Cuentos
escogidos, de Shirley Jackson (Minúscula)
Si
todos los cuentistas descendemos, directa o indirectamente, con mayor
o menor éxito, de Edgar Allan Poe, no debe extrañarnos que muchos
de los grandes logros de la narrativa breve se sitúen, de un modo
natural y cómodo, en el ámbito de lo fantástico y / o el terror.
Pienso en gran parte de la producción de Kafka, de Borges, en
Cortázar, en Dino Buzzatti, y en un porcentaje amplio del cuento
anglosajón de los últimos sesenta o setenta años, como Stephen
King o Richard Matheson. 7 cuentos y otros 4 textos de naturaleza más
o menos crítica me han valido para atreverme a situarla en un
escalón parecido a ellos dos. Al menos.
King
es uno de los que recomiendan los textos de Shirley Jackson y hablan
de ella como una maestra. Stephen King es quizá demasiado generoso
en sus referencias a maestros y escritores de primera, y así algunas
de sus recomendaciones me han decepcionado. Pero no es el caso.
Empezaba hablando de Shirley Jackson como autora de género de
terror, y su libro más famoso, Siempre hemos vivido en el castillo,
es una novela gótica clásica, igual que La maldición de Hill House
es una novela de casas encantadas perfectamente asimilable al género.
En estos cuentos, sin embargo, habiendo terror, se trata más de una
pequeña selección de cuentos realmente incómodos, tocados por el
desasosiego y la incomodidad. El terror se produce en el lector por
la falta de suelo que se adivina en lo que se está leyendo. Son esa
clase de cuentos bien construidos que buscan (y necesitan) la
complicidad del lector para completar lo que se está contando en
ellos. Nunca termina de suceder nada abiertamente monstruoso, pero
uno, como lector, siempre llega a la última página intranquilo,
preocupado por esos personajes, intuyendo lo que queda más allá.
Sabe que lo que está pasando un poco más allá de la página es aún
peor. Sufre por la vida más allá de los personajes. Los cuentos de
Shirley Jackson quizá destacan por eso, porque nos están contando
algo importante pero nos están transmitiendo que lo realmente
decisivo no está ahí, en lo obvio, en la página.
La
edición de Minúscula (detallada y bonita) incluye realmente solo
siete cuentos: El amante demoníaco, La bruja, Después
de usted, mi querido Alphonse, Charles, Siete tipos de
ambigüedad, La muela y La lotería. La lotería
es quizá el relato más conocido, y su influencia se palpa
claramente en esos relatos más rurales de Stephen King, aquellos con
los que empezó en El umbral de la noche (siendo quizá el más
famoso Los chicos del maíz). Volveremos a él en unas líneas.
Hago
un breve comentario sobre los cuentos incluidos. El más flojo me ha
parecido, con diferencia, La muela, que retrata el viaje, agobiante,
en autobús, de una mujer desde su casa en los suburbios al centro de
Nueva York a que le extraigan una muela que le está doliendo. Bien
cargado de simbolismo y bien ejecutado, no tiene sin embargo el vuelo
literario que en general tiene de sobra el libro.
Los
relatos, descontando La lotería, son, en esencia, realistas. Quiero
decir que si cuento brevemente la trama de cada uno de ellos,
parecerían historias de Lorrie Moore o John Cheever. Y no cito
arbitrariamente a estos dos autores, pues creo que Shirley Jackson
comparte con ellos la manera de enseñar las heridas del malestar
íntimo de la clase media. Shirley Jackson era una mujer casada, que
vivía en las afueras de una ciudad de provincias y se encargaba de
sus hijos. Y escribía sobre las limitaciones que esa vida le
imponía. Se muestra clara al respecto en los cuatro textos entre
ensayísticos y confesionales que siguen a los relatos propiamente
dichos. Pero volvemos a los relatos y a su aparente realismo. Y
decimos aparente y sabemos, como lectores del género inquietante
(más que fantástico o de terror), que la mejor manera de empezar a
inquietarnos es que todo parezca, al principio, muy normal. Porque
quizá el gris es el color más inquietante de la paleta con la que
puede ambientar sus historias un autor.
El
amante demoníaco retrata la búsqueda, desasosegada en un
principio, desesperada al final, de una mujer en la mañana de su
boda. Se le ha extraviado el novio. Y no hay rastros más allá de su
propia voluntad. Y no sabemos si todo ha sido una especie de broma
pesada que un caradura le ha gastado a una solterona o las propias
ensoñaciones de la protagonista, que la han hecho imaginarse vestida
de novia, hasta que el choque con la realidad es inevitable.
La
bruja nos muestra una conversación casual entre un niño que
juega en la calle bajo la vigilancia de su madre y un anciano que
pasa por allí y se pasa. ¡Menudas cosas dicen los niños! ¡Y
menudas cosas dicen los viejos! ¿O hay algo de verdad en las
terribles frases que a modo de broma (espera la madre) salen por la
boca del viejo, que recuerda su infancia, cruel como lo son muchas
veces?
Después
de usted, mi querido Alphonse y Charles son dos muestras
de una autora que sabe moverse perfectamente en el mundo infantil,
retratando sus claroscuros (con tendencia a reforzar la parte oscura,
por supuesto). Conoce el lenguaje y la forma de ver el mundo, muchas
veces entre la ensoñación y la incomprensión de algunos
comportamientos adultos. Después de usted, mi querido Alphonse,
es un relato sutil en el que Shirley Jackson despedaza la corrección
aparente y las buenas intenciones de la clase media blanca
bienpensante. Cumple perfectamente la máxima del relato de contar lo
que está sucediendo, mostrarlo, en vez de decir qué debe pensar el
lector. Un niño lleva a casa a comer (lo más normal entre niños) a
un amigo, que es negro, y su madre asumirá desde el instante en que
entra en casa todos los tópicos y diferencias entre su familia y la
del niño, en cuanto a clase social, comportamientos. Y el niño
negro le irá desmontando, uno a uno, esos prejuicios que quizá no
son ni conscientes de serlo, mostrándole una cotidianidad muy
parecida a la de ellos. Me ha recordado (aunque no pasa a la parte
terrorífica), el planteamiento de la familia a la que llega el
protagonista de la película Get out. Charles no es más
que el nombre de un niño, un compañero de clase del hijo de una
familia, un niño que acaba de empezar el preescolar, aunque quizá
sea un amigo imaginario del niño, o quizá algo más, una máscara
tras la que esconder sus malos comportamientos y con cuyas historias
entretener a su familia.
Y
llegamos a La lotería. Leído hoy es un relato que ya ha
escapado de la definición de escandaloso (empezando porque puso
muchas semillas en muchos relatos posteriores y lo tenemos muy
asimilado). La lotería se celebra en un pueblo del Medio
Oeste americano y elige cada año a una familia que a modo de ritual
(probablemente para mantener a salvo a todos los demás) será
apedreada. La lotería relata el sorteo de un año concreto, y
es una maravilla de concisión y tensión ambiental sostenida. Fue
publicado en The New Yorker y obtuvo gran número de
reacciones indignadas. Y resulta casi enternecedor ver por qué cosas
se escandalizaban en los años cincuenta, y preocupante pensar que
hoy en día, con el ruido y la furia concentrados en las redes
sociales, se le podría pedir la cárcel o al menos la desaparición
del texto (y no sé muy bien qué petición es peor) por parte de los
ofendidos por esas páginas. Por lo demás, un texto ejemplar,
perfecto, de relato en el que lo poco dice muchísimo, y como pasa
con la mayoría de cuentos del libro, y ya se ha comentado, mucho más
de lo que queda por escrito, como si la autora quisiera señalar lo
horribles que somos los humanos pero no quisiera dejar demasiadas
pruebas por escrito de que lo ha dicho.
La
edición (que aún así pasa escasamente de las 150 páginas) se
complementa con cuatro textos, recogidos bajo el título de: Tres
conferencias y un cuento. Experiencia y ficción, el
primero, es una bonita oda al oficio de narradora, y sus ventajas
sobre la vida “normal”. La noche en que todos tuvimos gripe
no me ha parecido que pase de ser una anécdota familiar, en la que
quizá se rastrean algunas costumbres y modos de Shirley Jackson que
podrían tener que ver (o no) con su modo de enfrentarse a la
escritura, pero que más allá de que alguien quisiera escribir un
artículo académico no creo que presenten gran interés. Biografía
de una historia narra la sucesión de reacciones a la publicación
de La lotería (algo horrible, le dicen muchas veces). Cartas
que llegan a su casa (bueno, a un apartado postal dispuesto para
ello) por decenas al día, enviadas directamente por lectores o
reenviadas en muchas ocasiones por su editor en The New Yorker.
Están desde los que no parecen entender qué es una obra de ficción
y qué se debe esperar de ella, hasta los que tienen serios problemas
de comprensión lectora, aquellos para quienes las historias siempre
deberían ser bonitas y animar al mundo, y nunca mostrar su reverso
tenebroso, y los pocos que vieron algo bueno en esa historia y se lo
quisieron transmitir a la autora. El texto que cierra el libro, Notas
para un joven escritor, es uno de tantos textos de consejos para
escritores, pero hay que reconocerle que es valioso en el modo en que
muestra de modo sencillo cómo distinguir una historia que solo tiene
interés para quien la cuenta de otra con interés para los lectores
y como consejos para limpiar el estilo y hacerlo significativo.
Haciendo
balance, los Cuentos escogidos de Shirley Jackson un libro
valiosísimo, para tener en casa, y supongo que lo apropiado es
buscar pronto el reciente: Deja que te cuente: Cuentos inéditos,
ensayos y otros escritos, también en Minúscula, y dejar que se
complementen, a la espera, quizá de una edición de su narrativa
breve completa y antologada.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr. E
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