Feria del Libro 2016. Fin. Balance. Firmas. Contradicciones. Lecturas.
Este
domingo se ha acabado la Feria del Libro 2016. La Feria del Libro es
uno de esos lugares que de alguna manera me repugnan y de otra manera
complementaria me atraen irremediablemente. Me repugna la
mercantilización que supone, y sobre todo lo que siento al
encontrarme con colas sin fin que no están esperando a recibir el
autógrafo de autores sino de famosetes de turno, ahora también de
youtubers. Casi nunca hay una
gran cola tras la que aguarde un buen escritor, y ya no entro a
valorarlo en función de mis gustos o intereses, sino que me refiero
simplemente a alguien cuyo motivo principal para escribir un libro
sea escribir el libro, no una oportunidad de sacar algo más de
dinero a otras famas paralelas.
Me
atrae, por el contrario, la oportunidad de acercarme a las casetas de
las editoriales y preguntar por algunos libros de sus fondos que son
difíciles de encontrar en librerías normalmente. Me encanta poder
acercarme a algunos autores y charlar cinco minutos con ellos
mientras me firman el libro. Me inquieta que los autores literarios
que más firman sean los mismos desde hace veinte años, y que
autores de los que se habla mucho y bien en la poca prensa
especializada en literatura que queda, tengan sin embargo firmas por
las que apenas pasamos 10 personas a lo largo de más de dos horas.
Me
atrae y me incomoda por igual el momento de firmar, al que me he
enfrentado por segundo año, con mi segundo libro, Mil dolores
pequeños. Me invitó la librería Punto y coma, y fue un
rato agradable, en el que me sentí más suelto que en mi primer año,
y en el que vendimos en una sola tarde casi todo lo que el librero
había pedido. Gracias, por cierto, a los que se acercaron. Estuve
firmando el jueves 2 de junio por la tarde, junto a otros autores de
Baile del Sol, la editorial que ha publicado Mil dolores
pequeños, y que ya publicó
Beber durante el embarazo.
El
jueves siguiente, 9 de junio, la editorial organizó en el bar –
librería Vergüenza ajena un pequeño acto de presentación de
novedades de esta primavera – verano, y que ha servido también de
pequeña presentación de mi libro en Madrid. El libro, por cierto,
ya se puede comprar en la web de la editorial
La
distribución más general en librerías empezará, por lo que me han
contado, a principios de julio.
He
pasado otras tres veces por la Feria del Libro en estos algo más de
quince días, y he gastado más de lo que quiero reconocer, pero
menos de lo que temía haber podido llegar a gastar. Mi primera
visita tuvo como principal objetivo conseguir Mala letra, el
nuevo libro de relatos de Sara Mesa, que pude traerme firmado por la
autora, tras compartir cinco minutos de conversación con ella. Ya
que había ido, compré un ejemplar de La novela luminosa de
Mario Levrero en bolsillo, pues es un libro que prácticamente ha
desaparecido de las librerías, y mi ejemplar está bastante
deteriorado y no querría enfrentarme al momento de quedarme sin él,
siendo un libro al que vuelvo con la frecuencia con la que otros
recurren a sus textos sagrados, aunque sé que suena a histerismo de
fan obsesivo – compulsivo.
El
mismo día en que fui a firmar me traje como recuerdo El ojo
castaño de nuestro amor, de Mircea Cartarescu, del que aún
tengo sin acabar de leer Nostalgia desde
que fui al encuentro con el autor en la librería Alberti. El
ojo castaño de nuestro amor es una recopilación de textos breves, unos
relatos propiamente dichos y otros más cercanos a la reflexión o al
pequeño ensayo memorialístico, en una edición especialmente
preparada para el mercado español por el autor y sus editores de
Impedimenta.
En la
fiesta de presentación de Baile del Sol aproveché para
comprar y me traje firmadas dos de las novedades que más llamaron mi
atención. Fueron la novela La muñeca rusa, de Juan Miguel
Contreras, que me llamó mucho la atención porque la trama que el
autor explicó me resultó muy parecida a la imagen que puso en
marcha mi relato Rescate, incluido en Beber durante el
embarazo, la de un cosmonauta soviético en una misión
fracasada, solo y perdido, y el libro de relatos Koundara, de
David Pérez Vega, del que me gustó mucho la descripción inicial
del primer relato, y hojeándolo me interesaron un par de relatos que
parecían de corte realista del tipo escuela americana, y de hecho el
autor me confirmó que uno de ellos, Cazadores, era un
homenaje a Cazadores en la nieve, de Tobias Wolff, que es un
relato que siempre me ha impresionado. También compré la colección
de relatos Lo que nos detiene, de Blanca Bettschen, aunque la
autora había huido para cuando quise que me lo firmara.
Suerte
de cazador la mía, en uno de mis paseos por la Feria en este último
fin de semana, mi vista fue a dar casualmente con un libro, El
trepanador de cerebros, la primera novela de Sara Mesa,
prácticamente inencontrable. No me fijé en el nombre de la
librería, lo cual fue un error, pues hubiera sido una buena apuesta
para futuras visitas. Ese mismo día, en el stand de Debolsillo,
compré Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt. Vi hace un
par de meses la película biográfica sobre la filósofa, que está
articulada alrededor de este libro y su experiencia escribiéndolo, y
me interesó mucho. En esta obra es donde presenta la noción de
banalidad del mal, que es una de sus ideas más célebres, y de la
que estuve hablando no hace muchos días, a lo largo de una charla de
borrachos ilustrados.
El
último sábado fui a acompañar a unos amigos que estaban de visita
en Madrid y querían ir a la Feria. Ellos adquirieron un ejemplar de
Mil dolores pequeños y yo me pasé por la editorial
Impedimenta. Estaba firmando Jon Bilbao, sobre quien he leído
muy buenas críticas aunque aún no lo he podido leer a él, y compré
y me traje firmado su último libro de relatos, Estrómboli.
Sólo le he echado una mirada de aproximación al inicio del primer
relato, pero promete mucho. Le pedí al editor que me orientara por
dónde seguir leyendo a Stanislaw Lem, después de la fascinación que me
produjo Diarios de las estrellas, y me dijo que por lo que le
expliqué que más me había gustado de aquel libro, el que más
podría interesarme era Máscara, una colección de relatos
que Lem había ido dejando al margen de sus colecciones por ser
demasiado largos, o demasiado fáciles de censurar, y que compartían
con Diarios de las estrellas el gusto por el relato filosófico, la fábula sin moraleja obvia y los juegos que van de lo
moral a lo humorístico.
Además
de estos libros, he comprado ejemplares de Todos los miedos,
de Miguel Ángel González, La novela luminosa de Mario
Levrero y Los asesinos lentos de Rafael Balanzá para regalar
a amigos y familiares.
Resumiendo,
se acaban estos quince días y prefiero no echar cuentas. Sé, eso
sí, que a otras muchas lecturas por abordar, he sumado, dejando al
margen regalos y ejemplares de Levrero para cubrir posibles pérdidas:
Mala
letra, de Sara Mesa (Ed. Anagrama)
El
ojo castaño de nuestro amor, de Mircea Cartarescu (Ed.
Impedimenta)
El
trepanador de cerebros, de Sara Mesa (Ed. Tropo)
Koundara,
de David Pérez Vega (Ed. Baile del Sol)
La
muñeca rusa, de Juan Miguel Contreras (Ed. Baile del Sol)
Lo
que nos detiene, de Blanca Bettschen (Ed. Baile del Sol)
Eichmann
en Jerusalén, de Hannah Arendt (Ed. Debolsillo)
Estrómboli,
de Jon Bilbao (Ed. Impedimenta)
Máscara,
de Stanislaw Lem (Ed. Impedimenta)
Los
iré leyendo en estos próximos meses (como los camellos que se
guardan el agua para las travesías del desierto, así algunos
reservamos libros para el verano, como si en verano no se pudiera ir
también a la biblioteca, o a una librería, o releer), y de algunos
seguro que me apetece hablar un poco aquí.
La
Feria volverá el año que viene. De momento no parece que me vaya a
tocar volver a firmar en ella, pues aunque tengo algunos proyectos de
escritura, e incluso dos más o menos cerrados, de momento no hay
nuevas publicaciones a la vista. Quizá conviene respirar hondo antes
de dar el siguiente paso, o esperar señales del destino. Dos años
seguidos han sido de momento una experiencia que debo asimilar.
Tocará volver como lector atento que pregunta y hace colas para
pedir firmas.
Iremos
hablando
Buenas
lecturas
Sr. E
Estoy inmerso en "Mil dolores pequeños", y estoy alucina(n)do... Hay capítulos deslumbrantes... Fue un placer coincidir y encontrar este blog y, sobre todo, tus libros...
ResponderEliminarMuchas gracias Juan Miguel. La muñeca rusa caerá como lectura este verano y ya la comentaremos. Gracias por lo que dices de Mil dolores pequeños, espero que te siga gustando hasta el final, y si es así, no dudes en recomendarlo, que hay que pelearse los lectores uno a uno.
Eliminar