domingo, 14 de mayo de 2017

Estilo rico, estilo pobre, de Luis Magrinyà

Estilo rico, estilo pobre, de Luis Magrinyà (Debate)

Luis Magrinyà es escritor, editor, traductor y corrector. Leí hace tiempo Los aéreos, su primer libro de relatos, y me gustó; me gustaría releerlo. Leí su novela Habitación doble, que no me interesó especialmente. En cualquier caso, me llevé la impresión, con los dos libros, de que se trataba de un buen prosista, que son quienes deben dar consejos sobre el uso de la lengua a los que no lo somos tanto. Magrinyá también fue lexicógrafo en la RAE durante varios años. Con ese bagaje empezó a publicar en eldiario.es y en El País artículos sobre malos usos, cuestiones abiertas o abusos, que aparecen a la hora de expresarnos por escrito (no necesariamente periodistas o escritores, cualquier que ponga algo por escrito) y también, por qué no, cuando se habla a un nivel que se pretende que sea correcto (otra cosa es que estemos a un nivel informal o directamente vulgar, pero esa distinción ya la hace el autor al principio y nos ahorra andar con excepciones a los lectores).

Estilo rico, estilo pobre tiene un subtítulo más que aclaratorio: Todas las dudas: guía para expresarse y escribir mejor. Obviamente, el libro no resuelve todas las dudas, pero sí es muy útil a la hora de expresarse y escribir mejor. No resuelve todas las dudas y creo que de hecho su mejor cara es que nos hace pararnos a pensar en malos usos y modismos innecesarios y algunas veces incorrectos en los que no hemos reparado. Magrinyà nos hace ver que en el lenguaje literario aceptamos como naturales expresiones que nunca lo son, aunque a veces se introduzcan en nombre de la coloquialidad, sencillamente porque tenemos costumbre de verlas por escrito al leer. También acierta al hacernos notar la inexistencia o incorrección de expresiones, que de tan leídas, se nos antojan naturales, pero que tampoco lo son, como mascullar palabras, sacudir la cabeza o tamborilear con los dedos. Las hemos leído tantas veces que todos tenemos una idea de lo que quieren decir, pero desde luego no es porque lo dejen claro.

Estilo rico hace referencia a las florituras innecesarias con las que se carga con frecuencia el estilo escrito. En la búsqueda, precisamente, del estilo, y de que algo suene literario. Se abusa de las perífrasis en vez de tirar de verbos más limpios, se usan sinónimos rebuscados (o lo que es peor, sinónimos que en realidad no lo son, uno de los puntos interesantes del libro es darnos cuenta del mal uso de los sinónimos, pues tomamos con frecuencia por absolutos sinónimos que no lo son), adjetivos inadecuados, etc. Todo esto se hace en algunos casos con la noble intención, frecuente en cualquier corrección de textos, de evitar repeticiones, y en otros sencillamente porque parece que como diría Stephen King en su libro Mientras escribo, era demasiado sencillo decir que un personaje estaba cagando pudiendo decir que realizaba un acto de defecación. Otra de las coincidencias con Mientras escribo está en el capítulo dedicado a los verbos dialógicos, los que van acompañando un diálogo y que deberían ser siempre lo más invisibles a la lectura posible, pues cuando se ven y nos hacen reparar en ellos, molestan. El estilo pobre es el defecto contrario, usar un vocabulario poco preciso, utilizar hiperónimos y no conseguir una definición suficientemente precisa de algo, repetir continuamente las mismas palabras, caer en vulgarismos y barbarismos, incorporar traducciones mal hechas del inglés sin ser conscientes ni del origen de esas expresiones invasoras.

Uno de los puntos más interesantes es ver cómo la traducción (a veces exclusivamente la mala traducción o la traducción vaga y sin matices, de diccionario bilingüe y desconocimiento del uso real del idioma original, normalmente el inglés; otro tema es que haya expresiones que no sean verdaderamente posibles de volcar a otro idioma) se va colando en un mal camino inverso en el uso del español que hacemos, y por qué aparecen expresiones fantasma, que suelen venir de traducciones inexactas, que a fuerza de repetirse se contagian, pasan al castellano escrito y al final acaban naturalizándose y siendo utilizadas por los escritores autóctonos. Magrinyà nos da un buen surtido de ejemplos de malos usos, algunos de verdaderos maestros de la novela. Supongo que para que nadie pueda quejarse, también incluye sus textos de ficción entre los ejemplos.

Da miedo escribir una breve reseña de este libro (¿o es sobre este libro? esta es la clase de dudas que nos genera), que todo escritor, pero también todo escribidor y simplemente quien tenga que entregar con cierta frecuencia un trabajo por escrito o enviar una carta, debería leer y tener a mano. Da miedo, decía, porque la voz de Luis Magrinyà (voz que desconozco, pero digamos la voz de Luis Magrinyà que yo me he imaginado) ya me amenaza con latigazos cada vez que dudo. Es, ya para siempre, un libro que tener a mano cada vez que nos inclinemos sobre el teclado.

Seguiremos leyendo, y tratando de escribir correctamente.

Felices lecturas


Sr. E

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