mucha muerte, de Max Aub
(Cuadernos del Vigía)
De Max
Aub leí en 2015, y me enamoró, La gallina ciega. Vi a un
narrador escéptico, irónico, desencantado, lúcido, que veía
venir, a finales de los años 60, después de tres décadas de exilio
y en algunas ocasiones también penurias, lo que se estaba cociendo y
preparando de cara a la Transición política, inevitable porque
antes o después, y fueron casi 40 años, Franco se moriría (Max Aub
murió antes, en 1972). La obra magna de Max Aub son las seis novelas
que conforman El laberinto mágico, a las que reconozco no
haberme acercado todavía. Después de que la Fundación Max Aub
tuviera a bien concederme este año su prestigioso Premio de Cuento,
pensé que era el momento de leer algo más de Aub.
Llamado
por su título cogí de una mesa de novedades de la biblioteca, hace
unas semanas, mucha muerte, un libro de relatos (¿? algún
nombre hay que darles) alrededor de la idea de la muerte.
¿Usted
no ha matado nunca a nadie por aburrimiento, por no saber qué hacer?
Es divertido
De
Crímenes ejemplares
El
libro original sobre el que se construye esta edición son los
Crímenes ejemplares del autor, y a esta base se añaden
selectos añadidos: más crímenes, infanticidios, suicidios, más
infanticidios, epitafios y una extraña coda, Signos de ortografía,
que será del gusto de todos aquellos aficionados a la tipografía,
los errores, las imprentas y en general el papel y la tinta.
No
se pudo dormir hasta acabar de leer aquella novela policíaca. La
solución era tan absurda, tan contraria a la lógica, que Roberto
Muñoz se levantó. Salió a la calle, fue hasta la esquina a esperar
el regreso de Florentino Borrego, que firmaba Archibald MacLeish –
para mayor inri y muestra de su ignaridad –; lo mató a las
primeras de cambio: entre la sexta y la séptima costilla.
De
Crímenes ejemplares
La
idea inicial de los Crímenes ejemplares es ir mostrando, a
modo de breves textos, lo que hoy llamaríamos micro – relatos y
que entonces no se llamaban aún así, distintas motivaciones para
matar. Con la intención, o al menos con el resultado, de dejar en el
lector la sensación de que los motivos para inflingir daño, incluso
para matar, a otro ser humano, no necesitan ser demasiado graves en
muchos casos. Ni graves ni nobles ni elevados. En muchos casos parece
que lo normal sería estar matando casi continuamente a otros, a
todos aquellos que nos enervan, provocan con su estupidez, miran mal,
hablan mal. Los textos, que a veces se acercan a lo narrativo y
cuentan una historia completa en cuatro líneas y en otras parecen
aforismos o hasta ensayos sobre lo estúpido de la vida y las
creencias y barreras mentales que nos imponemos o nos imponen (Lo
maté porque era de Vinaroz).
No
se culpe a nadie de mi muerte. Mentira, siempre se suicida uno por
culpa de alguien. Nadie siempre es alguien.
¿Quién
es nadie? - clamaba el Comisario
De
Suicidios
Los
infanticidios vienen a subrayar aún más lo negro del conjunto,
lleno de humor, sarcasmo, una mirada a la vez compasiva e implacable
sobre la especie humana. Con los niños convertidos en especie
sobreprotegida en las últimas décadas, desde que escasean, impacta
la lectura de algunos de estos desahogos de padres y profesores
superados. Los epitafios imaginativos son en sí mismo un género
literario, y Aub lo trabaja con brillantez. El conjunto del libro
brilla, hasta el punto de que a veces se atasca en su propia búsqueda
de la sorpresa. Va resultando (lógico, por otro lado) menos
sorprendente según se avanza por él, aunque en todo momento
sorprende, regala una idea nunca antes pensada, o pone palabras a
pensamientos ocultos.
Ya
no sirvo para nada
De
Suicidios nuevos
Merece
mucho la pena enfrentarse a un libro así, libre, literario, vivo
(pese a la contradicción con el título), que ha resistido
perfectamente el paso del tiempo, porque algunos de los textos fueron
rescatados para la edición de 2011 no dejan por ello de estar
escritos en los años 60, y algunos antes. Es un libro perfectamente
contemporáneo, que puliendo ciertas incorrecciones políticas un
autor joven y que quisiera pasar por moderno podría presentar como
arriesgado e innovador todavía hoy (para poner nombres, y ya no
jóvenes, este libro podría haberlo presentado este mismo año, como
novedad dentro de su curioso proyecto de obra, un autor como César
Aira). Porque lo vanguardista nunca acaba de asentarse, me temo, y
vuelve cíclicamente a llamar a la puerta de los editores y lectores,
esperando quizá que sea su momento, el de cierta renovación, el de
asumir el siglo en que se vive y se escribe. No sé. Tal vez el
camino adecuado sea el de Aub, escribir por delante, o en paralelo a
las corrientes que dominan. Y quedar en el presente continuo, a la espera del futuro.
Seguiremos leyendo.
Felices lecturas
Sr. E
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