Las
dimensiones finitas,
de A. G. Porta (Ed. Acantilado)
He
hablado ya alguna vez de la fascinación que siento por Concierto del No – Mundo, la novela con la que A. G. Porta ganó el
Premio Café Gijón en 2.005. Es un libro que he leído tres veces y que no ha
perdido fuerza en ninguna de esas relecturas. Creo que es una de las novelas
españolas más ambiciosas que se hayan escrito en los últimos treinta años. En
ella, Porta nos llevaba de viaje por un mundo estético, filosófico y musical
propio. Era una novela que buscaba la complicidad del lector dispuesto a
dejarse fascinar por ella. Es una experiencia estética más que una narración
sin más. Pero, se consiga o no, toda novela debería aspirar a ser una
experiencia estética única, al margen de lo que lo consiga en mayor o menor
medida o de que también sea, y eso no es menos importante, un vehículo mediante
el cual contar una historia. No es, y esto creo que la convierte también en un
libro tan destacable, un complicado ejercicio de estilo al que no pueda acceder
un lector más o menos habitual, que es el camino al que muchas veces recurren
los autores que no quieren ser confundidos con aquellos autores que buscan la
aprobación general. Dejo Concierto del No
– Mundo, que quizá debería releer una cuarta vez para comentar aquí.
Creo
sin embargo que es posible que A. G. Porta sea más conocido por algunos
lectores como el compañero de Roberto Bolaño en la escritura de Consejos de un discípulo de Morrison a un
fanático de Joyce. Ambos declararon siempre que si bien Bolaño no era un
discípulo de Morrison, desde luego Porta sí era un fanático de Joyce.
En
2.008 A. G. Porta publicó una novela que podía considerarse una continuación de
Concierto del No – Mundo, al menos de
personajes y ambientes, aunque aquí trasladaba la trama al espacio, y el
espacio de A. G. Porta es el espacio de Kubrick o hasta el de Tarkovski, por
situarlo con una única imagen. Aquel libro se llamaba Geografía del tiempo. En 2.012 Porta firmó a medias con Gregorio
Casamayor Otra vida en la maleta, una
suerte de thriller carcelario con un leve tono paródico, que remite por la
historia negra, por el tono y por haber sido escrita otra vez a cuatro manos, a
Consejos. A finales de 2.015 ha
vuelto a firmar solo, y ha vuelto al universo de sus dos anteriores novelas en
solitario, aunque muy diluido, sólo presente en el pasado del personaje
femenino, que sigue siendo aquella niña prodigio del piano sobre la que se construía
el Concierto del No – Mundo. Parece demostrado que no es un autor con prisa por
publicar, sino que pule sus obras. De hecho, es un autor que estuvo quince años
retirado después de publicar Consejos de
un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce, leyendo atentamente a
Joyce, analizándolo, y sin ninguna tentación por publicar, aunque parece ser
que Bolaño le ofreció que trabajaran nuevamente a medias en lo que acabó siendo
La literatura nazi en América.
La
nueva novela de A. G. Porta se llama Las
dimensiones finitas. El título está tomado de un relato de J. D. Salinger, como
explica el mismo narrador de la novela. Al principio de la novela el narrador
ya nos dice a sus lectores que perdonemos si su estilo es demasiado parecido al
de Salinger, a quien en principio no nombra pero cuya sombra detectamos
inmediatamente quienes lo hemos leído. Salinger y sus obras toman luego un
papel central en la historia, al ser el primer nexo de unión entre el narrador
y Albertine, aquella pequeña pianista que ahora se dedica a la escritura, la
dirección de documentales, la vida diletante y el estudio de la obra de
Salinger. El nombre de Albertine, nada casual, remite a Proust, y fija un marco
de referencia, el de la gran literatura, un mundo por el que ella se mueve con
soltura, que choca con el del narrador, un hombre que apenas ha leído y que se
lanza a ello impulsado por su fascinación por Albertine. ¿Cómo llega ese narrador
poco aficionado a la lectura hasta Albertine? Ese protagonista, consultor
empresarial, ha empezado a ver llegar la crisis, y rastrea los pasos que esa
crisis va dando en todos los periódicos europeos, y decidido a mejorar su
inglés para entender mejor los avances del derrumbe, va a una librería y acaba
llevándose un libro de Salinger. Empieza a leerlo y a comentarlo y en un viaje
de autobús se encuentra con otra chica que va leyendo a Salinger y se atreve a
acercarse a ella. Es Albertine. Se caen bien y empiezan a quedar.
Albertine
ha sido educada en el arte, en la música, en los libros. Él parece haber estado
demasiado ocupado trabajando. Está bastante solo, tiene escasa relación con su
familia, llama a su madre pero lleva años sin ir a verla, tiene los discos de Primal Scream de su hermano mayor, por
el que siente una fascinación que no excluye la crítica, lo que establece un
juego con la que siente Holden Caulfield por su hermano mayor, el escritor
vendido al mundo del cine. Apenas tiene una especie de padrino en Barcelona,
donde vive, un antiguo amigo de su familia, que está en Valencia.
Como
en Casablanca, el mundo se derrumba y
nosotros nos enamoramos. La crisis va a más y él lo ve claro desde el
principio. Caen empresas, Madoff entra en la cárcel, parece que no es la única
estafa piramidal del sistema. Parece que todo el sistema es una estafa piramidal. Mientras, él va descubriendo a Abertine y el
mundo que ella le propone. Va leyendo para estar a su altura, para tener algo
de lo que hablar con ella, van a una casa, a la otra, hacen el amor, escuchan
música, viajan. Destaca la fascinación que él va sintiendo por los discos de
Nacho Vegas que ella va poniendo y que ambos bailan con ese tono de futura
derrota que su música transmite. Y todo ello sin dejar de leer a Salinger, a
quien en algunos libros entiende más, en otros menos, pero que en todos le
produce una cierta fascinación, esa fascinación que con frecuencia produce lo
que no se acaba de comprender.
El
estilo, la voz narrativa, es claramente salingeriano. Eso, respecto a otras
novelas de Porta, simplifica el estilo. El narrador, como el mítico Holden
Caulfield, analiza todo y a todos sin acabar de comprender nada. Siempre desde
un poco fuera, siempre desde una mirada distinta, siempre con una cierta mirada
poética. Una poética sencilla, pulida, como la de Salinger.
El
narrador parece uno de los pocos analistas lúcidos de la crisis, y cabalgando
sobre ella y sus consecuencias desarrolla su propia teoría, la Ingeniería de
los Soportes Mutables, una idea que empezará vendiendo en su propia empresa y
que lo irá llevando como conferenciante por otras empresas. Luego acabará
teniendo su propio libro. Es uno de esos complejos artefactos económicos con
nombre poético que nadie llega a comprender totalmente. Él inventa algo que los demás no llegan a comprender mientras anda metido en una aventura literario - amorosa que no llega a dominar completamente. Otro espejo.
La
relación con Albertine avanza entre más libros, más canciones, más futuros
proyectos de viajes a lugares que todo el mundo debería visitar antes de morir,
como ella los llama. Llega un punto en el que sus mundos vuelven a separarse.
Eran mundos que coincidieron pero que parecían condenados a perderse de vista.
Ella se irá a Nueva York a seguir la pista definitiva de Salinger. Él se
quedará en Barcelona, con su pequeño éxito empresarial, con sus recuerdos.
Siempre le quedarán sus recuerdos. Ella seguirá viviendo y él seguirá soñando
con viajar, con llegar a ese sitio que le obsesiona desde que lo escuchó por
primera vez en la canción de Nacho Vegas, ese punto al norte del norte, lejos de todo, lejos de ti.
Nos
quedamos a la espera del próximo libro de A. G. Porta. Merecerá la pena la
espera, aunque pueda ser larga.
Seguiremos
leyendo y comentándolo.
Felices
lecturas
Sr.
E
No hay comentarios:
Publicar un comentario