Sur y Oeste,
de Joan Didion (Mondadori)
Buenos
lectores me han recomendado muchas veces leer a Joan Didion. Lo he
intentado reiteradamente con El año del pensamiento mágico y
Noches azules. Pero sin ningún éxito. Hasta este libro creo
que lo más cerca que había estado de que me gustara un texto de
Didion era el epígrafe con el que se inicia la película Ladybird
(Quien
quiera que hable sobre el hedonismo en California jamás ha pasado
una Navidad en Sacramento). Me gustó
mucho Ladybird (Greta Gerwig, 2018) y aunque Sur y Oeste me ha
gustado, y es la primera vez que he conectado con Didion, queda
bastante por debajo de la película en mi lista de afectos.
Sur
y Oeste es un libro completo (Sur) y unas notas para un reportaje
que nunca llegó a hacerse (Oeste). Me gustan esos libros que son
libros fallidos, libros que alguien quería escribir, que quizá le
habían encargado que escribiera, en los que estuvo trabajando y que
acabaron por no cerrarse. Me gusta poder meterme en ellos muchos años
después, normalmente por la autora se ha consagrado, sus libros ya
se venden bien, tiene prestigio acumulado, y sus editores, a falta de
nuevo material, me imagino que la llaman pidiéndole algo. Y es el
momento, con comillas, de tomarse la venganza del sistema. Algo así
me parece que es lo que va pasando hasta que nos encontramos con Sur
y Oeste en España.
De
vez en cuando se veía una coraza de armadillo tirada por la
carretera.
Sur,
la primera parte, el libro completo del que hablaba, nos cuenta un
viaje que Didion y su marido decidieron hacer por el Sur (en el
amplio concepto) de los Estados Unidos. Uno piensa en el Sur y le
vienen a la mente todos los tópicos que pueden verse en las
películas. Uno espera una sociedad decadente, llena de prejuicios,
privilegios para unos pocos, calor y humedad, algún crimen horrible
escondido debajo de la alfombra. Didion viaja con prejuicios
parecidos, y los va más o menos confirmando; algunas realidades son
peores de lo esperado. Hay un muro de incomprensión de fuera hacia
adentro y viceversa que es difícil de traspasar. Pasan por Jackson,
Mississippi, y piensan en visitar a la escritora Eudora Welty.
Richard Ford también es de Jackson, Mississippi, y en Entre ellos
cuenta que una vez, en una tienda, su madre le señaló a Welty y le
dijo que era una importante escritora y eso, de niño, le fascinó,
pensar en importantes escritoras en su ciudad. Van pasando por
ciudades, tomando café en restaurantes, siendo invitados a cenar por
personalidades locales, conociendo a la gente joven de la zona,
enterándose de algunas cosas y no enterándose para nada de otras.
Se van haciendo una imagen y un cuaderno de notas mientras pasa el
verano. Cada pocos kilómetros piensan, probablemente, en volver a
casa. No es que yo lo interprete así, lo dice ella, huye de los
aeropuertos que podrían llevarla de vuelta a casa.
Nunca
conseguimos ir – dijo la primera mujer –. Nunca he estado en
ningún sitio al que quisiera ir.
Nombraba
en el párrafo interior Entre ellos, de Richard Ford, y lo veo
relacionado con Sur y Oeste. He leído los dos libros con
cierto gusto pero me han dejado poco poso. Veo que hay más escritor
que el libro que han escrito. Son, tal vez, aproximaciones
superficiales a temas que requerirían más profundidad, algo más de
hueso y sangre. El viaje por el Sur nos va deslumbrando con su luz
decadente, comparte con nosotros la mirada, nos deja algunas imágenes
muy bellas (en este libro Didion resulta muy plástica y visual), nos
contagia la extrañeza, pero el contagio no ha sido efectivo al 100%
en mi caso. Mientras lo leía me planteaba cuánto había de clasismo
en estas notas y cuánto de lo que se escribe aquí no sería
condenado a la hoguera contemporánea si se cambiaran algunos
términos o tal vez, simplemente, si un periodista – novelista
español, madrileño o castellano, escribiera una temporada viajando
por Andalucía y volviera confirmando tópicos.
No
ponemos rock porque a nuestra gente no le gusta. No ponemos esos
grupos underground vuestros como Jefferson Airplane.
La
realidad, en un libro de crónicas, debería empapar parcialmente la
conciencia de quien está escribiendo. Otra película que me gustó
bastante de 2018 fue The Florida project. Allí tenemos una
narración casi impersonal, que deja la voz en los personajes y sus
hechos, y no los juzga. En algunas situaciones y relaciones el libro
me ha hecho pensar en la película, pero el acercamiento es muy
distinto. Didion juzga en este libro constantemente, desde la
superioridad, con (perdón) un cierto tufillo de pija viajando entre
pobres, jugando además con la ventaja de que a estos puede sentirlos
abiertamente como inferiores, algo que no podría hacer con otros
grupos de pobres.
Antes
de mi viaje al Sur, hacía un tiempo considerable que nadie pensaba
que tuviera diecisiete años, pero durante aquel mes tuve que
demostrar varias veces que tenía más de dieciocho. La única
explicación que se me ocurrió era que las mujeres adultas se
arreglaban el pelo.
Sin
acabar de encajarme, me ha parecido un libro bien escrito, con
momentos de muy buena prosa, ligero, y que me hace seguir queriendo
leer Los que buscan el sueño dorado, otro libro de crónicas
del que ya me han hablado muy bien anteriormente. La segunda parte,
Oeste, son notas de trabajo. A Joan Didion le pidieron que
siguiera el juicio contra Patty Hearst (sobre el caso no se dan
detalles, pero es fácil dar con millones de páginas de información
en internet) y ella lo hace, por así decirlo, viendo qué refleja
Patty Hearst, su juicio, la situación, la ciudad y el tribunal, de
ella misma. Es una estrategia que funciona entre la autoficción y la
crónica, pero que en general no me entusiasma. Emmanuele Carrère lo
hace con frecuencia en sus novelas de no – ficción, apareciendo
con frecuencia en mitad de lo que está contando para contarnos cómo
se siente él en ese momento. Creo que hay momentos absolutamente
personales que pueden resultar universales leídos, pero creo también
que no hay que abusar, porque no todos los momentos personales, por
inspiradores que resulten a quien los vive, son realmente
universales. Si yo quisiera leer un reportaje sobre un juicio querría
que quien lo escribe se apartara y me dejara ver el juicio (aprovecho
ahora para recomendar un libro perturbador que sí sigue un juicio
con una frialdad que resulta angustiosa, La casa de los lamentos,
de Helen Garner, que leí a finales del año pasado), pero aquí solo
son notas de trabajo, y en algunos aspectos (la mirada de la Didion
adulta sobre la Didion niña – adolescente que se crió en
California) me gusta. Y acaba cerrando el círculo con aquella cita
inicial que abre la película Ladybird.
Yo
creía en los tejidos de algodón oscuro. Creía en los sombreros
pequeños y en los guantes blancos. Creía que los viajeros
transcontinentales no se ponían zapatos blancos para ir a Nueva
York.
Seguiremos
leyendo.
Felices
lecturas
Sr. E
No hay comentarios:
Publicar un comentario