martes, 17 de octubre de 2017

Dos libros extraños

Dos libros extraños: Breve manual del perfecto aventurero, de Pierre Mac Orlan (Jus Ediciones) y Teoría del ascensor, de Sergio Chejfec (Jeckyll & Jill)

Hay escritores raros (hay incluso una corriente de la literatura uruguaya a la que la crítica, con la comodidad de las etiquetas, ha calificado como los raros, y siendo cierto que son autores raros es bastante discutible calificarlos de corriente) que tratan de escribir libros más o menos normalizados. Hay autores normalizados que de vez en cuando escriben un libro raro, disonante en su trayectoria, aunque a veces de una valía incalculable. Y luego hay autores raros que escriben, o eso parece, siempre, libros raros. Creo que me he encontrado con dos de ellos.

No soy un gran conocedor de la obra de Sergio Chejfec (este es el tercero de sus libros que leo) y mucho menos de la de Mac Orlan (con quien me estreno), pero parecen dos tipos raros. El anterior libro de Chejfec editado era una reflexión sobre la escritura como acto físico, desde los manuscritos hasta las ultimísimas pantallas inteligentes (Últimas noticias de la escritura, Jeckyll & Jill), un libro fácilmente relacionable con El discurso vacío, de Levrero, aunque con un afán enciclopédico y casi pedagógico, frente al vacío real al que se abocaba Levrero escribiendo a mano un cuaderno que luego sería mecanografiado para su difusión en forma de libro.

Pierre Mac Orlan (que en realidad no se llamaba así) parece que fue de todo en la vida, y también bohemio y escritor. Tan escritor como que según informa la editorial en la solapa, fue autor de 130 libros. Este es de 1920, es prácticamente un cuadernillo, se lee en una hora de concentración, y se digiere durante semanas. Si no desconfiara de términos como un librito delicioso, diría que Breve manual del perfecto aventurero es un librito delicioso. Es un juego, un entretenimiento de aire pedagógico que evalúa, ensalza y desmonta la literatura de aventuras. Mac Orlan escribió este libro cuando parecía que el amor de la literatura por las aventuras, grandes, pequeñas, medianas, del siglo XIX se desvanecía definitivamente. Tenía razón en que el amor por aquella literatura de los Jack London, Robert Louis Stevenson, Julio Verne, estaba en decaimiento, y lo sigue estando, pese a meritorios intentos de escribir buenas novelas de aventuras. Como buen libro provocador, empieza diciéndonos que la aventura, como tal, no existe, solo está en el ánimo del aventurero, y esa es la esencia del libro. Mac Orlan escribe un manual de uso para quienes quieran escribir una aventura sin moverse de su escritorio. Los aventureros sedentarios, de los que aprenderemos y en lo que podemos aspirar a convertirnos con esta lectura, son sus protagonistas. Nos enseñan sus secretos, sus recetas. El tono es irónico y parece una obra digna del adjetivo borgiano.

Hay algo de heroico en escribir libros enciclopédicos sobre saberes inútiles en pleno siglo XXI, con internet en el bolsillo del pantalón de cada lector, con el smartphone a punto de integrarse en nuestro mismo organismo. Chejfec tiene algo de sabio loco. Teoría del ascensor, pese a que anuncia en su título una teoría (la del ascensor), nos hace terminar sus páginas sin poder contestar a la pregunta de: ¿en qué consiste esa teoría? ¿Es el resumen de ideas de Chejfec sobre la escritura? Es al menos un resumen de ideas de Chejfec sobre la escritura. Lo que Chejfec escribe, si hay que buscarle un nombre, es un ensayo narrativo. Aporta información, la pone sobre la mesa, desarrolla algunos puntos de pensamiento ajenos, busca conexiones, extrae algunas conclusiones, y eso es a lo que se dedica un ensayo. Pero a la vez nunca llega a una conclusión, y todo está escrito con la pasión de la narrativa. Chejfec nos está contando una historia, la suya. Para él lo apasionante es mirar y leer, y contagia esa pasión. No es extraño que en la contraportada Vila – Matas alabe el libro y al autor, pues en cierto modo Chejfec es un claro heredero de esos libros que Vila – Matas escribió en los ochenta y en los noventa, especialmente libros adictivos y llenos de erudita nada como Historia abreviada de la literatura portátil y Bartleby y compañía. Para mí, como lector, esas son las obras cumbre de Vila – Matas y en los últimos años se ha ido imitando y amanerando en la imitación y yo personalmente he perdido interés en lo que va publicando. Chejfec es sangre nueva para esos libros y para quienes somos sus potenciales lectores. Habita un incierto punto medio en el desierto que en las letras argentinas separa a Ricardo Piglia de César Aira. Todo lo que escribe Chejfec parece estar escrito muy en serio, como si los libros fueran el único asunto de vida o muerte, algo que lo acerca a Piglia. Escribe y reflexiona sobre lo que acaba de escribir, y esa es la respiración de Teoría del ascensor, aunque muchas veces reflexione sobre lo que ha escrito (o dicho o filmado o fotografiado) otro. Pero todo tiene un poso irónico, un no – es – para – tanto – solo – son – libros – e – ideas, sin la exageración de un César Aira que parece empeñado en superar los mil libros publicados y que presume de no corregir lo que escribe porque total, solo son libros.

Chejfec es una experiencia y Mac Orlan es desde luego otra. Son dos libros que en su aparente fragilidad esconden una gran densidad.

Seguiremos leyendo libros raros, y libros no tan raros. Seguiremos leyendo y comentándolo.

Felices lecturas


Sr. E

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