Dos
libros extraños: Breve manual del perfecto aventurero, de
Pierre Mac Orlan (Jus Ediciones) y Teoría del ascensor, de
Sergio Chejfec (Jeckyll & Jill)
Hay
escritores raros (hay incluso una corriente de la literatura uruguaya
a la que la crítica, con la comodidad de las etiquetas, ha
calificado como los raros, y siendo cierto que son autores raros es
bastante discutible calificarlos de corriente) que tratan de escribir
libros más o menos normalizados. Hay autores normalizados que de vez
en cuando escriben un libro raro, disonante en su trayectoria, aunque
a veces de una valía incalculable. Y luego hay autores raros que
escriben, o eso parece, siempre, libros raros. Creo que me he
encontrado con dos de ellos.
No soy
un gran conocedor de la obra de Sergio Chejfec (este es el tercero de
sus libros que leo) y mucho menos de la de Mac Orlan (con quien me
estreno), pero parecen dos tipos raros. El anterior libro de Chejfec
editado era una reflexión sobre la escritura como acto físico,
desde los manuscritos hasta las ultimísimas pantallas inteligentes
(Últimas noticias de la escritura, Jeckyll & Jill), un
libro fácilmente relacionable con El discurso vacío, de
Levrero, aunque con un afán enciclopédico y casi pedagógico,
frente al vacío real al que se abocaba Levrero escribiendo a mano un
cuaderno que luego sería mecanografiado para su difusión en forma
de libro.
Pierre
Mac Orlan (que en realidad no se llamaba así) parece que fue de todo en la vida, y también bohemio y
escritor. Tan escritor como que según informa la editorial en la
solapa, fue autor de 130 libros. Este es de 1920, es prácticamente
un cuadernillo, se lee en una hora de concentración, y se digiere
durante semanas. Si no desconfiara de términos como un librito
delicioso, diría que Breve manual del perfecto aventurero es
un librito delicioso. Es un juego, un entretenimiento de aire
pedagógico que evalúa, ensalza y desmonta la literatura de
aventuras. Mac Orlan escribió este libro cuando parecía que el amor
de la literatura por las aventuras, grandes, pequeñas, medianas, del
siglo XIX se desvanecía definitivamente. Tenía razón en que el
amor por aquella literatura de los Jack London, Robert Louis
Stevenson, Julio Verne, estaba en decaimiento, y lo sigue estando,
pese a meritorios intentos de escribir buenas novelas de aventuras.
Como buen libro provocador, empieza diciéndonos que la aventura,
como tal, no existe, solo está en el ánimo del aventurero, y esa es
la esencia del libro. Mac Orlan escribe un manual de uso para quienes
quieran escribir una aventura sin moverse de su escritorio. Los
aventureros sedentarios, de los que aprenderemos y en lo que podemos
aspirar a convertirnos con esta lectura, son sus protagonistas. Nos
enseñan sus secretos, sus recetas. El tono es irónico y parece una
obra digna del adjetivo borgiano.
Hay
algo de heroico en escribir libros enciclopédicos sobre saberes
inútiles en pleno siglo XXI, con internet en el bolsillo del
pantalón de cada lector, con el smartphone a punto de integrarse en
nuestro mismo organismo. Chejfec tiene algo de sabio loco. Teoría
del ascensor, pese a que anuncia en su título una teoría (la
del ascensor), nos hace terminar sus páginas sin poder contestar a
la pregunta de: ¿en qué consiste esa teoría? ¿Es el resumen de
ideas de Chejfec sobre la escritura? Es al menos un resumen de ideas
de Chejfec sobre la escritura. Lo que Chejfec escribe, si hay que
buscarle un nombre, es un ensayo narrativo. Aporta información, la
pone sobre la mesa, desarrolla algunos puntos de pensamiento ajenos,
busca conexiones, extrae algunas conclusiones, y eso es a lo que se
dedica un ensayo. Pero a la vez nunca llega a una conclusión, y todo
está escrito con la pasión de la narrativa. Chejfec nos está
contando una historia, la suya. Para él lo apasionante es mirar y
leer, y contagia esa pasión. No es extraño que en la contraportada
Vila – Matas alabe el libro y al autor, pues en cierto modo Chejfec
es un claro heredero de esos libros que Vila – Matas escribió en
los ochenta y en los noventa, especialmente libros adictivos y llenos
de erudita nada como Historia abreviada de la literatura portátil y
Bartleby y compañía. Para mí, como lector, esas son las obras
cumbre de Vila – Matas y en los últimos años se ha ido imitando y
amanerando en la imitación y yo personalmente he perdido interés en
lo que va publicando. Chejfec es sangre nueva para esos libros y para
quienes somos sus potenciales lectores. Habita un incierto punto
medio en el desierto que en las letras argentinas separa a Ricardo
Piglia de César Aira. Todo lo que escribe Chejfec parece estar
escrito muy en serio, como si los libros fueran el único asunto de
vida o muerte, algo que lo acerca a Piglia. Escribe y reflexiona
sobre lo que acaba de escribir, y esa es la respiración de Teoría
del ascensor, aunque muchas veces reflexione sobre lo que ha escrito
(o dicho o filmado o fotografiado) otro. Pero todo tiene un poso
irónico, un no – es – para – tanto – solo – son – libros
– e – ideas, sin la exageración de un César Aira que parece
empeñado en superar los mil libros publicados y que presume de no
corregir lo que escribe porque total, solo son libros.
Chejfec
es una experiencia y Mac Orlan es desde luego otra. Son dos libros
que en su aparente fragilidad esconden una gran densidad.
Seguiremos
leyendo libros raros, y libros no tan raros. Seguiremos leyendo y
comentándolo.
Felices
lecturas
Sr. E
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