martes, 9 de mayo de 2017

Lo que no está, de Jesús Barrio

Lo que no está, de Jesús Barrio (ReLee)

Doy unos pocos datos: Es el primer libro de Jesús Barrio. Tiene 12 relatos. Fin de los datos. Ahora paso a las batallitas: Por diversos motivos, leí este libro a principios de marzo, luego pensé que quería dedicar el mes de abril a hacer un cierto balance de mi vida como lector de novela y llené el blog de listas, después terminé abril analizando un par de novelones, y el caso es que ahora que he vuelto al relato, he tenido que releer el libro para refrescar algunas notas de lectura que tomé entonces. Empiezo diciendo que lo releído me ha gustado más que la primera lectura, lo cual, según mi manera de entender la literatura y la lectura, es quizá lo mejor que se puede decir de un libro, de este o de cualquiera. No se agota a primera vista, sino que mejora, matiza.

Empiezo hablando de prejuicios: de los míos, que soy el lector. La lectura es un estado de ánimo, habrá dicho alguna vez alguien. Por poner un ejemplo que todos entendamos, no cualquier lector, por habitual que sea, vale para leer La broma infinita, de David Foster Wallace, y ni aún el más fervoroso lector de Foster Wallace puede leerlo seguido ni en cualquier momento de lectura. Quiero decir que mis dos acercamientos a Lo que no está se encuentran separados por dos meses, los días de lectura habrán sido distintos, etc. Hablaba de prejuicios, empiezo por los negativos: No confío demasiado en los talleres literarios ni en lo que puedan enseñar. Jesús Barrio viene del taller, concretamente de los de Eloy Tizón e Isabel Cañelles. Está recién salido del taller, y casi me lo puedo imaginar con un mono azul, y la editorial que ha apostado por él también. Por explicarlo brevemente, Relee es un proyecto puesto en marcha hace poco más de un año por los propios Tizón y Cañelles para darle una primera oportunidad editorial a los alumnos de sus talleres. Ellos, claro, lo explicarán mejor y con más detalle https://relee.es/

También hay prejuicios que nos sitúan a favor de un libro antes de leerlo. También los tenía. Básicamente dos: Eloy Tizón y Ricardo Menéndez Salmón. Eloy Tizón ha sido elegido, quizá sin que él mismo lo pretenda, como pope del relato corto en España. Me daba confianza respecto a este libro que lo hubiera seleccionado Eloy Tizón entre los manuscritos que pasen por sus manos, que serán muchos. Todos los que escribimos relato en España y tenemos menos de cuarenta años hemos pasado por Velocidad de los jardines como hemos pasado por los Nueve cuentos de J. D. Salinger. O eso me parece. O eso debería suceder. Quien no haya pasado por ellos, debería volver atrás y hacerlo ya. Yo tuve un momento de profundo amor a ambos libros, luego un descortés desapego, después relecturas más maduras que me hicieron darme cuenta del peso específico de los dos libros, de sus valores y de lo peligrosos que son como modelos de escritura, cada uno en su mundo que a ratos son casi opuestos. Tizón es un escritor brillante y que incita a escribir como él cuando se le está leyendo, y me imagino que más aún si es el profesor de uno, pero lo que él hace no funciona en general. A él le funciona, y basta ver Velocidad de los jardines o Técnicas de iluminación, o Parpadeos, que nunca se cita pero a mí me parece un libro muy bueno, quizá mejor que Técnicas de iluminación. Pero Tizón es un autor raro. En la eterna separación entre Chejov y Poe, en el combate Carver contra Borges, ¿dónde está? Yo lo pongo en el bando de Borges y Cortázar, pero desde luego tiene su propio hueco, se ha cavado con personalidad su trinchera. Esa escritura, esa prosa poética que se construye como una pintura al óleo y que a veces parece no estar narrando (que de hecho muchas veces está de espaldas a lo que es propiamente dicha una narración) no funciona como método general de escritura. Me complace ver que Lo que no está no se cae por los caminos de imitar esa brillantez desbocada. Lo que decía, que me lío: Si viene con el sello de Eloy Tizón, esperaba algo bueno. Segundo prejuicio positivo: Ricardo Menéndez Salmón firma el prólogo. Aunque El sistema, su última novela, no me convenció, Menéndez Salmón es uno de los escritores españoles que más me interesa, y además de un gran novelista es un muy buen cuentista (siempre cito Gritar entre mis libros de relato preferidos). Relee creo que hace una cosa muy bien, que es buscar prologuistas para los libros de sus nuevos valores. Es algo que está en desuso pero que creo que da confianza al lector. Si les gusta a Eloy Tizón y a Ricardo Menéndez Salmón, al menos debo echarle un ojo, eso pensé.

¿Por qué desconfío de los talleres? A veces leo y edito relato de autores que me los hacen llegar y en ocasiones detecto al autor de taller por su corrección y su neutralidad. Lo peor que se puede ser en escritura es correcto y neutro, sin más. A veces me da la sensación de que en los talleres les dijeran: “no arriesgues y así no fallarás”. Y escribir es arriesgar. ¿Me he encontrado con eso en Lo que no está? Por fortuna no. Aunque la escritura es comedida y solo se recrea con cierta frecuencia en las metáforas (algunas más afortunadas que otras), no da la sensación de que el autor haya estado siguiendo únicamente pautas. Aunque pautas hay. El libro va mostrándonos narradores en primera y en tercera persona, cambios de voces, digresiones, pura narración, omnisciencia, deficiencia, diálogos, como si no quisiera dejar algo sin usar. Tan frágil como el hielo es un relato que trata de mostrar todos los trucos que el autor sabe hacer y creo que una historia que es probablemente la más ambiciosa del conjunto acaba no resultando redonda. Me parece como si una vez conocidas todas las herramientas del taller, quisiera emplearlas, no dejar nada por hacer. Es una decisión respetable, pero en general me atraen más los autores que apuestan a fondo por su voz, con sus excesos, abusos, desequilibrios, pero, a falta de una mejor palabra, autenticidad.

Uno de los puntos fuertes del libro es que nunca entra en un realismo manido que pueda derivar en costumbrismo. Todo se mantiene siempre en un equilibrio inestable entre la realidad sin más: historias de gente que se siente sola, esencialmente, eso es este libro pero es que eso es la literatura, gente sola que reflexiona sobre lo que ha perdido, pero todo tiene un cierto toque en la mirada que se eleva por encima de esa mera imitación de la vida. Un escritor es al menos al 50% mirada, creo que sobre todo los cuentistas, y Jesús Barrio sabe mirar. Mira tanto que uno de los mejores relatos de la colección, El pestañeo de la estatua, nace de una fotografía que el protagonista mira.

¿Lo que no está es un buen título? A mí personalmente me gusta que las colecciones tengan el título de uno de sus relatos, y creo que lo propio es que ese relato en cierto modo condense el espíritu del libro. En este caso creo que es así. Lo que no está es un relato muy conseguido, triste, más que triste desazonador, porque nos propone mirar la vida que hemos vivido y encontrarla vacía. Y nos hace preguntarnos si a veces no sería mejor no tener pasado. Si hay un tema que define el libro es la pérdida. No pensemos en duelo, sino en esa saudade ridícula de la que habla Pessoa en El libro del desasosiego, en ese echar de menos lo que nunca hemos tenido. Eso es Lo que no está. Me imagino, y aquí especulo gratuitamente, que el autor también jugaba en el título con la propia metarreferencia al mundo del relato, a esa parte que no está explícitamente en el relato pero que es la otra historia, la clave que marcaba Piglia, el iceberg de Hemingway. Jesús Barrio juega bien a contar una historia en primer plano y dibujar la otra en la sombra. Este es un buen primer libro, sólido y que funciona como un conjunto, en el que se notan quizá demasiado las influencias, pero es lo normal. Ahora debe ir construyendo su personalidad literaria, que aquí se intuye pero no acaba de mostrarse madura. Estaremos pendientes de sus siguientes vuelos en solitario.

Felices lecturas


Sr. E

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