miércoles, 30 de mayo de 2018

mucha muerte, de Max Aub


mucha muerte, de Max Aub (Cuadernos del Vigía)


De Max Aub leí en 2015, y me enamoró, La gallina ciega. Vi a un narrador escéptico, irónico, desencantado, lúcido, que veía venir, a finales de los años 60, después de tres décadas de exilio y en algunas ocasiones también penurias, lo que se estaba cociendo y preparando de cara a la Transición política, inevitable porque antes o después, y fueron casi 40 años, Franco se moriría (Max Aub murió antes, en 1972). La obra magna de Max Aub son las seis novelas que conforman El laberinto mágico, a las que reconozco no haberme acercado todavía. Después de que la Fundación Max Aub tuviera a bien concederme este año su prestigioso Premio de Cuento, pensé que era el momento de leer algo más de Aub.
Llamado por su título cogí de una mesa de novedades de la biblioteca, hace unas semanas, mucha muerte, un libro de relatos (¿? algún nombre hay que darles) alrededor de la idea de la muerte.

¿Usted no ha matado nunca a nadie por aburrimiento, por no saber qué hacer? Es divertido
De Crímenes ejemplares

El libro original sobre el que se construye esta edición son los Crímenes ejemplares del autor, y a esta base se añaden selectos añadidos: más crímenes, infanticidios, suicidios, más infanticidios, epitafios y una extraña coda, Signos de ortografía, que será del gusto de todos aquellos aficionados a la tipografía, los errores, las imprentas y en general el papel y la tinta.

No se pudo dormir hasta acabar de leer aquella novela policíaca. La solución era tan absurda, tan contraria a la lógica, que Roberto Muñoz se levantó. Salió a la calle, fue hasta la esquina a esperar el regreso de Florentino Borrego, que firmaba Archibald MacLeish – para mayor inri y muestra de su ignaridad –; lo mató a las primeras de cambio: entre la sexta y la séptima costilla.
De Crímenes ejemplares

La idea inicial de los Crímenes ejemplares es ir mostrando, a modo de breves textos, lo que hoy llamaríamos micro – relatos y que entonces no se llamaban aún así, distintas motivaciones para matar. Con la intención, o al menos con el resultado, de dejar en el lector la sensación de que los motivos para inflingir daño, incluso para matar, a otro ser humano, no necesitan ser demasiado graves en muchos casos. Ni graves ni nobles ni elevados. En muchos casos parece que lo normal sería estar matando casi continuamente a otros, a todos aquellos que nos enervan, provocan con su estupidez, miran mal, hablan mal. Los textos, que a veces se acercan a lo narrativo y cuentan una historia completa en cuatro líneas y en otras parecen aforismos o hasta ensayos sobre lo estúpido de la vida y las creencias y barreras mentales que nos imponemos o nos imponen (Lo maté porque era de Vinaroz).

No se culpe a nadie de mi muerte. Mentira, siempre se suicida uno por culpa de alguien. Nadie siempre es alguien.
¿Quién es nadie? - clamaba el Comisario
De Suicidios

Los infanticidios vienen a subrayar aún más lo negro del conjunto, lleno de humor, sarcasmo, una mirada a la vez compasiva e implacable sobre la especie humana. Con los niños convertidos en especie sobreprotegida en las últimas décadas, desde que escasean, impacta la lectura de algunos de estos desahogos de padres y profesores superados. Los epitafios imaginativos son en sí mismo un género literario, y Aub lo trabaja con brillantez. El conjunto del libro brilla, hasta el punto de que a veces se atasca en su propia búsqueda de la sorpresa. Va resultando (lógico, por otro lado) menos sorprendente según se avanza por él, aunque en todo momento sorprende, regala una idea nunca antes pensada, o pone palabras a pensamientos ocultos.

Ya no sirvo para nada
De Suicidios nuevos

Merece mucho la pena enfrentarse a un libro así, libre, literario, vivo (pese a la contradicción con el título), que ha resistido perfectamente el paso del tiempo, porque algunos de los textos fueron rescatados para la edición de 2011 no dejan por ello de estar escritos en los años 60, y algunos antes. Es un libro perfectamente contemporáneo, que puliendo ciertas incorrecciones políticas un autor joven y que quisiera pasar por moderno podría presentar como arriesgado e innovador todavía hoy (para poner nombres, y ya no jóvenes, este libro podría haberlo presentado este mismo año, como novedad dentro de su curioso proyecto de obra, un autor como César Aira). Porque lo vanguardista nunca acaba de asentarse, me temo, y vuelve cíclicamente a llamar a la puerta de los editores y lectores, esperando quizá que sea su momento, el de cierta renovación, el de asumir el siglo en que se vive y se escribe. No sé. Tal vez el camino adecuado sea el de Aub, escribir por delante, o en paralelo a las corrientes que dominan. Y quedar en el presente continuo, a la espera del futuro.

Seguiremos leyendo.

Felices lecturas

Sr. E

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