La
parte inventada, de Rodrigo Fresán (DeBolsillo)
Leí por primera vez La parte inventada en la primavera de 2014, con un niño de 6
meses tendente al insomnio a mi lado, y disfruté del libro como
disfruto de casi cualquier texto de Fresán. Leí el año pasado la
segunda parte de esa trilogía en progreso, La parte soñada,
y hace un par de semanas, en ruta por librerías vi que (¡al fin!)
había llegado la edición en bolsillo de La parte inventada.
Lanzo preguntas al aire: ¿cuánto debe vender un autor en edición
grande para que su editorial considere que puede ser rentable la
edición en bolsillo? Hace unos años todos los libros de Fresán
estaban en bolsillo, este ha tardado más de tres años y hay otros
de sus títulos totalmente desaparecidos. ¿No vende nada? ¿Ha
dejado de ser interesante para ese mercado? ¿Antes sí vendía bien
y era rentable?
Dejando
al margen las cuestiones de marketing, la edición de bolsillo me ha
permitido releer el libro, porque ahora lo tengo, ya no es de
prestado de la biblioteca, y porque ahora es una edición
relativamente cómoda de sacar al parque o llevar en el transporte
público. Lo he releído con otro niño de 6 meses que duerme poco,
como si fuera aquel primer niño, al lado. La literatura de Fresán
está hecha para la relectura, como supongo que hubiera dicho Nabokov
en caso de haberlo leído. Y no tanto porque una primera lectura
requiera una especial concentración y seguimiento de una trama por
lo general casi secundaria y unos personajes que se adscriben, en la
mayoría de sus narraciones, a los estereotipos. Decía Alberto Olmos
hace unas semanas en su blog Mala fama que si a un escritor le
quitabas la narración solo quedaba la literatura. Pues Fresán es
todo literatura. Y sus lectores le damos las gracias por ello.
Siempre
ha sido así (lo es en esos libros infinitos que son La velocidad
de las cosas o Mantra,
lo es a una escala reducida en El fondo del cielo), pero lo es
quizá un poco más en esta trilogía que está poniendo en marcha,
basada en la figura del escritor. Rodrigo Fresán dice que escribió
un primer libro, La parte inventada, y pensaba que eso era todo. Pero
luego volvió a escribir y lo que le fue saliendo fue La parte
soñada, y se dio cuenta de que seguía en el mismo mundo. Y ahora
está trabajando en la tercera entrega, La parte recordada. Inventar,
soñar, recordar, quizá los tres verbos clave en el momento de la
creación literaria. Mezclándolos, si es posible. Recordar sueños.
Inventar recuerdos. Etcétera.
La
parte inventada es un libro inabarcable en todos sus niveles,
plagado de referencias (a un nivel que hace que algunas páginas
superen al pobre lector), lleno de digresiones que van devorando poco
a poco la trama (una trama que vendría a ser la reconstrucción de
la formación de El Escritor). Fresán es borgiano, y ya se dijo hace
al menos dos décadas que era, probablemente un Borges pop, a lo que
él contestó que Borges ya era pop. ¿Se hace viejo Fresán?
Envejece, y se nota en este libro, y se nota en esta trilogía y se
nota en las no demasiadas entrevistas que ha concedido en estos años,
donde se le encuentra hastiado de la sociedad sin libros en la que le
está tocando vivir. La parte inventada es un libro que habla
de la muerte de la literatura. No de la novela, esta vez, sino de la
literatura, de esa inversión de tiempo, neuronas, dinero, en buscar
la mejor manera de escribir. Están los fantasmas de siempre de los
libros de Fresán. Está 2001: La odisea en el espacio y está
Bob Dylan y están The Beatles y está Francis Scott Fitzgerald, cuya
novela Suave es la noche es una referencia constante en la
vida y obra de El Escritor. Y están los nuevos fantasmas. Está ese
envejecimiento y esa renuncia al pop contemporáneo, las diatribas
contra las redes sociales y contra los que leen sin parar durante el
día pero nunca libros con ideas complejas, contra los que escriben y
pretenden que los lean pero ellos no leen y no trabajan su escritura.
Tratar
de acercarse a un resumen de la trama es absurdo. El libro tiene 7
partes, en cierta medida tratando de reproducir esa idea que dice que
toda historia viene esencialmente de esas 7 tramas básicas que se
repiten desde Grecia o antes. Las referencias a la creación como
aproximación a la trascendencia son constantes. A la trascendencia y
a la paternidad, a la creación, el deicidio.
Y
así El Niño no se parece en nada a sus padres. Y de acuerdo, lugar
común, vista cansada: no puedes escoger a tus padres. Pero también
es verdad que los padres tampoco pueden escoger a sus hijos. Y cabe
preguntarse si estos dos, de haber podido acceder a otros modelos,
habrían escogido a ese uno. O si este uno hubiera escogido a esos
dos. Y cómo fue en primer lugar que los padres se escogieron entre
ellos: ¿se sentían idénticos o complementarios o veían en el otro
lo que querían que el otro viese en ellos? Haya sido lo que haya
sido, ahora entienden – aunque no se atrevan a decirlo abiertamente
– que todo fue un malentendido.
Una
biblioteca a la que, de tanto en tanto, por accidente y como después
de un accidente, desorientados por el shock del impacto, llega
alguien para quien los libros y, sobre todo, la acumulación de
libros, es un incomprensible misterio. Porque para demasiadas
personas los libros se usan y se gastan y qué sentido tiene
conservarlos. Ocupan tanto lugar, hay que sostenerlos y pesan, son
tan sucios y, aunque no se diga en voz alta, los libros son demasiado
baratos para ser algo bueno y provechoso, se susurra. Y, así, una
biblioteca que bien puede provocar entre los visitantes accidentales
– con una curiosa mezcla de respeto, inquietud y desprecio, como si
se refiriesen a invulnerables y abundantes cucarachas, a una plaga o
a un virus – un <<Pero ¿has leído todos estos libros?>>.
Visitantes que preguntan eso porque no se atreven a preguntarse lo
que en realidad no quieren saber: <<¿Cómo es que yo he leído
tan pocos libros? ¿Cómo es que en mi casa apenas hay libros y casi
todos son de fotos y algunos de fotos de casas con bibliotecas en las
que apenas hay libros salvo libros de fotos y por qué en el lugar de
libros, de libros con letras, en sus lugares, hay demasiadas fotos de
personas a las que se supone que debo querer incondicionalmente pero
cuando lo pienso un poco, con un par de copas encima, la verdad es
que me parecen casi todos unos verdaderos y auténticos …?>>.
De
esas partes recomiendo la lectura, como de una novela corta, casi
como un libro de cuentos incompletos, porque eso es, un libro de
brotes de cuentos, de la tercera parte: Algunas cosas que se te
ocurren cuando deseas que nada te ocurra, un magnífico
acercamiento al momento en el que el autor vislumbra la idea de la
que tirar para tratar de conseguir alguna vez un texto. El Hombre
Solo, enfrentado a pruebas médicas de las que puede esperar lo peor
(cuando deseas que nada te ocurra) empieza a tomar notas para
posibles historias. Ideas disparatadas pero otras no tanto, algunas
son ideas realmente buenas para cuentos que ya no se escribirán.
Ideas que surgen del contorno más extraño de la realidad, y que en
sus breves 2 caras de anotación apresurada consuelan. Consuelan
porque hablan de mañana, el momento sin desgracia en el que sentarse
y escribirlas, el momento para desarrollar esa idea un poco más, lo
suficiente, lo necesario para esa historia en particular. Rodrigo
Fresán se aproxima aquí, otra vez más, a uno de los dioses
recurrentes de su panteón, un imprescindible de las decenas de citas
con las que se abren sus libros, John Cheever, aquel señor de mirada
triste, incapaz de aceptar su vida real con sus problemas reales,
aquel a quien llamaban el Chéjov de los suburbios, quien decía que
un cuento es lo que te cuentas a ti mismo cuando estás en la sala de
espera del dentista. Aquí Fresán lo lleva al extremo, es lo que te
cuentas a ti mismo cuando estás en la antesala de los resultados
médicos que pueden incluir las peores palabras, esas que normalmente
comienzan con una C. Hay cuentos de terror y hay cuentos que nos
alivian el terror de vivir.
Esa
pequeña colección de cuentos en el interior de una novela ilustra
perfectamente lo que es este libro, una colección de muñecas rusas
que siempre esconden otra historia más en su interior. Rodrigo
Fresán nos hace replantearnos aquí que no existe eso que llaman
buena y mala literatura, alta o baja, sino sencillamente Literatura y
las demás formas más o menos funcionales de escritura. Y él sigue
apostando todo a la Literatura. Y personalmente espero que nunca deje
de hacerlo, porque como él también dice siempre que lo entrevistan,
la realidad está sobrevalorada, y ya tenemos todos bastante realidad
cada día.
Seguiremos leyendo
Felices lecturas
Sr.E
Anoto uno más en esta interminable lista de los "pendientes por leer...".
ResponderEliminarY a lo del tema del principio, a mí siempre me han gustado los de bolsillo, tienen una simpleza (hasta en las portadas) que me da tranquilidad.
Hola Miguel,
Eliminarque nunca nos falte una buena lista interminable de libros que desearíamos leer pronto. Y que nunca deje de crecer.
Y me reitero lector de ediciones de bolsillo. Bibliotecas públicas y ediciones de bolsillo, de ahí sale el 95% de lo que leo al año.