Crónicas
del desamor, de Elena Ferrante (Ed. Lumen)
La portada de este libro es magnífica. Es una magnífica portada para un magnífico libro y una vez que se ha visto la portada y se ha leído el libro creo que no puede pensarse en una mejor combinación. La mujer de la portada está maquillada como para un teatro. ¿Se está poniendo una máscara o se la está quitando? Este es un libro que entre otras cosas trata de máscaras, de ponerse y quitarse máscaras. Elena
Ferrante, su identidad quiero decir, sigue siendo un enigma. Elena
Ferrante supone, en teoría, un desafío a estos tiempos de
escritores omnipresentes en las redes sociales. ¿Quién es Elena
Ferrante? ¿Es una mujer o es un hombre? ¿Realmente se crió en
Nápoles, como parece? ¿Vive actualmente en Turín o en Grecia? ¿Ha
trabajado en el mundo editorial? ¿Y qué más da? ¿Por qué todo
eso debería ser importante antes de leer un libro? Dicen en el
prólogo a esta trilogía de novelas cortas que Elena Ferrante, quien
quiera que sea, considera que todo lo que tiene que aportar está en
sus libros, y que es todo cuanto quiere mostrar, y que prefiere
presentarse con un seudónimo para evitar conflictos entre autora y
obra, para no distraer la atención.
En
tiempos de egos desmedidos, y sabiendo que los de los escritores lo
fueron en todas las épocas, Elena Ferrante se esconde. Yo, la
verdad, aunque había oído hablar mucho y muy bien de ella en este
último año, tenía cierta desconfianza, porque pensaba que en
realidad, en tiempos de sobre-exposición de los autores, quizá lo
de Elena Ferrante y sus editores en Italia y en España no fuera más
que una operación de marketing inversa. Si todos lo enseñan todo,
creemos una autora que lo esconda todo. Y no descarto que haya una
cierta operación en ese sentido. En cualquier caso, si entramos en
el juego de Elena Ferrante como autora que quiere pasar desapercibida
y nos evadimos de pensar en la autora y nos limitarnos a leerla, todo
cobra sentido.
La
saga novelística que le ha dado fama a Elena Ferrante es la de las
Dos amigas, cuatro novelas ambientadas durante la juventud de
dos chicas y luego mujeres en Nápoles, una ciudad que todo el mundo
supone que es la de Elena Ferrante, independientemente de quién sea
ella, o incluso él. El libro que he leído es anterior, y es una
colección de tres novelas cortas, y fueron las obras con las que
Elena Ferrante irrumpió en el mundo editorial italiano a principios
de los noventa. Son tres novelas separadas por catorce años, desde
que la primera se publicó en 1.992 hasta que la tercera apareció en
2.006. Las tres son historias de finales: el final de una vida, en el
primer caso, el final de un matrimonio en la segunda, y algo que hace
crac en la mente de una mujer y la lanza a una aventura sin ningún
sentido aparente, marcando un cierto punto y final en lo que parecía
una vida normal, en la edad de estabilizarse, en la tercera. Las tres
historias nos meten en la piel y en la mente de mujeres, y en cada
una de ellas se prioriza uno de los roles tradicionales de la mujer
en la sociedad, la hija ante la madre en la primera, la esposa en la
segunda, la madre ante la hija en la tercera.
La
primera de ellas, El amor cautivo, nos mete de lleno en
Nápoles, a donde la narradora, Delia, llega tras la muerte de su
madre, que ha aparecido ahogada, desnuda excepto por un sujetador de
encaje. La narradora tiene que volver a la ciudad de su infancia y
allí se reencuentra con pasajes, calles, gente, familia y sobre todo
con sus recuerdos. Los recuerdos que la llevan a su madre y los que
la llevan a su padre. Todos los recuerdos de una infancia que en la
distancia han ido encajando como las piezas de un puzzle en muchos
aspectos. Delia trata de reconstruir los últimos días de su madre,
con quien mantenía una relación cuando menos complicada, y entender
qué la movía y cómo, y qué hacía o dejaba de hacer en las
últimas semanas antes de aparecer ahogada. Es una primera novela
impactante, que se desarrolla al modo de una investigación
detectivesca – existencial, que incomoda por todo lo que cuestiona
sobre el pasado, ese que todos tenemos en común, la infancia,
territorio mítico por antonomasia, aunque haya tantas infancias como
personas y todos tengamos la nuestra.
Los
días del abandono, la segunda novela, está ambientada en Turín,
ciudad en la que se dice que vive o al menos ha vivido durante muchos
años Ferrante. La narradora de esta historia también es napolitana,
aunque lleva bastantes años en Turín, a donde la trajo una
oportunidad laboral de su marido. Ella, la esposa, se adaptó a las
necesidades de él, y ahí está, en una ciudad que no acaba de
gustarle, criando a sus hijos. Cuando de repente, un día, sin
aparente explicación, su marido le dice que los deja. Y eso hace,
abandonarlos de un día para otro, cerrar la puerta y no dar ninguna
explicación. La explicación acaba teniendo cuerpo de adolescente y
de mentira prolongada durante los últimos años. En unos meses vemos
cómo la vida se derrumba y cómo la narradora de esta historia, que
alguna vez quiso ser escritora, se encierra cada vez en sí misma,
desatiende a sus hijos y no puede hacer nada ante un mundo, cada
página que pasa más reducido, que se derrumba sin remedio. Dentro
de que perturbador es quizá el adjetivo que mejor define el conjunto
del libro, esta segunda historia me ha parecido la más perturbadora,
la que mejor nos muestra lo vulnerable que es el ser humano y cómo
la frontera entre la estabilidad y que todo parezca caerse alrededor
es fina y porosa.
La
última de las historias, La hija oscura, nos lleva esta vez a
una narradora que es madre y que revive cómo ha sido su papel como
tal desde que tuvo a sus hijas, ahora ya mayores. Este esfuerzo de
recuerdo surge a raíz de un encuentro fortuito en una playa
napolitana con otra familia, con otra madre y su hija y de la
observación que hace de esta hija y su muñeca, y la lleva a
recorrer en la mente los distintos caminos que ella fue recorriendo
desde que se convirtió en madre, todos los sacrificios y esfuerzos
que acabaron culminando en dos hijas mayores que ahora viven en
Canadá y en un cierto síndrome del nido vacío al que tiene que
enfrentarse.
Las
tres novelas comparten una escritura muy profunda, que toca con
profundidad al lector, al menos a mí como lector. La narrativa de
Elena Ferrante no teme asomarse a los abismos de la existencia, y en
la crudeza y desolación de algunos pasajes me ha traído a la
memoria incluso a autores que en principio podían parecer lejanos,
como Coetzee, Kafka y Beckett. Como prosista creo que la palabra que
mejor la define es precisa. Precisa como un cirujano debe serlo. Sin
miedo a meter el escalpelo y encontrar la palabra adecuada, dura y a
la vez expresiva. Recomiendo firmemente este libro, el primero de su
autora al que he llegado, y seguiré buscando sus obras, y si los
turnos de lectura de la biblioteca me lo permiten espero poder llegar
pronto a las novelas de su célebre saga napolitana.
Felices
lecturas.
Iremos
comentándolas por aquí.
Sr. E
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