lunes, 9 de mayo de 2016

Algunos cambios. El sistema vs. El pentateuco de Isaac



Algunos cambios: Ya no hubo una entrada de Cuentos pendientes de abril. Creo que necesito acercarme al blog con naturalidad y sin compromisos, así que la periodicidad no será semanal ni mensual. No habrá periodicidad, de hecho. De entre mis lecturas, continuas e incansables, iré comentando aquellas de las que crea que hay aspectos destacables y que merezcan ser compartidas.

El sistema, de Ricardo Menéndez Salmón. Ed. Seix Barral

El sistema, de Ricardo Menéndez Salmón, ha sido la novela ganadora del Premio Biblioteca Breve de este año. No vamos a discutir demasiado sobre la imagen de limpieza que transmiten los premios otorgados por editoriales que premian a autores que ya eran de la casa, como es el caso de Menéndez Salmón y Seix Barral, donde publica desde La ofensa, en 2.007, y donde está disponible la práctica totalidad de su obra narrativa. Al margen del premio, que creo que es lo menos importante, voy a hablar de El sistema. Empiezo diciendo que no me ha gustado. Y sigo diciendo que para mí Menéndez Salmón es uno de los mejores novelistas españoles actuales. Me interesa su mundo y su escritura, siempre estética, siempre medida, siempre llena de ideas. Quiero decir con esto que El sistema me ha decepcionado, porque he leído por la red algunas críticas que empiezan diciendo poco menos que Menéndez Salmón es un incapaz con una fama inmerecida y de ahí en adelante. Yo lo considero un autor importante, de los mejores entre los que escriben y publican hoy en día en España, y al que sigo. Reseñé hace unos meses Niños en el tiempo, que me gustó mucho. He leído varias veces Derrumbe. Me gustó La luz es más antigua que el amor. Tengo planeado que Medusa sea una de mis futuras relecturas. Pero El sistema no me ha gustado. Como desde el título se nos advierte, Menéndez Salmón ataca, o al menos cuestiona, al sistema. El sistema entendido como stablishment, que atonta a los ciudadanos, a los que necesita pasivos, ignorantes, mejor si directamente son tontos. Algunos de los titulares que anunciaron el fallo del Biblioteca Breve de este año hablaban de una distopía que anuncia la caída del sistema. Creo que a la novela no le ajusta bien la etiqueta de distopía. El sistema está siendo cuestionado desde muchos ángulos desde hace unos años, después de algunas décadas en las que parecía que era la única posibilidad en el discurso público. Leo El sistema y me da la sensación de que su autor llega tarde, que de alguna manera quería subirse a un carro y el carro ya estaba en marcha cuando él llegó. Y se ha quedado en tierra, viéndolo alejarse. El sistema hubiera tenido ese valor de distopía si se hubiera publicado hace cinco o seis años. Ahora se suma a una tendencia bastante mayoritaria, y no creo que aporte nada que la defina particularmente. El sistema es una novela que a modo de contenedor trata de reflexionar sobre el arte, la literatura, la política, la comunicación, las relaciones humanas en la era tecnológica y mil temas más. Y creo que ahí es donde empieza a perderse, al no centrarse en un único objetivo. No es cuestión de medir las cosas por páginas, pero los libros que Menéndez Salmón ha estado publicando hasta ahora pasaban por poco las cien páginas, y siempre con letras y márgenes grandes. Aquí salta la frontera de las trescientas páginas. Y su fuerza se disuelve. Lo que en Derrumbe, centrado en una idea, adquiere fuerza por concentración, en El sistema se desdibuja. Menéndez Salmón sabe ser alegórico, y aquí, igual que me pareció en su momento que le pasaba con El corrector, al tratar de resultar más explícito, acaba pareciendo un narrador simple, que pasa al papel las ideas de su cabeza sin un esfuerzo estético destacable. Y es una pena cuando se trata de un autor que ha demostrado una gran capacidad para tratar ideas difíciles, puros retos, con una muy cuidada prosa, flexible, precisa y llena de buenas imágenes. Seguiré leyéndolo con interés, por supuesto, pues pese a este libro flojo, tedioso a ratos, sigo pensando que es uno de los buenos escritores españoles.

El pentateuco de Isaac, de Ángel Wagenstein. Ed Libros del Asteroide

Angel Wagenstein es un escritor búlgaro de familia judía, concretamente sefardí. El Isaac de esta novela es Isaac Jacob Blumenstein, un personaje en el que es fácil rastrear rasgos del propio autor. Ambos vienen de familias judías y se han criado en países que pasaron por el nazismo, por el comunismo y por la desorientación. El Isaac de la novela ha sido, sin haber cambiado su lugar de nacimiento (lógicamente), ciudadano de cinco naciones distintas.
Isaac Jacob Blumenstein nació casi con el siglo XX en una zona en permanente conflicto, lo que hoy es Polonia. Vivió el asesinato del archiduque Francisco Fernando que hizo estallar definitivamente la Primera Guerra Mundial, en la que estuvo como soldado del ejército austrohúngaro. Vivió el terror nazi, e incluso estuvo como gran parte de su familia y vecinos en un campo de concentración. A la vuelta de los campos de concentración, después de haber conocido el horror, ve que su pueblo se ha convertido en un satélite soviético, y pasa a ser un ciudadano soviético, un elemento más de la revolución mundial.
Isaac Jacob Blumenstein pasa por todos los tipos de regímenes políticos y sociales que han marcado el siglo XX, y en todos es, de una manera u otra, un paria. En todos nos enseña algo. Y nos enseña, sobre todo, a no perder nunca el humor. Blumenstein no acaba de entender muchos de los cambios de aires que lo arrastran de un lado a otro, se deja llevar por la vida y no pierde el momento de hacer un chiste con ella. En cierto modo es un sabio, y en cierto modo es un idiota. La novela está escrita con un lenguaje ágil y cercano, que interpela directamente al autor, pues explica algunos sucesos recurriendo directamente a la segunda persona, ya que Blumenstein está dirigiendo estas memorias de una vida y cinco naciones a un rabino, supuesto receptor de las mismas. Wagenstein entronca con una tradición  judía, la de no tomarse lo tremendo demasiado en serio, que conocemos a través de Woody Allen o Saul Bellow. Y también he visto su novela emparentada con otro libro que he terminado de leer recientemente, y del que hablaré próximamente, que también hace una fuerte crítica del militarismo desde la ironía y utilizando el recurso del extrañamiento, colocando en el centro del campo de batalla a alguien totalmente ajeno, que juzga con sus hechos lo que le resulta ajeno y a base de no comprender lo ridiculiza, como es Las aventuras del valeroso soldado Schwejk, de Jaroslav Hasek.

Buenas lecturas
Seguiremos comentándolas
Sr. E

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