jueves, 9 de noviembre de 2017

Degustación: La parte inventada, de Rodrigo Fresán

La parte inventada, de Rodrigo Fresán (DeBolsillo)

Leí por primera vez La parte inventada en la primavera de 2014, con un niño de 6 meses tendente al insomnio a mi lado, y disfruté del libro como disfruto de casi cualquier texto de Fresán. Leí el año pasado la segunda parte de esa trilogía en progreso, La parte soñada, y hace un par de semanas, en ruta por librerías vi que (¡al fin!) había llegado la edición en bolsillo de La parte inventada. Lanzo preguntas al aire: ¿cuánto debe vender un autor en edición grande para que su editorial considere que puede ser rentable la edición en bolsillo? Hace unos años todos los libros de Fresán estaban en bolsillo, este ha tardado más de tres años y hay otros de sus títulos totalmente desaparecidos. ¿No vende nada? ¿Ha dejado de ser interesante para ese mercado? ¿Antes sí vendía bien y era rentable?

Dejando al margen las cuestiones de marketing, la edición de bolsillo me ha permitido releer el libro, porque ahora lo tengo, ya no es de prestado de la biblioteca, y porque ahora es una edición relativamente cómoda de sacar al parque o llevar en el transporte público. Lo he releído con otro niño de 6 meses que duerme poco, como si fuera aquel primer niño, al lado. La literatura de Fresán está hecha para la relectura, como supongo que hubiera dicho Nabokov en caso de haberlo leído. Y no tanto porque una primera lectura requiera una especial concentración y seguimiento de una trama por lo general casi secundaria y unos personajes que se adscriben, en la mayoría de sus narraciones, a los estereotipos. Decía Alberto Olmos hace unas semanas en su blog Mala fama que si a un escritor le quitabas la narración solo quedaba la literatura. Pues Fresán es todo literatura. Y sus lectores le damos las gracias por ello.

Siempre ha sido así (lo es en esos libros infinitos que son La velocidad de las cosas o Mantra, lo es a una escala reducida en El fondo del cielo), pero lo es quizá un poco más en esta trilogía que está poniendo en marcha, basada en la figura del escritor. Rodrigo Fresán dice que escribió un primer libro, La parte inventada, y pensaba que eso era todo. Pero luego volvió a escribir y lo que le fue saliendo fue La parte soñada, y se dio cuenta de que seguía en el mismo mundo. Y ahora está trabajando en la tercera entrega, La parte recordada. Inventar, soñar, recordar, quizá los tres verbos clave en el momento de la creación literaria. Mezclándolos, si es posible. Recordar sueños. Inventar recuerdos. Etcétera.

La parte inventada es un libro inabarcable en todos sus niveles, plagado de referencias (a un nivel que hace que algunas páginas superen al pobre lector), lleno de digresiones que van devorando poco a poco la trama (una trama que vendría a ser la reconstrucción de la formación de El Escritor). Fresán es borgiano, y ya se dijo hace al menos dos décadas que era, probablemente un Borges pop, a lo que él contestó que Borges ya era pop. ¿Se hace viejo Fresán? Envejece, y se nota en este libro, y se nota en esta trilogía y se nota en las no demasiadas entrevistas que ha concedido en estos años, donde se le encuentra hastiado de la sociedad sin libros en la que le está tocando vivir. La parte inventada es un libro que habla de la muerte de la literatura. No de la novela, esta vez, sino de la literatura, de esa inversión de tiempo, neuronas, dinero, en buscar la mejor manera de escribir. Están los fantasmas de siempre de los libros de Fresán. Está 2001: La odisea en el espacio y está Bob Dylan y están The Beatles y está Francis Scott Fitzgerald, cuya novela Suave es la noche es una referencia constante en la vida y obra de El Escritor. Y están los nuevos fantasmas. Está ese envejecimiento y esa renuncia al pop contemporáneo, las diatribas contra las redes sociales y contra los que leen sin parar durante el día pero nunca libros con ideas complejas, contra los que escriben y pretenden que los lean pero ellos no leen y no trabajan su escritura.

Tratar de acercarse a un resumen de la trama es absurdo. El libro tiene 7 partes, en cierta medida tratando de reproducir esa idea que dice que toda historia viene esencialmente de esas 7 tramas básicas que se repiten desde Grecia o antes. Las referencias a la creación como aproximación a la trascendencia son constantes. A la trascendencia y a la paternidad, a la creación, el deicidio.

Y así El Niño no se parece en nada a sus padres. Y de acuerdo, lugar común, vista cansada: no puedes escoger a tus padres. Pero también es verdad que los padres tampoco pueden escoger a sus hijos. Y cabe preguntarse si estos dos, de haber podido acceder a otros modelos, habrían escogido a ese uno. O si este uno hubiera escogido a esos dos. Y cómo fue en primer lugar que los padres se escogieron entre ellos: ¿se sentían idénticos o complementarios o veían en el otro lo que querían que el otro viese en ellos? Haya sido lo que haya sido, ahora entienden – aunque no se atrevan a decirlo abiertamente – que todo fue un malentendido.

Una biblioteca a la que, de tanto en tanto, por accidente y como después de un accidente, desorientados por el shock del impacto, llega alguien para quien los libros y, sobre todo, la acumulación de libros, es un incomprensible misterio. Porque para demasiadas personas los libros se usan y se gastan y qué sentido tiene conservarlos. Ocupan tanto lugar, hay que sostenerlos y pesan, son tan sucios y, aunque no se diga en voz alta, los libros son demasiado baratos para ser algo bueno y provechoso, se susurra. Y, así, una biblioteca que bien puede provocar entre los visitantes accidentales – con una curiosa mezcla de respeto, inquietud y desprecio, como si se refiriesen a invulnerables y abundantes cucarachas, a una plaga o a un virus – un <<Pero ¿has leído todos estos libros?>>. Visitantes que preguntan eso porque no se atreven a preguntarse lo que en realidad no quieren saber: <<¿Cómo es que yo he leído tan pocos libros? ¿Cómo es que en mi casa apenas hay libros y casi todos son de fotos y algunos de fotos de casas con bibliotecas en las que apenas hay libros salvo libros de fotos y por qué en el lugar de libros, de libros con letras, en sus lugares, hay demasiadas fotos de personas a las que se supone que debo querer incondicionalmente pero cuando lo pienso un poco, con un par de copas encima, la verdad es que me parecen casi todos unos verdaderos y auténticos …?>>.

De esas partes recomiendo la lectura, como de una novela corta, casi como un libro de cuentos incompletos, porque eso es, un libro de brotes de cuentos, de la tercera parte: Algunas cosas que se te ocurren cuando deseas que nada te ocurra, un magnífico acercamiento al momento en el que el autor vislumbra la idea de la que tirar para tratar de conseguir alguna vez un texto. El Hombre Solo, enfrentado a pruebas médicas de las que puede esperar lo peor (cuando deseas que nada te ocurra) empieza a tomar notas para posibles historias. Ideas disparatadas pero otras no tanto, algunas son ideas realmente buenas para cuentos que ya no se escribirán. Ideas que surgen del contorno más extraño de la realidad, y que en sus breves 2 caras de anotación apresurada consuelan. Consuelan porque hablan de mañana, el momento sin desgracia en el que sentarse y escribirlas, el momento para desarrollar esa idea un poco más, lo suficiente, lo necesario para esa historia en particular. Rodrigo Fresán se aproxima aquí, otra vez más, a uno de los dioses recurrentes de su panteón, un imprescindible de las decenas de citas con las que se abren sus libros, John Cheever, aquel señor de mirada triste, incapaz de aceptar su vida real con sus problemas reales, aquel a quien llamaban el Chéjov de los suburbios, quien decía que un cuento es lo que te cuentas a ti mismo cuando estás en la sala de espera del dentista. Aquí Fresán lo lleva al extremo, es lo que te cuentas a ti mismo cuando estás en la antesala de los resultados médicos que pueden incluir las peores palabras, esas que normalmente comienzan con una C. Hay cuentos de terror y hay cuentos que nos alivian el terror de vivir.

Esa pequeña colección de cuentos en el interior de una novela ilustra perfectamente lo que es este libro, una colección de muñecas rusas que siempre esconden otra historia más en su interior. Rodrigo Fresán nos hace replantearnos aquí que no existe eso que llaman buena y mala literatura, alta o baja, sino sencillamente Literatura y las demás formas más o menos funcionales de escritura. Y él sigue apostando todo a la Literatura. Y personalmente espero que nunca deje de hacerlo, porque como él también dice siempre que lo entrevistan, la realidad está sobrevalorada, y ya tenemos todos bastante realidad cada día.

Seguiremos leyendo

Felices lecturas


Sr.E

2 comentarios:

  1. Anoto uno más en esta interminable lista de los "pendientes por leer...".

    Y a lo del tema del principio, a mí siempre me han gustado los de bolsillo, tienen una simpleza (hasta en las portadas) que me da tranquilidad.

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    1. Hola Miguel,

      que nunca nos falte una buena lista interminable de libros que desearíamos leer pronto. Y que nunca deje de crecer.

      Y me reitero lector de ediciones de bolsillo. Bibliotecas públicas y ediciones de bolsillo, de ahí sale el 95% de lo que leo al año.

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