domingo, 11 de marzo de 2018

Cómeme vs El club de los mentirosos


Cómeme, de Agnès Desarthe (Baile del Sol) vs. El club de los mentirosos, de Mary Karr (Errata Naturae & Periférica)

Las malditas expectativas. Ellas tienen la culpa de muchos desencantos como lector. Había oído maravillas, verdaderas maravillas, sobre El club de los mentirosos, de Mary Karr. Uno de esos libros que realmente podrían cambiarte la vida. Un libro realmente humano, crudo, divertido a su manera, disfuncional. Dice la autora en su prólogo que cualquier familia con dos miembros o más es en esencia disfuncional. Y la ocurrencia es buena, y quizá le compro la idea, y está claro que escribir sobre familias funcionales siempre dará como resultado un libro más atractivo que el que pudiera salir de las memorias de una familia perfectamente equilibrada (si existen, porque no hay nada más desagradable que esas familias de apariencia perfecta).

- Señora Karr, ¡esto parece un agujero de bala!
Lecia, que no dejaba pasar una, intervino:
- ¿Eso no es de cuando le disparaste a papá?
Y mamá entornó los ojos, bajó un poco las gafas por su nariz patricia y dijo con displicencia:
No, eso es de cuando Larry.- Se giró y señaló otra pared-. A tu padre le disparé allí.

Esta es la anécdota con la que empieza a ilustrarnos sobre la naturaleza de su familia. Es esencialmente un libro sobre una persona, su madre, bebedora, con desórdenes mentales, que se casó siete veces y nunca encajó en el mundo en el que le tocó vivir. El club de los mentirosos que da título al libro es el grupo de amigos de su padre al que Mary Karr acompañaba frecuentemente a su padre durante sus seis – siete años. Un sitio en el que parecían competir a ver quién contaba la trola más gorda. Y su padre casi siempre ganaba, porque lo hacía con convicción, sin quebrar la voz ni doblar la mirada, que es el modo en el que deben actuar los buenos mentirosos. A ella le gustaba estar allí y analizar esas mentiras y ver su efecto. A eso se dedica la literatura, aunque este libro sea de memorias. Y quizá naufraga, en la medida en que lo hace (y que cada lector seleccione la fracción), porque se queda (hasta cierto punto) a medio camino, entre ambos impulsos.

El libro se despega pronto de ese club y se centra en ser una historia sobre la madre de Mary Karr. Una historia sobre ella y cómo fue arrastrando con la fuerza de los torbellinos a Mary y a su hermana Lecia. Durante años, con cambios de ciudad, con un padre que desapareció (prácticamente) de sus vidas, con noches en vela, ataques de nervios, hombres que entraban y salían de la vida de su madre, problemas económicos, comportamientos agresivos, líos en la escuela, aventuras con las drogas y la bebida, libros que parecían el único consuelo, una hermana que parecía de piedra, momentos divertidos y también sórdidas historias de abusos sexuales, porque eran las hijas de una madre ausente por largas temporadas y una presa fácil para desaprensivos (de toda condición, porque no hay un único episodio).

Todo eso da lugar a un libro interesante, sugerente, pero que no me ha parecido ni tan crudo ni tan catártico como me habían anunciado entusiastas lectores públicos. La autora, al presentarnos el libro, nos dice que con un material humano así pensó que no debía escribir una novela sino trabajarla desde la forma de memorias. Es comprensible. Pero el libro me ha parecido precisamente demasiado medido en su exposición para ser unas memorias que pretendían mostrar las entrañas de su autora. He tenido en todo momento la sensación de que todo estaba dispuesto para ir consiguiendo ciertos efectos un tanto previsibles en el lector. Me ha gustado, quede dicho, es un libro que se lee con interés pero que en ningún momento ha llegado a tocarme de verdad.

Casi a la vez que leía El club de los mentirosos, con un entusiasmo que se desinflaba según atravesaba sus páginas, empecé a leer Cómeme, de Agnès Desarthe. La salida de este libro coincidió con la publicación de mi novela Mil dolores pequeños en la misma editorial, Baile del Sol, y escuché a la poeta Inma Luna hablar con entusiasmo del libro. El título estaba en alguna de las estanterías de mi cabeza y se reactivó al verlo en la biblioteca hace unas semanas. Me lo llevé a casa y pronto estaba atrapado en sus páginas, devorado yo mismo por ese torrente de vivencias.

Cómeme es un libro denso, pringoso, crudo. Está trabajado como novela y el material será más o menos cercano a la autora, y eso es lo de menos, pero rezuma verdad (de la narrativa, la personal no es la que me interesa en un libro). Myriam, la protagonista, una mujer que pasa de los cuarenta y que ama la cocina, o quizá no la ama pero parece vivir orbitando alrededor de ella, y que ha sido cocinera para un circo (nada menos) empieza su peripecia mintiendo sobre su experiencia (que realmente es ninguna) y sus planes de negocio (malos) a un banco, consiguiendo el crédito necesario para abrir su propio restaurante en París, Mi casa. El nombre es genial y funciona perfectamente como broma porque ella vive durante esa época literalmente allí, ya que no tiene dinero para dos alquileres.

Son las doce menos cuarto de la noche y me estoy preparando un baño en mi fregadero gigante. En el lavabo solo se baña a los recién nacidos. A los recién nacidos y a mí. Tapono el desagüe y dejo que el nivel de agua tibia suba veinte centímetros por encima del fondo. Faltan treinta centímetros para alcanzar el borde. Me encaramo a la encimera. La persiana de hierro está echada. Estoy desnuda, de pie, sobre el escurridero, y me gustaría que alguien me viera porque se trata de una situación insólita que merece su público. Me siento en el fregadero con la espalda contra la superficie lisa de acero inoxidable, sin que el agua rebose. Me gusta la precisión aritmética del asunto.

Pronto nos topamos con los problemas elementales de tener un restaurante, y que empiezan lógicamente por qué comprar y en qué cantidad y cómo conservarlo. Aplica las ideas que buenamente va recordando de cosas que oyó a su abuela o lo que en cada momento le parecen buenas ideas. Recibe muebles de reciclaje e incluso las flores que ya no están frescas de la tienda de al lado (el florista es el hombre con el peor aliento del mundo, y ella no para de recordarlo cada vez que lo ve).

La faja del libro dice: “Un relato sobre sexo y comida alejado de toda corrección política”. No hay tanto sexo como comida. Porque hay comida a toneladas. Buena, mala, regular, amasada, horneada, cruda. Desarthe escribe un libro tremendamente sensitivo, para bien y para mal, que tan pronto nos hace salivar como nos hace detestar el olor del florista o algunos platos. Sí veo cierto alejamiento de la corrección política, aunque tal vez no en el sentido que ese anuncio hacía suponer; no se trata de escenas de sexo explícito ni nada así. Pero Myriam es una mujer que ha llegado a una cierta edad y pasa totalmente (y hace bien) de los convencionalismos y la moral burguesa. Es excéntrica y reivindica su derecho a ser rara. Tiene arrugas y tiene cicatrices y está acostumbrada a mentir. Como dice en algún momento, podría adoptar muchos papeles, aunque en algunos no se la creerían con tanta facilidad como en otros. Es una mujer de más de cuarenta años y siente el deseo sexual y lo expresa. Se replantea algunos postulados sobre la maternidad (que ahora mismo es un tema de tremenda actualidad literaria y social) y lo dice. Pero sobre todo cocina, y hay algo de ofrenda a los dioses en su manera de pensar los platos, estar en la cocina y su modo de acercarse a ella.

No era la misma persona con treinta años. Era un ser muy particular a los ocho. Considero mi adolescencia autónoma con respecto a lo que siguió después. La mujer en que me he convertido está desarraigada, es desapegada, incomprensiblemente solitaria. Estuve muy rodeada. Fui extremadamente sociable. Fui reservada. Fui sensata. Estuve loca.

Desarthe es una escritora visceral. Buscando algo de información veo que ha habido libros suyos traducidos anteriormente en distintas editoriales. Parece que no funcionaron del todo (porque si hubieran funcionado lo lógico es que no hubiera cambiado de editorial española). Espero que a partir de este sí se estabilice su carrera en España y podamos leerla. Confío en que Baile del Sol la mantenga en el catálogo. Comparte nacionalidad y generación con Virginie Despentes y Delphine De Vigan, que están sonando bastante y por lo que he leído de las tres (no demasiado, pero algo de todas) también comparten algunas ideas de fondo y cierta tendencia a no morderse la lengua y ejercer su libertad. Y, ¿ qué debe ser una escritora más que alguien libre que pisa el acelerador desde el principio de la historia? Algo así es Cómeme. Un viaje acelerado entre fogones y neuronas. Un derrape continuo. Un desafío al que vale la pena jugar.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas

Sr. E

2 comentarios:

  1. Ah, siempre que paso por aquí me lleno de buenas recomendaciones. Un par más que anoto. Lo que no sé es cuándo los voy a leer todos. Felices lecturas.

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    1. Bienvenidas sean tus lecturas y comentarios Miguel.
      Siempre habrá más libros para leer que tiempo para abordarlos, nos pasa a todos.
      ¿Desde dónde escribes?

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