Cómo
Obélix se cayó en la marmita del druida cuando era pequeño, de
René Goscinny y Albert Uderzo (Salvat)
Mi
hijo mayor, de 4 años, entró el verano pasado en el mundo de las
aventuras de Astérix y Obélix. Ya habíamos visto en un cine de
verano la (excelente) película La residencia de los dioses, y
habíamos construido alguna vez a los galos y a los romanos con las
piezas de construcción para simular sus batallas. Pero fue al abrir
mi viejo ejemplar de Astérix el galo cuando cayó de verdad
atrapado en ese mundo. Lo leímos unas mil veces y casi cada semana
estamos yendo a la biblioteca a renovar un ejemplar de la colección.
Para
mí ha sido una vuelta a la infancia también, en la que los cómics
de Astérix y de Tintín fueron una presencia y una compañía
bastante continua. He tratado de releer a Tintín en los últimos
años y las historias han pasado por mí dejando poco poso, pero debo
reconocer que en mis relectura adulta de Astérix estoy encontrando
cantidad de matices en los guiones de Goscinny, tanto en los
referentes culturales de distintos niveles, a la historia,
literatura, cultura y tópicos de cada lugar, como en la construcción
narrativa de las aventuras. Goscinny falleció en 1977, y la serie se
inició el 1959, y siguen siendo frescos y atractivos.
Se ha
señalado ya muchas veces que el fallecimiento de René Goscinny
cierra la etapa canónica (con 24 álbumes) de las aventuras de
Astérix. Albert Uderzo, el dibujante original, guionizó unos
cuantos más que no alcanzaban esa magia, y otros autores están
intentando mantenerlo con vida hoy en día. No los he leído así que
no sé con qué éxito (he leído por ejemplo los últimos Corto
Maltés, tras Hugo Pratt, y son muy buenos).
Me he
mantenido bastante al margen del boom de la novela gráfica, como
ahora se suele llamar a los cómics en las páginas de cultura,
entrando y reconociendo grandes muestras de talento, pero me parece
que hay una cierta inflación de las llamadas a admirar obras maestras
y una cierta necesidad de los lectores de cómic de elevar sus gustos
a la categoría de alta cultura, como ha pasado en gran medida con
las series de TV. Ningún medio produce 10 o 12 o 15 obras maestras
al año, tampoco el cine lo ha hecho nunca, ni la literatura.
Sin
desviarme más, compré el mes pasado este cuento (porque es más un
cuento ilustrado que un cómic), que nos lleva a conocer uno de los
mitos fundacionales del universo Astérix, cómo Obélix llegó a ser
superfuerte y ya no pudo volver a consumir poción mágica, uno de
los leitmotivs de sus intervenciones en las historias (junto con:
¿quién es el gordo? O ¡Están locos estos romanos!). Todos sabemos
que Obélix se cayó de pequeño a la marmita de poción mágica (y
supongo que se habrá señalado muchas veces la similitud con el baño
de inmortalidad que su madre dio a Aquiles, haciéndolo invulnerable,
salvo en el talón por el que lo agarraba).
Cómo
Obélix se cayó en la marmita del druida cuando era pequeño es
un relato corto de tono infantil que Goscinny escribió en 1966,
siete años después del inicio de la saga, y que Uderzo ilustró a
finales de los años 80 (siendo la primera edición del libro de
1989). Es una bonita historia que nos muestra a Astérix y Obélix de
niños, compañeros de colegio, con un Obélix bonachón, sensible,
soñador y muy alejado de su imagen de amante de las peleas, un
miedoso con el que todos se metían y al que solo defendía Astérix.
Ese
pequeño Astérix piensa en darle poción a Obélix para que pueda
defenderse, y mientras se cuelan en la cabaña del druida Panorámix
hay un pequeño accidente que hace que Obélix acabe dentro de la
marmita de poción y se la beba entera. Y ya todos conocemos lo que
vino después. Es una historia muy tierna y debo reconocer que
también me ha hecho valorar en su justa medida a Albert Uderzo, que
se recrea en ilustraciones mucho más amplias que las que una viñeta
permite (aquí cada dibujo ocupa una página) y consigue un acabado
muy detallista y lleno de calidez, como por ejemplo aquí.
Es un
libro perfecto para redescubrir a Astérix, y quizá un regalo
estupendo para los niños en futuras fechas.
Seguiremos
leyendo
Felices
lecturas
Sr. E
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