las dos sabrán también que hay algo que se ha roto,
probablemente en el interior de cada una de ellas, y que no volverá
a fluir la amistad como antes. El marido de ella, un actor con
ínfulas, es un perfecto idiota. Ellas dos tratan de darle la
espalda a los perfectos idiotas pero no es tan fácil.
Cada
semana se llena de la esperanza de que llegue el próximo lunes. Y
cada lunes, con sus pequeñas anécdotas, llena en el recuerdo los
días que quedan por delante. De lunes a lunes. Hasta que en un tren
de vuelta todo descarrila y lo simbólico se vuelve más real que
nunca, la pesadilla se hace realidad quizá con un exceso de
melodrama por parte de la autora, y Jodie acaba en una institución
psiquiátrica, repudiada por su marido, con sus hijos lejos, loca.
Porque eso es lo que todos habían pensado de ella desde el principio
del libro, que estaba loca, que lo que le pasaba era antinatural, y
parece que ellos han ganado. Sin remedio.
Un libro que leer y
sobre el que pensar detenidamente.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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