El desierto de
los tártaros, de Dino Buzzati
Ed. Gadir y Alianza
(bolsillo) 1940
Leí por primera vez
El desierto de los tártaros en 2.006, cuando Gadir la reeditó
por el centenario del nacimiento de su autor. Después lo había
comprado en la edición de bolsillo de Alianza en dos ocasiones, pero
esos libros habían salido de mis estanterías para ir a las de otro
antes de que lo releyera. No suelo prestar libros, pero este es uno
que creo que invita al apostolado, que cuando has leído te invita a
buscarle nuevos lectores, aunque sea a costa de tu bolsillo. La
semana pasada volví a comprarlo en una visita a la librería Diego
Marín de Murcia y lo empecé según me monté en el cercanías,
supongo que para que nadie pudiera pedírmelo prestado antes de
volver a leerlo.
Desde que fue
publicada por primera vez, El desierto de los tártaros se
sitúa en la línea de las novelas kafkianas. Pero es bastante más
que solo eso. El desierto de los tártaros es la obra más
conocida de Dino Buzzati. Fue publicada por primera vez en 1940, en
los principios de la segunda guerra mundial, en la que Buzzati, que
fue durante toda su vida periodista, estuvo como corresponsal en la
campaña de Addis Abeba. La influencia de Kafka, como tantas veces se
ha dicho, es innegable. En El desierto de los tártaros, como
en El proceso o El castillo, el protagonista espera.
Tiene que esperar que pase el tiempo, que llegue su momento, que los
tártaros lleguen, que haya cambios. Pero además de Kafka no puede
obviarse la influencia que la situación política y militar del
momento tuvo sobre la obra de Buzzati.
“La
verdad era el cansancio del viaje, la opresión de los tétricos
muros, el sentirse completamente solo”. pg.
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Giovanni Drogo es un
joven teniente recién salido de la academia al que envían a un
puesto fronterizo para que cumpla su primer destino. Llega fascinado
a la fortaleza, y su primera impresión es de desilusión. Se
encuentra con mandos, militares y empleados que han perdido las
ganas. Todos, además, siempre le hablan de un futuro que
inevitablemente llegará, en el que también él, Drogo, habrá
perdido los sueños, si no se ha ido antes, lo que al principio
parece su destino. Porque aquel es un mundo antiguo en el que los
jóvenes no quieren quedarse. Giovanni Drogo está cerca de volverse
al principio. Pero no lo hace, y el tiempo le va cayendo encima.
“usted
se calla y piensa que son todo cuentos – agregó casi suplicante –:
Tenga cuidado, le digo, se dejará usted sugestionar, también usted
acabará quedándose, basta con mirarle a los ojos”. pg.
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La vida en la
fortaleza está llena de normas sin demasiado sentido. Hay una
amenaza difusa, la de los tártaros, que nadie recuerda que hayan
estado allí nunca, pero nunca se sabe, parece transmitir todo ese
sistema de seguridad y precauciones. Un puesto de frontera siempre es
un puesto de frontera, le dicen a Drogo al principio. Será mejor no
tentar a la suerte y continuar con las mismas costumbres. Los que
fueron llegando a la fortaleza fueron resignándose a su suerte, y
renunciaron a sus familias, sus ascensos en el escalafón militar, la
gloria, sus ciudades. Poco a poco, de manera que parece inevitable,
Giovanni Drogo se va contagiando de ese mismo espíritu y los años
también pasan para él. Alejado de todos y de todo lo que había
soñado en su juventud, cuando vuelve de visita a la ciudad no se
siente entre los suyos. El sentimiento de alienación que transmite
la obra está muy logrado. De tanto vivir entre normas absurdas, tan
comunes en las dictaduras y en instituciones como el ejército, uno
puede acabar inutilizado para llevar una vida normal. Drogo acaba
volviendo a la fortaleza porque se ha convertido en la única
realidad que puede dominar. El paso del tiempo es lento. No hay mucho
que hacer, y el narrador parece estar viendo el sueño de cada uno de
los personajes.
“Era
la hora de las esperanzas y él meditaba en heroicas historias que
probablemente no se producirían nunca, pero que de todos modos
servían para animar su vida. A veces se conformaba con mucho menos,
renunciaba a ser él solo el héroe, renunciaba a la herida,
renunciaba incluso al rey que le llamaba valiente”. pg.
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El estilo es
sencillo pero muy poético. Transmite una dejadez onírica. Dos
relatos breves de Buzzati, Los siete mensajeros y Siete
plantas, presentan una realidad similar, aunque quizá más
ligero, menos amargo. Ambos fueron escritos con anterioridad a la
novela, aunque aparecieran en libro (Los siete mensajeros y otros
relatos) algunos años más tarde. Buzzati nos enfrenta a algunos
fantasmas existenciales. La alienación o la necesidad de tomar
decisiones, por ejemplo. Aunque melancólica y a ratos amarga, la
obra de Buzzati es menos desesperada que la de Kafka. Drogo es un
héroe que parece estar eligiendo, al contrario que un Josef K. al
que todo le viene impuesto sin que pueda comprenderlo. En muchos
momentos del libro parece que Drogo toma la opción más absurda
entre las posibles, y que bajo la apariencia de libre elección está
condicionado por el entorno, pero así es muchas veces la vida.
“Unos
alimentan esa esperanza con nueva fe cada mañana, otros la conservan
oculta en lo más hondo, otros ni siquiera saben que la poseen,
creyendo haberla perdido”. pg.
118
Suele citarse El
desierto de los tártaros como un clásico menor. Marcando quizá
la diferencia con novelas como El proceso, Moby Dick o Crimen
y castigo, quitándole
importancia, midiendo la valía de una obra muchas veces por su
número de páginas. Se elija el nombre que se elija, es un
libro que lleva más de setenta años fascinando a quienes lo leen.
Una obra maestra que nos habla del paso del tiempo y de lo extraño
de la realidad. Si algunos prefieren llamarlo clásico menor, supongo
que habrá que dejar claro que lo es, signifique lo que signifique,
en el mismo sentido en que lo son El gran Gatsby, La
metamorfosis, La invención de Morel, El extranjero o
Crónica de una muerte anunciada, por
citar otros de esos llamados clásicos menores
“Para
todos los que aquel día estaban con él las probabilidades eran
idénticas, él no tenía la menor ventaja, salvo quizá, la de poder
morir fácilmente. Pero, en el fondo, los otros, ¿qué hicieron?
Para los otros fue un día más o menos como todos los demás”. pg.
162
Más reseñas el
próximo lunes.
Sr. E
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