Cómeme,
de Agnès Desarthe (Baile del Sol) vs. El club de los mentirosos,
de Mary Karr (Errata Naturae & Periférica)
Las
malditas expectativas. Ellas tienen la culpa de muchos desencantos
como lector. Había oído maravillas, verdaderas maravillas, sobre El
club de los mentirosos, de Mary Karr. Uno de esos libros que
realmente podrían cambiarte la vida. Un libro realmente humano,
crudo, divertido a su manera, disfuncional. Dice la autora en su
prólogo que cualquier familia con dos miembros o más es en esencia
disfuncional. Y la ocurrencia es buena, y quizá le compro la idea, y
está claro que escribir sobre familias funcionales siempre dará
como resultado un libro más atractivo que el que pudiera salir de
las memorias de una familia perfectamente equilibrada (si existen,
porque no hay nada más desagradable que esas familias de apariencia
perfecta).
-
Señora Karr, ¡esto parece un agujero de bala!
Lecia,
que no dejaba pasar una, intervino:
-
¿Eso no es de cuando le disparaste a papá?
Y
mamá entornó los ojos, bajó un poco las gafas por su nariz
patricia y dijo con displicencia:
No,
eso es de cuando Larry.- Se giró y señaló otra pared-. A tu padre
le disparé allí.
Esta
es la anécdota con la que empieza a ilustrarnos sobre la naturaleza
de su familia. Es esencialmente un libro sobre una persona, su madre,
bebedora, con desórdenes mentales, que se casó siete veces y nunca
encajó en el mundo en el que le tocó vivir. El club de los
mentirosos que da título al libro es el grupo de amigos de su padre
al que Mary Karr acompañaba frecuentemente a su padre durante sus
seis – siete años. Un sitio en el que parecían competir a ver
quién contaba la trola más gorda. Y su padre casi siempre ganaba,
porque lo hacía con convicción, sin quebrar la voz ni doblar la
mirada, que es el modo en el que deben actuar los buenos mentirosos.
A ella le gustaba estar allí y analizar esas mentiras y ver su
efecto. A eso se dedica la literatura, aunque este libro sea de
memorias. Y quizá naufraga, en la medida en que lo hace (y que cada
lector seleccione la fracción), porque se queda (hasta cierto punto)
a medio camino, entre ambos impulsos.
El
libro se despega pronto de ese club y se centra en ser una historia
sobre la madre de Mary Karr. Una historia sobre ella y cómo fue
arrastrando con la fuerza de los torbellinos a Mary y a su hermana
Lecia. Durante años, con cambios de ciudad, con un padre que
desapareció (prácticamente) de sus vidas, con noches en vela,
ataques de nervios, hombres que entraban y salían de la vida de su
madre, problemas económicos, comportamientos agresivos, líos en la
escuela, aventuras con las drogas y la bebida, libros que parecían
el único consuelo, una hermana que parecía de piedra, momentos
divertidos y también sórdidas historias de abusos sexuales, porque
eran las hijas de una madre ausente por largas temporadas y una presa
fácil para desaprensivos (de toda condición, porque no hay un único
episodio).
Todo
eso da lugar a un libro interesante, sugerente, pero que no me ha
parecido ni tan crudo ni tan catártico como me habían anunciado
entusiastas lectores públicos. La autora, al presentarnos el libro,
nos dice que con un material humano así pensó que no debía
escribir una novela sino trabajarla desde la forma de memorias. Es
comprensible. Pero el libro me ha parecido precisamente demasiado
medido en su exposición para ser unas memorias que pretendían
mostrar las entrañas de su autora. He tenido en todo momento la
sensación de que todo estaba dispuesto para ir consiguiendo ciertos
efectos un tanto previsibles en el lector. Me ha gustado, quede
dicho, es un libro que se lee con interés pero que en ningún
momento ha llegado a tocarme de verdad.
Casi a
la vez que leía El club de los mentirosos, con un entusiasmo
que se desinflaba según atravesaba sus páginas, empecé a leer
Cómeme, de Agnès Desarthe. La salida de este libro coincidió
con la publicación de mi novela Mil dolores pequeños en la
misma editorial, Baile del Sol, y escuché a la poeta Inma Luna
hablar con entusiasmo del libro. El título estaba en alguna de las
estanterías de mi cabeza y se reactivó al verlo en la biblioteca
hace unas semanas. Me lo llevé a casa y pronto estaba atrapado en
sus páginas, devorado yo mismo por ese torrente de vivencias.
Cómeme
es un libro denso, pringoso, crudo. Está trabajado como novela y el
material será más o menos cercano a la autora, y eso es lo de
menos, pero rezuma verdad (de la narrativa, la personal no es la que
me interesa en un libro). Myriam, la protagonista, una mujer que pasa
de los cuarenta y que ama la cocina, o quizá no la ama pero parece
vivir orbitando alrededor de ella, y que ha sido cocinera para un
circo (nada menos) empieza su peripecia mintiendo sobre su
experiencia (que realmente es ninguna) y sus planes de negocio
(malos) a un banco, consiguiendo el crédito necesario para abrir su
propio restaurante en París, Mi casa. El nombre es genial y
funciona perfectamente como broma porque ella vive durante esa época
literalmente allí, ya que no tiene dinero para dos alquileres.
Son
las doce menos cuarto de la noche y me estoy preparando un baño en
mi fregadero gigante. En el lavabo solo se baña a los recién
nacidos. A los recién nacidos y a mí. Tapono el desagüe y dejo que
el nivel de agua tibia suba veinte centímetros por encima del fondo.
Faltan treinta centímetros para alcanzar el borde. Me encaramo a la
encimera. La persiana de hierro está echada. Estoy desnuda, de pie,
sobre el escurridero, y me gustaría que alguien me viera porque se
trata de una situación insólita que merece su público. Me siento
en el fregadero con la espalda contra la superficie lisa de acero
inoxidable, sin que el agua rebose. Me gusta la precisión aritmética
del asunto.
Pronto
nos topamos con los problemas elementales de tener un restaurante, y
que empiezan lógicamente por qué comprar y en qué cantidad y cómo
conservarlo. Aplica las ideas que buenamente va recordando de cosas
que oyó a su abuela o lo que en cada momento le parecen buenas
ideas. Recibe muebles de reciclaje e incluso las flores que ya no
están frescas de la tienda de al lado (el florista es el hombre con
el peor aliento del mundo, y ella no para de recordarlo cada vez que
lo ve).
La
faja del libro dice: “Un relato sobre sexo y comida alejado de toda
corrección política”. No hay tanto sexo como comida. Porque hay
comida a toneladas. Buena, mala, regular, amasada, horneada, cruda.
Desarthe escribe un libro tremendamente sensitivo, para bien y para
mal, que tan pronto nos hace salivar como nos hace detestar el olor
del florista o algunos platos. Sí veo cierto alejamiento de la
corrección política, aunque tal vez no en el sentido que ese
anuncio hacía suponer; no se trata de escenas de sexo explícito ni
nada así. Pero Myriam es una mujer que ha llegado a una cierta edad
y pasa totalmente (y hace bien) de los convencionalismos y la moral
burguesa. Es excéntrica y reivindica su derecho a ser rara. Tiene
arrugas y tiene cicatrices y está acostumbrada a mentir. Como dice
en algún momento, podría adoptar muchos papeles, aunque en algunos
no se la creerían con tanta facilidad como en otros. Es una mujer de
más de cuarenta años y siente el deseo sexual y lo expresa. Se
replantea algunos postulados sobre la maternidad (que ahora mismo es
un tema de tremenda actualidad literaria y social) y lo dice. Pero
sobre todo cocina, y hay algo de ofrenda a los dioses en su manera de
pensar los platos, estar en la cocina y su modo de acercarse a ella.
No
era la misma persona con treinta años. Era un ser muy particular a
los ocho. Considero mi adolescencia autónoma con respecto a lo que
siguió después. La mujer en que me he convertido está
desarraigada, es desapegada, incomprensiblemente solitaria. Estuve
muy rodeada. Fui extremadamente sociable. Fui reservada. Fui sensata.
Estuve loca.
Desarthe
es una escritora visceral. Buscando algo de información veo que ha
habido libros suyos traducidos anteriormente en distintas
editoriales. Parece que no funcionaron del todo (porque si hubieran
funcionado lo lógico es que no hubiera cambiado de editorial
española). Espero que a partir de este sí se estabilice su carrera
en España y podamos leerla. Confío en que Baile del Sol la mantenga
en el catálogo. Comparte nacionalidad y generación con Virginie
Despentes y Delphine De Vigan, que están sonando bastante y por lo
que he leído de las tres (no demasiado, pero algo de todas) también
comparten algunas ideas de fondo y cierta tendencia a no morderse la
lengua y ejercer su libertad. Y, ¿ qué debe ser una escritora más
que alguien libre que pisa el acelerador desde el principio de la
historia? Algo así es Cómeme. Un viaje acelerado entre
fogones y neuronas. Un derrape continuo. Un desafío al que vale la
pena jugar.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr. E
Ah, siempre que paso por aquí me lleno de buenas recomendaciones. Un par más que anoto. Lo que no sé es cuándo los voy a leer todos. Felices lecturas.
ResponderEliminarBienvenidas sean tus lecturas y comentarios Miguel.
EliminarSiempre habrá más libros para leer que tiempo para abordarlos, nos pasa a todos.
¿Desde dónde escribes?