sábado, 30 de abril de 2016

Las palabras de un futuro Premio Nobel. Encuentro con Mircea Cartarescu.

Las palabras de un futuro Premio Nobel

No acudo con demasiada frecuencia a acontecimientos literarios; ni firmas, ni presentaciones, ni encuentros con autores. Pero este último jueves fui a la librería Alberti de Madrid a un encuentro con el escritor rumano Mircea Cartarescu. Me enteré de que su editorial (Impedimenta) organizaba ese encuentro el miércoles por la noche, y pese a que mi jueves iba a ser largo y exigente, pensé que sería un buen plan para después del trabajo. El título de la entrada pretende hacer referencia a algo que últimamente he oído apuntar sobre el autor: que será Premio Nobel en los próximos diez años. No sé si será verdad, ni me importa, porque algunos de mis escritores preferidos nunca han estado cerca de dicho Premio, y quienes han estado cerca (según los rumores) entre mis lecturas habituales (Philip Roth, Don DeLillo) ni lo han ganado ni van a ganarlo. El único Premio Nobel contemporáneo al que leo con atención es a J. M. Coetzee, aparte de novelas concretas de Vargas Llosa, y mi eternamente pendiente lectura de Naipaul.

Uno esperaría que un futuro Premio Nobel fuese un señor distante y soberbio, pero Cartarescu me pareció un escritor cercano, pese a lo difícil que era teniendo en cuenta que iban traduciendo sus palabras después de cada frase, que trataba de explicar su oficio y sus artes. Y uso la palabra arte porque insistió varias veces en que él se consideraba un artista, un poeta y narrador que piensa que la primera y principal obligación de un escritor es la obligación estética. Cartarescu nos contó que esa idea chocaba con las dominantes en la Rumanía en la que él se crió. Cartarescu habló mucho de esa Rumanía que ya sólo existe en su memoria, y de cómo esa Bucarest que fue se ha ido filtrando en sus escritos. Nos tuvo en vilo con dos pequeñas historias que parecía estar inventando en ese momento para nosotros, la de la compra de un pantalón vaquero en el mercado negro, y la de su primera experiencia con el café soluble. Dos realidades anodinas que para él, en algún momento de la vida, fueron novedades mágicas, y que con la mirada adecuada convenientemente aplicada, se convierten, como él hizo, sin descubrirnos el truco, como haría un buen mago, en alta literatura.

Cartarescu desarrolló algunas de sus obsesiones, como la memoria, las ruinas, las ruinas de la memoria y cómo los discursos construyen la realidad, y construyen distintas realidades dependiendo del tipo de discurso que formen. Habló de los sueños, de la influencia que tienen en una obra que todos los lectores califican de onírica, pero no tanto porque los sueños sean imágenes potentes sobre las que escribir, sino porque construye mundos en los que los sueños funcionan como una realidad que se entrecruza con la que habitualmente vemos, deformándola y cambiándola para siempre.

El autor habló de la necesidad de soledad que tienen los escritores para poder crear, y de cómo esa soledad es cada vez más difícil de conseguir. Aparte de para crear literatura, también habló de que esa soledad es necesaria para cualquier persona que quiera tener una vida interior, y esa vida interior queda muy deteriorada por la necesidad constante de estar en contacto con los demás y compartiendo. Cartarescu fue honesto al reconocer sus modelos. Habló de Kafka y de Borges, y también de otros autores, pero está bien que un autor reconozca como influencias a quienes todos los críticos han visto que son sus antepasados literarios. También nos explicó de dónde habían surgido algunos textos de su nuevo libro, El ojo castaño de nuestro amor.

Fui al encuentro con Cartarescu movido por la curiosidad de ver y oír a un autor sobre el que sólo he recibido recomendaciones, aunque apenas haya entrado en su obra. Debo reconocer que sólo he leído hasta ahora dos textos de Cartarescu. Un viejo libro que encontré hace unos años en la biblioteca, titulado Por qué nos gustan las mujeres, que Impedimenta no ha recuperado y de momento no sé si piensa publicar, pues su editor anunció que de aquí a 2.020 tienen previsto editar a Cartarescu y no se habló de ese libro (quizá los derechos de dicha obra pertenecen aún a la editorial que lo editó en esa primera ocasión), y el relato El ruletista. Creo que El ruletista es el texto más famoso de Cartarescu, y es un relato bastante largo, soberbio. Alguien se gana la vida en Bucarest jugando a la ruleta rusa en oscuros locales. Sobrevive una y otra vez, hasta que logra suspender toda sensación de realidad en el lector. El libro que compré el jueves para que Cartarescu me firmara es Nostalgia, una colección de relatos que incluye como primer texto El ruletista, que releeré con gusto. Tengo curiosidad por conocer otros libros de Cartarescu, ya iremos comentando algunas impresiones.

Buenas lecturas
Sr. E

No hay comentarios:

Publicar un comentario