Los
premios, de Julio Cortázar (Suma de Letras)

Yo
mismo he dicho muchas veces que Cortázar era mejor cuentista que
novelista, quizá incluso mucho mejor cuentista que novelista, y
creo, por lo que se puede leer en sus propios textos, que él no se
sentía cómodo en esa definición. Cortázar, como Cheever, se sabía
un excelente escritor de relatos, pero quería pensar que era un
novelista igual de bueno. La novela más conocida y exitosa de
Cortázar, aquella por la que medirlo, es Rayuela, ese libro
mítico y de tanto éxito, un libro que funciona para muchos lectores
como un rito de paso (algo que se hace por una tradición difusa a
los veintipocos años, igual que un interrail) y que para muchos es
su única lectura cortazariana, una de la que se pueden extraer
frases descontextualizadas de las que antes se usaban para forrar
carpetas. Rayuela, como ya anuncia la frase anterior, nunca me
ha parecido para tanto. Es un libro que se lee bien, un tanto naif
quizá, a ratos bonito, pero ni me parece gran literatura ni desde
luego la mejor obra de Cortázar.
Así
que con pereza mental me he ido reforzando con los años y las
relecturas de los cuentos de Cortázar (y casi cualquiera de sus
colecciones me vale en algún momento del año como relectura útil y
a la vez refrescante) en la idea de que Cortázar es mejor cuentista
que novelista.
Y que
quede claro que esa idea no ha cambiado con la lectura reciente de
Los premios, pero sí me ha hecho pensar que aunque Cortázar
no se acerque como novelista a la excelencia que sí tuvo como
cuentista, sí tiene, al menos, una muy buena novela, y es esta. Y me
ha pasado algo parecido con Cheever y Los Wapshot (que reúne
sus dos novelas dedicadas a esa saga familiar) y Oh, esto parece
el paraíso, dos novelas a las que les reconozco méritos y a las
que debo buenos momentos lectores, sin perder de vista que no se
igualan en mi canon (si se puede seguir usando esa palabra) sus
cuentos.
Los
premios es una novela de aires kafkianos, algo que tienen muchos
cuentos de Cortázar (aunque Cortázar los hace tan suyos que no se
puede hablar de La autopista del sur, por ejemplo, y no sentir
que aunque la inspiración de rama kafkiana está por ahí, el
resultado es totalmente personal). En Los premios nos
encontramos con una serie de personajes inconexos, o con conexiones
mínimas entre ellos, que han ganado en una lotería un crucero en un
viejo barco llamado Malcolm. El nombre y la apariencia del barco ya
son el primer misterio, pues la única instrucción que han recibido
es estar una tarde concreta en un café concreto con el equipaje
listo para embarcarse.
El
viaje de placer (y para algunos personajes de huida) empieza en una
bruma de falta de información, y esa bruma se irá espesando con los
días de viaje. No están claras ni las motivaciones de quienes les
han dado ese premio, ni por qué algunas zonas del barco están
prohibidas, ni cómo algunos momentos del pasado de los pasajeros,
que van volviendo y nos son contados, influyen en toda la historia.
Los pasajeros, de modo desorganizado pero simultáneo, quieren tomar
la popa del barco, que les está prohibida.
Tenemos
a una serie de personajes llenos de secretos en un ambiente cerrado,
lo que nos recuerda novelas de misterio y viajes de Agatha Christie,
y tenemos una habitación cerrada a la que no deben acceder, como en
la historia de Barbazul, y con esos mimbres clásicos, la inspiración
de Kafka, ciertos sinsentidos y el estilo narrativo de Cortázar, que
se desenvuelve muy bien cuando nos narra, a modo de cuentos
desgajados del centro de la novela, pasajes pasados de distintos
personajes, o breves escaramuzas en el barco, acabamos teniendo un
libro muy entretenido, que seguimos con interés hasta su desenlace.
No es
una novela que justifique que dejemos de leer los cuentos de
Cortázar, por supuesto, pero es una novela que puede complementarlos
muy bien como lectura. Y es una novela, sobre todo, que entre tantas
novelas magnificadas por los altavoces y los premios, los otros, los
comerciales e institucionales, merece la pena leer para no perder la
perspectiva y no olvidar lo que es un escritor indiscutible, de
primera categoría, un referente de la literatura en español y del
siglo XX. Y por contraste, lo que no lo es.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
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