Volver al cuento
II: Gracias por la compañía, de Lorrie Moore (Ed. Seix
Barral)
Hablaba
en la última entrada de la satisfactoria y necesaria sensación de volver al cuento, de
redescubrir ese género mágico que utiliza las herramientas
narrativas desde la óptica y el aliento de un poeta. Esta
descripción es, obviamente, reduccionista, y deja fuera a cualquier
autor que no se ajuste a ella, pero si se mira bien se verá que son
mayoría los buenos cuentistas que tienen algo de ello. Desde luego
Lorrie Moore. Hablaba también de los viejos amigos y en cierto modo,
Lorrie Moore lo es, y descubrir este último libro suyo ha sido una alegría inesperada.
Nos
llenamos la boca, los cuentistas y las editoriales, los expertos y
los críticos, de la buena salud del cuento. Cuando el cuento es un
niño enfermizo y enclenque, que cuenta con apenas un millar de
potenciales lectores repartidos por todo el país. Pongo un ejemplo,
Lorrie Moore sacó este libro a finales de 2015 y yo, que estoy
pendiente de las novedades del mercado, ni me enteré. Casi nadie se
enteró, porque si se consulta en Google, hay 4, 5, no muchas más
reseñas del momento. Y eso que es Lorrie Moore.
¿Y
quién es Lorrie Moore? Para mí, sobre todas las cosas, la autora de
Pájaros de América. Para mí esa es una de las colecciones de
relatos más perfectas, conseguidas, delicadas a la vez que
hirientes, que he leído y releído nunca. Pájaros de América era
su anterior libro de relatos y entre ambos habían pasado 16 años.
16 años de silencio y trabajo fino para volver con una colección de 200 páginas y 8 relatos,
desde luego una muestra de que los cuentos están trabajados,
pulidos, bien pensados. Seguramente también la prueba de que muchos
cuentos han quedado abortados por el camino en ese tiempo.
Para
mi libro Desórdenes elegí un epígrafe de Lorrie Moore, uno
que dice:
Por
lo general, la gente no era mapas de carretera. La gente no era ni
jeroglíficos ni libros. No era historias. Una persona era una
colección de accidentes. Una persona era un montón infinito de
rocas con cosas creciendo por debajo.
Lorrie
Moore continúa escarbando bajo las capas visibles de las personas
“normales”, buscando su alma, convencida de que la teoría del
iceberg que tanto se cita en la construcción de relatos no es más
que una máscara de la teoría del iceberg que nos esconde a todos.
Empiezo
diciendo que para el lector enamorado de Pájaros de América
que soy Gracias por la compañía no me ha parecido un libro
tan redondo. Este es un libro sobresaliente pero aquel era una
matrícula de honor indiscutible. Aquel era el libro de alguien que
llegaba a la cuarentena preocupada por la sociedad y su entorno y con
ganas de poner el dedo en la llaga, y este es un libro con el
espíritu un poco más cansado. Pasan los protagonistas, como la
autora, de los cincuenta, se acercan a los sesenta y hay divorcios,
hartazgos, hipotecas, casas y propiedades que no han traído
precisamente la felicidad, hijos distanciados, negocios fracasados,
muertos.
Si
obvio mis ideas sobre Lorrie Moore debo decir que Gracias por la
compañía es un libro excelente, que se inicia con un divorciado
que ha decidido no quitarse la alianza en un gesto absurdo de abrazo
al pasado. Los personajes de Lorrie Moore en general, y en este
cuento y este libro en particular, buscan algo a lo que aferrarse,
por absurdo o extraño que suene. Este mismo divorciado acabará
haciendo que su día a día gire, y en cierto modo se recupere,
alrededor de la invasión americana de Irak en 2003. Por cierto, los
cuentos no es que se ordenen cronológicamente, pero dan la sensación
de ir avanzando por esa década que en un futuro se estudiará como
determinante en algunos cambios, la que va del atentado de las Torres
Gemelas a lo peor de la crisis económica. Un tonto (y por ponerlo en
tercera persona no acabo de excluirme del grupo, uno de los más
numerosos de la humanidad) con ínfulas diría que los personajes
buscan algo más de la vida, algo que los deje satisfechos, si acaso
por un tiempo, el momento de la sensación verdadera del que
hablaba Peter Handke.
En lo
técnico y narrativo, Moore suele empezar las historias en un punto
intermedio del arco temporal que va a abarcar y mediante flash –
backs va completando la información que juzga relevante
entregarle al lector, mientras el día a día de esos personajes va
pasando. Los temas que utiliza son los que han ido centrando la
literatura realista desde siempre, las relaciones amor – odio de
parejas, amigos, padres e hijos. La prosa es limpia, la atención al
detalle siempre sugerente, y el título nos hace preguntarnos (a mí
al menos) si debemos dar las gracias por la compañía de quienes nos
soportan. Y la postura de estos relatos es que sí, pero a la vez que
no, porque la compañía es necesaria y se agradece, pero también
pesa y molesta y en ocasiones nos hace desear la soledad, y como bien
se ve en estas historias ni siquiera es necesario en algunos casos
que las personas cambien, solamente con las circunstancias es
suficiente.
Lorrie
Moore, que en Pájaros de América nos dejaba un escalofriante
relato como Gente así es la única que hay por aquí: farfullar
canónico en oncología pediátrica, no rehuye escarbar en la
basura de la sociedad líquida y posmoderna ni mirar de frente a la
enfermedad ni a la muerte, ni literal ni figuradamente. Lo típico y
recurrente es recomendar alguno de los relatos de la colección en
particular (que tiene 8 en total). Aunque tengo mis preferidos (Muda,
el primero, y Enemigos, el cuarto) y también el que me parece
más flojo (el que da título a la colección y la cierra, Gracias
por la compañía), recomiendo leer el libro en el orden en que
la autora nos lo presenta, pues la intrahistoria implícita va
apareciendo ahí. El libro está lleno de un realismo irónico, a
ratos patético, a ratos tierno, casi siempre irónico. No sé por
qué Lorrie Moore no está mejor situada en el canon del relato breve
norteamericano (aunque se la suele citar, claro), pues yo la
situaría, por su sutileza, en un primer puesto compartido con Tobias
Wolff, y por encima, en mi criterio lector, de un Raymond Carver que
se ha quedado un poco viejo y acartonado de tanto usarlo y un Richard
Ford que se ha demostrado mejor novelista que cuentista (la novela
que leí de Lorrie Moore en algún momento de esos años entre
Pájaros de América y Gracias por la compañía, Al
pie de la escalera, me convenció de que su caso es el contrario,
una cuentista excelente y una novelista mediana). Lorrie Moore es una
aguda observadora digna de heredar el hipotético trono de Alice
Munro, si aquella alguna vez deja de escribir libros tan buenos como
siguen siendo los suyos y el puesto queda vacante.
Seguiremos
leyendo a los viejos conocidos y tratando de volver a dejarnos
sorprender.
Felices
lecturas
Sr. E
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