jueves, 24 de enero de 2019

Fragmento de Lecturas de mí mismo, de Philip Roth


Una cosita de Philip Roth, 1959, incluida en Lecturas de mí mismo (Mondadori)

Me encuentro con este texto, que Philip Roth escribió en 1959, a cuenta de la publicación de su libro de relatos Goodbye, Columbus y el posterior escándalo (moderado y reducido al ámbito judío, reducido realmente a ciertos rabinos y ciertas personas influyentes) que se produjo al respecto. Lo encuentro en Lecturas de mí mismo (Mondadori), que creo que ha sido incluido junto a otros ensayos en el volumen Por qué escribir (también de Mondadori).

Repito, 1959. Invito a buscar los paralelismos con 2019 y la digestión de la ficción que hacemos actualmente. Decía Philip Roth:

Pero el señor Kaufmann, como novelista, probablemente no tenía ninguna intención de escribir un estudio sociológico ni, ya que eso parece más bien el tipo de lectura que el rabino realmente anhela, una muestra agradable y positiva. Tampoco Madame Bovary es reconocible como estudio sociológico, pues gira en torno a una francesa provinciana y soñadora, y ninguna otra representante de las demás clases de francesas provincianas. Sin embargo, esto no disminuye su brillantez como novela, como una exploración de la misma Madame Bovary. Las obras literarias no toman como temas personajes y acontecimientos que han impresionado al escritor por la frecuencia de su aparición. Por ejemplo, ¿cuántos judíos, tal como los conocemos, han estado a punto de hundir un cuchillo en su hijo solo porque creían que Dios les había exigido que lo hicieran? El significado del relato de Abraham e Isaac no tiene nada que ver con que sea un hecho familiar, reconocible, que sucede a diario. La prueba de cualquier obra literaria no estriba en lo amplia que sea su gama de representación, por más que la amplitud pueda ser característica de una clase de narrativa, sino en la profundidad con que el escritor revela lo que ha decidido representar.
Confundir un <<retrato equilibrado>> con una novela tiene como consecuencia final caer en el absurdo. <<Querido Fiodor Dostoievski: todos los estudiantes de nuestra facultad y la mayoría de los profesores creemos que ha sido usted injusto con nosotros. ¿Considera a Raskolnikov un retrato equilibrado de los estudiantes tal como los conocemos? ¿De los estudiantes rusos? ¿De los estudiantes pobres? ¿Qué me dice de los que nunca hemos asesinado a nadie, que hacemos cada noche nuestros deberes escolares?>>. <<Querido señor Mark Twain: ninguno de los esclavos de nuestra plantación se ha fugado jamás. Pero, ¿qué pensará nuestro amo cuando lea lo del Negro Jim?>>. <<Querido Vladimir Nabokov: las chicas de nuestra clase … >>. Y así sucesivamente. Lo que hace la ficción y lo que al rabino le gustaría que hiciera son dos cosas totalmente distintas. Los intereses de la ficción no son los de un estadístico ni los de una empresa de relaciones públicas. El novelista se pregunta: <<¿Qué piensa la gente?>>, el hombre de relaciones públicas pregunta: <<¿Qué pensará la gente?>>. Creo que esto es realmente lo que molesta al rabino cuando pide un <<retrato equilibrado de los judíos>>: qué pensará la gente.

Por ahí seguimos.

Y seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

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